Nueva dimensión de la tecnología

Hay una antigua percepción que todavía sobrevive. La tecnología es una cuestión para el gerente de sistemas. Al CEO y a todo el tren gerencial le basta con saber lo que la gente del área le transmita en materia de avances e incorporación de nuevas herramientas tecnológicas.

30 mayo, 2013

Opinión |

Esta visión, en retirada, pero que todavía se abroquela en importantes bolsones en todo tipo de empresas, está a punto de estallar en pedazos.
Incluso en los medios especializados como Mercado, la sección referida a tecnología era, hasta no hace mucho, un depósito de noticias sobre nuevos productos y las opiniones de proveedores y de expertos en sistemas. La visión de la tecnología desde el negocio estaba ausente. Es que se concebía a la tecnología como un mero auxiliar y no como una fuerza revolucionaria capaz de transformar drásticamente el modo de hacer negocios.
Esto está cambiando velozmente. Tal vez en los últimos tiempos tiene incidencia el potencial revolucionario de “the cloud”. Es que la nube es un tema central con inmenso poder transformador. Que cambia radicalmente la tecnología como la conocemos, pero que además modifica drásticamente toda la forma de hacer negocios, reinventa sectores enteros. Más importante todavía, reformula las relaciones del ciudadano con sus Gobiernos, de la sociedad entera entre sí, de la manera de educarse, de asegurarse la salud, y aun de divertirse.
Lo más importante que ocurrirá este año en materia de crecimiento e innovación en el sector IT gira en torno a lo que los analistas del sector llaman “la tercera plataforma”, a partir de la convergencia de servicios en la nube, artefactos móviles, tecnologías sociales y big data. 
La velocidad de crecimiento en este segmento se multiplica dejando atrás a cualquier otro considerado. La capacidad para competir en este campo puede alterar el actual liderazgo en toda la industria.
De aquí a 2020, 90% del crecimiento en IT se generará a partir de la nube, el mundo móvil, las redes sociales y sus negocios, y big data. 
La “nube”, the cloud, es un tema que conecta, vincula y da sentido a los grandes capítulos de la agenda de IT.
Por ejemplo, lo que se ha dado en llamar “the Internet of things” es un tema fascinante. 99% de los aparatos no están conectados a Internet. Por aparatos (todo tipo de devices) se alude a cosas como automóviles, cafeteras, medidores de luz o gas, alumbrado publico, sillas de rueda en un hospital. En definitiva, todo aquello a lo que se le pueda poner un sensor. Las implicancias son enormes: la más evidente es el aumento del tráfico de datos sobre las redes. Pero el más profundo será los servicios nuevos que generaría, los nuevos consumos que permitiría y las nuevas formas de trabajar, de hacer negocios o de habitar una ciudad.
Si se repara en que se estima entre 50.000 millones y 500.000 millones de devices con una conexión móvil a la cloud para 2020, es fácil tener una fantástica visión de lo que será el futuro cercano. Como todo lo que se viene en materia de “ciudades inteligentes”.
O la vinculación con otro tópico central como big data, y la fascinación que provoca la cantidad de datos no estructurados que se generan. Una multimillonaria oportunidad a escala mundial. Un negocio que, según pronostica IDC, crecerá de los US$ 6.100 millones que representaba en 2011, a US$ 23.800 millones en 2016. Estamos a las puertas de otra gigantesca transformación.
Los lectores de Mercado han percibido este giro copernicano. Todas las anteriores ediciones publicadas este año, esta que está ahora en sus manos, y las que vendrán abordan y abordarán en profundidad estos temas. Es tiempo de entender y de relacionarse de otro modo con esta nueva dimensión de la tecnología.

La tecnología redefine el negocio
No es solamente que la tecnología se utilice de modo creciente y masivo. Sino que es el factor diferencial, el que otorga ventajas competitivas, el que redefine cualquier modelo de negocios establecido, el que puede garantizar crecimiento y rentabilidad.
Múltiples manifestaciones del software resultan esenciales para gestionar el negocio y para reinventarlo, en un contexto de cambio vertiginoso y global.
Una revolución que no solamente tiene que ver con la gestión de la organización –otorgando nuevo sentido a las ideas de management–, con la organización de la producción y el delivery del producto. Un proceso que toca especialmente los resortes de marketing y ventas y con la nueva forma que tienen las empresas –y la oportunidad, que no debe perderse– de relacionarse de modo directo con sus consumidores.
Ahora el factor clave es que la tecnología finalmente ha llegado a un punto en donde los compradores pueden ser tratados como personas nuevamente. Los consumidores son más que transacciones digitales sin cara, un historial de transacciones o un perfil demográfico: son personas reales con diferencias reales.
Por otra parte, las empresas ya no sufren de una falta de datos; sufren de una falta de datos correctos. Tienen que repensar cómo diseñar software en el futuro, trascendiendo la funcionalidad de las aplicaciones básicas para “diseñar” nuevas maneras de lograr respuestas ricas en datos que respondan específicamente las preguntas claves del negocio.
En definitiva, cloud computing –lo mismo que big data, o cybsersecurity– ya no es una tendencia emergente. Tiene un inmenso poder de transformar todo el negocio. Como lo plantea un reciente informe sobre tendencias de Accenture, la pregunta clave no es “¿deberíamos usar cloud computing?” sino “¿cómo podemos usar cloud computing?”.

Japón es un ejemplo, pero no para Argentina

En la década de los años 80. Japón y su impresionante economía, eran el fantasma del resto del mundo. La amenaza a la hegemonía económica de Estados Unidos y, obviamente a la de la Unión Europea. El reservorio de innovación tecnológica, campeón de la calidad, y con un potencial comercial imparable.
Por entonces, China era poco más que un experimento a observar, Latinoamérica confrontaba su “década perdida” y el resto de Asia temblaba ante lo que parecía el arrollador avance japonés.
Pero en la década de los 90, algo ocurrió. Según los críticos locales, los políticos japoneses cometieron el error de seguir con las políticas que recomendaban los grandes países de Occidente.
Sea cierto o no, el caso es que la economía japonesa permaneció estancada durante más de dos décadas, con un claro retroceso en su posición en el escenario mundial. Ahora, la economía china la ha superado y discute el estatus de superpotencia con Estados Unidos, mientras en Tokio se advierten crecientes dificultades comerciales y económicas.
Pero todo ha cambiado en los últimos tiempos desde que Shinzo Abe es primer ministro. La receta es: “mira lo que hago y no lo que digo”. Aunque no es original: la ha copiado casi íntegra de lo que hizo el gobierno de Obama para reactivar la economía, lo que se ha logrado con bastante éxito (en buena parte debido a que el dólar es divisa internacional y eso le permite a EE.UU exportar inflación).
El ingrediente central de la receta es imprimir e imprimir papel moneda. Como argumenta el Banco Central japonés, en beneficio de la gente y no de los bancos. 
Confiemos en que las mil batallas en que está empeñado el gobierno de Cristina Kirchner haga que pase inadvertida la estrategia nipona.
Porque si se reafirma en la conclusión de que la reactivación viene por vía de la emisión monetaria –una práctica en la que ya se incurre con asiduidad entre nosotros– nada impedirá que se multiplique el esfuerzo emisor, porque nadie aquí querrá reparar en que Japón puede hacerlo porque viene de cero inflación. Más aún, como lo ha dicho el presidente del Banco Central japonés, Haruhiko Kuroda, se lanzará más dinero al mercado hasta que la inflación alcance un nivel de 2%. Aquí siempre habrá funcionarios empeñosos que pueden proponer hasta 50% de inflación.
“Abenomics”, como se ha bautizado a esta política, persigue desde hace dos meses, inflar la economía de modo deliberado. Y lo hace a un ritmo que es igual al doble del que, sin hacer alharaca, impuso la Reserva Federal en Estados Unidos. Aumentarán los salarios, los impuestos serán más soportables al principio y luego se elevarán para compensar déficit. Hay riesgos, claro está. Pero los observadores creen que vale la pena tomarlos si la meta es el imprescindible crecimiento. 
Todo indica que funciona en esa dirección. Hay alzas bursátiles, aumenta el valor de bienes inmuebles y se recupera la confianza del consumidor.

Al revés de Europa
Algo muy diferente a lo que está ocurriendo en toda Europa. Que merece el reproche del FMI que, en esta instancia, aplaude la iniciativa japonesa (lo mismo que el gobierno de Estados Unidos). 
Hay voces prestigiosas que señalan que el viejo continente, pero muy especialmente Alemania, han olvidado las lecciones básicas del capitalismo y la historia de adonde llevaron políticas exageradas de austeridad en las primeras décadas del siglo pasado. 
Con un agravante –dicen los críticos– En este caso todo lo que hacen los europeos es preservar la estabilidad de los bancos, sus deudas nominales, el valor de los derivativos y hasta los jugosos bonos de los banqueros. 
La quinta parte del mercado laboral en el sur y el este de Europa, está desempleada. La deuda y el desempleo siguen creciendo a pesar de los sucesivos paquetes de rescate. Para el incisivo Nouriel Roubini, “la ausencia de políticas orientadas al crecimiento en la eurozona hará que la crisis sea peor, en lugar de solucionarla”. Lo cierto es que la idea de crecimiento está ausente en toda Europa. Por eso muchos se entusiasman con el rumbo japonés y pregonan que Alemania, en especial, y otros países del norte del continente, deberían seguir la misma estrategia.
Volviendo a Japón, la política puesta en marcha es una estrategia intensificada de “quantitative easing” con miras a terminar una espiral deflacionaria de más de 15 años, vigorizar el mercado de valores y dar nuevo envión a la estancada economía del país.
En cuanto al impacto que puede temer en la economía estadounidense probablemente será modesto, pero igualmente importante para los inversores. Afectará sectores que compiten con productos japoneses, principalmente autos y electrónica. 
A medida que caen las tasas de interés en Japón, generarán una presión hacia abajo en las tasas de interés norteamericanas. Otros factores, , especialmente las propias políticas de la Reserva Federal, también afectan las tasas. Pero si los bancos centrales de todo el mundo desarrollado persiguen más o menos las mismas políticas, las tasas de interés permanecerán bajas en todas partes, tal vez durante más tiempo del que originalmente se anticipó. 
Las últimas medidas japonesas no son populares en todas partes. La devaluación del yen le dará una ventaja nueva en otros mercados, incluyendo Estados Unidos y tal vez también China.  

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