Invesco, que controlaba 29% de Vernalis y 13% de British Biotech, tendrá 21% de la empresa creada por la fusión. Su papel fue claro: salvar del cese de pagos a la compañía más débil y ello explica que Peter Fellner, su hombre en directorio de BB, haya sido el principal gestor de la operación y asuma un papel decisivo en la nueva estructura.
Pero la cuestión de fondo desborda a los tres protagonistas de la noticia y abarca al propio sector biotecnológico, donde inversores y accionistas –dos grupos distintos, aunque a veces converjan- han estado años sufriendo desilusiones. Esto es, han visto demasiados gastos sin utilidades ni, claro, dividendos posteriores.
Sin duda, el clima ha cambiado. Tanto que, estos mismos días, los directores de la mayor firma israelí, XTL Biopharmaceuticals, se han descontado 10% de su paga y emprenden ahora un programa para aumentar la caja. Pero no ha sido de buen grado, sino por presiones de Shore Capital, un fondo inversor que controla 21% del paquete TXL.
Hace dos semanas, a la sazón, la asamblea de accionistas estuvo a un tris de echar a la junta directiva, en borrascosas sesiones celebradas en Tel Aviv. La conducción logró imponer por mínimo margen la reelección del CEO Martin Becker, contra una coalición entre Shore Capital y Merlin Biosciences (5%) y aliados ocasionales. Casi simultáneamente, PPL Therapeutics (creadores de la oveja Dolly, r.i.p.) recorría la City tratando de persuadir a accionistas e inversores de apoyar su restructuración. También ésta deriva de violentas críticas escuchadas en una asamblea.
Las luces rojas no empezaron a encenderse en Gran Bretaña, sino en Alemania, donde Bayer –socia de PPL- dio por terminado su propio plan para investigación y desarrollo de drogas. Inversores como Metage Capital –un fondo de cubertura, o sea derivativos- sostienen que la empresa germana carece de estrategias proactivas. Esto se evidencia porque el proyecto Fibrin 1 (una pasta quirúrgica coagulante, desarrollada junto con PPL) se quedó sin efectivo antes de llegar al mercado. Esta cadena de síntoma indica que crece el malestar de accionistas, inversores y mercados ante la persistencia de malos resultados o problemas de I&D en biotecnología, una de las estrellas otrora más promisorias de la Unión Europea.
“Sigue habiendo demasiadas firmas de vanguardia sin caja suficiente. Esto demuestra –estimaba el fondo Altium Capital- que, a juicio del mercado, continuarán quemando el efectivo anbtes de que los productos en I&D salgan a la venta”. Encima de todo, afrontan la competencia proveniente de Estados Unidos, donde la biotecnología cotizar mejor en bolsa y las compañías disponen de financiamiento más flexible. Pero no sin un riesgo opuesto: la sobrepreciación accionaria. Por ejemplo, el índex Amex del sector ha ganado casi 40% de marzo a junio últimos.
Invesco, que controlaba 29% de Vernalis y 13% de British Biotech, tendrá 21% de la empresa creada por la fusión. Su papel fue claro: salvar del cese de pagos a la compañía más débil y ello explica que Peter Fellner, su hombre en directorio de BB, haya sido el principal gestor de la operación y asuma un papel decisivo en la nueva estructura.
Pero la cuestión de fondo desborda a los tres protagonistas de la noticia y abarca al propio sector biotecnológico, donde inversores y accionistas –dos grupos distintos, aunque a veces converjan- han estado años sufriendo desilusiones. Esto es, han visto demasiados gastos sin utilidades ni, claro, dividendos posteriores.
Sin duda, el clima ha cambiado. Tanto que, estos mismos días, los directores de la mayor firma israelí, XTL Biopharmaceuticals, se han descontado 10% de su paga y emprenden ahora un programa para aumentar la caja. Pero no ha sido de buen grado, sino por presiones de Shore Capital, un fondo inversor que controla 21% del paquete TXL.
Hace dos semanas, a la sazón, la asamblea de accionistas estuvo a un tris de echar a la junta directiva, en borrascosas sesiones celebradas en Tel Aviv. La conducción logró imponer por mínimo margen la reelección del CEO Martin Becker, contra una coalición entre Shore Capital y Merlin Biosciences (5%) y aliados ocasionales. Casi simultáneamente, PPL Therapeutics (creadores de la oveja Dolly, r.i.p.) recorría la City tratando de persuadir a accionistas e inversores de apoyar su restructuración. También ésta deriva de violentas críticas escuchadas en una asamblea.
Las luces rojas no empezaron a encenderse en Gran Bretaña, sino en Alemania, donde Bayer –socia de PPL- dio por terminado su propio plan para investigación y desarrollo de drogas. Inversores como Metage Capital –un fondo de cubertura, o sea derivativos- sostienen que la empresa germana carece de estrategias proactivas. Esto se evidencia porque el proyecto Fibrin 1 (una pasta quirúrgica coagulante, desarrollada junto con PPL) se quedó sin efectivo antes de llegar al mercado. Esta cadena de síntoma indica que crece el malestar de accionistas, inversores y mercados ante la persistencia de malos resultados o problemas de I&D en biotecnología, una de las estrellas otrora más promisorias de la Unión Europea.
“Sigue habiendo demasiadas firmas de vanguardia sin caja suficiente. Esto demuestra –estimaba el fondo Altium Capital- que, a juicio del mercado, continuarán quemando el efectivo anbtes de que los productos en I&D salgan a la venta”. Encima de todo, afrontan la competencia proveniente de Estados Unidos, donde la biotecnología cotizar mejor en bolsa y las compañías disponen de financiamiento más flexible. Pero no sin un riesgo opuesto: la sobrepreciación accionaria. Por ejemplo, el índex Amex del sector ha ganado casi 40% de marzo a junio últimos.