Los autos se convertirán, en el corto plazo, en teléfonos inteligentes gigantes que incluirán sistemas de llamadas, pantallas de video en streaming, cámaras y aplicaciones capaces de recolectar más datos que nunca antes acerca de los autos y también de los humanos que los manejan.
Si hay poca nafta en el tanque, el auto lo redireccionará directamente a una estación de servicio. En caso de necesitar rotación de llantas, una alerta le llegará a su mecánico advirtiendo una posible visita. Si tiene hambre en la ruta, una aplicación le mostrará diferentes opciones de restaurantes cercanos. ¿Sus hijos necesitan entretenerse? Comenzará a reproducirse una película de Disney inmediatamente.
Lo cierto es que los autos podrán acumular una catarata de información que los hará no solo más seguros sino también más útiles para su conductor, adaptado a sus particularidades.
Quién se hará de estos datos, sin embargo, es una pregunta que todavía no han podido responder pues en los autos inteligentes se mezclan diferentes empresas: las automotrices, sí, pero también desarrolladores de software, fuerzas de seguridad y aseguradoras. Los consumidores podrían tener poco control sobre el uso que estos hagan de su privacidad.
Si es cierto que para 2017 más de 60% de todos los autos del mundo tendrán conexión a Internet – y en Estados Unidos y Europa ese número puede aumentar a 80%- habrá que llegar a un acuerdo sobre este tema y rápido.
En Estados Unidos, donde todos los autos deberán tener una “caja negra·” hacia 2014 para grabar los momentos anteriores y posteriores a un choque, hay grupos que proponen que la legislación marque, explícitamente, que solo el conductor es dueño de sus datos. Las autoridades solo podrían acceder a ellos bajo ciertas condiciones. Deben existir parámetros legales para el uso de la información.
Hoy lo que ocurre es que los consumidores son engañados y entregan información sin saberlo. Las empresas deberían informar mejor y ofrecer un opt-out. La comisión federal de comercio (Federal Trade Comission) ha tomado medidas contra compañías de IT por no proteger de manera adecuada los datos de sus consumidores. La idea de que el Estado, por ejemplo, acceda a ella y aplique sanciones estremece a algunos expertos. La tecnología se adapta al individuo para potenciarlo pero también lo somete a controles que podrían acotar su libertad.