Japón quiere recuperar terreno

El Gobierno japonés se propone liderar nuevamente la economía mundial mediante el desarrollo y la expansión de la sociedad de la información, informatizando industrias, escuelas y hogares.

11 diciembre, 2000

(EFE).- Al final de una década de sonados fracasos en sus industrias tradicionales y en donde la que la eficacia de sus métodos laborales y financieros fueron puestos en duda, Japón recurrió a las tecnologías de la información para intentar retomar su posición como líder de la industria mundial.

Con el fin de imitar la revolución informática que reactivó la economía de Estados Unidos, el Gobierno japonés abraza ahora las nuevas tecnologías y con generosos presupuestos espera informatizar escuelas, hogares, industrias, servicios, oficinas gubernamentales y hasta sus discretas fuerzas armadas.

Crear sistemas informáticos de ayuda al hombre es, además, una prioridad para la industria de un país con un alto nivel de envejecimiento y donde se prevé que un gran porcentaje de la población deberá vivir asistido por electrodomésticos interactivos en hogares inteligentes.

La banca japonesa, que tras la grave crisis de liquidez generada en los créditos fallidos de la época de la burbuja económica, al final de los 80, fue auxiliada con masivos fondos públicos, dedica fuertes presupuestos a la creación de redes informáticas que les devuelvan su competitividad mundial.

Japón promueve el uso de Internet en las escuelas y el Gobierno, a la vez que planea aplicar sistemas informáticos de uso militar para hacer compatible su ejército con el de Estados Unidos y reducir la dependencia de Washington, a la que le obliga su Constitución pacifista, escrita al final de su derrota en la Segunda Guerra mundial.

Una posible revisión de la carta magna japonesa, que prohíbe el desplazamiento físico de tropas al extranjero, apuntará, según los expertos, a legalizar las misiones aéreas robotizadas, los ataques con proyectiles teledirigidos, el rastreo con satélites espías y otras operaciones informatizadas de apoyo táctico.

En la reorganización administrativa del Gobierno, que reducirá sus ministerios a la mitad desde enero próximo, se incluye un Departamento encargado de las Tecnologías de la Información, cuya dirección estará a cargo de Fukushiro Nukaga, ex director de la Agencia de Defensa, el ministerio de defensa japonés.

Para que el futuro incluya también al mundo pobre, el Gobierno japonés anunció en la pasada cumbre del G-8 en Okinawa un plan de US$ 15.000 millones que beneficiara no sólo a los países sin base informática sino también a las empresas japonesas que, siguiendo la tónica de la ayuda al desarrollo del país, recibirán los contratos para actualizar, sobretodo, infraestructuras de telecomunicaciones.

Japón se embarca así en una carrera para recuperar su gran prestigio de potencia industrial dañado por fiascos como el lanzamiento fallido de cohetes para satélites, accidentes nucleares en zonas habitadas o el ocultamiento sistemático de defectos de fabricación de automóviles por cerca de 30 años.

La legendaria capacidad japonesa para innovar productos existentes, recurriendo por lo regular a la miniaturización y a la síntesis de componentes, vuelve a estar presente en los teléfonos móviles i-mode, con acceso a Internet.

En menos de un año el sistema i-mode ha pasado de ser un fenómeno cultural de la juventud a una industria líder que permite a sus creadores, la firma NTT Docomo, iniciar una rápida expansión mundial.

Por otra parte, el sistema amenaza seriamente la existencia de las computadoras personales y aspira a convertirse en un centro de telecomunicaciones portátil del hombre y la mujer del futuro.

En su contra, las empresas japonesas de alta tecnología no tienen el nivel de empresas occidentales.

A su favor obra el pasado proteccionista de la economía japonesa y la fuerte interrelación entre su industria, su burocracia y su partido político dominante, que hace que las industrias de alta tecnología de Japón hayan ganado el tiempo que perdieron las empresas de Silicon Valley hasta que aceptaron que su expansión dependía del apoyo del gobierno central de Washington.

(EFE).- Al final de una década de sonados fracasos en sus industrias tradicionales y en donde la que la eficacia de sus métodos laborales y financieros fueron puestos en duda, Japón recurrió a las tecnologías de la información para intentar retomar su posición como líder de la industria mundial.

Con el fin de imitar la revolución informática que reactivó la economía de Estados Unidos, el Gobierno japonés abraza ahora las nuevas tecnologías y con generosos presupuestos espera informatizar escuelas, hogares, industrias, servicios, oficinas gubernamentales y hasta sus discretas fuerzas armadas.

Crear sistemas informáticos de ayuda al hombre es, además, una prioridad para la industria de un país con un alto nivel de envejecimiento y donde se prevé que un gran porcentaje de la población deberá vivir asistido por electrodomésticos interactivos en hogares inteligentes.

La banca japonesa, que tras la grave crisis de liquidez generada en los créditos fallidos de la época de la burbuja económica, al final de los 80, fue auxiliada con masivos fondos públicos, dedica fuertes presupuestos a la creación de redes informáticas que les devuelvan su competitividad mundial.

Japón promueve el uso de Internet en las escuelas y el Gobierno, a la vez que planea aplicar sistemas informáticos de uso militar para hacer compatible su ejército con el de Estados Unidos y reducir la dependencia de Washington, a la que le obliga su Constitución pacifista, escrita al final de su derrota en la Segunda Guerra mundial.

Una posible revisión de la carta magna japonesa, que prohíbe el desplazamiento físico de tropas al extranjero, apuntará, según los expertos, a legalizar las misiones aéreas robotizadas, los ataques con proyectiles teledirigidos, el rastreo con satélites espías y otras operaciones informatizadas de apoyo táctico.

En la reorganización administrativa del Gobierno, que reducirá sus ministerios a la mitad desde enero próximo, se incluye un Departamento encargado de las Tecnologías de la Información, cuya dirección estará a cargo de Fukushiro Nukaga, ex director de la Agencia de Defensa, el ministerio de defensa japonés.

Para que el futuro incluya también al mundo pobre, el Gobierno japonés anunció en la pasada cumbre del G-8 en Okinawa un plan de US$ 15.000 millones que beneficiara no sólo a los países sin base informática sino también a las empresas japonesas que, siguiendo la tónica de la ayuda al desarrollo del país, recibirán los contratos para actualizar, sobretodo, infraestructuras de telecomunicaciones.

Japón se embarca así en una carrera para recuperar su gran prestigio de potencia industrial dañado por fiascos como el lanzamiento fallido de cohetes para satélites, accidentes nucleares en zonas habitadas o el ocultamiento sistemático de defectos de fabricación de automóviles por cerca de 30 años.

La legendaria capacidad japonesa para innovar productos existentes, recurriendo por lo regular a la miniaturización y a la síntesis de componentes, vuelve a estar presente en los teléfonos móviles i-mode, con acceso a Internet.

En menos de un año el sistema i-mode ha pasado de ser un fenómeno cultural de la juventud a una industria líder que permite a sus creadores, la firma NTT Docomo, iniciar una rápida expansión mundial.

Por otra parte, el sistema amenaza seriamente la existencia de las computadoras personales y aspira a convertirse en un centro de telecomunicaciones portátil del hombre y la mujer del futuro.

En su contra, las empresas japonesas de alta tecnología no tienen el nivel de empresas occidentales.

A su favor obra el pasado proteccionista de la economía japonesa y la fuerte interrelación entre su industria, su burocracia y su partido político dominante, que hace que las industrias de alta tecnología de Japón hayan ganado el tiempo que perdieron las empresas de Silicon Valley hasta que aceptaron que su expansión dependía del apoyo del gobierno central de Washington.

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