Cuando termino la Segunda Guerra Mundial, la economía argentina era la mayor de América Latina, luego Brasil pasa al primer lugar, posteriormente México también supera a Argentina. Este retroceso argentino también se manifiesta en la evolución del PBI por habitante, que es un indicador del nivel de vida de la población. Hace décadas el liderazgo argentino era indiscutible en América Latina, con el nivel de vida más alto, superado únicamente por Venezuela cuyo PBI por habitante en 1980 era mayor. Pero la situación es hoy muy distinta.
Veamos que ha venido ocurriendo en América del Sud en las últimas décadas. En 1980 el PBI por habitante argentino era casi el doble que el de Chile, ahora en el 2020 el chileno es 12 por ciento mayor; algo similar ocurre cuando se comparan Argentina y Uruguay, en 1980 el PBI por habitante era en Argentina el doble que en Uruguay, ahora el de Uruguay es 9 por ciento mayor. En 1980 el PBI por habitante argentino era nada menos que 132 por ciento mayor al de Colombia, ahora esta diferencia se ha reducido a 45 por ciento. En 1980 el PBI por habitante argentino era más del doble que el de Perú, ahora esta ventaja se ha reducido al 74 por ciento. Algo similar ocurre cuando la comparación se hace con otros países sudamericanos, por ejemplo, Brasil, Bolivia, Ecuador y Paraguay. Destaquemos que Venezuela y Argentina son dos países de la región cuyo PBI por habitante no solo no creció en la última década sino que retrocedió, Argentina 16 por ciento y Venezuela nada menos que 74 por ciento. Salvo Brasil, todos los países limítrofes con Argentina registraron importantes aumentos en su PBI por habitante.
Es evidente que la clave del crecimiento económico de una nación se encuentra en la magnitud y la calidad de sus inversiones. Según CEPAL los países de la región registraron muy distintas magnitudes en el 2020 en las inversiones en capital fijo; en proporción al PBI, los siguientes países de la región acumularon Inversiones mayores al 20 por ciento del PBI: Chile, Ecuador, Nicaragua, República Dominicana y Panamá. Por su parte superan el 17 por ciento del PBI las inversiones productivas de Brasil, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Honduras, Paraguay, Perú y Uruguay. Estas inversiones en nuestro país fueron de apenas el 14,2 por ciento del PBI. Por esta razón no es difícil entender porque nuestra economía poco crece y tampoco poco genera empleos productivos.
Es necesario tomar nota que debido a nuestros continuos elevados déficits fiscales la deuda publica del gobierno nacional ha venido creciendo, en el año 2012 esta deuda representaba el 43,5 por ciento de nuestro PBI. Esta magnitud había crecido año a año, llegando a 102,8 por ciento en el 2019. Comparemos esta misma deuda con nuestros vecinos: Brasil 89 por ciento, Chile 32, Paraguay 30, Bolivia 54 y Uruguay 61. Tengamos presente que, cuando crece excesivamente la deuda pública también tiene a crecer el riesgo país, expresado en la sobretasa que debe pagar el fisco para endeudarse. Según CEPAL el índice de esta sobretasa para el endeudamiento en el mes de junio de este año era en Perú de apenas 129 puntos (es decir un incremento de 1,29 puntos porcentuales en la colocación de la deuda), en Chile 135, Paraguay 162, Colombia 247, Brasil 296, Ecuador 348, Bolivia 481. Cierran la lista nuestro país con 1998 puntos de sobretasa y Venezuela con 31091 puntos.
Es ilustrativo considerar cuantos años han sido recesivos en países de America Latina en los últimos nueve años (2012-2020). Según CEPAL registran solamente un (1) año recesivo Uruguay, Perú, Panamá, Bolivia y Costa Rica , dos (2) años recesivos afectaron a Colombia, Cuba y México, tres (3) a Chile y Paraguay, cuatro (4) a Brasil y Ecuador y seis (6) a nuestro país. El caso extremo es Venezuela con nada menos que ocho (8) años con caída del PBI.
Venezuela y nuestro país también lideran la inflación en la región. El nivel anual de la inflación acumulada hacia junio de este año era menor al 3 por ciento en Bolivia, Costa Rica, Ecuador, Panamá y El Salvador. Por debajo del 6 por ciento anual se ubican Chile, Colombia, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay y Perú. Uruguay se ubica debajo del 9 por ciento anual. En nuestro país esta inflación asciende al 48 por ciento, mientras que en Venezuela trepa al 2700 por ciento.
Las inversiones externas de carácter productivo se han reducido en nuestro país, según CEPAL llegaron a 14,3 miles de millones de dólares en el 2010, 10.9 miles de millones en el 2015 y apenas 2,7 miles de millones el año 2020. En el 2010 nuestro país captaba el 9 por ciento de todas las inversiones externas en la región, este porcentaje se redujo drásticamente al 3 por ciento en el 2020. Debemos señalar que el comportamiento de estas inversiones en los años de la pandemia fue muy distinto entre las naciones de la región, por ejemplo, estas inversiones en Paraguay en el año 2020 fueron 24 por ciento mayor a las del año 2018, mientras que en Chile fueron también mayores (10 por ciento), en el otro extremo se encuentran Perú y Argentina, con caídas de 86 y 66 por ciento. El contexto internacional sugiere que los flujos mundiales de inversiones tendrán una recuperación lenta y que las operaciones de las transnacionales se orientarán más hacia los países desarrollados y particularmente hacia Asia. Esto no debe sorprender, porque hace ya años que el centro dinámico de la actividad económica mundial se ubica en el continente asiático.
Los países que crecen expandiendo de una manera sostenida su producción y su empleo, lo hacen impulsados por el esfuerzo de su propio ahorro, orientado a financiar las inversiones destinadas a aumentar la oferta de bienes y servicios. Esto no significa que la inversión extranjera no sea importante, aunque en menor medida que la propia inversión nacional financiada por los recursos aportados por el ahorro interno. El papel de la inversión extranjera es complementario, pero nunca sustituto de la inversión financiada por el propio ahorro. Casi siempre las inversiones generadas internamente en un país son más importante que las inversiones externas, cuya primacía históricamente se manifestó únicamente en algunos países subdesarrollados y con grandes riquezas mineras, como algunos países africanos.
No hay crecimiento económico sin inversión, y no hay inversión sin ahorro pero atención, aquí entra a jugar negativamente el déficit fiscal, ya que el déficit fiscal es ahorro negativo, es decir mientras mayor sea el déficit fiscal, menos será el ahorro y por ende menos serán las inversiones. Es decir con déficit fiscal excesivo y prolongado no puede haber un sostenido crecimiento económico. Este es el gran desafío que enfrenta Argentina, que debe sin demoras fortalecer su crecimiento económico para poder abatir así la creciente pobreza e indigencia de una manera permanente.
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