Mientras el mundo entero permanece atento a la crisis financieraasiática, Europa enfrenta una crisis todavía másprofunda en varios sentidos. Sus bancos no quiebran y sus divisas nose han derrumbado. Pero después de tantos años y detantas promesas, ¿por qué no ha logrado el motor de laintegración económica, monetaria y política deEuropa resolver el problema del desempleo masivo? ¿Porqué los jóvenes inmigrantes desocupados destruyen lascalles de Estrasburgo? ¿Por qué los minerosespañoles construyen barricadas en los yacimientos decarbón de Asturias? ¿Por qué la tasa de desempleoeuropea duplica a la de Estados Unidos y es muy superior a la deJapón, sobre cuya recesión económica escuchamoshablar tanto?
La crisis asiática es de corto plazo y superficial, entanto que la lenta crisis europea es de largo plazo y estructural.Asia ha hecho una pausa en la ruta hacia el futuro. Europa lucha poraferrarse al pasado.
Las divisas asiáticas pueden haberse derrumbado de la nochea la mañana, pero sus fábricas no han desaparecido. Suspueblos no han perdido de repente su capacidad y su ética detrabajo. Una crisis financiera por terrible que sea puede, al menosen la teoría, corregirse en unos años. No sucede lomismo con una crisis estructural.
Una mala estrategia exitosa
Las dificultades de Europa no se deben a que sus trabajadores seanharaganes o a que se les pague demasiado, como sostienen confrecuencia algunos economistas y pensadores del mundo de losnegocios. Tampoco puede culparse al obsoleto sistema de bienestarsocial.
Europa atraviesa hoy grandes dificultades porque sus empresarios ysus dirigentes políticos han tenido éxito con una malaestrategia.
El actual movimiento en pos de la unidad europea tuvo fundamentospolíticos en los años 50, cuando líderes comoJean Monnet y Robert Schuman procuraban evitar futuras guerrasincorporando a Alemania a un sistema económicamente integrado.En esa época, también estaban apurados por reconstruiruna Europa devastada por la guerra, una economía industrial.
Pero en el medio siglo transcurrido desde entonces, unaeconomía de la Tercera Ola que nació en Silicon Valley,California mucho más avanzada y basada sobre el conocimiento,se ha diseminado por todo el planeta.
Japón, al aplicar los más modernos métodos decomputación a la manufactura, logró ser inmensamenterico y comenzó a invertir en las vecinas economíasasiáticas. En 30 años Singapur dejó de ser unaapática ciudad portuaria para convertirse en un centro mundialde la informática y las comunicaciones. En apenas 15años, Malasia pasó de exportar caucho y estaño aser uno de los principales productores mundiales de chips.También China se ha apoderado con avidez, en losúltimos años, de la alta tecnología.
Los europeos han hecho exactamente lo opuesto. Durantedécadas subsidiaron a la agricultura con políticasproteccionistas. Aún hoy siguen gastando US$ 45.000 millonespor año casi la mitad de todo el presupuesto de laUnión Europea para apoyar a los productores de tabaco oaceitunas. En cambio, la ciencia y la tecnología avanzada nohan recibido más que unos centavos.
Con excepción de la alemana SAP, Europa no tiene unacompañía de software comparable a Oracle, ni quéhablar de Microsoft. Tampoco tiene un fabricante de chips de laenvergadura de Intel. Ni un fabricante de computadoras capaz decompetir con IBM, Fujitsu, Compaq o Dell.
Sí cuenta con algunas pequeñas empresas avanzadas enbiotecnología. Fue una compañía escocesa la queclonó a Dolly. Tiene tecnología de logística deprimer nivel en compañías como Royal Ned Lloyds, deHolanda, y Bilspedition, de Suecia. Pero está muy lejos deEstados Unidos, que ha invertido capital de riesgo en los nuevossectores de la economía de la Tercera Ola.
Metas obsoletas
Los estrategas europeos hablan de un mercado potencial de 350millones de personas, como si la escala bastara para hacer de Europaun continente globalmente competitivo. La escala fue una gran ventajaen la era industrial, pero importa cada vez menos en la nuevaeconomía.
Mientras las empresas más competitivas del mundo achatansus jerarquías burocráticas, lo que ha hecho Europa estomar un conjunto de burocracias nacionales y colocar encima de ellasotro nivel burocrático más.
La iniciativa de la moneda única europea lleva, por otraparte, a disminuir drásticamente la capacidad deadaptación de los diferentes países, con sus distintosniveles de desarrollo económico, sus diferentes ritmos decambio, sus culturas y necesidades propias.
Mientras las economías avanzadas estimulan la diversidad,los funcionarios de Bruselas están fervorosamenteempeñados en tratar de eliminar las diferencias locales através de un proceso al que denominan armonización: elachatamiento y la estandarización de todo, desde laeducación hasta el queso y la cerveza.
Estas críticas no representan un apoyo a losultranacionalistas, racistas y fascistas que levantan su voz contrala integración europea. La mejor manera de luchar contra estasfuerzas es adoptar para el continente una estrategia de la TerceraOla, descentralizada y orientada al futuro.
