Por Fernando Lobos (*)
Es una de las prácticas preventivas de mejor costo-efectividad y con gran potencial para continuar evitando millones de muertes. Y lo será aún más, en la medida en que se incrementen los niveles de cobertura tanto a escala geográfica como también dentro de los distintos grupos de edad y de riesgo.
Solo para citar algunos ejemplos: según datos de la Organización Mundial de la Salud, más de 86 % de los niños menores de un año, en todo el mundo, recibieron las tres dosis de la vacuna contra la difteria, tétanos y tos ferina, lo cual evita graves consecuencias como discapacidades o muertes. Estos índices de cobertura son impactantes. La vacuna para la prevención de meningitis A, causante de graves daños cerebrales y, en algunos casos, hasta la muerte, está disponible desde el 2010 en Ãfrica y está siendo integrada en los programas de vacunación de esos países como rutina ya que es una de las regiones donde tiene mayor impacto esta enfermedad.
Por otra parte, desde el 2000 se han reducido, globalmente, un 79% las muertes por sarampión en todo el planeta, una de las enfermedades virales más contagiosas. Y, recientemente, en el 2016 se declaró “libre de sarampión” a toda la región de las Américas, y se lograron grandes avances en la erradicación de la poliomielitis, con la eliminación de dos de los tres tipos de virus en el plano mundial y con la circulación confinada en algunas regiones específicas.
Sin embargo, existen aún importantes desafíos para aumentar y potenciar el impacto y llegar a otros millones de personas que aún no han recibido alguna de las vacunas básicas, principalmente en regiones de difícil acceso. Con el incremento continuo de la población mundial, la circulación más intensa de personas y bienes por el mundo, y el cambio climático, las epidemias tienen más suelo fértil, y aumenta el riesgo de nuevas enfermedades, contagios y epidemias.
La última experiencia con el brote de Ébola puso en alerta todos los sistemas de salud, y mostró la necesidad de tener mecanismos de investigación y desarrollo de nuevas vacunas que sean más eficientes, rápidos y confiables.
La buena noticia es que hay nuevas herramientas y avances tecnológicos que facilitan este acceso a vacunas o a procesos de producción más eficientes para aumentar su alcance y reducir su costo. Se han desarrollado plataformas de producción versátiles, sobre las que se pueden fabricar múltiples vacunas sin riesgo de contaminación cruzada. Así como los impresionantes adelantos en ingeniería genética que eliminan la necesidad de manipular los virus vivos para la producción de vacunas.
El desarrollo de formulaciones termo-estables (muy importante para aumentar el acceso eficiente en todas las regiones), y los avances en tecnologías mucho más disruptivas como la inteligencia artificial, utilizada en los procesos de desarrollo, sin duda serán claves para aumentar la disponibilidad, acceso y calidad de las vacunas en el mundo.
Además, los ambientes colaborativos en los que convergen múltiples participantes y en muchos casos de diferentes países (como los centros académicos, de investigación y la industria), están aumentando significativamente y jugarán un rol fundamental al compartir y potenciar el conocimiento, y así abreviar los tiempos de producción. Estos temas representan grandes desafíos y vale la pena el esfuerzo de afrontarlos para continuar acelerando el impacto favorable de las vacunas en la salud mundial.
(*) Director de Sinergium Biotech, compañía biofarmacéutica argentina con proyectos con Grupo Insud, Novartis, Pfizer y Protein Sciences, entre otros.