Tras las elecciones presidenciales en Brasil, cabe preguntarse cuál es el escenario económico futuro que se abre para el país vecino, y cómo esto afectará a Argentina, analiza Belén Olaiz coordinadora de Desarrollo de Producto de abeceb.com.
Lo primero que hay que mencionar es que, más allá de quién resulte ganador en segunda vuelta -Dilma Rousseff o Aécio Neves-, el próximo presidente deberá emprender un cambio en materia de política económica. Es que la performance de la economía brasilera ya desde hace varios años resulta decepcionante. Y esto se ha agudizado en 2014, año en que el país vecino cerrará con una expansión de apenas 0,2%, y una contracción de la actividad industrial de 2,1%, de acuerdo con el relevamiento de expectativas del Banco Central.
Mientras tanto, la inflación se mantiene cercana al límite superior de la meta autoimpuesta por el BCRA (4% de meta central, con un desvío de +/-2%), al tiempo que la medición subyacente (“core”) ha mostrado una tendencia creciente, aproximándose al 7% anual. Detrás de este pobre comportamiento aparecen principalmente los bajos niveles de confianza, tanto empresaria como de los consumidores, que han mostrado retrocesos sucesivos desde 2013, hasta ubicarse en mínimos en muchos años.
La baja confianza refleja la incertidumbre ocasionada por un mix de política económica desequilibrado, y por la ausencia de cambios estructurales, a lo que se suma un escenario externo que se ha tornado menos favorable. En cuanto a la política económica, las inconsistencias se han vuelto crecientes. Mientras que el BCRA ha incrementado en 375 puntos básicos la tasa SELIC desde abril de 2013 hasta ubicarla en 11% -adoptando un sesgo sumamente contractivo en materia monetaria-, las cuentas públicas continúan su sendero de deterioro, y parece difícil que este año se cumpla el target de superávit primario de 1,9% del PIB, siendo que actualmente el mismo se ubica en 1,5%. Mientras tanto, también aparecen factores estructurales detrás de los bajos niveles de confianza empresarial, que han erosionado progresivamente la competitividad.
En este sentido, el aspecto más relevante es la baja tasa de inversión que presenta la economía brasilera (en torno al 18%), que de hecho constituye la menor de todo Latinoamérica.
La contracara de la falta de inversiones es una infraestructura deficiente, con importantes atrasos en caminos, puertos, aeropuertos y transporte urbano.
A su vez, la baja inversión es en parte consecuencia del escaso ahorro, cuyo principal reflejo es la existencia de un creciente déficit de cuenta corriente.
Y si bien Brasil cuenta con una cantidad elevada de reservas internacionales, tener déficit de cuenta corriente en un mundo que se avecina menos líquido es riesgoso. Así, la insuficiente inversión constituye un factor central detrás de los desequilibrios macroeconómicos y el escaso crecimiento. Es que si esta variable no crece suficientemente, los estímulos económicos se traducen o en mayor inflación y/o en mayor déficit de cuenta corriente. Y esto es en buena medida lo que está sucediendo en el país vecino. Por tanto, el próximo gobierno que asuma la presidencia de Brasil tendrá que llevar a cabo un giro sustancial de la política económica, y emprender las reformas estructurales que impulsen las inversiones, y con ello, el crecimiento. En este sentido, es probable que los cambios de política económica se aceleren en caso de ser electo el candidato opositor Aecio Neves. Pero en cualquier caso, lo más probable es que el año próximo Argentina se enfrente –como en 2014- a una demanda poco dinámica desde Brasil, cuya economía se expandiría apenas 1,0%. Esto significará que nuestras exportaciones industriales seguirán sin ser traccionadas por el mercado brasileño.
Aunque según el éxito con que se implemente el giro en la política económica el año próximo, las perspectivas para el vecino podrían ser algo más favorables a partir de 2016.