jueves, 26 de diciembre de 2024

La seguridad prima sobre la privacidad

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Es indudable que hay un antes y un después del ataque a las torres gemelas. También que la seguridad de bancos, empresas e instalaciones similares tiene cotas más altas y más conflictivas respecto de la privacidad, la libertad de movimiento, etcétera.

El sector público fue el primero en modificar el orden de prioridades. Pero el sector privado no ha tardado en seguirlo, tanto en Estados Unidos como en otros países industriales y, con mayor intensidad, en dos áreas: cascos de grandes ciudades y franjas limítrofes (meridionales, en el caso de la Unión).

En este sentido, el refuerzo de controles a lo largo de la frontera con México ha tenido un efecto colateral: el tráfico de drogas hacía el norte y de psicofármacos hacia el sur se ha reducido notablemente. Más que el ingreso de ilegales, de hecho.

Esto porque las aduanas han pasado a primer plano respecto del Servicio Federal de Migraciones y sus equivalentes estaduales, una tendencia que va cundiendo velozmente, aun en la periferia.

Naturalmente, una amplia gama de organizaciones, negocios y actividades –inclusive sus proyecciones electrónicas- siente los efectos de los cambios. Tanto buenos como malos.

No se trata de un fenómeno nuevo, claro. Durante la segunda mitad del siglo XX, especialmente tras la licuación de la URSS, atentados terroristas en gran escala, desastres naturales o causados por errores humanos (Bhopal, Chernóbyl) provocaban olas de medidas en caliente. Después, el impulso inicial iba languideciendo. Esta vez, todo parece distinto, pues el terrorismo mayorista ha adquirido formas complejas o letales –por ejemplo, su red financiera global es un peligro autónomo- y se muestra capaz de golpear en puntos neurálgicos del Primer Mundo.

A criterio del Pentágono, pues, la propia magnitud de esta “violencia estructural” entraña una expansión cualitativa. Dicho de otro modo, “el concepto mismo de seguridad también ha cambiado radicalmente en el ámbito corporativo”, sostiene un informe de Comforce Corporation, selectora de personal temporario ubicada en el Gran Nueva York.

Negocios en auge

Cada año, esta firma subcontrata 8.500 personas entre miles de empresas. Ahora, sus directivos han resuelto invertir más en seguridad y creen que el gasto bien lo vale.

Otras compañías empiezan a pensar igual. Como indica ChoicePoint Inc (Georgia), experta de verificar antecedentes personales, sus servicios son objeto de creciente demanda -30% durante el último trimestre de 2001- por parte de empresas dedicadas a seguridad privada.

A su vez, las organizaciones de ese tipo están incrementando la cantidad de personal especializado para afrontar (a) exigencias adicionales de clientes existentes y (b) nuevos clientes. Por ejemplo, HireCheck Inc.(Florida) opera a 25% por encima del ritmo anterior al ataque de Al Qaeda sobre Manhattan.

En cuanto a la tecnología, la nueva situación simplemente acelera el desarrollo de instrumentos y recursos destinados a detección e identificación de personas, objetos y movimientos bancarios asociados o asociables a actividades terroristas. Se vive un verdadero clima de guerra o de plaza sitiada en áreas tan distintas entre sí como viajes y turismo, convenciones de negocios, congresos científicos, entretenimiento, diplomacia, educación, deportes masivos, etc.

Poco a poco, dispositivos que asombrarían al James Bond original o a los personajes de la serie Wiseguy van haciéndose habituales en estaciones, puertos, aeropuertos, estadios, grandes edificios oficiales o privados, ferrocarriles –subterráneos, en particular- y megacomercios. Tony Blair, Helmut Kohl y George W.Bush, entre otros, se han comprometido públicamente a promover y cofinanciar toda clase de innovaciones, inclusive en cuanto a hardware, periferia, software y redes informáticas.

El repertorio de aplicaciones abarca ya detectores biométricos, que acumulan y emplean imágenes digitales de manos, dedos, ojos y otras partes del cuerpo. De esa forma, Iridium Technologies ofrece un escaneador del iris que permite identificar a cualquiera sólo por ese componente ocular. Body Search, entretanto, usa rayos X para penetrar ropas y marcar el contorno físico. Esta gama es día a día más popular, especialmente en instalaciones donde se almacenan materiales peligrosos, tóxicos o tácticos.

Ahora bien ¿qué pasará con la privacidad y derechos vinculados? Hasta el 11 de septiembre de 2001, quienes desarrollaban, fabricaban, distribuían, instalaban y usaban equipos de identificación tan complejos afrontaban o podían afrontar duros litigios legales. Sobre todo en EE.UU., Canadá, Gran Bretaña, el Benelux y los países escandinavos.

Jurisconsultos italianos y anglosajones estiman que los pleitos van a decrecer apreciablemente, pero no dejarán de existir. La gente tolerará la instalación de equipos para seguridad de viajeros, transeúntes o personas importantes y protección de ciertos materiales. Pero no es fácil que acepte su uso rutinario en edificios y espacios públicos.

Sea como fuere, el clima de alerta permanente es de por sí un desafío laboral. Aun después de haberse eliminado o cercado el régimen talibán o a los señores somalíes de la guerra, autoridades públicas y corporativas deberán impedir que las presiones psicológicas perjudiquen la productividad del personal. Para ello, harán falta programas y profesionales para manejar situaciones de neurosis en fábricas, oficinas, bancos, comercios, servicios y actividades tan sensibles como la aeronavegación y el transporte internacional.

El sector público fue el primero en modificar el orden de prioridades. Pero el sector privado no ha tardado en seguirlo, tanto en Estados Unidos como en otros países industriales y, con mayor intensidad, en dos áreas: cascos de grandes ciudades y franjas limítrofes (meridionales, en el caso de la Unión).

En este sentido, el refuerzo de controles a lo largo de la frontera con México ha tenido un efecto colateral: el tráfico de drogas hacía el norte y de psicofármacos hacia el sur se ha reducido notablemente. Más que el ingreso de ilegales, de hecho.

Esto porque las aduanas han pasado a primer plano respecto del Servicio Federal de Migraciones y sus equivalentes estaduales, una tendencia que va cundiendo velozmente, aun en la periferia.

Naturalmente, una amplia gama de organizaciones, negocios y actividades –inclusive sus proyecciones electrónicas- siente los efectos de los cambios. Tanto buenos como malos.

No se trata de un fenómeno nuevo, claro. Durante la segunda mitad del siglo XX, especialmente tras la licuación de la URSS, atentados terroristas en gran escala, desastres naturales o causados por errores humanos (Bhopal, Chernóbyl) provocaban olas de medidas en caliente. Después, el impulso inicial iba languideciendo. Esta vez, todo parece distinto, pues el terrorismo mayorista ha adquirido formas complejas o letales –por ejemplo, su red financiera global es un peligro autónomo- y se muestra capaz de golpear en puntos neurálgicos del Primer Mundo.

A criterio del Pentágono, pues, la propia magnitud de esta “violencia estructural” entraña una expansión cualitativa. Dicho de otro modo, “el concepto mismo de seguridad también ha cambiado radicalmente en el ámbito corporativo”, sostiene un informe de Comforce Corporation, selectora de personal temporario ubicada en el Gran Nueva York.

Negocios en auge

Cada año, esta firma subcontrata 8.500 personas entre miles de empresas. Ahora, sus directivos han resuelto invertir más en seguridad y creen que el gasto bien lo vale.

Otras compañías empiezan a pensar igual. Como indica ChoicePoint Inc (Georgia), experta de verificar antecedentes personales, sus servicios son objeto de creciente demanda -30% durante el último trimestre de 2001- por parte de empresas dedicadas a seguridad privada.

A su vez, las organizaciones de ese tipo están incrementando la cantidad de personal especializado para afrontar (a) exigencias adicionales de clientes existentes y (b) nuevos clientes. Por ejemplo, HireCheck Inc.(Florida) opera a 25% por encima del ritmo anterior al ataque de Al Qaeda sobre Manhattan.

En cuanto a la tecnología, la nueva situación simplemente acelera el desarrollo de instrumentos y recursos destinados a detección e identificación de personas, objetos y movimientos bancarios asociados o asociables a actividades terroristas. Se vive un verdadero clima de guerra o de plaza sitiada en áreas tan distintas entre sí como viajes y turismo, convenciones de negocios, congresos científicos, entretenimiento, diplomacia, educación, deportes masivos, etc.

Poco a poco, dispositivos que asombrarían al James Bond original o a los personajes de la serie Wiseguy van haciéndose habituales en estaciones, puertos, aeropuertos, estadios, grandes edificios oficiales o privados, ferrocarriles –subterráneos, en particular- y megacomercios. Tony Blair, Helmut Kohl y George W.Bush, entre otros, se han comprometido públicamente a promover y cofinanciar toda clase de innovaciones, inclusive en cuanto a hardware, periferia, software y redes informáticas.

El repertorio de aplicaciones abarca ya detectores biométricos, que acumulan y emplean imágenes digitales de manos, dedos, ojos y otras partes del cuerpo. De esa forma, Iridium Technologies ofrece un escaneador del iris que permite identificar a cualquiera sólo por ese componente ocular. Body Search, entretanto, usa rayos X para penetrar ropas y marcar el contorno físico. Esta gama es día a día más popular, especialmente en instalaciones donde se almacenan materiales peligrosos, tóxicos o tácticos.

Ahora bien ¿qué pasará con la privacidad y derechos vinculados? Hasta el 11 de septiembre de 2001, quienes desarrollaban, fabricaban, distribuían, instalaban y usaban equipos de identificación tan complejos afrontaban o podían afrontar duros litigios legales. Sobre todo en EE.UU., Canadá, Gran Bretaña, el Benelux y los países escandinavos.

Jurisconsultos italianos y anglosajones estiman que los pleitos van a decrecer apreciablemente, pero no dejarán de existir. La gente tolerará la instalación de equipos para seguridad de viajeros, transeúntes o personas importantes y protección de ciertos materiales. Pero no es fácil que acepte su uso rutinario en edificios y espacios públicos.

Sea como fuere, el clima de alerta permanente es de por sí un desafío laboral. Aun después de haberse eliminado o cercado el régimen talibán o a los señores somalíes de la guerra, autoridades públicas y corporativas deberán impedir que las presiones psicológicas perjudiquen la productividad del personal. Para ello, harán falta programas y profesionales para manejar situaciones de neurosis en fábricas, oficinas, bancos, comercios, servicios y actividades tan sensibles como la aeronavegación y el transporte internacional.

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