¿Cómo se hace para saber qué nos gusta hacer en la vida?

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Es útil averiguar si vamos a la deriva por la vida o si tenemos una idea de dónde queremos llegar o qué queremos hacer tiene un propósito para realizar en esta vida.

 Por lo general no es un sentimiento consciente, pero cuando lo es, puede venirnos desee afuera (mi familia cree que sirvo para esto o quiere que yo haga esto o aquello, o, mi religión me lo marca) o de adentro.

 

Lo primero está bien, pero esos destinos  se originan en la mentalidad de otras personas. No hay nada de malo en eso, pero orientar la vida siguiendo la mentalidad de otra persona no es lo aconsejable, lo ideal es que el proceso venga de adentro. Sería mucho más interesante elegir un camino en la vida porque algo de adentro nos dicta que eso es bueno para nosotros.

 

Si no es innato, hay muchos expertos que creen que se puede buscar y que para averiguarlo hay que comenzar por distinguir tres distintos niveles de energía: nivel A, B y C.

 

El nivel A es energizante. Terminamos una actividad con más energía de la que teníamos al iniciarla. Pintar un cuadro, escribir una canción, trabajar en un interesante problema tecnológico. Eso o muchísimas cosas más a veces nos hacen sentir de esa manera.

 

El nivel B es neutral. Sentados en un sillón tomando una cerveza. Esa es una situación que ni nos cansa ni nos energiza. No salimos de ese sillón con más energía de la que teníamos antes.

 

El nivel C nos quita energía. Aquí están las actividades que cada vez que las hacemos nos dejan agotados. As veces sentimos eso apenas pasados los primeros 15 minutos.

 

Dicho así, esto parece simple. Pero con mucha frecuencia nos habituamos tanto a lo que hacemos todos los días que no lo advertimos. ¿Qué sentimos al sentarnos frente al televisor o navegar sin rumbo por Internet? Si llegamos a casa con el deseo de hacer cualquiera de esas dos cosas, es que probablemente estemos viviendo una vida en nivel C de energía. Entonces sentimos la necesidad de bajar al nivel B, el neutral, pues es preferible a seguir  haciendo cosas que nos agotan.

 

Pero si tu vida está llena de actividades tipo nivel A  las del nivel B nos parecen una pérdida de tiempo. “He perdido dos horas viendo una serie de televisión. Ya es demasiado”. Es nuestra relación con la actividad neutral el termómetro que detecta si hay o no hay un propósito definido en nuestra vida.

Entonces, preguntas útiles que podemos hacernos:

¿Qué cosas hago durante el día que me ponen en el nivel A? Así uno puede comenzar a descartar actividades y entender  cuáles son las motivaciones que tienen más sentido para nosotros. Nadie puede definir esto mejor que nosotros mismos Esto se descubre a través de un proceso consciente  que debe ser absolutamente honesto con uno mismo.

 

 

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