<p>A criterio de varios expertos, parece seguro que los usuarios empiecen a reemplazar autos a combustibles fósiles (nafta, gasoil, etc.) por unidades recargables, que competirán con los que empleen etanol y otros sustitutos de hidrocarburos.</p>
<p>Los coches eléctricos e híbridos parecen ser un future inevitable. Pero ¿cuánto deberán los inversores aguardar hasta que sus colocaciones rindan? Los pesimistas hablan de decenios, apoyados en un dato: en los próximos diez o doce años, el precio de esos autos probablemente exceda bastante el de las unidades convencionales.</p>
<p>Ello se deberá en esencia al costo de diseñar o desarrollar vehículos capaces de recorrer amplias distancias entre recargas de baterías y al precio de éstas. Además, la infraestructura necesaria para realimentar esos autos está lejos de alcanzar una densidad aceptable. Tampoco se dispone del instrumental para producir baterías en masa. Por ahora, aparte, no existe una apreciable demanda de sedanes híbridos.</p>
<p>En un planteo muy diferente, los optimistas apuestan a la intervención estatal, como si conformar un mercado de ese tipo fuese igual a slavar Detroit de sus pasados errores. Hasta cierto punto, dos modelos existentes (el PT Cruiser de Fiat-Chrysler, el Taurus de Ford) estarán a medio camino, si pasasen a combustibles no fósiles… con alguna ayudita de Washington.</p>
<p>Quienes vislumbran auxilio oficial esgrimen las emisiones contaminantes de los coches actuales y la competencia a largo plazo. Este factor podrían inducir a Estados Unidos y otros gobiernos a buscar soluciones parciales incentivando –vía subsidios, desgravaciones y hasta inversiones- el paso a vehículos híbridos. De hecho, varios países están empezando a actuar en ese sentido. Los optimistas dicen también que los motores eléctricos pueden aplicarse inicialmente a unidades comerciales, taxis, camiones, maquinaria agrícola y militar.</p>
<p>En algunos lugares –Israel, Holanda-, quienes compran vehículos eléctricos obtienen sustanciales rebajas impositivas. Entretanto, los optimistas incluyen innovaciones en materia de unidades y modelos de negocios. Por ejemplo, paquetes de alquiler con opción de compra (método típico en el sector) que incluyen costos de recarga.</p>
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<p>Tarde o temprano, sostienen sus promotores, el coche eléctrico será realidad. Eventualmente, rivalizará en calles y rutas con alternativas como biocombustibles o motores convencionales mucho más eficientes en consumo. Aun así, ventas significativas de unidades híbridas o eléctricas cambian drásticamente las cosas, no sólo en el sector automotor. <br />
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Esta gama de industrias afronta crecientes desafíos. En el corto plazo, las empresas deberán ver cómo elevar ventas y contener costos si, por ejemplo, EE.UU., China, Brasil e India efectivamente estimulan al público para comprar vehículos eléctricos. Eso debiera comenzar definiendo estrategias y métodos para aumentar capacidad instalada, si una temprana adopción crease un mercado sostenible.</p>
<p>La economía del auto eléctrico o híbrido arranca en las baterías, cuyo costo está declinando a razón de 6 a 8% anual. Muchos analistas estiman que la tendencia durará unos diez años, a medida como avance la fabricación de unidades consumidoras. En EE.UU., los paquetes se venden a entre US$ 700 y 1.500 por kilovatio/hora pero, hacia 2015, habrán cedido a US$ 420.</p>
<p>Aun entonces, el precio final de vehículos eléctricos seguirá caro. También para 2015, se supone que un híbrido con 60 kilómetros de alcance (antes de la recarga) costará unos US$ 12.000 más que un auto común que vale 30.000. Se entiende, a dólares constantes. Por ende, un coche con 150 kilómetros de rango entre cargas representará US$ 24.000 extras.</p>