¿Un nuevo mundo?

    “Internet hizo para el comercio electrónico lo que Henry Ford para
    el automóvil: convirtió un artículo de lujo para minorías
    en un bien relativamente simple y barato para las mayorías”. A pesar
    del optimismo que se desprende de este aserto, incluido en uno de los papers
    elaborados por la Ocde sobre el tema, la misma organización reconoce
    más adelante que el éxito del comercio electrónico en el
    segmento business to consumers no está garantizado. Preocupaciones
    sobre la seguridad en las transacciones y la posibilidad de fraude por parte
    del vendedor, la amenaza a la privacidad sobre la información personal,
    dificultades técnicas y de costo en el acceso a la red son algunos de
    los factores que pueden restringir el crecimiento de este segmento.


    Hasta el 2005 será mucho más probable que quien determine la evolución del e-commerce sea el sector business to business, que hoy representa 80% del total de bienes transados. Las razones que contribuirán a su desarrollo se pueden resumir en:

    • Reducción de los costos de transacción y mejoras en la calidad
      de los productos y de la atención al cliente.
    • Competencia en el sector.
    • Presión de las grandes empresas a sus proveedores para que ingresen
      en el mercado electrónico. Es justamente en el área de las Pymes
      donde se prevé un mayor impacto, puesto que la mayoría de los
      big players ya trabajan con EDI.


    En ese último punto, se estima que Internet puede nivelar el campo en tanto permite a las Pymes llegar a un mercado geográfico y a clientes que antes estaban sólo al alcance de las firmas más importantes. Sin embargo, también es posible que las condiciones de acceso a las redes, la conectividad, estándares técnicos, arreglos institucionales y el poder de mercado de marcas reconocidas constituyan barreras que impidan la entrada de las pequeñas y medianas empresas a este nuevo mundo.


    Otro factor que genera preocupación es la hipótesis de que este sistema conduzca a una mayor pérdida de puestos de trabajo. El estudio de la Ocde considera que, en el corto plazo, mientras convivan ambas formas de comercio ­off y on line­ habrá una creación neta de empleos, mientras que en el mediano plazo puede haber desocupación en algunos sectores. Sin embargo, en el largo plazo, la combinación de nuevos productos, la extensión del mercado, incrementos en el ingreso y ganancias de productividad llevarían a un aumento general del empleo.


    Por otra parte, dentro del impacto económico del comercio electrónico vale considerar que aumentará el comercio internacional. Muchos de esos servicios han operado globalmente sólo en el caso de las grandes corporaciones transnacionales; el cambio puede producir un shock a aquellos sectores que vivieron protegidos por barreras logísticas o regulatorias y generará presiones para reducir las diferencias en los estándares regulatorios de los nuevos productos transables.


    De los pañales a la evasión


    Para Ricardo Fuente, economista de la consultora Ecolatina, en la Argentina “Internet está en pañales y el e-commerce es un embrión, todavía no nació”. Fuente no duda de que se va a producir una explosión en la Web, “pero sus límites están dados por la distribución del ingreso: más de 13 millones de personas ni siquiera pueden acceder a una canasta básica de bienes y no tienen posibilidades de acercarse a una computadora; mucho menos realizar compras en ella. La ecuación cambia si entendemos que 80% del e-commerce se realiza entre empresas; aquí entraría en consideración si el crecimiento económico en el país es sostenible en el tiempo, si hay mucha mortandad de empresas, etc. Pero, evidentemente, desde donde estamos, que es en cero, el crecimiento en el corto plazo será explosivo”.


    El tema impositivo es algo que desvela a todos en todo el mundo. Más allá de las posiciones fundamentalistas que plantean que el comercio electrónico debería estar exento del pago de impuestos, en Estados Unidos prima la postura de los que piden una suerte de plazo de gracia para permitir, argumentan, que el nuevo canal se desarrolle más rápidamente.


    Según Fuente, “en el comercio electrónico las posibilidades de evasión se multiplican, excepto que haya una convergencia mundial en cuanto al tratamiento, y control global de la transparencia en las transacciones y su consecuente marco impositivo. La mezcla de las posibilidades técnicas de evasión con nuestra cultura genera un cóctel explosivo”.


    El consumidor como protagonista


    “En la Argentina no existe una Internet como fenómeno cultural, porque para eso es preciso que haya un uso masivo y que la mayor parte de ese uso sea desde los hogares; eso aquí no ocurre”, sentencia Alejandro Piscitelli, docente de la UBA, consultor de empresas y asumido ex filósofo. “Lo que es claro ­agrega­ es que esta tecnología está produciendo cambios brutales dentro de las organizaciones en todo el mundo. Hay una revalorización del consumidor, hasta el punto que se está pasando de un sistema producto-centrista a uno cliente-centrista”.


    Piscitelli plantea que a partir de Internet se empezó a considerar que el consumo es bueno para pensar, que no se trata de algo meramente compulsivo como se creía antes: “La Web es un dispositivo que permite una elección individual, que lleva a que el consumidor se cuestione sobre sus gustos, sobre qué es lo que realmente quiere comprar”, razona. Esto, claro, no quita que se produzca al mismo tiempo una expansión del consumo: “En la universidad de Georgia, Estados Unidos”, relata, “descubrieron hace un tiempo que el perfil promedio del cibernauta era el de alguien de 30 a 35 años, con nivel terciario o universitario, y que consumía el doble del promedio per cápita del país”.


    Piscitelli agrega: “Internet pelea, como todos los medios, por el tiempo de atención de la gente, que es finito. En Estados Unidos, las investigaciones arrojan como resultado dos horas semanales de web frente a un promedio de cuatro horas diarias frente al televisor. Pero hay que tener en cuenta las diferencias entre una y otra: la TV es pasiva y en general se la ve con otras personas; en cambio, Internet exige mucho compromiso, hay que estar ahí activamente”.

    Con respecto al e-commerce, su conclusión es rotunda: “Comprar
    en Internet no es tan fácil como agarrar cualquier producto de la góndola
    y tirarlo en el changuito”.