domingo, 24 de noviembre de 2024

Un (¿nuevo?) rol para el Estado

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Los 80 están de moda. Con mercados al borde del colapso, varios Gobiernos irrumpieron con fuerza en el sector privado. Y revivió la discusión sobre si el Estado debe administrar o concentrarse en regular. También pasó en la Argentina, aunque el enfoque es totalmente diferente.

La primera mitad de los 80, con Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en Gran Breta&ntilde;a, dejo un grupo de enunciados liberales compartidos que m&aacute;s tarde se ampliar&iacute;an en el Consenso de Washington. La postura de Thatcher era clara: &ldquo;El Estado es p&eacute;simo como empresario, pero puede ser excelente como regulador&rdquo;. Hab&iacute;a que privatizar pr&aacute;cticamente todo para que el Estado se concentrara en evitar los abusos del mercado.<br />
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La idea de Thatcher se convirti&oacute; en creencia compartida. Con los 90 lleg&oacute; la ola de privatizaciones y la mayor&iacute;a de las compa&ntilde;&iacute;as estatales pasaron a manos privadas, con excepci&oacute;n de un pu&ntilde;ado de servicios y productos estrat&eacute;gicos que en algunos pa&iacute;ses &ndash;no aqu&iacute;&ndash; permanecieron en poder del Estado.<br />
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Pero el encumbramiento de discursos de izquierda en Am&eacute;rica latina y la crisis global desataron una ola intervencionista. En la regi&oacute;n, y en particular en la Argentina, se reflej&oacute; sobre todo en ciertos bienes estrat&eacute;gicos y en el &aacute;rea de servicios. En el mundo arranc&oacute; por el sector financiero y se extendi&oacute; a la econom&iacute;a real.<br />
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La discusi&oacute;n de Estado empresario versus Estado regulador est&aacute; otra vez sobre la mesa.<br />
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<strong>El capitalismo no muri&oacute;</strong><br />
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Pese a las frases altisonantes de pol&iacute;ticos locales y extranjeros, para Adolfo Abl&aacute;tico, presidente de la Asociaci&oacute;n Cristiana de Dirigentes de Empresas (ACDE), &ldquo;est&aacute; claro que (en el mundo) no se han puesto en duda las ra&iacute;ces del sistema capitalista occidental: respeto a la propiedad privada, rol subsidiario del Estado en la econom&iacute;a, libertad de actuaci&oacute;n dentro de marcos establecidos, aplicaci&oacute;n de las leyes en todos los casos, estabilidad de las reglas de juego y otros principios de una sana econom&iacute;a de mercado en un marco democr&aacute;tico&rdquo;.<br />
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Fernando Straface, director del programa de Pol&iacute;tica y Gesti&oacute;n de Gobierno del CIPPEC (Centro de Implementaci&oacute;n de Pol&iacute;ticas P&uacute;blicas para la Equidad y el Crecimiento), destaca que en ninguna de las intervenciones de los Estados centrales &ldquo;prevalece un discurso &lsquo;estatista&rsquo;&rdquo;. &ldquo;El razonamiento &ndash;sostiene&ndash; es que, en el corto plazo, el costo para la sociedad de que el Estado no rescate a empresas y bancos es mayor al de mantenerlas en funcionamiento a trav&eacute;s de la inyecci&oacute;n de capital&rdquo;, pero esa presencia siempre &ldquo;se enuncia como coyuntural&rdquo;.<br />
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El director de las carreras de Ciencia Pol&iacute;tica y Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andr&eacute;s, Marcelo Leiras, tambi&eacute;n advierte contra las conclusiones apresuradas: &ldquo;Esta crisis no refuta la validez de ninguna teor&iacute;a econ&oacute;mica en particular, del mismo modo en que la prosperidad socialmente asim&eacute;trica e internacionalmente asim&eacute;trica tampoco prob&oacute; que esas teor&iacute;as fueran ciertas&rdquo;.<br />
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<strong>Obama no es Per&oacute;n</strong><br />
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La crisis y el intervencionismo estatal en el mundo desarrollado les permitieron a algunos gobernantes exhibirse como orgullosa vanguardia. En la Argentina, la presidenta Cristina Fern&aacute;ndez de Kirchner dijo, entre otras cosas, que Barack Obama est&aacute; haciendo lo que su marido N&eacute;stor Kirchner y ella est&aacute;n llevando a cabo desde 2003. Y que parecer&iacute;a que el estadounidense ley&oacute; a Juan Per&oacute;n.<br />
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Una lista r&aacute;pida de empresas estatales argentinas incluye hoy algunas hist&oacute;ricas (Canal 7, Radio Nacional), otras que el kirchnerismo reestatiz&oacute; (Correo, Aguas, Aerol&iacute;neas, Austral), otras que cre&oacute; (Enarsa, la aerol&iacute;nea que nunca vol&oacute;, LAFSA) y varias en las que el Estado ten&iacute;a alguna participaci&oacute;n (ferrocarriles, aeropuertos, control de cargas y equipajes, energ&iacute;a) o la adquiri&oacute; con el traspaso de las acciones que manejaban las AFJP a la caja jubilatoria de la ANSES.<br />
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Abl&aacute;tico no cree que haya que buscar en la Argentina similitudes con las estrategias de los grandes jugadores internacionales. M&aacute;s a&uacute;n, opina que &ldquo;algunas de las medidas instrumentadas van a contramano de lo aconsejable, como la eliminaci&oacute;n del r&eacute;gimen de jubilaci&oacute;n privada, que rest&oacute; confianza a los operadores econ&oacute;micos locales, o las ins&oacute;litas trabas a las exportaciones agropecuarias, con la consecuente p&eacute;rdida de credibilidad y mercados&rdquo;.<br />
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&ldquo;En nuestro pa&iacute;s &ndash;rese&ntilde;a Straface&ndash; el avance sobre algunas privatizadas se sustenta en una visi&oacute;n &lsquo;revisionista&rsquo; de la conveniencia de haber privatizado esas empresas&rdquo;. En muchos casos se puso &eacute;nfasis en el fracaso de la gesti&oacute;n privada y, con la presunci&oacute;n de que el Estado es mejor administrador, se privilegi&oacute; &ldquo;la vuelta a manos estatales por sobre la mejora en la calidad y capacidad de <em>enforcement </em>de la regulaci&oacute;n&rdquo;. <strong><br />
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Ah&iacute;, pero &iquest;d&oacute;nde, c&oacute;mo?</strong><br />
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Esta claro que, desde 2003, la Argentina tiende a una mayor injerencia del Estado en actividades econ&oacute;micas. Ante una pregunta especifica, Leiras dice que s&iacute;, que la ola estatizadora responde al amplio margen de oscilaci&oacute;n de las pol&iacute;ticas argentinas. Para Abl&aacute;tico, el &ldquo;fuerte desaliento a las inversiones&rdquo; fue obra del &ldquo;excesivo intervencionismo&rdquo; pero tambi&eacute;n de &ldquo;la volatilidad de las reglas de juego&rdquo;.<br />
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En la misma l&iacute;nea, Straface menciona el concepto de <em>policy reversal </em>(capacidad de revertir las pol&iacute;ticas) y se&ntilde;ala que son negativas tanto la extrema rigidez como la extrema volatilidad. Como ejemplo cita un estudio del BID que &ldquo;muestra que no es tanto la orientaci&oacute;n ideol&oacute;gica lo que provee el &eacute;xito, sino la calidad de su implementaci&oacute;n, estabilidad, orientaci&oacute;n a inter&eacute;s p&uacute;blico y coordinaci&oacute;n&rdquo;. &ldquo;El Sudeste asi&aacute;tico se industrializ&oacute; con pol&iacute;ticas proteccionistas y dirigistas, pero estables. En la Argentina &ndash;casi lamenta&ndash;, nos caracterizamos por una enorme capacidad de <em>policy reversal</em> y el resultado es que pocos se arriesgan a apostar a mediano y largo plazo&rdquo;.<br />
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<strong>El consenso de Washington bajo escrutinio</strong><br />
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Mas all&aacute; de similitudes y diferencias entre latitudes, en el mundo entr&oacute; en discusi&oacute;n el Consenso de Washington, como se&ntilde;ala Straface, &ldquo;tanto en sus componentes (liberalizaci&oacute;n comercial, entrada irrestricta de capitales, equilibrio fiscal a cualquier costo, pol&iacute;tica monetaria restrictiva, privatizaci&oacute;n del conjunto de empresas del Estado) como en su prescripci&oacute;n irrestricta para cualquier pa&iacute;s en desarrollo&rdquo;.<br />
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En ese debate, menciona a &ldquo;intelectuales como Dani Rodrik, John Williamson (el que arm&oacute; la lista de medidas y las denomin&oacute; <em>Washington Consensus</em>) y Joseph Stiglitz, que plantean que la experiencia demuestra que los pa&iacute;ses que siguieron mas intensamente las recetas del consenso no se desarrollaron m&aacute;s que otros y que algunos de los ejemplos mas exitosos son pa&iacute;ses que no siguieron casi ninguna de esas medidas&rdquo;, como China, India, el Sudeste asi&aacute;tico o Brasil.<br />
&ldquo;La nueva teor&iacute;a sobre el desarrollo &ndash;a&ntilde;ade&ndash; plantea la necesidad de avanzar secuencialmente en la eliminaci&oacute;n de las restricciones al crecimiento (Ricardo Hausmann y Andr&eacute;s Velasco), teniendo en cuenta la econom&iacute;a pol&iacute;tica local, eligiendo sectores a promover y manteniendo prerrogativas de otros hasta tanto est&eacute;n en condiciones de competir. Eso implica que ya no se sostiene una &uacute;nica receta sobre la propiedad de las empresas. Y el propio Williamson plantea que algunos servicios p&uacute;blicos deber&iacute;an quedar en manos del Estado&rdquo;.<br />
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Sobre la propiedad de las empresas, Leiras se&ntilde;ala que si bien &ldquo;las organizaciones m&aacute;s sensibles a las presiones competitivas del mercado tienden a ser m&aacute;s eficientes, esa sensibilidad puede darse tanto en empresas administradas por el Estado como en empresas administradas por agentes privados&rdquo;. Por eso resalta que la pregunta b&aacute;sica no es &ldquo;&iquest;qui&eacute;n administra?&rdquo; sino &ldquo;&iquest;c&oacute;mo hacer para que el que administra lo haga de un modo eficiente?&rdquo;.<br />
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En acuerdo con el consenso, el polit&oacute;logo considera que &ldquo;la fe desreguladora parece haber sido excesiva&rdquo;. Pero al mismo tiempo advierte que &ldquo;eso no quiere decir que una soluci&oacute;n &lsquo;keynesiana&rsquo; vaya a ser sencilla ni eficaz&rdquo;. Y concluye: &ldquo;Se nos quemaron los papeles y hay que volver a pensar con atenci&oacute;n y sin prejuicios&rdquo;.

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