<p><strong> Secuelas de una crisis </strong></p>
<p>La crisis en esos mercados (2007/8), iniciada antes que la financiera, generó máximas desmedidas, escasez, hambre y disturbios en 25 países desde México a Bangladesh o desde Senegal a Egipto, incluyendo casos tan endémicos como Haití, Norcorea y Somalía (o lo que queda de ella). No obstante, expertos del sector privado son menos optimistas. Destacan en este sentido la decreciente oferta de soja (porotos) y las menores cosechas de maíz (grano que también es insumo para producir etanol en Estados Unidos). Con existencias todavía bajas en términos históricos, cualquier desastre climático puede inflar precios.</p>
<p>En realidad, la mera combinación de inquietudes está empujando cotizaciones, especialmente en un segmento tan especulativo como los derivados sobre futuros y opciones en Nueva York, Chicago o Londres. Richard Lapp, ex analista principal de la firma estadounidense ConAgraFood, estima que “existen riesgos dando vueltas y eso afecta las tendencias en los mercados”.</p>
<p>Entre las contingencias que se barajan figura un contexto post recesión –en economías centrales– con “bajas reservas históricas de productos primarios agrícolas. Al mismo tiempo, “esa recuperación comprenderá biocombustibles y firme demanda en economías como China, India, Vietnam o Indonesia. En todas ellas, la demanda por alimentos venía retrasándose desde antes de 2007”.</p>
<p><strong> Puja por alimentos y tierras </strong></p>
<p>Hasta no hace mucho, las tierras arables africanas no le interesaban a casi nadie. Pero la crisis en la oferta alimenticia mundial y la escasez de agua potable en muchos países ha cambiado el escenario. En particular, determina la conducta de los mercados especulativos, peligrosamente libres o sin contralor.</p>
<p>Por consiguiente, África es “objeto del deseo” para inversores privados y para fondos soberanos, como los de China o de los emiratos del golfo Pérsico. Un detallado informe sobre esas tendencias, “<em>farmland grab</em>” (arrebatiña de tierras cultivables), parece una invitación al desarrollo masivo de la agricultura. No ya como propuesta comercial, sino como forma de asegurarse espacios vírgenes o subexplotados en una cantidad de países.</p>
<p>“Gobiernos preocupados por la estabilidad de insumos alimentarios –indica el trabajo– fomentan activamente la compra de tierras en otros países, como modo de eludir adquirirlos en la plaza internacional. Los aumentos de rubros agrícolas en 2007/9 les hicieron tomar conciencia del problema”. Al respecto, cabe recordar que la FAO notaba en 2006 una incipiente tendencia a comprar tierras o fuentes hídricas en diversas áreas “vírgenes” del planeta.</p>
<p><strong> Gente alarmada </strong></p>
<p>Paralelamente, alarmados por restricciones a la exportación de esos insumos, varios países importadores advierten que su dependencia del mercado libre internacional es un problema de seguridad. Los torna vulnerables no solo al alza de precios, sino también a algo más crítico: la interrupción del abastecimiento. Eso puede derivar de una <em>cartelización</em> entre Gobiernos exportadores, en un universo donde ya las economías centrales estatizan bancos y quieren controlar flujos financieros.</p>
<p>“¿Simple arrebatiña de tierras u oportunidad desarrollo sostenible en África?” se titula el informe de marras, debido a un equipo de cerebros londinense, financiado por Naciones Unidas. “Afrontamos algo históricamente tan caro como la identidad, la vida, la subsistencia y hasta la religión de los pueblos”, se proclama en el prólogo del documento.</p>
<p>El interés de los países inversores en “repatriar” alimentos para sus habitantes, invocando la autoficiencia –otrora tabú para el modelo capitalista anglosajón–, altera de raíz la naturaleza de esas mismas inversiones. En los años 50 y 60, las transnacionales agrícolas se dedicaban a ganar dinero cosechando alimentos básicos para venderlos en una plaza global. Ahora, afirma Kanayo Nwanze (Fondo Internacional para Desarrollo Agrícola, IFAD en inglés), una agencia de la ONU, “la seguridad alimentaria vuelve a primer plano en materia de inversiones sectoriales”.</p>
<p>A juicio de este africano, “hoy se busca tercerizar aún más el abasto de productos básicos. Por ende, la autosuficiencia de los países importadores es cuestionada por los funcionarios de la Organización Mundial de Comercio y las trasnacionales del negocio”.</p>
<p><strong> Otra campana </strong></p>
<p>Por supuesto, el próspero e influyente negocio de intermediación no se queda quieto. Su foro agrícola mundial, reunido en St. Louis hace poco más de un mes, se lanzó contra los Gobiernos “heterodoxos”. Operadores privados y funcionarios de países importadores presentes fueron claros: “muchos Gobiernos reconsideran sus actitudes en seguridad alimentaria y quieren elevar sus producciones locales. Nosotros creemos mejor hacer lo contrario. Sin flujos comerciales abiertos, la salud y la economía de los Estados se pone en riesgo”.</p>
<p>En realidad, el foro rechaza todo intento de emprender políticas proactivas por parte de los países importadores y sus proveedores, pues marginaría al poderoso cartel privado. Sería como crear una “OPEP agrícola”. Como ocurrió en las crisis petroleras de los años 70, los operadores del mercado agrícola quizá no puedan frenar una <em>cartelización</em> que los deje afuera, opuesta a la que ellos manejan vía mercado de futuros y opciones.</p>
<p>Con precios nuevamente firmes y restricciones comerciales impuestas hace un año todavía vigentes, en general los expertos sostienen que el “efecto África” y su contagio a otras zonas parece de largo aliento. “Opciones, medidas y decisiones adoptadas o en proceso de adoptarse –subraya el informe londinense– tendrán vastas consecuencias en todos los sectores implicados. Desde las economías centrales y en desarrollo a la vida cotidiana para miles de millones, el mundo seguirá cambiando por decenios”. En un plano concomitante, pero lejos de foros tan ortodoxos como el de St. Louis, la carrera por tierras cultivables también involucra un tema mucho más amplio y crítico: el agua potable, sus fuentes y sus riesgos de contaminación.</p>
<p>La voz de orden es “sustentabilidad”. La población mundial sigue creciendo y los recursos son finitos. Hay que elevar el rendimiento de las cosechas, en principio con el mismo terreno cultivado. Además de preservar el suelo para que lo hereden otras generaciones hambrientas. Para la FAO (Organización Mundial para la Agricultura y la Alimentación), la fatídica barrera de 1.000 millones de personas que padecen desnutrición en el mundo será superada en 2009 debido al impacto de la crisis económica (53 millones de personas en América latina y el Caribe).</p>
<p>La segunda dimensión es sobre el uso de recursos genéticos. La discusión en torno a los cultivos transgénicos continúa a pesar de su inmensa difusión. Son cada vez más necesarios y su uso será más intenso en el futuro inmediato. Sin embargo, no se saldan las disputas en torno a la salud humana y a los presuntos efectos de los transgénicos.</p>
<p>Finalmente, la tercera dimensión es la más relevante y la más extensa desde el enfoque de este informe. Se trata de la reinvención de los alimentos y de la industria que los sustentan. De lo que no cabe duda es que, en el futuro, la biología molecular y la genética tendrán más que decir. Está en marcha una renovación integral de la industria, sin precedentes. Con tendencias clave que definirán hábitos de consumo y gustos de los consumidores.</p>
<p>Tendencias como alimentos amigables con el ambiente; frescos, naturales y de la zona; seguros para su ingestión; alimentos prebióticos y fortificados que aseguren la salud digestiva; granos enteros; ingredientes simples y etiquetas claras; menos sal y endulzantes alternativos. El precio de los alimentos seguirá subiendo y este proceso provocará desplazamientos desde alimentos frescos a congelados o enlatados.</p>
<p>En síntesis, toda la innovación en hábitos, gustos, percepciones, pero también en innovación y desarrollo científico.</p>
<p><strong> Disminuye el comercio </strong></p>
<p>El mundo, especialmente las economías centrales, gastará un quinto menos en productos primarios de origen agrícola. Según el nuevo informe de la FAO, las cifras quedarán lejos de los máximos de 2008, en parte por la baja de precios.</p>
<p>En los primeros pronósticos sobre importaciones, la entidad señala que sus costos (precios) cederán 22% del récord (US$ 1,015 billones) a 790.000 millones. Pero se advierte que “las condiciones económicas en deterioro pueden acentuar la diferencias negativas. La capacidad de compra, ligada a ingresos en baja y paridades cambiarias inestables, afecta la disponibilidad de alimentos, por baratos que parezcan en el mercado mundial”, afirma la perspectiva semestral.</p>
<p>El trabajo subraya que los precios realmente se mantuvieron sostenidos en muchos países subdesarrollados y emergentes. Al mismo tiempo, los abastos alimentarios en países pobres siguen amenazados por el desempleo estructural, bajos salarios y efectos de la crisis sistémica occidental. Sin embargo, este año será el tercero en valores de importación y quedará muy por encima (US$ 350/ 450.000 millones) del nivel en 2007.</p>
<p>Este pronóstico por demás elástico vale inclusive tras el rebote de precios para porotos de soja, maíz y trigo. Todos ellos marcaban el pico en ocho meses y, en promedio, estaban 50% sobre fin de diciembre. Pero, a criterio de la FAO, “pese a esas fuertes alzas, ningún insumo llegaba aún a los máximos de 2008”, encarnados en un barril de crudos a US$ 147,25/50 a mediados de julio. Sea como fuere, “excluyendo malas cosechas, la economía alimentaria parece menos vulnerable de cuanto se esperaba”.</p>