Los académicos ven escasas perspectivas para muchos tipos de trabajos a medida que estas poderosas tecnologías van siendo adoptadas no sólo en la manufactura, oficinas y minorismo sino también en profesiones como leyes, servicios financieros, educación y medicina.
Que los robots, la automatización y el software pueden reemplazar a personas parece obvio para cualquiera que haya trabajado en la manufactura automatizada o en una agencia de viajes. Pero lo que dicen Brynjolfsson y McAfee es más preocupante y controversial. Ellos creen que el rápido cambio tecnológico viene destruyendo empleos más rápidamente de lo que los crea, contribuyendo así al estancamiento del ingreso medio y al crecimiento de la desigualdad en Estados Unidos y otros países tecnológicamente avanzados.
Tal vez la prueba más incriminatoria, según Brynjolfsson, es la de la productividad, o sea la cantidad de valor creado en una hora de trabajo. Como indicador fundamental del crecimiento y la creación de riqueza, la productividad es una medida de progreso. En el cuadro que muestra Brynjolfsson, dos líneas separadas representan productividad y empleo total en Estados Unidos. Durante los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, las dos líneas avanzaban muy cerca una de la otra, con aumentos en empleos correspondiendo a aumentos en productividad El patrón está claro: a medida que las empresas generaban más valor con sus empleados, el país en general se hacía más rico, lo cual generaba más actividad económica y creaba todavía más empleos. Luego, comenzando los años 2000, las líneas se separan: la productividad sigue creciendo con fuerza pero el empleo de pronto decae. Para 2011 hay una importante brecha entre las dos líneas, mostrando crecimiento económico sin un aumento paralelo en creación de empleo. Para ellos, la tecnología está detrás del crecimiento de la productividad y del débil crecimiento de los empleos.
Es una afirmación alarmante porque hace peligrar la fe que muchos economistas tienen en el progreso tecnológico. Los autores siguen creyendo que la tecnología aumenta productividad y hace más ricas a las sociedades, pero creen que también tiene un lado oscuro: el progreso tecnológico está eliminando la necesidad de muchos tipos de trabajos y dejando al trabajador medio en peores condiciones que antes. Aunque el PPBI sube, el ingreso medio no lo hace. “Es la gran paradoja de nuestra era”, dice Brynjolfsson, “la productividad en niveles récord, la innovación nunca estuvo mejor, y sin embargo el ingreso medio decae y tenemos menos empleos. La gente se queda atrás porque la tecnología avanza y nuestras habilidades y organizaciones se quedan atrás.”
En efecto, por todos lados hay pruebas de que las tecnologías digitales amenazan los empleos. Los robots y la automatización avanzada se usan en muchos tipos de manufactura desde hace años. Las plantas automotrices, transformadas por la robótica industrial en los 80, usan máquinas que sueldan y pintan las partes del auto en forma autónoma, tareas que antes eran desempeñadas por seres humanos.
También hay cambios, aunque menos espectaculares, en las oficinas y los servicios profesionales. Tecnologías como la Web, la inteligencia artificial, big data y analytics, todas ellas posibilitadas por la disponibilidad creciente de capacidad computacional barata, están automatizando muchas tareas rutinarias. Muchos trabajos administrativos, como el correo y el servicio al cliente, han desaparecido.
McAfee, director del Center for Digital Business de la Sloan School of Management en el MIT, dice que a pesar del evidente entusiasmo por tecnologías como el auto automático, no cree que los empleos desaparecidos puedan volver. La presión sobre el empleo y la resultante desigualdad van a empeorar a medida que las tecnologías digitales sigan sus avances exponenciales en los próximos años.
Los críticos
¿Pero son realmente responsables estas nuevas tecnologías de una década de decepcionante creación de empleo? Hay muchos economistas que dicen que los datos no son concluyentes. Hay otras posibles explicaciones, como el comercio global y las crisis financieras de principios y finales de los años 2000. “Nadie lo sabe con certeza”, dice Richard Freeman, un economista especializado en empleo en la universidad de Harvard.Y eso es porque es muy difícil desenredar los efectos de la tecnología de otros efectos macroeconómicos, dice.
David Autor, economista del MIT que ha estudiado las conexiones entre empleos y tecnología, también duda de que la tecnología pueda ser responsable de un cambio tan abrupto en el empleo total. “Algo cambió al comenzar el nuevo siglo, pero nadie sabe la causa”. Él duda, además, que la productividad haya crecido mucho en los últimos diez años en Estados Unidos. Para él, el pobre crecimiento del empleo podría ser simplemente resultado de una pobre economía.
Lo que sí es seguro, dice Autor, es que las tecnologías de la computación están cambiando los tipos de empleos en disponibilidad y que esos cambios no siempre son para bien. Por lo menos desde los años 80, las computadoras usurparon tareas de contabilidad, trabajo administrativo y empleos de producción repetitiva en la manufactura, todos los cuales brindaban sueldos medios. Al mismo tiempo, los empleos mejor pagos que requieren creatividad y capacidad de resolución de problemas, casi siempre con ayuda de computadoras, proliferaron. Y también los empleos de baja calificación: creció la demanda de trabajadores para restaurantes, encargados de edificios, ayudantes terapéuticos y otros empleos de servicios que son casi imposibles de automatizar. El resultado, dice Autor, ha sido una polarización de la fuerza de trabajo y un vaciamiento de la clase media que viene ocurriendo en muchos países industrializados desde hace varias décadas.
“Pero eso es muy distinto de decir que la tecnología está afectando el número total de empleos”, añade.
Además, aunque las tecnologías digitales estén impidiendo la creación de empleo, la historia sugiere que eso siempre es un shock temporal, aunque doloroso; a medida que los trabajadores adapten sus habilidades y los emprendedores creen oportunidades basadas en las nuevas tecnologías, el número de empleos volverá a crecer. Ése, por lo menos, ha sido siempre el patrón. El tema es, entonces,s si las actuales tecnologías de computación serán diferentes y crearán desempleo involuntario de largo plazo.
Por lo menos, desde que comenzó la Revolución Industrial en los años 1700, las mejoras en tecnología cambiaron la naturaleza del trabajo y destruyeron algunos tipos de trabajos. En 1900 41% de los norteamericanos trabaja en el campo; para el año 200, sólo 2% hacía esas tareas.
Si bien esos cambios pueden ser dolorosos para los trabajadores cuyas habilidades dejan de coincidir con las necesidades de los empleadores, Lawrence Katz, economista de Harvard, dice que ningún patrón histórico muestra que esos cambios conduzcan a una disminución neta en empleos durante mucho tiempo. Aunque puede llevar décadas hasta que los trabajadores adquieran las habilidades necesarias por los nuevos empleos, “Los empleos nunca faltanâ€. “No hay ninguna tendencia de largo plazo que elimine trabajos para la gente”. Con todo, Katz no descarta la idea de que puede haber algo diferente en las actuales tecnologías digitales. La cuestión, dice, es si la historia económica servirá como guía útil. Una de las razones por las cuales es difícil detectar el impacto neto en los empleos es que la automatización suele usarse para hacer más eficientes a los trabajadores humanos, no para reemplazarlos. Aumentar la productividad quiere decir que las empresas pueden hacer el mismo trabajo con menos empleados, pero también puede permitir a las empresas expandir su producción con sus trabajadores existentes e incluso entrar en mercados nuevos.
Perdedores digitales
El planteo según el cual la automatización y las tecnologías digitales son en parte responsables de la falta de empleos toca un tema sensible para muchos preocupados por su propio empleo. Pero esto es sólo una consecuencia de lo que Brynjolfsson y McAfee ven como una tendencia más amplia. La rápida aceleración del progreso tecnológico, dicen agrandó la brecha entre los ganadores y los perdedores económicos, las desigualdades de ingresos por las que muchos economistas se preocupan desde hace décadas. Las tecnologías digitales tienden a favorecer “las súperestrellas”, dicen. Por ejemplo, alguien que crea un programa de computación para automatizar la preparación de la presentación impositiva puede ganar millones de dólares mientras elimina la necesidad de una infinita cantidad de contadores.
Las nuevas tecnologías están “usurpando las habilidades humanas de una forma que no tiene precedentes”, dice McAfee y muchos empleos de clase media están en la mira. Hasta tareas de habilidades relativamente altas como educación, medicina y leyes se ven afectados. “El medio parece estar desapareciendo”, agrega. “Los empleos de arriba y de abajo se están separando”. Si bien la tecnología puede ser sólo un factor, dice McAfee, no se lo ha apreciado como corresponde, y podría ser cada vez más importante.
No todos coinciden con las conclusiones de Brynjolfsson y McAfee, pero es difícil ignorar su advertencia de que la tecnología está ampliando la brecha entre los tecnólogos y el resto de la gente. E incluso si la economía está atravesando una transición similar a las que atravesó en otros tiempos, es extremadamente doloroso para muchos trabajadores, y eso debe atenderse de alguna forma.