Una de ellas imagina un mundo futuro sin cocinar y sin masticar. El mundo, dice, podrá alimentarse con un líquido hecho con subproductos de algas. Hecho por ellos, por supuesto.
Esto va en contra del movimiento en pro de la comida artesanal, natural y lo menos procesada posible. Pero, a pesar de sus posiciones opuestas, ambos campos culinarios comparten el deseo de crear una oferta alimentaria más sostenible.
“Desde el día en que Sylvester Graham inventó la galletita de Graham, la gente ha tratado de materializar su posición ética en alimentos moral o ideológicamente más puros”, dijo Heather Paxson, antropóloga del MIT. “La galletita de Graham se suponía que aumentaba la fibra moral de los humanos dando una sensación de saciedad para que no se deseara comer carne y otros alimentos ricos en calorías.
Muchos mencionan el fracaso reciente del reemplazante de huevo y de la carne alternativa, que no lograron un grado aceptable de penetración hogareña. La gran diferencia que introducen los alimentos 2.0 es que no usan sustitutos de proteínas sino algoritmos computarizados para analizar cientos de miles de plantas para averiguar qué compuestos se pueden combinar y recombinar para crear lo que dicen son fuentes más sabrosas de proteínas.