En verdad, los teléfonos convencionales han sido por demás conservadores. A través de los años, pasaron de aquellos aparatos verticales que exigían usar ambas manos a los que dejaban una manos libre (ambos a disco), luego reemplazaron los discos por botoneras y fueron añadiéndose funciones. Pero nada de eso alteraba su esquema original.
Recién ahora, la irrupción de VpPI plantea un cambio radical, al discriminar las llamadas por paquetes de datos y permitir que sean transmitidos al igual que cualquier otro tráfico por la Red. Esta tecnología se aplica de tres maneras básicas.
En el plano empresario e institucionales, la VpPI se emplea crecientemente para substituir redes separadas (voz, datos) por una donde convergen, ahorrando gastos. El segundo aspecto hace a los operadores de telecomunicaciones, que usan el protocolo para transportar llamadas a menor costo dentro de sus redes. Así, las tarjetas internacionales aprovechan esta tecnología para mantener bajas las tarifas.
En Estados Unidos, Canadá y parte de la Unión Europea, es probable que muchos usuarios estén ya en VpPI, sin darse cuenta. Pero el tercer aspecto básico no es tan invisible, pues es una opción orientada al usuario (no “consumidor”, como se ha puesto en boga decir: nadie consume servicios) lanzada por compañías chicas.
En el caso de Vonage, al enchufar un telefónico común a una conexión de banda ancha, mediante un simple adaptador, se hacen y reciben llamadas “convencionales” aunque, en verdad, pasen por Internet. Eso da lugar a variantes como buzón de voz más e-mail, portabilidad global –el teléfono suena en cualquier parte, si está conectado-, registro y facturación por la Red.
Cada operador tiene sus motivos. De esa manera, AT&T (que lanza estos días su servicio) quiere evitar tarifas de acceso a redes de operadores locales, que le salen miles de millones anuales.
En verdad, los teléfonos convencionales han sido por demás conservadores. A través de los años, pasaron de aquellos aparatos verticales que exigían usar ambas manos a los que dejaban una manos libre (ambos a disco), luego reemplazaron los discos por botoneras y fueron añadiéndose funciones. Pero nada de eso alteraba su esquema original.
Recién ahora, la irrupción de VpPI plantea un cambio radical, al discriminar las llamadas por paquetes de datos y permitir que sean transmitidos al igual que cualquier otro tráfico por la Red. Esta tecnología se aplica de tres maneras básicas.
En el plano empresario e institucionales, la VpPI se emplea crecientemente para substituir redes separadas (voz, datos) por una donde convergen, ahorrando gastos. El segundo aspecto hace a los operadores de telecomunicaciones, que usan el protocolo para transportar llamadas a menor costo dentro de sus redes. Así, las tarjetas internacionales aprovechan esta tecnología para mantener bajas las tarifas.
En Estados Unidos, Canadá y parte de la Unión Europea, es probable que muchos usuarios estén ya en VpPI, sin darse cuenta. Pero el tercer aspecto básico no es tan invisible, pues es una opción orientada al usuario (no “consumidor”, como se ha puesto en boga decir: nadie consume servicios) lanzada por compañías chicas.
En el caso de Vonage, al enchufar un telefónico común a una conexión de banda ancha, mediante un simple adaptador, se hacen y reciben llamadas “convencionales” aunque, en verdad, pasen por Internet. Eso da lugar a variantes como buzón de voz más e-mail, portabilidad global –el teléfono suena en cualquier parte, si está conectado-, registro y facturación por la Red.
Cada operador tiene sus motivos. De esa manera, AT&T (que lanza estos días su servicio) quiere evitar tarifas de acceso a redes de operadores locales, que le salen miles de millones anuales.