Pese a un retraso de décadas, el Shenzou V (“Divina nave”) sembró
euforia entre la dirigencia de Beijing, obsedida por ingresar a la “élite”
de potencias espaciales. En realidad, el grupo pasa de dos -Estados Unidos, Rusia
como sucesora de la ex URSS- a tres que han enviado aparatos con gente adentro.
Sin duda, las reacciones de Moscú y Washington son por demás
distintas. Los rusos se congratularon, los norteamericanos optaron por elogios
a cargo de técnicos. En el departamento de Estado, creen que el éxito
del ensayo podría imbuir al público de un “nuevo nacionalismo”,
mientras el Partido Comunista Chino se momifica. Por el contrario, el Pentágono
ve con malos ojos la irrupción china en un club mucho más exclusivo
que el nuclear.
Como observaban analistas indios y japoneses, hay un tercer ángulo:
Beijing demuestra un progreso tecnológico proporcional al del producto
bruto interno y las reformas económicas. En este punto surgen las reticencias
norteamericanas.
Probablemente, las preocupaciones de Washington se discutan, a puertas cerradas,
en inminentes reuniones entre altos funcionarios chinos y estadounidenses (Beijing
y Hongkong). Ahí los segundos plantearán:
· Moderar el crecimiento, que pasa de 7% anual en términos de
PBI.
· Limitar estímulos y subsidios a la exportaciones (en esto, EE.UU.
debiera dar el ejemplo).
· Dejar flotar el yüan renmin´bi, a fin de que suba respecto del
dólar.
“Algunos temen que la economía china esté recalentándose”,
señalaba un informe de Nomura Securities. “Olvidan que el nuevo
programa espacial significará crecientes gastos. Sea vía déficit,
sea vía endeudamiento, la economía irá desacelerándose.
Pero, claro, esto implica un yüan aún más barato que el actual”.
Luego de esos contactos, el presidente Hu Jintao se encontrará en Bangkok
con su colega George W. Bush. Más tarde, el secretario de Comercio (Donald
Evans) y el agente viajero Robert Zoellick irán a Beijing. Obviamente,
este cronograma trasunta una campaña de presiones sobre China. Algunas
menos sutiles que otras (de ahí que Colin Powell prefiera ver a Zoellick
lejos de las
Pese a un retraso de décadas, el Shenzou V (“Divina nave”) sembró
euforia entre la dirigencia de Beijing, obsedida por ingresar a la “élite”
de potencias espaciales. En realidad, el grupo pasa de dos -Estados Unidos, Rusia
como sucesora de la ex URSS- a tres que han enviado aparatos con gente adentro.
Sin duda, las reacciones de Moscú y Washington son por demás
distintas. Los rusos se congratularon, los norteamericanos optaron por elogios
a cargo de técnicos. En el departamento de Estado, creen que el éxito
del ensayo podría imbuir al público de un “nuevo nacionalismo”,
mientras el Partido Comunista Chino se momifica. Por el contrario, el Pentágono
ve con malos ojos la irrupción china en un club mucho más exclusivo
que el nuclear.
Como observaban analistas indios y japoneses, hay un tercer ángulo:
Beijing demuestra un progreso tecnológico proporcional al del producto
bruto interno y las reformas económicas. En este punto surgen las reticencias
norteamericanas.
Probablemente, las preocupaciones de Washington se discutan, a puertas cerradas,
en inminentes reuniones entre altos funcionarios chinos y estadounidenses (Beijing
y Hongkong). Ahí los segundos plantearán:
· Moderar el crecimiento, que pasa de 7% anual en términos de
PBI.
· Limitar estímulos y subsidios a la exportaciones (en esto, EE.UU.
debiera dar el ejemplo).
· Dejar flotar el yüan renmin´bi, a fin de que suba respecto del
dólar.
“Algunos temen que la economía china esté recalentándose”,
señalaba un informe de Nomura Securities. “Olvidan que el nuevo
programa espacial significará crecientes gastos. Sea vía déficit,
sea vía endeudamiento, la economía irá desacelerándose.
Pero, claro, esto implica un yüan aún más barato que el actual”.
Luego de esos contactos, el presidente Hu Jintao se encontrará en Bangkok
con su colega George W. Bush. Más tarde, el secretario de Comercio (Donald
Evans) y el agente viajero Robert Zoellick irán a Beijing. Obviamente,
este cronograma trasunta una campaña de presiones sobre China. Algunas
menos sutiles que otras (de ahí que Colin Powell prefiera ver a Zoellick
lejos de las