Se toma un disco de cartón, se le perforan dos orificios en el centro. Se pasa un hilo a través de cada agujero. Se tira de los extremos de los hilos y el disco gira en forma frenética, primero en una dirección y luego en la otra.
En realidad versiones de esto se encontraron en ruinas arqueológicas y parece que ha sido un juego de niños en algún momento de la historia. Los ejemplos más antiguos que se encontraron datan de 3.300 años antes de Cristo.
Ahora, un equipo de la Stanford University liderado por Manu Prakash, introduciendo pequeñas modificaciones han convertido el juguete en un centrifugador médico.
Se puede usar, de manera muy económica, muestra médicas de sangre, orina, esputo o materia fecal. Los centrifugadores comerciales son pesados y costosos. Esto, en cambio, que llaman “paperfuge”, cuesta 20 centavos de dólar y pesa dos gramos. Consiste en dos discos de cartón de unos 10cm de diámetro. Tienen pegados unos sorbetes de esos que se usan para tomar una gaseosa, pero sólo de 4 cm, que actúan como receptáculos para pequeños tubos que contienen la sangre a ser centrifugada.
La energía que necesita es simplemente generada por el hilo que se enrosca y se desenrosca y las versiones más pequeñas que armó el grupo de Prakash pueden girar a una velocidad de 125.000 revoluciones por minuto a mano, . A esa velocidad el plasma se separa de la sangre en dos minutos.
Prakash explica que modelos más avanzados se pueden hacer usando impresoras 3D y ya ha presentado una solicitud al Guinnes Book of Records por el dispositivo giratorio manual más veloz hasta el momento.