Fuga de cerebros e inmigración

    En febrero de este año los empresarios de Silicon Valley,

    California, se dirigieron a Washington para solicitarle al Congreso

    que les permitiera contratar más ingenieros y programadores

    extranjeros. En Estados Unidos la industria de la computación

    está creciendo a tal velocidad que hay 340.000 puestos de

    trabajo vacantes, y las universidades norteamericanas sólo

    ofrecen alrededor de 130.000 nuevos profesionales en sistemas cada

    año.

    Los empresarios advirtieron que, si no pueden traer al país

    más de 65.000 extranjeros especialmente calificados por

    año &endash;límite máximo que establece la

    ley&endash; mediante una visa de carácter temporario, se

    verán obligados a cubrir esos puestos de trabajo fuera de

    Estados Unidos. En síntesis, esta poderosa industria &endash;a

    la que los funcionarios norteamericanos llaman la nueva

    economía&endash; corre el riesgo de perder su liderazgo

    competitivo si no cuenta con la ayuda de cerebros importados.

    Si tenemos en cuenta que la inmigración es un tema

    conflictivo &endash;de California a Francia y de Alemania a

    Australia&endash;, la difícil situación por la que

    atraviesa Silicon Valley da una pauta de lo que podemos esperar de

    las políticas inmigratorias mundiales durante el siglo XXI.

    La famosa estatua de la Libertad en el puerto de Nueva York tiene

    una placa que lleva impresa la siguiente frase: “Bienvenidas las

    masas cansadas, pobres y confundidas que deseen respirar el aire de

    la libertad”. Faltaría agregar: “Y nosotros conseguiremos mano

    de obra barata”. Cuando se erigió esa estatua, en la

    década de 1880, Estados Unidos estaba en pleno proceso de

    industrialización, y una fuerza laboral económica,

    intercambiable y basada en la fuerza de los músculos generaba

    ganancias y ayudaba a los exportadores a competir con los europeos.

    Así surgieron las políticas que hicieron de Estados

    Unidos una sociedad multiétnica y políglota.

    Hoy la mayoría de los países están

    endureciendo los requisitos inmigratorios, bajo el impulso de los

    políticos populistas y nacionalistas, con el frecuente

    respaldo de los sindicatos y del pueblo trabajador escasamente

    calificado que teme perder su empleo. Al igual que en tiempos

    pasados, los que se oponen a la inmigración esgrimen

    argumentos culturales, raciales, étnicos y religiosos, entre

    muchos otros, para justificar su postura contraria al ingreso de

    extranjeros.

    La experiencia de Silicon Valley sugiere que la oposición

    ciega a la inmigración extranjera puede terminar siendo un

    juego sin sentido.

     

    Instrumento de precisión

    Sin embargo, a medida que los países avanzan más

    allá de la etapa de la producción masiva que no

    requiere mayores habilidades e ingresan en la Tercera Ola &endash;la

    de las economías basadas en el conocimiento&endash; la

    inmigración masiva es cada vez menos ventajosa. Lo que

    habremos de ver será una creciente desmasificación de

    la inmigración. Del mismo modo que el marketing, los equipos

    bélicos y la medicina se caracterizan hoy por tener una

    orientación mucho más precisa, la política

    inmigratoria pasará a tener también una

    “orientación más precisa”. Las nuevas leyes que

    regirán en el mundo apuntarán no a las masas o grupos

    de personas sino a individuos que cuenten con el alto nivel de

    especialización que necesitan las industrias clave.

    Dado que los requisitos de capacitación de la

    economía de la Tercera Ola cambian rápidamente,

    será cada vez mayor la inmigración de carácter

    temporario y menor la permanente. Los países competirán

    por los cerebros talentosos que recorren el mundo. Estamos ingresando

    a la era de la política de la fuga de cerebros.

    La diversidad cultural y étnica, entre otras formas de

    diversidad &endash;unida a la educación, las habilidades y el

    impulso emprendedor&endash;, será la clave para la

    innovación y el éxito económico. Los gigantes

    que construyeron Silicon Valley ya saben de qué se trata.

    En la actualidad 23% de la fuerza laboral de Silicon Valley

    está integrada por inmigrantes, entre los que se encuentran

    entre 60.000 y 70.000 ingenieros provenientes de otros países.

    Lo que es más, entre los 100 empresarios y gerentes más

    ricos de la industria de la computación norteamericana por lo

    menos 14 son inmigrantes. Vinieron de China, Taiwán, India,

    Italia, Grecia, Alemania, Sudáfrica, Francia, Inglaterra y

    Australia.

    Algunos llegaron para incorporarse a empresas ya existentes; otros

    fundaron las propias. Andy Grove, el CEO de Intel, era un refugiado

    húngaro sin un peso en el bolsillo. Charles Wang, nacido en

    Shanghai, era cajero de un almacén, y hoy tiene una fortuna

    estimada en US$ 1.200 millones. Wang tuvo que utilizar en un comienzo

    su propia tarjeta de crédito para que su empresa pudiera

    funcionar. Sanjiv Sadhu, de la India, fundó i2 en su propio

    departamento. George Perlegos, de origen griego, creó Atmel,

    la empresa fabricante de chips, con sólo US$ 30.000. Sin duda

    alguna, el porcentaje de hijos de inmigrantes que motorizaron esta

    industria y llegaron a la cima es todavía mayor.

     

    El aporte asiático

    Los asiáticos y los norteamericanos de origen

    asiático desempeñaron un papel especialmente destacado,

    aunque muy poco reconocido, en el despegue de la que hoy es para

    muchos la industria más importante del mundo:

    &endash; An Wang, de IBM, fue pionero de la industria de las

    computadoras mainframe.

    &endash; Bill Mow desarrolló la herramienta necesaria para

    medir la velocidad de los chips que funcionan a una mil

    millonésima de segundo.

    &endash; Kazuhiko Nishi, nacido en Japón, y el

    norteamericano de origen japonés Scott Oki ayudaron a Bill

    Gates a poner a Microsoft en el centro del escenario.

    &endash; David S. Lee inventó las primeras impresoras de

    rueda de margarita y fundó la Qume Corporation.

    &endash; Y cientos, o incluso miles, de otros seres humanos menos

    visibles y menos ricos brindaron su talento en los comienzos de esta

    industria.

    Los sorprendentes logros tecnológicos y comerciales que

    salieron de Silicon Valley durante los últimos 30 años

    han sido motorizados, en síntesis, por una fuerza laboral

    brillante y sumamente diversa, integrada por cerebros que emigraron

    de países menos tolerantes con la innovación, el

    emprendimiento empresarial y la individualidad. Entonces, no

    debería sorprendernos que los líderes de Silicon Valley

    estén presionando para obtener una legislación

    inmigratoria más flexible.

    Nos guste o no, ésta es una lección que

    deberían aprender las demás comunidades y países

    que busquen un lugar en las economías de la Tercera Ola,

    basadas en el conocimiento. Las puertas del mañana se

    están cerrando de un portazo para quienes no tengan un buen

    nivel educativo y carezcan de habilidades específicas;

    sólo se abrirán de par en par para los individuos con

    motivaciones y aptitudes apropiadas.