Así observa el “Wall Street Journal” en la Red. No hace mucho, la sapiencia convencional proclamaba que, para 2005, el mundo estaría ingresando en “el milenio del duopolio WinTel”. Esto es, una alianza fáctica Microsoft-Intel (Windows y chips), en forma de “ecoentorno” expansivo e incontrolable: sistemas operativos patentados por Gates empleando semiconductores Intel paulatinamente más poderosos y calientes.
Pero no. Primero, porque milenio es un lapso imposible de proyectar, aunque esté tan de moda invocarlo. Segundo porque, estos días, ambos gigantes se desesperan pagando por años de “entropía en diseño”. Además, Microsoft afronta una lista de amenazas, algunas más sutiles que otras: Linux, naturales, pero también Apple y Google. Todos esos jugadores esconden cartas en la manga. Por consiguiente, es muy difícil prever cómo será el universo tecnológico en un par de años. Nunca había ocurrido eso en largo tiempo y, de pronto, las cosas se ponen interesantes.
Resulta asombroso cómo las dos empresas están siendo obligadas a desechar la estrategia de “más, más y más”, que les funcionó bien tanto tiempo. Intel sabe que ya no puede seguir diseñando chips más veloces y potentes, para luego venderlos basándose en esas presuntas bondades. Para empezar, la velocidad ya no atrae. Además, los chips se recalientan tanto que podrían emplearse como soldadores.
Así, lo nuevo en Intel es dirección, un concepto que privilegia operaciones más frías y de menor consumo energético. Especialmente en computadoras portátiles. Pero el cambio se originó realmente en Advanced Micro Devices (AMD, rival contra quien Intel ha intenado maniobras poco leales, objetos de demandas en Estados Unidos y Japón).
En cuanto a Microsoft, se ha pasado años agrandando el sistema operativo Windows y absorbiendo cualquier idea que pudiese frustrar competidores reales o potenciales. Resultado: Windows es tan vasto e inmanejable que se ha convertido en campo propicio para “spams”, hackers y una caterva de chicos malos. Virus y gusanos cada vez peores corren por Windows, no por otros caminos.
Por ende, al moverse hacia su nuevo sistema, Vista, el gigante abandona la política de servicios por la de códigos y trata de hacer lo correcto. A punto tal que Vista ha archivado su gran promesa inicial, un canal revisado para almacenar datos. Lógicamente, esos ajustes les abren la puerta a otros concurrentes. Así, los técnicos de Google –liberados de pautas impuestas por Microsoft- ya no necesitan dar vueltas para neutralizar sus innovaciones.
Merced a Apple, en 2006 habrá excelentes novedades. La compañía empezará a vender Macintosh basadas en chips de Intel. Si Steve Jobs se toma el trabajo de reescribir su sistema operativo para adaptarlo a esa arquitectura ¿por qué no llegaría a ofrecer Mac a los cientos de millones de PC que tambien emplean semiconductores Intel?
Claro, eso plantearía flor de batalla: Gates y Jobs mano a mano disputándose claves del negocio, como en los buenos viejos tiempos. Sería el sueño dorado del obsesivo Scott McNally (Sun Microsystems). Naturalmente, Jobs jura no tener planes para entrar al segmento de sistemas operativos vendiendo software Mac de confección. Pero lo mismo decía poco antes de lanzar la reconversión de chips, meses atrás.
Pero las novedades de Apple o Google no merecen los desmedidos elogios de tantos especialistas sectoriales. Hace algunas semanas, Google presentó un programa cartográfico que permite “volar” sobre un globo tridimensional armado con imágenes satelitales. Amén de bloquear la Casa Blanca o la estancia de George W.Bush –pero no el Vaticano, el parlamento británico ni la residencia presidencial francesa-, el servicio probablemente le sea más útil a Wal-Mart para señalarles a los clientes los locales más cercanos a sus casas.
Google, por cierto, en una compañía publicitaria, no tecnológica. Su
meta es convertir búsquedas en troneras para disparar avisos. En eso no se diferencia de la televisión. Si alguien recibe un mensaje por Gmail de un amigo que se ha comprado casa, probablemente sea bombardeado con una pila de propaganda inmobiliaria no deseada.
Como se ve, el futuro contexto de competencia será más inestable y volátil que el actual. Ni éste ni los próximos serán muy favorables a compradores, usuarios o consumidores (que, claro, podrán reaccionar contra prestadores de servicios que los traten mal). Pero Intel, Microsoft y el resto tienen un poder en la economía moderna que US Steel, Pierpont Morgan, United Fruit o la Compañía Holandesa de las Indias Orientales envidiarían. Por ende, un poco más de competencia entre gigantes no es mala noticia.
Así observa el “Wall Street Journal” en la Red. No hace mucho, la sapiencia convencional proclamaba que, para 2005, el mundo estaría ingresando en “el milenio del duopolio WinTel”. Esto es, una alianza fáctica Microsoft-Intel (Windows y chips), en forma de “ecoentorno” expansivo e incontrolable: sistemas operativos patentados por Gates empleando semiconductores Intel paulatinamente más poderosos y calientes.
Pero no. Primero, porque milenio es un lapso imposible de proyectar, aunque esté tan de moda invocarlo. Segundo porque, estos días, ambos gigantes se desesperan pagando por años de “entropía en diseño”. Además, Microsoft afronta una lista de amenazas, algunas más sutiles que otras: Linux, naturales, pero también Apple y Google. Todos esos jugadores esconden cartas en la manga. Por consiguiente, es muy difícil prever cómo será el universo tecnológico en un par de años. Nunca había ocurrido eso en largo tiempo y, de pronto, las cosas se ponen interesantes.
Resulta asombroso cómo las dos empresas están siendo obligadas a desechar la estrategia de “más, más y más”, que les funcionó bien tanto tiempo. Intel sabe que ya no puede seguir diseñando chips más veloces y potentes, para luego venderlos basándose en esas presuntas bondades. Para empezar, la velocidad ya no atrae. Además, los chips se recalientan tanto que podrían emplearse como soldadores.
Así, lo nuevo en Intel es dirección, un concepto que privilegia operaciones más frías y de menor consumo energético. Especialmente en computadoras portátiles. Pero el cambio se originó realmente en Advanced Micro Devices (AMD, rival contra quien Intel ha intenado maniobras poco leales, objetos de demandas en Estados Unidos y Japón).
En cuanto a Microsoft, se ha pasado años agrandando el sistema operativo Windows y absorbiendo cualquier idea que pudiese frustrar competidores reales o potenciales. Resultado: Windows es tan vasto e inmanejable que se ha convertido en campo propicio para “spams”, hackers y una caterva de chicos malos. Virus y gusanos cada vez peores corren por Windows, no por otros caminos.
Por ende, al moverse hacia su nuevo sistema, Vista, el gigante abandona la política de servicios por la de códigos y trata de hacer lo correcto. A punto tal que Vista ha archivado su gran promesa inicial, un canal revisado para almacenar datos. Lógicamente, esos ajustes les abren la puerta a otros concurrentes. Así, los técnicos de Google –liberados de pautas impuestas por Microsoft- ya no necesitan dar vueltas para neutralizar sus innovaciones.
Merced a Apple, en 2006 habrá excelentes novedades. La compañía empezará a vender Macintosh basadas en chips de Intel. Si Steve Jobs se toma el trabajo de reescribir su sistema operativo para adaptarlo a esa arquitectura ¿por qué no llegaría a ofrecer Mac a los cientos de millones de PC que tambien emplean semiconductores Intel?
Claro, eso plantearía flor de batalla: Gates y Jobs mano a mano disputándose claves del negocio, como en los buenos viejos tiempos. Sería el sueño dorado del obsesivo Scott McNally (Sun Microsystems). Naturalmente, Jobs jura no tener planes para entrar al segmento de sistemas operativos vendiendo software Mac de confección. Pero lo mismo decía poco antes de lanzar la reconversión de chips, meses atrás.
Pero las novedades de Apple o Google no merecen los desmedidos elogios de tantos especialistas sectoriales. Hace algunas semanas, Google presentó un programa cartográfico que permite “volar” sobre un globo tridimensional armado con imágenes satelitales. Amén de bloquear la Casa Blanca o la estancia de George W.Bush –pero no el Vaticano, el parlamento británico ni la residencia presidencial francesa-, el servicio probablemente le sea más útil a Wal-Mart para señalarles a los clientes los locales más cercanos a sus casas.
Google, por cierto, en una compañía publicitaria, no tecnológica. Su
meta es convertir búsquedas en troneras para disparar avisos. En eso no se diferencia de la televisión. Si alguien recibe un mensaje por Gmail de un amigo que se ha comprado casa, probablemente sea bombardeado con una pila de propaganda inmobiliaria no deseada.
Como se ve, el futuro contexto de competencia será más inestable y volátil que el actual. Ni éste ni los próximos serán muy favorables a compradores, usuarios o consumidores (que, claro, podrán reaccionar contra prestadores de servicios que los traten mal). Pero Intel, Microsoft y el resto tienen un poder en la economía moderna que US Steel, Pierpont Morgan, United Fruit o la Compañía Holandesa de las Indias Orientales envidiarían. Por ende, un poco más de competencia entre gigantes no es mala noticia.