Siempre pasa lo mismo. Todo gran paso adelante significa grandes ventajas y también grandes riesgos. Y ésto es sin duda lo que se plantea con el nacimiento de una nueva tecnología, la banda “ultraancha” (o UWB, siglas inglesas para ultrawideband) es un nuevo método de transmisión inalámbrica, que sus mentores anuncian como “posible solución” a la saturación de líneas y bandas, en escala nacional, creado por el auge de telefonía móvil y otros dispositivos. Los sistemas UWB operan sobre un amplio espectro de ondas, dentro de frecuencias asignadas a otros usos, pero empleando millones de pulsos por segundo y emitiendo tan poco energía que no interfieren al resto.
LA CFC votó unánimemente en favor de aflojar restricciones a esa tecnología, y permitir el uso sin necesidad de licencias. No obstante, la entidad opta por “pasarse de conservadora”, al menor por hoy, exigiendo que la UWB se aplique sólo en ciertas frecuencias y, en algunos casos, sea accesible a determinados usuarios. Sin embargo, las implicancias prácticas no quedan claras, pese a las cien páginas que acompañan la medida. No obstante, las firmas asociadas al desarrollo de aplicaciones por banda ultraancha han reaccionado favorablemente.
Hasta el momento empleada en forma intensiva por los servicios militares, la tecnología UWB permite mejores comunicaciones inalámbricas, más exactitud en ubicaciones o distancias y una gama muy amplia de aplicaciones. Entre ellas: transmisiones a alta velocidad en tramos cortos (por ejemplo, enviar filmaciones por videocámara a un televisor o datos de un asistente digital a una computadora portátil), sensores automovilísticos -capaces de alertar sobre movimientos cerca del vehículo, prevenir choques o promover un despliegue “inteligente” de bolsas de aire- y sistemas de seguridad.
En lo tocante a restricciones selectivas, privilegia ciertas aplicaciones sobre otras. Por ejemplo, sólo policías, bomberos, investigadores científicos, ingenieros de minas y constructoras podrían emplear dispositivos de radar que penetren paredes, suelos y otras masas sólidas. La CFC también limita el uso de esos dispositivos y los que detectan movimientos a agentes de justicia, grupos especiales de tareas (incendios, secuestros, tomas de rehenes o edificios). Pero no se explica bien si esas aplicaciones son factibles en los bajos niveles de potencia que autoriza la comisión. También se exhibe extrema cautela en lo atinente a frecuencias militares, teléfonos celulares y el sistema de localización global (GPS, global positioniong system), vale decir la red satelital de navegación.
Siempre pasa lo mismo. Todo gran paso adelante significa grandes ventajas y también grandes riesgos. Y ésto es sin duda lo que se plantea con el nacimiento de una nueva tecnología, la banda “ultraancha” (o UWB, siglas inglesas para ultrawideband) es un nuevo método de transmisión inalámbrica, que sus mentores anuncian como “posible solución” a la saturación de líneas y bandas, en escala nacional, creado por el auge de telefonía móvil y otros dispositivos. Los sistemas UWB operan sobre un amplio espectro de ondas, dentro de frecuencias asignadas a otros usos, pero empleando millones de pulsos por segundo y emitiendo tan poco energía que no interfieren al resto.
LA CFC votó unánimemente en favor de aflojar restricciones a esa tecnología, y permitir el uso sin necesidad de licencias. No obstante, la entidad opta por “pasarse de conservadora”, al menor por hoy, exigiendo que la UWB se aplique sólo en ciertas frecuencias y, en algunos casos, sea accesible a determinados usuarios. Sin embargo, las implicancias prácticas no quedan claras, pese a las cien páginas que acompañan la medida. No obstante, las firmas asociadas al desarrollo de aplicaciones por banda ultraancha han reaccionado favorablemente.
Hasta el momento empleada en forma intensiva por los servicios militares, la tecnología UWB permite mejores comunicaciones inalámbricas, más exactitud en ubicaciones o distancias y una gama muy amplia de aplicaciones. Entre ellas: transmisiones a alta velocidad en tramos cortos (por ejemplo, enviar filmaciones por videocámara a un televisor o datos de un asistente digital a una computadora portátil), sensores automovilísticos -capaces de alertar sobre movimientos cerca del vehículo, prevenir choques o promover un despliegue “inteligente” de bolsas de aire- y sistemas de seguridad.
En lo tocante a restricciones selectivas, privilegia ciertas aplicaciones sobre otras. Por ejemplo, sólo policías, bomberos, investigadores científicos, ingenieros de minas y constructoras podrían emplear dispositivos de radar que penetren paredes, suelos y otras masas sólidas. La CFC también limita el uso de esos dispositivos y los que detectan movimientos a agentes de justicia, grupos especiales de tareas (incendios, secuestros, tomas de rehenes o edificios). Pero no se explica bien si esas aplicaciones son factibles en los bajos niveles de potencia que autoriza la comisión. También se exhibe extrema cautela en lo atinente a frecuencias militares, teléfonos celulares y el sistema de localización global (GPS, global positioniong system), vale decir la red satelital de navegación.