Energías alternativas, una esperanza que no termina de concretarse

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Desde hace muchos años, como lo demuestra esta nota publicada en Mercado en el año 2005, la humanidad sueña con reemplazar los sucios combustibles fósiles. Pero la empresa no resulta fácil.

Una serie de factores siguen limitando su crecimiento: el costo de las tecnologías, los lentos procesos burocráticos de implementación, la renuencia de los gobiernos a cambiar de energía y la adicción a los hidrocarburos, entre muchos otros.

A continuación, la visión optimista de 2005, especialmente con respecto a la energía solar.

 

El sol es gratis. Esto confería hace 14 años, y aún hoy, especiales atractivos al negocio de la helioenergía. No es preciso sacarla de las entrañas del suelo, no está sujeta a embargos ni nacionalizaciones, no contamina y, si alguna vez se agota, ya no quedará en la Tierra quien se preocupe.

En rigor, los norteamericanos han estado años ensayando con esa fuente. Allá por 1979, en medio de la segunda crisis petrolera, el presidente James Carter hizo instalar paneles solares en la azotea de la Casa Blanca. Después, los hidrocarburos se normalizaron y se esfumó el interés por el sol. Hace una década y media, crecientes temores sobre otra crisis de combustibles fósiles renovaban el interés en las empresas dedicadas a la helioenergía.

 

Michael Rogol, analista experto en el mercado mundial de la energía solar, señalaba que las acciones de esas firmas habían trepado 150% en un año. SunPower, subsidiaria de Cypress Semiconductor, una fabricante de microprocesadores compartía un insumo básico- había iniciado el trámite para cotizar en Wall Street. Lo mismo había hecho, en Fráncfort, Q-Cells, una empresa alemana conocida como “la Netscape solar”.

Estimulados, los inversores a riesgo habían estado financiando un creciente número de emprendimientos helioenergéticos. Sólo en la primera mitad de 2005, el flujo de fondos sumaba US$ 100 millones en Estados Unidos. La ley de energía y combustibles aportaba algunos modestos incentivos a la actividad, pero muchos estados de la Unión ofrecían estímulos propios muy superiores a los del gobierno federal.

La helioenergía representaba todavía una ínfima parte de la generación mundial, pero se expandía velozmente. Se estimaba que las ventas irían de los US$ 11.000 millones en 2005 a 36.000 millones al final de la década. No obstante, invertir en el sector no era fácil. Muchos grandes productores de energía solar eran, realmente, divisiones o filiales de grupos gigantes. Por ejemplo, British Petroleum, Sharp, Shell o General Electric. Por otra parte, la mayoría de empresas mejor enfocadas en el negocio había pocas excepciones- no cotizaban o, si lo hacían, no en Wall Street.

Insumos y economía

Entretanto, la helioenergía sufría un mal crónico: la escasez de polisilocona, materia prima común a células solares y semiconductores. Durante algunos años, el crecimiento sectorial sería atenuado no por falta de demanda, sino por insuficiencia de ese insumo básico.

Técnicamente, el esquema es simple: la energía solar irradia sobre un panel de silicona, descarga electrones y genera electricidad. Esos paneles se conectan en módulos capaces de emitir energía por sí solos o enganchados a una red eléctrica. Los vendedores de estos equipos apelan a un recurso de marketing casi mágico: un medidor eléctrico que puede marchar hacia atrás. Cuando el sol brilla y la demanda local de electricidad es baja, el usuario puede revenderla a la red, en tanto otros pueden comprarla.

Lo que ya no es tan simple en la ecuación económica. Para empezar, la energía solar abunda, pero no está disponible en una situación conocida de antemano (la noche) ni en circunstancias aleatorias (nubarrones, lluvia). Por ende, la helioenergía es más práctica en algunos lugares que en otros. Además, los paneles eran poco eficientes: pierden la mayor parte de la energía potencial, por lo que hacen falta muchos.

Lo bueno, en cambio, es que el segmento se expandía y el costo minorista de la helienergía venía bajando desde 1990 a razón de 6/7% anual. Así lo señala Ronald Resch, director de la Solar Energy Association. En diez años, estimaba, este tipo de electricidad alcanzaría paridad de precios con la convencional.

Hoy 14 años después las energías alternativas siguen ganando lugar en el mercado pero siempre detrás de los combustibles fósiles. Falta todavía convicción y compromiso por parte de estados y gobernantes con la sustentabilidad y el uso de las “energías limpias”.

 

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