Cada vez hay menos seguridad en datos electrónicos

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Esta vez, un solo pirata informático bastó para “robar” cuarenta millones de tarjetas de crédito. Fueron perjudicados usuarios de MasterCard, Visa, American Express y otras, tanto en Estados Unidos como afuera. Microsoft no duerme en paz.

MasterCard fue la primera en detectar el robo e informarlo, la noche del viernes. Durante el fin de semana, casi todas las restantes tarjetas se sumaron a la denuncia. Salvo American Express que, reticente a revelar problemas negativos para su imagen, optaba por el silencio, no justamente una actitud positiva.

La más perjudicada era Visa International (22 millones de clientes involucrados), que tampoco quería hablar. La seguían MasterCard, con catorce millones y American Express (alrededor de cinco millones, sospechaban algunos especialistas estadounidenses).

Otro detalle retaceado por las emisoras –salvo MasterCard, que admite 10%- es la proporción de usuarios fuera de EE.UU. Se ignora, empero, en qué países residen. Por otra parte, las empresas no saben o no quieren revelar qué métodos empleó el pirata para captar los datos. “Las compañías debieran ser más transparentes, a menos que realmente no sepan aún qué pasó, lo cual es alarmante”, opinaban técnicos de la firma International Data Consulting (IDC).

Sea como fuere, el asunto está desde el sábado en manos del FBI y sus equivalentes de Canadá, Gran Bretaña y Japón. Como es obvio, Washington tiene más motivos de preocupación: el fraude con datos privados septuplica los niveles en Asia oriental o Europa occidental. En cuanto a la Argentina, el feriado largo y su retraso en la materia –muchos consultores se ocupan sólo de promover negocios en boga- impiden hacerse una idea de los efectos locales. El domingo, un portavoz de MasterCard confirmó que el hacker había bajado “sólo” números y titulares de cuentas bancarias, datos que “sirven para sacar dinero, pero para robar identidades”. Menos mal (o no).

“Un buen método para eludir piratas, al menos en escala de usuario, es quedare el menor tiempo posible navegando por Internet”, aconseja gente del FBI en California. ¿Por qué? Porq ue Windows Explorer, el navegador dominante en la Red, es de Microsoft y esta firma es blanco favorito de todo tipo de ataques. “Empresas, bancos y otras organizaciones (señalan técnicos de IBM y Apple) debieran pasarse a Linux y ahorrarse disgustos”.

Una de la vulnerabilidades inexplicablemente intocables para las huestes de William Gates es que el navegador permita ejecutar programas sin pediro autorización al usuario.

Por esa vía, decenas de virus y gusanos infectan PC personales. Tampoco los ruteadores de Cisco Systems están exentos de riesgos similares. Por otra parte, cuarenta millones de registros es poco y cabe fácilmente en un solo CD-ROM, mientras la conexión pirata demanda apenas media hora en banda ancha. A todo esto, resultaba extraño el silencio –ni figuraba la noticia del robo- en sitios habitualmente dedicados al diálogo entre piratas.

Sobre todo porque, hace casi tres meses, Microsoft reunió un grupo de hackers para que le demostraran qué eran capaces de hacer. Ante directivos, ingenieros, técnicos y (se sospecha) agentes federales, los “subversivos” lograron infiltrarse vía una computadora portátil con Windows Longhorn y una red inalámbrica. Al respecto, en el Pentágono recomendaron a la empresa reasignar un tercio de sus gastos anuales en investigación y desarrollo (US$ 200 millones en total) a mejorar la seguridad de sus sistemas. Gates puso mala cara.

MasterCard fue la primera en detectar el robo e informarlo, la noche del viernes. Durante el fin de semana, casi todas las restantes tarjetas se sumaron a la denuncia. Salvo American Express que, reticente a revelar problemas negativos para su imagen, optaba por el silencio, no justamente una actitud positiva.

La más perjudicada era Visa International (22 millones de clientes involucrados), que tampoco quería hablar. La seguían MasterCard, con catorce millones y American Express (alrededor de cinco millones, sospechaban algunos especialistas estadounidenses).

Otro detalle retaceado por las emisoras –salvo MasterCard, que admite 10%- es la proporción de usuarios fuera de EE.UU. Se ignora, empero, en qué países residen. Por otra parte, las empresas no saben o no quieren revelar qué métodos empleó el pirata para captar los datos. “Las compañías debieran ser más transparentes, a menos que realmente no sepan aún qué pasó, lo cual es alarmante”, opinaban técnicos de la firma International Data Consulting (IDC).

Sea como fuere, el asunto está desde el sábado en manos del FBI y sus equivalentes de Canadá, Gran Bretaña y Japón. Como es obvio, Washington tiene más motivos de preocupación: el fraude con datos privados septuplica los niveles en Asia oriental o Europa occidental. En cuanto a la Argentina, el feriado largo y su retraso en la materia –muchos consultores se ocupan sólo de promover negocios en boga- impiden hacerse una idea de los efectos locales. El domingo, un portavoz de MasterCard confirmó que el hacker había bajado “sólo” números y titulares de cuentas bancarias, datos que “sirven para sacar dinero, pero para robar identidades”. Menos mal (o no).

“Un buen método para eludir piratas, al menos en escala de usuario, es quedare el menor tiempo posible navegando por Internet”, aconseja gente del FBI en California. ¿Por qué? Porq ue Windows Explorer, el navegador dominante en la Red, es de Microsoft y esta firma es blanco favorito de todo tipo de ataques. “Empresas, bancos y otras organizaciones (señalan técnicos de IBM y Apple) debieran pasarse a Linux y ahorrarse disgustos”.

Una de la vulnerabilidades inexplicablemente intocables para las huestes de William Gates es que el navegador permita ejecutar programas sin pediro autorización al usuario.

Por esa vía, decenas de virus y gusanos infectan PC personales. Tampoco los ruteadores de Cisco Systems están exentos de riesgos similares. Por otra parte, cuarenta millones de registros es poco y cabe fácilmente en un solo CD-ROM, mientras la conexión pirata demanda apenas media hora en banda ancha. A todo esto, resultaba extraño el silencio –ni figuraba la noticia del robo- en sitios habitualmente dedicados al diálogo entre piratas.

Sobre todo porque, hace casi tres meses, Microsoft reunió un grupo de hackers para que le demostraran qué eran capaces de hacer. Ante directivos, ingenieros, técnicos y (se sospecha) agentes federales, los “subversivos” lograron infiltrarse vía una computadora portátil con Windows Longhorn y una red inalámbrica. Al respecto, en el Pentágono recomendaron a la empresa reasignar un tercio de sus gastos anuales en investigación y desarrollo (US$ 200 millones en total) a mejorar la seguridad de sus sistemas. Gates puso mala cara.

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