El costado irracional del cambio en management

Desde las últimas décadas del siglo 20 las empresas se esforzaron por cambiar distintas cosas para hacer frente a realidades diferentes de las acostumbradas. Hoy, muchas reconocen que sus esfuerzos no dieron los frutos esperados. Esta investigación revela que eso pasa porque se descuidan elementos irracionales de la naturaleza humana.

11 noviembre, 2009

<p>En 1996, John Kotter dec&iacute;a en <em>Leading Change </em>que apenas 30% de los programas de cambio implementados hasta esa fecha hab&iacute;an tenido &eacute;xito. Desde la publicaci&oacute;n de aquel libro fundacional, una inagotable literatura se public&oacute; sobre el tema y proliferaron los cursos dedicados al manejo del cambio en la organizaci&oacute;n. Sin embargo, en 2008, una investigaci&oacute;n que realiz&oacute; McKinsey entre 3.199 ejecutivos de todo el mundo descubri&oacute;, como Kotter, que solo triunfa una transformaci&oacute;n de cada tres. <br />
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Tampoco parece haber ayudado mucho la incorporaci&oacute;n de elementos tomados de la psicolog&iacute;a, sobre la que ahora hay consenso. En<em> &ldquo;The Psychology of Change Management&rdquo;, </em>Emily Lawson y Colin Price, de McKinsey, sugieren cuatro condiciones b&aacute;sicas para lograr que los empleados cambien conductas:<em> a) un planteo interesante,</em> porque los empleados deben ver un buen motivo para cambiar; b) <em>dar el ejemplo, </em>o sea, ver a la gente que admiran implementando ese cambio; <em>c) reforzar mecanismos,</em> porque los sistemas, procesos e incentivos deben acoplarse a la nueva conducta; y d) creaci&oacute;n de capacidades, porque todos deben tener las habilidades requeridas para hacer los cambios que les piden. <br />
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Esta receta, apoyada en el campo de la psicolog&iacute;a, es totalmente racional. Los gerentes creen que su aplicaci&oacute;n es puro sentido com&uacute;n. Para Carolyn Aiken y Scott Keller (McKinsey) ese es justamente el problema. La receta es buena, pero los gerentes racionales que intentan implementar las cuatro condiciones aplicando &ldquo;sentido com&uacute;n&rdquo; pierden tiempo y energ&iacute;a, y experimentan consecuencias frustrantes con sus esfuerzos para instalar el cambio. Los autores creen que es porque, cuando implementan la receta, descuidan ciertos elementos previsibles &ndash;a veces irracionales&ndash; de la naturaleza humana. El trabajo de estos investigadores de McKinsey (que analizaron empresas que implementan planes de cambio) identifica nueve revelaciones sobre la naturaleza humana que obstaculizan la aplicaci&oacute;n con &eacute;xito de las cuatro condiciones requeridas para el cambio de conducta. <br />
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Aqu&iacute;, las cuatro condiciones y las nueve revelaciones del estudio.</p>
<p><strong>a) Un planteo interesante</strong><br />
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El planteo debe mostrar el objetivo que justifica el cambio, debe ser bien comunicado y debe tener seguimiento. Todo esto es f&aacute;cil de decir, pero en la pr&aacute;ctica tropieza con tres peligros. <br />
<em>1. Lo que motiva al jefe no siempre motiva a los dem&aacute;s.</em> Las empresas utilizan dos tipos de argumento: <br />
1) Mejorar: &ldquo;estamos bien pero si cambiamos estaremos mejor.&rdquo;<br />
2) Reconvertir: &ldquo;debemos cambiar para sobrevivir&rdquo;.<br />
Ambos argumentos parecen intuitivamente racionales, y sin embargo tampoco logran el impacto que buscan los l&iacute;deres del cambio. <br />
&iquest;Por qu&eacute;? Porque lo que le preocupa al l&iacute;der no preocupa a los dem&aacute;s, al menos en forma significativa. Hace falta, entonces, tener un planteo de cambio que cubra cosas que motivan a los empleados. <br />
<em>2. Le conviene dejar que ellos hagan su propio planteo.</em> Los l&iacute;deres bien intencionados invierten mucho tiempo comunicando el cambio tal como lo ven ellos. Claro que esa visi&oacute;n debe ser comunicada, pero ser&iacute;a mejor escuchar m&aacute;s. <br />
<em>3. Para crear verdadera energ&iacute;a hace falta un planteo con elementos positivos y negativos. </em>El m&eacute;todo basado en el d&eacute;ficit &ndash;que identifica el problema y analiza lo que est&aacute; mal y c&oacute;mo arreglarlo&ndash;, proyecta y luego act&uacute;a, se ha convertido en el modelo m&aacute;s ense&ntilde;ado en las escuelas de negocios y es el gran modelo de cambio en la mayor&iacute;a de organizaciones. Las investigaciones muestran, sin embargo, que un planteo basado en lo que est&aacute; mal invoca culpa y crea fatiga y resistencia.<br />
Surge entonces el &ldquo;m&eacute;todo construccionista&rdquo;, en el cual el proceso de cambio se basa en descubrir una mejor situaci&oacute;n, so&ntilde;ar (c&oacute;mo ser&iacute;a), dise&ntilde;ar (c&oacute;mo deber&iacute;a ser) y avanzar hacia ella. El &uacute;nico problema con este m&eacute;todo ser&iacute;a que tanto &eacute;nfasis en lo positivo puede conducir a frustraciones.</p>
<p><strong>b) Dar el ejemplo</strong><br />
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La gesti&oacute;n convencional del cambio sugiere que los l&iacute;deres deber&iacute;an convertirse en modelo para el cambio deseado. Y que luego bastar&aacute; con que movilicen al grupo de &ldquo;l&iacute;deres influyentes&rdquo; para lograr un cambio profundo en la organizaci&oacute;n. Lamentablemente, esto no siempre logra el impacto deseado.<br />
<em>4. Los l&iacute;deres creen, equivocadamente, que ellos &ldquo;ya son el cambio&rdquo;.</em> Muchos altos ejecutivos entienden y generalmente compran el famoso aforismo de Ghandi: &ldquo;S&eacute; t&uacute; el cambio que quieres ver en el mundo&rdquo;. Se comprometen personalmente a modelar el rol de las conductas deseadas. Y luego, en la pr&aacute;ctica, no cambia nada importante. <br />
Esto es as&iacute; porque ellos no se cuentan entre los que deben cambiar. Los seres humanos siempre creen que son mejores de lo que en realidad son.<br />
<em>5. &ldquo;Los l&iacute;deres influyentes&rdquo; no son una panacea para lograr el cambio. </em>Casi toda la literatura sobre el cambio insiste en la importancia de identificar y movilizar a aquellos en la organizaci&oacute;n que, bien por rol o por personalidad, ejercen una gran influencia en c&oacute;mo los dem&aacute;s piensan y act&uacute;an. Si bien esto es importante, no es una panacea para el cambio. Ellos deben ser muy persuasivos y los dem&aacute;s, muy receptivos.</p>
<p><strong>c) Reforzar mecanismos</strong><br />
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El gerenciamiento convencional del cambio subraya la importancia de reforzar e incorporar cambios deseados en estructuras, procesos, sistemas objetivos e incentivos. Correcto. Para ser eficaces, sin embargo, esos mecanismos deben tener en cuenta que la gente no siempre se comporta en forma racional. <br />
<em>6. El dinero como motivador es el recurso m&aacute;s caro.</em> Las empresas que tratan de ligar los objetivos de sus programas de cambio con la remuneraci&oacute;n del personal descubren que eso raramente mejora la motivaci&oacute;n para cambiar en la medida deseada. La raz&oacute;n de esto es tan pr&aacute;ctica como psicol&oacute;gica: es muy dif&iacute;cil incorporar una conexi&oacute;n significativa entre el cambio y la remuneraci&oacute;n. <br />
<em>7. El proceso y el resultado deben ser justos.</em> Los empleados deber&aacute;n contrariar sus intereses personales si la situaci&oacute;n viola otras ideas que tienen sobre justicia y equidad.<br />
Al introducir cambios de cualquier tipo a las estructuras, procesos, sistemas e incentivos de la compa&ntilde;&iacute;a, los administradores deben prestar mucha atenci&oacute;n al sentido de justicia de los empleados sobre el proceso de cambio y el resultado que se busca. Mucho cuidado deber&aacute; ponerse all&iacute; donde los cambios afectan la forma en que ellos interact&uacute;an entre s&iacute;.</p>
<p><strong>c) Creaci&oacute;n de capacidades</strong><br />
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La literatura del cambio insiste en la importancia de crear las habilidades y talento necesarios para el cambio deseado. Aunque es dif&iacute;cil de negar esto, en la pr&aacute;ctica hay dos reflexiones que hacer.<br />
<em>8. Los empleados son lo que piensan, lo que sienten y lo que creen.</em> Cuando los gerentes intentan mejorar desempe&ntilde;o cambiando la forma en que se comportan los empleados, suelen descuidar los pensamientos, sentimientos y creencias que, a su vez, impulsan la conducta. <br />
<em>9. Las buenas intenciones no alcanzan. </em>Los buenos programas de desarrollo de habilidades no olvidan que la gente aprende mejor haciendo que escuchando. Esos programas est&aacute;n llenos de simulaciones interactivas, dramatizaciones y promesas que hacen los participantes de &ldquo;practicar&rdquo; lo aprendido con el trabajo. Pero al d&iacute;a siguiente es f&aacute;cil olvidar las promesas. En esta falta de seguimiento no hay mala intenci&oacute;n. Se debe a que no se ha hecho nada formal para practicar las nuevas habilidades. El tiempo y energ&iacute;a requeridos para hacer algo adicional, o incluso para hacer algo de otra manera no se encuentra en un d&iacute;a lleno de obligaciones para todos. Pero sin embargo hay que encontrarlo, porque la capacitaci&oacute;n no debe ser algo que se hace una vez y se pasa a otra cosa.</p>

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