Así sostenía hace dos años Patrick Gelsinger, director de tecnología en Intel. No era una broma, sino una advertencia que ha sido tomada muy en serio por una industrial que mueve miles de millones de dólares. Desde entonces, los mejores cerebros en materia de chips buscan salidas al dilema.
Todavía no las vislumbran. “A lo ancho del sector, todo el mundo afronta problemas que hacen a temperatura y energía capaces de desbordar a las propias máquinas, reconoce Shekib Akrut, jefe de desarrollo microelectrónico nada menos que en International Business Machines. Por supuesto, el fenómeno de fondo es que los chips calientan el hardware como si fuera un motor. La diferencia es que, en tanto la gente acepta 150 caballos de fuerza como máximo en sus coches, el apetito por potencia en computación parece insaciable.
Actualmente, las PC cargadas con microprocesadores Pentium superan a sus antecesoras por márgenes miles de veces más amplios que los acumulados, en un siglo de industria automotriz, entre un Ford T y una Ferrari. Por ejemplo, efectúan cálculos, grafican o manejan paquetes de datos que –veinte años atrás- exigían supercomputadoras. Pero son en proporción mucho más calientes que la Ferrari o el modelo H de IBM.
Eso explica la refrigeración, a menudo molesta, que requiere cualquier oficina donde funcionen unas pocas máquinas y su efecto en la factura eléctrica. Una Pentium 4 (versión actualizada 2003) consume casi cincuenta vatios en plena acción. La última generación de chips Itanium 2 (Intel), diseñada para servidores y estaciones de trabajo en redes muy activas, llega a 130 vatios. Procesadores similares de IBM, Sun Microsystems o Advanced Micro Devices exigen igual potencia.
Además, los ingenieros en electricidad temen que lo peor esté recién por venir. La miniaturización, técnica más común para limitar consumo, ya no funciona como antes, lo cual preocupa por dos motivos: cuanto más calientes, los circuitos integrados funcionan con menor eficacia (pierden velocidad o sufren fallas frecuentes) y apelar a sistemas refrigerantes más complejos eleva costo o dificulta operaciones. En teoría, una PC puede enfriarse con nitrógeno líquido, pero el recurso es aun más tan peligroso que recalentar circuitos.
Así sostenía hace dos años Patrick Gelsinger, director de tecnología en Intel. No era una broma, sino una advertencia que ha sido tomada muy en serio por una industrial que mueve miles de millones de dólares. Desde entonces, los mejores cerebros en materia de chips buscan salidas al dilema.
Todavía no las vislumbran. “A lo ancho del sector, todo el mundo afronta problemas que hacen a temperatura y energía capaces de desbordar a las propias máquinas, reconoce Shekib Akrut, jefe de desarrollo microelectrónico nada menos que en International Business Machines. Por supuesto, el fenómeno de fondo es que los chips calientan el hardware como si fuera un motor. La diferencia es que, en tanto la gente acepta 150 caballos de fuerza como máximo en sus coches, el apetito por potencia en computación parece insaciable.
Actualmente, las PC cargadas con microprocesadores Pentium superan a sus antecesoras por márgenes miles de veces más amplios que los acumulados, en un siglo de industria automotriz, entre un Ford T y una Ferrari. Por ejemplo, efectúan cálculos, grafican o manejan paquetes de datos que –veinte años atrás- exigían supercomputadoras. Pero son en proporción mucho más calientes que la Ferrari o el modelo H de IBM.
Eso explica la refrigeración, a menudo molesta, que requiere cualquier oficina donde funcionen unas pocas máquinas y su efecto en la factura eléctrica. Una Pentium 4 (versión actualizada 2003) consume casi cincuenta vatios en plena acción. La última generación de chips Itanium 2 (Intel), diseñada para servidores y estaciones de trabajo en redes muy activas, llega a 130 vatios. Procesadores similares de IBM, Sun Microsystems o Advanced Micro Devices exigen igual potencia.
Además, los ingenieros en electricidad temen que lo peor esté recién por venir. La miniaturización, técnica más común para limitar consumo, ya no funciona como antes, lo cual preocupa por dos motivos: cuanto más calientes, los circuitos integrados funcionan con menor eficacia (pierden velocidad o sufren fallas frecuentes) y apelar a sistemas refrigerantes más complejos eleva costo o dificulta operaciones. En teoría, una PC puede enfriarse con nitrógeno líquido, pero el recurso es aun más tan peligroso que recalentar circuitos.