Inglaterra: Manipulación genética

Para el Primer Ministro británico, Tony Blair, el mapa del genoma humano es “el primer gran triunfo de la tecnología en el siglo XXI”. Polémica sobre las ventajas y desventajas de estos desarrollos científicos.

18 diciembre, 2000

(EFE).- Si 2000 fue el año del mapa del genoma humano, también trajo consigo polémicas como la manipulación genética, la clonación de embriones, e incluso la propagación por Europa del mal de las vacas locas.

El mapa del genoma humano, un logro obtenido por la colaboración internacional de científicos del sector privado y público presentado en Londres y Washington el pasado mes de junio, fue recibido como “el primer gran triunfo de la tecnología en el siglo XXI” por el primer ministro británico, Tony Blair.

Pero este avance, al tiempo que posibilita la investigación de tratamientos para enfermedades hasta ahora incurables o hereditarias y tratar genes defectuosos, ha hecho resurgir el miedo sobre lo que algunos llaman las “tecnologías Frankestein”.

El periódico británico The Guardian advertía el pasado noviembre que el sector privado patenta casi 35.000 genes al mes, antes incluso de que se sepa con exactitud qué es lo que hacen y por qué nos hacen ser como somos.

Otros temen que estos avances se utilicen para discriminar a las personas en razón de su herencia genética, o que las capas más desfavorecidas no puedan tener acceso a ellos.

Así, en agosto surgía un nuevo debate después de que un informe del Gobierno británico diera su apoyo a la clonación de embriones para fines terapéuticos.

Un documento elaborado por un comité de científicos presidido por el asesor médico del Gobierno, Liam Donaldson, puntualiza que los científicos podrían utilizar las “células madre”, las originarias de los tejidos humanos, de los fetos menores de 14 días.

Según el argumento de los científicos, esta práctica médica podría aportar soluciones a enfermedades degenerativas incurables hasta ahora, como el mal de Alzheimer, la enfermedad de Parkinson o la fibrosis cística.

Donaldson opina que “el comité ha estudiado cuidadosamente los aspectos éticos y ha decidido que los beneficios potenciales (de la clonación humana) importan más y deberían permitirse para ayudar a las futuras generaciones de pacientes”.

Pero para un portavoz de la organización pro vida Life, “la clonación terapéutica es un asesinato… un nuevo canibalismo”, y se trata de “una trivialización de la vida humana, ya que explota a los seres humanos en el estadio más vulnerable de sus vidas”.

La clonación de embriones se produciría con la misma tecnología que creó hace cuatro años a la oveja Dolly en Escocia, y que ha permitido ya la producción de gallinas y cerdos, también con vistas a la obtención de nuevos tratamientos para enfermedades incurables.

Así, este mismo mes, el instituto Roslin de Edimburgo, creador de Dolly, anunció una asociación con una empresa estadounidense para producir gallinas genéticamente modificadas que pongan huevos con componentes anticancerígenos.

Sin embargo, esta vía sufrió un revés este año, cuando una de las empresas líderes del sector abandonó sus investigaciones sobre la clonación de cerdos manipulados genéticamente para el posible trasplante de sus órganos a seres humanos.

Esta técnica, conocida como xenotrasplantes, pretendía paliar la escasez mundial de órganos humanos para el trasplante, pero los expertos decidieron abandonarla ante el riesgo de que esos animales contagiaran a las personas virus para ellos inocuos pero que entre los seres humanos podrían ser mortales.

Un grupo de científicos, liderados por el profesor John Collinge, del hospital londinense St. Mary´s, advertía en agosto sobre la posibilidad de que animales como cerdos, ovejas y aves puedan también pasar la enfermedad de las vacas locas a los humanos, en la variante conocida como el mal de Creutzfeldt-Jakob.

La EEB, que se había dado principalmente en el Reino Unido, se ha extendido a otros países de Europa y en los últimos dos meses se han registrado casos en países como Alemania, Francia, Irlanda y España, hasta el punto de que el comisario europeo de Consumo, David Byrne, ha advertido de que ningún rebaño de la UE puede presumir de estar libre del mal.

(EFE).- Si 2000 fue el año del mapa del genoma humano, también trajo consigo polémicas como la manipulación genética, la clonación de embriones, e incluso la propagación por Europa del mal de las vacas locas.

El mapa del genoma humano, un logro obtenido por la colaboración internacional de científicos del sector privado y público presentado en Londres y Washington el pasado mes de junio, fue recibido como “el primer gran triunfo de la tecnología en el siglo XXI” por el primer ministro británico, Tony Blair.

Pero este avance, al tiempo que posibilita la investigación de tratamientos para enfermedades hasta ahora incurables o hereditarias y tratar genes defectuosos, ha hecho resurgir el miedo sobre lo que algunos llaman las “tecnologías Frankestein”.

El periódico británico The Guardian advertía el pasado noviembre que el sector privado patenta casi 35.000 genes al mes, antes incluso de que se sepa con exactitud qué es lo que hacen y por qué nos hacen ser como somos.

Otros temen que estos avances se utilicen para discriminar a las personas en razón de su herencia genética, o que las capas más desfavorecidas no puedan tener acceso a ellos.

Así, en agosto surgía un nuevo debate después de que un informe del Gobierno británico diera su apoyo a la clonación de embriones para fines terapéuticos.

Un documento elaborado por un comité de científicos presidido por el asesor médico del Gobierno, Liam Donaldson, puntualiza que los científicos podrían utilizar las “células madre”, las originarias de los tejidos humanos, de los fetos menores de 14 días.

Según el argumento de los científicos, esta práctica médica podría aportar soluciones a enfermedades degenerativas incurables hasta ahora, como el mal de Alzheimer, la enfermedad de Parkinson o la fibrosis cística.

Donaldson opina que “el comité ha estudiado cuidadosamente los aspectos éticos y ha decidido que los beneficios potenciales (de la clonación humana) importan más y deberían permitirse para ayudar a las futuras generaciones de pacientes”.

Pero para un portavoz de la organización pro vida Life, “la clonación terapéutica es un asesinato… un nuevo canibalismo”, y se trata de “una trivialización de la vida humana, ya que explota a los seres humanos en el estadio más vulnerable de sus vidas”.

La clonación de embriones se produciría con la misma tecnología que creó hace cuatro años a la oveja Dolly en Escocia, y que ha permitido ya la producción de gallinas y cerdos, también con vistas a la obtención de nuevos tratamientos para enfermedades incurables.

Así, este mismo mes, el instituto Roslin de Edimburgo, creador de Dolly, anunció una asociación con una empresa estadounidense para producir gallinas genéticamente modificadas que pongan huevos con componentes anticancerígenos.

Sin embargo, esta vía sufrió un revés este año, cuando una de las empresas líderes del sector abandonó sus investigaciones sobre la clonación de cerdos manipulados genéticamente para el posible trasplante de sus órganos a seres humanos.

Esta técnica, conocida como xenotrasplantes, pretendía paliar la escasez mundial de órganos humanos para el trasplante, pero los expertos decidieron abandonarla ante el riesgo de que esos animales contagiaran a las personas virus para ellos inocuos pero que entre los seres humanos podrían ser mortales.

Un grupo de científicos, liderados por el profesor John Collinge, del hospital londinense St. Mary´s, advertía en agosto sobre la posibilidad de que animales como cerdos, ovejas y aves puedan también pasar la enfermedad de las vacas locas a los humanos, en la variante conocida como el mal de Creutzfeldt-Jakob.

La EEB, que se había dado principalmente en el Reino Unido, se ha extendido a otros países de Europa y en los últimos dos meses se han registrado casos en países como Alemania, Francia, Irlanda y España, hasta el punto de que el comisario europeo de Consumo, David Byrne, ha advertido de que ningún rebaño de la UE puede presumir de estar libre del mal.

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