La sana costumbre de crecer

    El mercado argentino de las bebidas sin alcohol reconoce un
    denominador común: durante los últimos siete
    años, todas las categorías &endash;excepto la
    soda&endash; registraron crecimientos fuertes, tanto en
    volúmenes de producción como en ventas.

    Parte importante de esa tendencia se explica por el rumbo que
    adoptó la demanda de bebidas entre los consumidores locales:
    el abandono progresivo de las de mayor graduación
    alcohólica y su reemplazo por productos más naturales,
    fáciles de preparar y consumir, y el lanzamiento de otros
    productos &endash;como los diet o light&endash; que le permitieron a
    la oferta acoplarse a los nuevos hábitos de
    alimentación.

    Todo esto llevó a que el consumo de gaseosas, aguas
    minerales y mineralizadas, jugos naturales puros, concentrados, para
    diluir y en polvo, y aperitivos amargos sin alcohol se incrementara
    entre 1991 y 1997 desde 50 hasta 300% según los segmentos.

    La soda fue la única que mostró un rumbo
    descendente, arrastrada por la caída del vino de mesa. “Juntos
    formaban el trago clásico argentino, un matrimonio perfecto.
    Cuando el vino dejó de tener presencia en la mesa familiar, el
    consumo de soda se vio seriamente afectado”, explica Héctor
    Pérez, presidente de Ivess, un sistema de embotelladores que,
    con la mirada puesta en la calidad, se propone seguir dando batalla
    para recuperar el terreno perdido.

    Las ventas de las bebidas sin alcohol, que en 1997 sumaron $ 4.600
    millones, superan en 25% a las del rubro alcohólico. La suma
    de lo que facturan las gaseosas y la soda &endash;las
    categorías con mayor participación&endash; alcanzan
    para igualar lo que venden en conjunto los vinos, el champaña,
    las cervezas, los licores, los destilados y los aperitivos.

    Clásicas y ganadoras

    Las gaseosas son las líderes absolutas de ventas dentro del
    sector: $ 2.143 millones en 1997. Y dentro de la categoría,
    Coca Cola consolidó su posición en la vanguardia, con $
    1.399 millones, que representaron 65% del total.

    Bendecidas por el boom del consumo que comenzó a
    registrarse a partir de 1992, las gaseosas llegaron a alcanzar un
    récord de producción de 2.418 millones de litros en
    1994. Un año más tarde, cayeron 13%, afectadas por la
    retracción generalizada de la demanda durante el llamado
    efecto tequila. Pero desde el ´96 retomaron la senda del crecimiento:
    el año pasado la producción se ubicó en 2.329
    millones de litros, que representan un consumo per cápita de
    67,9 litros anuales.

    “El año pasado fue muy bueno para nosotros, con un
    crecimiento de 13%”, señala Daniel Serra, gerente de la marca
    Coca Cola en la Argentina, quien no duda en proclamar que “si el
    mercado global de las gaseosas crece es por las agresivas acciones
    que encaramos. Sólo el año pasado nuestras promociones
    demandaron &endash;en concepto de producción,
    distribución, infraestructura en puntos de venta y
    publicidad&endash; una inversión total de $ 230 millones”.

    El mercado local de gaseosas sigue siendo altamente concentrado:
    entre Coca Cola y Pepsi suman cerca de 92% sobre el total de
    producción y ventas. Sin embargo, dos nuevas tendencias
    comienzan a ganar peso: la presencia de marcas privadas de los
    supermercados &endash;todas las grandes cadenas ya han lanzado las
    suyas en distintos sabores, que representarían actualmente
    entre 2 y 3% sobre el total de las ventas de gaseosas&endash; y
    emprendimientos como el de San Isidro Refrescos (SIRSA), una ex
    embotelladora de Coca Cola que desde 1996 apostó a convertirse
    en jugadora independiente dentro del sector (ver recuadro en
    pág. 88).

    Según datos provistos por la empresa, las ventas de la
    marca Coca Cola sumaron el año pasado 40,6% del total del
    mercado de gaseosas, en el que las bebidas colas representaron 55,3%.
    En el ranking de los sabores, el segmento de las lima-limón se
    ubica en segundo lugar: el año pasado aportó 23,4% de
    las ventas totales del sector.

    Es allí, y de la mano de Seven Up &endash;la segunda marca
    más vendida del país, con un share de 12,8%
    según analistas de la industria&endash; donde Pepsi logra la
    victoria más importante frente a su archirrival,
    imponiéndose sobre Sprite, que exhibe una participación
    de 8,3%.

    Entre los hitos recientes y más importantes del segmento se
    destaca el lanzamiento de productos dietéticos o light, que
    permitieron renovar marcas clásicas, introducir otras nuevas y
    “responder a necesidades del consumidor que hasta entonces no estaban
    satisfechas”, apunta Alejandro Mac Gaul, gerente de marcas adultas de
    Coca Cola de Argentina. “Productos como Quatro Pomelo daban cuenta de
    esas necesidades a través de atributos propios como la
    presencia de jugo natural y menores contenidos de gas y
    azúcar.”

    Coca Cola Light brilló con luz propia entre los productos
    que empujaron la demanda de gaseosas sin azúcar en la
    Argentina: según los datos que maneja la empresa, su
    performance durante los tres últimos años la instala
    como líder del segmento, con una participación de 41%
    que ya le permite, a su vez, captar 2,7% de share en el mercado total
    de gaseosas.

    Cómo se reparte la torta (en millones de
    pesos)

    El ocaso de un clásico

    La soda en sifones fue, históricamente, el producto
    líder en el mercado argentino de las bebidas sin alcohol.
    “Pero en los últimos 15 años empezó a perder
    terreno, debido a que le surgieron muchos competidores de peso. Las
    gaseosas y el agua mineral comenzaron a ser fuertes sustitutos de la
    soda en la mesa familiar. Sin embargo, el factor determinante que
    explica la disminución en el consumo de soda es la
    caída del vino de mesa, con el cual formaban un matrimonio
    perfecto”, explica Héctor Pérez, presidente del
    Instituto Verificador de Elaboración de Soda en Sifones
    (Ivess), una asociación civil que fija normas técnicas
    y de calidad de producción, a las que adhieren fabricantes de
    soda de todo el país.

    Los nuevos hábitos de los consumidores llevaron a que, aun
    siendo la bebida sin alcohol más consumida en el país,
    con 3.500 millones de litros anuales, y la segunda en
    facturación ($ 1.500 millones) la soda en sifones sea la
    única que muestra un franco retroceso. “Entre 1981 y 1982 el
    consumo per cápita llegó a 180 litros anuales. Hoy
    apenas roza los 90 litros”, lamenta Pérez.

    Las señas de identidad del sector son la atomización
    de la oferta (se estima que hay más de 2.200 fabricantes en
    todo el país), su estructura predominantemente familiar y el
    reparto domiciliario. En opinión de Pérez, “la
    atomización permite que el mercado de la soda en sifones
    subsista, porque es difícil de desplazar. Y el sistema de
    venta puerta a puerta le garantiza, en cierta medida, contar con
    clientes cautivos”.

    Aun así, desde hace unos años comienza a percibirse
    una tendencia a la concentración, y los productores buscan
    participar de otros negocios &endash;como los del agua en
    botellones&endash; para compensar en parte la retracción de
    ventas de la soda. “Va a ser difícil que sobrevivan todos”,
    admite Pérez, “porque éste también termina
    siendo un negocio de escala. Algunos productores ya han sido
    absorbidos por otros, y el proceso seguirá
    acentuándose”.

    Las proyecciones que manejan en Ivess indican que “el consumo de
    la soda en sifones seguirá cayendo. Pero estamos buscando
    alternativas. Pronto lanzaremos la soda Ivess en botellas, para
    llegar a las góndolas de los supermercados, un canal en el que
    hasta ahora no teníamos presencia. Y estamos en el
    período de prueba de una soda Ivess Premium, fluorada, que
    contará con el auspicio de la Asociación
    Odontológica Argentina. La diversificación le va a
    otorgar a los productores una nueva oportunidad para seguir siendo
    competitivos”.

     

    Para todos los gustos

    El segmento de los jugos &endash;desde los puros hasta los
    concentrados, pasando por los premium refrigerados y los polvos para
    preparar bebidas con sabor frutal&endash; fue el más notable
    en términos de crecimiento. En 1991, la producción
    llegaba a 542 millones de litros; el año pasado, el sector
    logró casi triplicar ese volumen, con 1.442 millones de
    litros. Y las ventas treparon de $ 406 millones en 1995 a $ 558
    millones en 1997.

    El consumo per cápita mostró un comportamiento
    similar: creció de los 16,6 litros anuales que se registraban
    siete años atrás a 42,1 litros en 1997.

    “Los consumidores comenzaron a inclinarse hacia productos
    más naturales y saludables”, explica Alejandro Bonfanti,
    gerente del área de negocios de jugos de Peñaflor, que
    suma a Cepita y Cipoletti en su disputa por ocupar el primer lugar
    entre los puros. “Cepita es líder en el segmento de los jugos
    puros listos para beber: captamos una participación de 25%”,
    afirma.

    La variante más sofisticada en la categoría
    está en los refrigerados. “Por ahora sólo suman 10% del
    total de los jugos listos para beber. Pero vienen creciendo,
    impulsados por Tropicana &endash;un jugo importado desde Brasil que
    logró posicionarse bien en el segmento de los consumidores
    ABC1&endash; y Pindapoy, de Molinos, que lidera en ventas luego de
    haber diversificado su línea lanzando seis sabores distintos.
    Fuimos los últimos en sumarnos a este segmento, con Cepita
    Premium naranja”, señala Bonfanti.

     

    Paradojas

    A pesar de que el crecimiento de los jugos se asentó sobre
    una demanda orientada a la búsqueda de bebidas naturales, en
    el mercado argentino se da una paradoja: la categoría
    líder tanto en volumen &endash;37,5% del total&endash; como en
    facturación &endash;41,9% de las ventas&endash; es la de los
    polvos para preparar bebidas con sabores frutales.

    En ese terreno, la división Alimentos Especiales de Philip
    Morris está a la vanguardia: con sus marcas Tang y Clight,
    concentra 80% de la oferta. “En el caso de los jugos en polvo, los
    consumidores privilegian el precio y la practicidad”, explica
    Bonfanti. “Para las amas de casa resulta muy sencillo comprar varios
    sobres, almacenarlos en su casa y administrar su consumo.”

    El fuerte liderazgo que ostenta Philip Morris y las ventas que
    logran los polvos &endash;sumaron más de $ 220 millones
    durante el año pasado&endash; representan una tentación
    para el resto de los competidores: “El sector es muy bueno en cuanto
    a desarrollo y rentabilidad, y esas señales resultan
    interesantes para muchos de los jugadores que todavía
    participan tibiamente dentro de la categoría”, explica Eduardo
    Fernández Lasnier, gerente comercial de Peñaflor.

     

    De la botica a las góndolas

    El de las aguas minerales y mineralizadas es un caso particular
    dentro del mercado de las bebidas sin alcohol. Hasta principios de la
    década sus ventas eran poco significativas; hoy redondean un
    negocio de 600 millones de litros anuales, que se traducen en una
    facturación cercana a $ 300 millones. Aquí intervienen
    pesos pesados como el grupo Cartellone, la bodega Peñaflor
    &endash;asociada al grupo Danone&endash;, Quilmes, Coca Cola de
    Argentina y Baesa.

    “El consumo de agua mineral tuvo su despegue a principios de los
    ´90. Los brotes de cólera, la toma de conciencia
    pública con respecto a la calidad del agua y el aumento del
    poder adquisitivo llevaron a que muchos consumidores reemplazaran el
    agua de la canilla por las aguas minerales o mineralizadas. Hasta
    entonces, la única marca con presencia en el mercado era
    Villavicencio. Pero era un producto que se vendía en las
    farmacias, recetado por los médicos. Nosotros la transformamos
    en masiva”, se enorgullece Héctor Igot, gerente general
    comercial de Alimentos y Bebidas Cartellone, el grupo que cinco
    años atrás quedó a cargo de la empresa (antigua
    propiedad del Grupo Grecco).

    La verdadera irrupción de las aguas minerales naturales en
    las góndolas de los supermercados se concretó entre
    1992 y 1993: “Peñaflor aprovechó el impasse de
    Villavicencio y lanzó un producto con nombre parecido
    &endash;Villa del Sur&endash;, que le permitió posicionarse en
    el segmento de las aguas minerales naturales. Al mismo tiempo, Baesa
    desarrolló Glaciar, un agua mineralizada artificialmente,
    aprovechando que debía purificar aguas para la
    fabricación de gaseosas. Le pusieron una etiqueta oscura,
    desarrollaron acciones de marketing y, con un buen comercial, se
    lanzaron a ganar mercado”, relata Igot.

    El desembarco de los grandes se completó con la llegada de
    Quilmes y Coca Cola, que aprovecharon su estructura de
    distribución para sumar agua a su oferta de productos.

    Con Eco de los Andes, Quilmes sacó partido de la red de
    distribuidores que tenía a lo ancho del país. Algo
    parecido sucedió con Coca Cola: con su agua gasificada Kim,
    pelea fuerte en el interior, montada en una estrategia que prioriza
    la variable precio y le permite disputarle mercado a la soda.

    Actualmente, Villavicencio y Villa del Sur se disputan el
    liderazgo palmo a palmo. Igot afirma que “el share de Villavicencio
    se sitúa entre 27 y 30%, en tanto que Villa del Sur capta 26%.
    El resto se reparte entre Eco de los Andes &endash;8%&endash;,
    Glaciar &endash;6%&endash; y productores regionales, como
    Saldán en Córdoba”.

    A pesar del crecimiento de los últimos años, el
    mercado de las aguas minerales y mineralizadas todavía no
    parece haber tocado su techo: “El consumo per cápita se
    elevó de los 7,2 litros en 1991 a los 16 litros actuales. Pero
    hay margen para seguir creciendo: todos trabajamos fuerte &endash;con
    publicidad y extensiones de líneas&endash; para lograr que las
    marcas cuenten con atributos de modernidad que nos permitan sumar
    nuevos consumidores, especialmente en el segmento de los más
    jóvenes”, pronostica Igot.

    Mario Benechi

     

    San Isidro Refrescos

    Marcas propias y ajenas

    A fines de 1996 Rafael Guida, presidente y dueño de San
    Isidro Refrescos (Sirsa), era un ex embotellador de Coca Cola. La
    política de concentración de proveedores del gigante de
    las gaseosas lo había llevado a vender su contrato de
    concesión a la mexicana Femsa en US$ 60 millones.

    Pero Guida aún conservaba la planta, una dotación de
    200 operarios y un conocimiento profundo del mercado. También
    sabía que en América latina 30% del mercado de las
    gaseosas estaba en manos de productores independientes, mientras que
    en la Argentina esa participación apenas rozaba 4%.

    Guida ideó una estrategia que se asentó sobre tres
    ejes de negocio: adquirió las licencias internacionales para
    producir RC Cola, Upper 10, Seagram´s Ginger Ale y Sunkist,
    penetró los dos segmentos inferiores del mercado
    &endash;integrados por fuertes consumidores de jugos&endash; con las
    marcas Haarlem y Sao y se convirtió en el proveedor de las
    gaseosas de marcas propias de las cadenas de supermercados Wal-Mart y
    Norte.

    En menos de un año, esa estrategia le había
    permitido controlar 8% del mercado de Capital Federal y Gran Buenos
    Aires. Jugando desde afuera, Sirsa factura más de $ 5 millones
    cada mes, y espera llegar a cerrar su ejercicio de 1999 con ventas
    por US$ 100 millones.

     

    El valor de las hierbas

    El segmento de los aperitivos amargos elaborados con hierbas fue
    otro de los favorecidos por los nuevos hábitos de consumo.
    “Son bebidas que producen bienestar por su componente natural, y que
    ganaron presencia en el mercado hogareño sustituyendo en gran
    medida al vino de mesa”, señala Juan José Tomaghelli,
    gerente comercial de Sava Gancia, la empresa que, de la mano de las
    marcas Terma, Cambá, Monferrato y Tacconi, lidera el mercado
    total con una participación de algo más de 90%.

    Sin embargo, a la hora de enumerar las razones que llevaron a que
    el segmento de los amargos duplicara su volumen de producción
    entre 1992 y el año pasado, hasta alcanzar los 80 millones de
    litros &endash;que generan alrededor de $ 110 millones en
    ventas&endash;, Tomaghelli afirma que “gran parte de esa
    expansión se origina en las apuestas que hizo Sava en este
    negocio. Cuando adquirimos la marca Terma, en el ´85, el mercado era
    muy pequeño y giraba en torno al sabor serrano. Con el
    desarrollo del cuyano, el primer amargo claro, logramos multiplicar
    esa torta por dos”.

    Pero una de las características que define el consumo de
    los amargos es su alta estacionalidad. La empresa trata de quebrar
    esa tendencia desarrollando actividades promocionales con su marca
    Terma &endash;la líder absoluta del mercado, que reúne
    66% de las ventas&endash; a lo largo de todo el año. Esas
    acciones demandaron, en 1997, una inversión cercana a los $ 9
    millones.

    Sava Gancia también apunta a las extensiones de
    líneas &endash;al serrano y al cuyano se sumaron el litoral,
    los frutales de limón y pomelo y el light&endash; con las que
    aspira a crear nuevas situaciones de consumo. “Los amargos requieren
    una operación de mezcla. Puros tienen casi la gracia de una
    bebida alcohólica. Combinados con agua gasificada, ofrecen el
    valor refrescante de una gaseosa o un jugo”, dice Juan José
    Parajuá, gerente de Marketing de Sava.

    Esa ductilidad es la que los lleva a definir a sus consumidores
    con un perfil distinto al de hace una década. “Los nuevos
    sabores, los cambios en el packaging, el agregado de los frutales nos
    permitieron acercarnos no sólo a los hombres de 35 años
    &endash;el corazón histórico de nuestros
    consumidores&endash; sino a sus esposas, y hasta a sus hijos.”