Del microchip a la computadora orgánica

Surgen hoy plásticos capaces tanto de regenerar tejidos humanos como de emplearse para construir aviones, colectivos y computadoras cada día más chicas. Los habrá “inteligentes”, que permitirán fabricar ropa que cambie de color según el clima.

30 enero, 2002

En otras épocas, los alquimistas trataban de transmutar metales comunes en oro. En realidad, leían mal la Cábala original y tomaban al pie de la letra una metáfora mística. Igual, acabaron dando nacimiento a la química, mérito que les cupo a los árabes. Hoy en día, existe una “alquimia al revés” y consiste en infundir a materiales ordinarios de características a veces mágicas.

Así, en los 70, Hideki Shirakawa, Alan J.Haager y Alan G.MacDonald desarrollaron plásticos capaces de conducir electricidad (ello les valió el Nobel 2000 de química). Justamente a partir de esta década, llegarán al mercado las primeras aplicaciones industriales de microcircuitos (chips) plásticos, que funcionarán como los silicones actuales, pero serán tanto más baratos como para incorporarlos en casi todo. Una firma británica, Plastic Logic, lidera esta innovación.

La compañía fue cofundada por Richard Friend (universidad de Cambridge), quien había cumplido igual papel en Cambridge Display Technologies, dedicada a un tipo de conductor plástico capaz de emitir luz. Esta clase de circuitos podría emplearse en fabricar monitores de computación delgados como hojas de papel, revolucionando el concepto de electrónica portátil. Pero los nuevos componentes pueden hacer varias cosas más.

Ciertos plásticos electroactivos cambian de forma al estimulárselos por medio de descargas. En el laboratorio de propulsión que posee la NASA se trabaja en un brazo artificial hecho de plásticos electroactivos, que funcionarán como si fuesen músculos, hinchándose o deshinchándose según cada estímulo. Resultado: miembros artificiales que se comportan como los reales y servirán para construir robots casi humanos (androides, de hecho).

Piel autorregenerable

A principios de 2000, científicos en el centro Champaign-Urbana (universidad de Illinois) produjeron un plástico autorrenovable que actuará casi como la piel humana. En casos de raspones, cortes y heridas, la sustancia se regenera y no quedan marcas y puede repetir el proceso varias veces, cuadruplicando la vida de la piel o los tejidos donde se haya aplicado.

En el caso específico de la “piel plástica”, se trata de un material complejo que combina un catalizador y minúsculas partículas de fluido restaurador e incorpora el compuesto en los materiales. Si aparecen grietas por roce o desgaste normal, algunas cápsulas se rompen y despiden fluido, que repara los tejidos dañados. Este tipo de plástico autorregenerante será muy útil en satélites espaciales y prótesis humanas.

En otros campos, se ensayan plásticos capaces de mutar de forma o aspecto según cada entorno o situación. Un objetivo ulterior será inventar plásticos dotados de “memoria eidética”, o sea la propiedad que le permite a una banda de goma volver a su forma original cuando dejan de estirarla. De esta manera, los futuros “plásticos inteligentes” permitirán fabricar ropa que cambie de color o de textura según el clima o que mantenga estable la temperatura del cuerpo usuario.

Duraderos y eficientes

En verdad, la de los “plásticos inteligentes” es una categoría que abarca una amplia gama de polímeros compuestos. Vale decir, largas, complejas cadenas de moléculas de carbono aplicables a productos tan “mágicos” como órganos humanos artificiales o tan mundanos como un ómnibus. De hecho, no falta mucho para que esos vehículos plásticos ultralivianos –más eficientes en términos de energía- circulen por rutas plásticas, más duraderas que las convencionales.

Similar evolución afectará a los materiales de construcción, con efectos en el diseño y la estructura de los edificios. Por de pronto, ya se emplean plásticos puros en empalmes ferroviarios, puentes y juegos para los aficionados a hacer sus propias reparaciones en la casa o el taller. Algún día, será posible instalar ventanas autoajustables según la luz, el viento o la temperatura.

Por supuesto, los éxitos con plásticos son contagiosos. De ahí que científicos y técnicos estén experimentando con tecnologías que permitan modificar las propiedades de materiales como teflón o el titanio.

Después, el ADN

A juicio de muchos científicos, incluidos los del triple Nobel 2000, la esperanza máxima reside en las cadenas de ácidos desoxirribonucleico y ribonucleico (ADN y ARN) y la posibilidad de manipularlas. Objetivo: crear componentes con vistas a computadoras que combinen factores orgánicos e inorgánicos.

Sin duda, esto demandará tiempo, esfuerzos, fracasos y replanteos. No obstante, ya se ensayan usos de ADN o ARN para conducir electricidad y aprovechar las plantas como medios para desarrollar plásticos mixtos. Científicos en Francia, Bélgica y Rusia han descubierto que las moléculas de ADN pueden conducir electricidad a temperatura ambiente y convertirse en superconductores si se enfrían por debajo del cero absoluto (-270 grados Celsius).

Estas experiencias evidencian la utilidad potencial del ADN en los circuitos creados por lananotecnología. Hacia 2020, cuando ya no sea posible hacer un chip de silicio más chico o poderoso, las técnicas cuánticas y las nanotecnologías habrán avanzado lo suficiente para llenar el hueco.

En otras épocas, los alquimistas trataban de transmutar metales comunes en oro. En realidad, leían mal la Cábala original y tomaban al pie de la letra una metáfora mística. Igual, acabaron dando nacimiento a la química, mérito que les cupo a los árabes. Hoy en día, existe una “alquimia al revés” y consiste en infundir a materiales ordinarios de características a veces mágicas.

Así, en los 70, Hideki Shirakawa, Alan J.Haager y Alan G.MacDonald desarrollaron plásticos capaces de conducir electricidad (ello les valió el Nobel 2000 de química). Justamente a partir de esta década, llegarán al mercado las primeras aplicaciones industriales de microcircuitos (chips) plásticos, que funcionarán como los silicones actuales, pero serán tanto más baratos como para incorporarlos en casi todo. Una firma británica, Plastic Logic, lidera esta innovación.

La compañía fue cofundada por Richard Friend (universidad de Cambridge), quien había cumplido igual papel en Cambridge Display Technologies, dedicada a un tipo de conductor plástico capaz de emitir luz. Esta clase de circuitos podría emplearse en fabricar monitores de computación delgados como hojas de papel, revolucionando el concepto de electrónica portátil. Pero los nuevos componentes pueden hacer varias cosas más.

Ciertos plásticos electroactivos cambian de forma al estimulárselos por medio de descargas. En el laboratorio de propulsión que posee la NASA se trabaja en un brazo artificial hecho de plásticos electroactivos, que funcionarán como si fuesen músculos, hinchándose o deshinchándose según cada estímulo. Resultado: miembros artificiales que se comportan como los reales y servirán para construir robots casi humanos (androides, de hecho).

Piel autorregenerable

A principios de 2000, científicos en el centro Champaign-Urbana (universidad de Illinois) produjeron un plástico autorrenovable que actuará casi como la piel humana. En casos de raspones, cortes y heridas, la sustancia se regenera y no quedan marcas y puede repetir el proceso varias veces, cuadruplicando la vida de la piel o los tejidos donde se haya aplicado.

En el caso específico de la “piel plástica”, se trata de un material complejo que combina un catalizador y minúsculas partículas de fluido restaurador e incorpora el compuesto en los materiales. Si aparecen grietas por roce o desgaste normal, algunas cápsulas se rompen y despiden fluido, que repara los tejidos dañados. Este tipo de plástico autorregenerante será muy útil en satélites espaciales y prótesis humanas.

En otros campos, se ensayan plásticos capaces de mutar de forma o aspecto según cada entorno o situación. Un objetivo ulterior será inventar plásticos dotados de “memoria eidética”, o sea la propiedad que le permite a una banda de goma volver a su forma original cuando dejan de estirarla. De esta manera, los futuros “plásticos inteligentes” permitirán fabricar ropa que cambie de color o de textura según el clima o que mantenga estable la temperatura del cuerpo usuario.

Duraderos y eficientes

En verdad, la de los “plásticos inteligentes” es una categoría que abarca una amplia gama de polímeros compuestos. Vale decir, largas, complejas cadenas de moléculas de carbono aplicables a productos tan “mágicos” como órganos humanos artificiales o tan mundanos como un ómnibus. De hecho, no falta mucho para que esos vehículos plásticos ultralivianos –más eficientes en términos de energía- circulen por rutas plásticas, más duraderas que las convencionales.

Similar evolución afectará a los materiales de construcción, con efectos en el diseño y la estructura de los edificios. Por de pronto, ya se emplean plásticos puros en empalmes ferroviarios, puentes y juegos para los aficionados a hacer sus propias reparaciones en la casa o el taller. Algún día, será posible instalar ventanas autoajustables según la luz, el viento o la temperatura.

Por supuesto, los éxitos con plásticos son contagiosos. De ahí que científicos y técnicos estén experimentando con tecnologías que permitan modificar las propiedades de materiales como teflón o el titanio.

Después, el ADN

A juicio de muchos científicos, incluidos los del triple Nobel 2000, la esperanza máxima reside en las cadenas de ácidos desoxirribonucleico y ribonucleico (ADN y ARN) y la posibilidad de manipularlas. Objetivo: crear componentes con vistas a computadoras que combinen factores orgánicos e inorgánicos.

Sin duda, esto demandará tiempo, esfuerzos, fracasos y replanteos. No obstante, ya se ensayan usos de ADN o ARN para conducir electricidad y aprovechar las plantas como medios para desarrollar plásticos mixtos. Científicos en Francia, Bélgica y Rusia han descubierto que las moléculas de ADN pueden conducir electricidad a temperatura ambiente y convertirse en superconductores si se enfrían por debajo del cero absoluto (-270 grados Celsius).

Estas experiencias evidencian la utilidad potencial del ADN en los circuitos creados por lananotecnología. Hacia 2020, cuando ya no sea posible hacer un chip de silicio más chico o poderoso, las técnicas cuánticas y las nanotecnologías habrán avanzado lo suficiente para llenar el hueco.

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