<p>Naturalmente, la historia remite a fuentes fósiles. Sea carbón para generar vapor, sea refinados petroleros para motores de combustión interna, sea usinas termoeléctricas. Hasta cierto punto, la evolución desde el siglo XIX hasta el último cuarto del XX ha sido paulatina. Dependía de carbón y gas natural baratos. “La única novedad, la energía nuclear, fracasó pronto”, sostiene Carr, ignorando experiencias como la de Francia.</p>
<p>Pero, ya en este siglo, “las presiones para innovar se hacen sentir. Los hidrocarburos nunca costaron tanto a dólares constantes como desde 2007. Las reservas comprobadas empiezan a agotarse por exceso de consumo y será cada año más arduo o caro detectar nuevas”. Descubrimientos tan espectaculares como los recientes en Brasil serán excepcionales.</p>
<p>Eso hace que el concepto de “cultivar combustible” no suene ya a dislate. Tampoco la idea de enchufar el coche a una red eléctrica o alimentarlo a hidrógeno. Éstas y otras opciones se contemplan ya como recursos estratégicos, pues gran parte está en poder de gobiernos que no les tienen simpatía a Estados Unidos y otros países occidentales. No es casual que Washington –renuente a sutilezas- haya reinventado la IV flota cerca de Venezuela y Brasil.</p>
<p>Tampoco es una coincidencia que James Wollsey, ex jefe de la Agencia Central de Inteligencia forme ahora alianzas con grupos ecologistas. Los mismos a quienes la CIA consideraba peligrosos subversivos. Lo eran, en efecto, para las grandes petroleras o los jeques que influían en las estrategias de la agencia.</p>
<p>Dado que el gas natural subió con el resto, “alternativas como energía solar o eólica ya no son tan caras en comparación. Por supuesto el carbón sigue barato. Se emplea en Asia oriental y meridional, pero despide monóxido a la atmósfera”. En cuanto a EE.UU., hay una larga serie de plantas de ese tipo en lista de espera, pero pocas han sido terminadas desde 1995 y varias han sido descartadas. “Primero, porque el país ya no tolera semejantes fuentes contaminantes. Segundo, porque las compañías eléctricas temen que pronto deban pagar por dos gases invernadero, monóxido y dióxido de carbono”. Por tanto, surgen oportunidades para energía solar y eólica. Como se sabe, el precio futuro de ambas fuentes es cero. Esta certeza neutraliza en parte los altos costos de capital involucrados en ambos tipos de plantas, por hoy superiores a los de las usinas carboneras.<br />
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<p>Los motivos de un posible auge –o no- son diversos. El recalentamiento global, como amenaza de largo plazo, puede desdeñarse durante fases de retroceso económico (en Occidente) o de lo contrario en Oriente. Los precios de combustibles fósiles pueden ceder como efecto de descubrimientos (Brasil, Ártico) o repuntar por mayor demanda en China, India, Vietnam, etc.</p>
<p>“El mercado de energía y combustibles es enorme. Al presente –señala Carr- el mundo consume unos quince teravatios. Cada uno equivale de mil gigavatios y un gV representa la capacidad de las mayores usinas a carbón. En plata, es un negocio de seis billones de dólares anuales, casi 10% del producto bruto global. Hacia 2050, ese consumo habrá llegado a treinta teravatios (doce billones de dólares al precio actual).</p>
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