Canales al rojo vivo

    “¿Cómo termina este proceso de concentración?
    ¿Cómo va a ser la estructura comercial de la Argentina,
    donde las empresas antes se vanagloriaban de tener 13.000 cuentas y
    hoy, cuando miran las 2.000 que les quedan, se maravillan de que sean
    tantas, porque 80% del negocio lo hacen con 300? ¿Cómo
    creen ustedes que va a ser la estructura de canales de
    distribución de acá a dos, tres o cuatro años?”

    La pregunta, planteada por el consultor Ernesto Bianco,
    abrió el juego en torno de una mesa que reunió a
    algunos de los principales protagonistas de una problemática
    que conmueve hoy al mercado local, en especial al de productos de
    distribución masiva.

    Para Fernando Lobos, director de Ventas de Clorox Argentina, “el
    viejo esquema de distribución, en el que la falta de
    estabilidad se comía cualquier ineficiencia, tiende a
    desaparecer. Y más allá de los temas de las grandes
    superficies, quedan todavía incógnitas sobre
    cómo vamos a hacer para venderles a las personas que
    están en Jujuy o en un pueblo de la provincia de Buenos Aires.
    Creo que la única certeza es que este proceso de cambio va a
    ir cada vez más rápido y que todavía hay algunos
    factores de incertidumbre”.

    Como imponía la lógica, Oscar Oillataguerre, gerente
    nacional de Ventas de Agrocom, una de las grandes distribuidoras
    locales, salió a defender su posición: “Nosotros,
    seguramente influidos por nuestra función, somos firmes
    defensores de los brokers, o de la categoría que se
    responsabiliza por la comercialización de los productos, y
    creemos que hay tres etapas: producción, venta y
    distribución. Por otra parte, y siguiendo con el razonamiento
    de Lobos, dentro de la Argentina hay varios países; un
    señor de Jujuy no tiene nada que ver con uno de
    Neuquén. Por el clima, los ancestros, la idiosincrasia, no
    tienen los mismos hábitos de consumo. Por eso, partiendo de la
    globalización, hay que encarar un marketing regionalizado, con
    la estructura de ventas necesaria y la velocidad que exigen los
    acontecimientos. Eso para afrontar los tiempos que se vienen, que son
    complicados, y para poder sentarse en una mesa de negociación
    ante la fortaleza de algunas cuentas de supermercados que en este
    momento lo están haciendo todo muy difícil”.

    En este punto, Armando Mauri, gerente nacional de Ventas a
    Supermercados y Mayoristas de Comestibles de Arcor, agregó
    que, “con la estabilidad, los procesos se hacen más
    rápidos, y a eso se suma el ingreso de cadenas del exterior
    que, con su know how, superan etapas que ya vivieron en otros
    países; vienen con sus libretos escritos y los aplican con
    mayor o menor éxito”. En cuanto a la concentración,
    estimó que se va a incrementar con dos particularidades: “Una,
    la de tomar posiciones con respecto al mercado en general, y la otra,
    que me deja una cantidad de dudas, es que esto no sea ordenado y bien
    pensado. Ya tenemos zonas en Capital y Gran Buenos Aires donde
    empieza a haber saturación de super e hipermercados, por lo
    cual las nuevas bocas no necesariamente están representando
    una salida exitosa para esas cadenas y aun para los proveedores”.
    También señaló que, con respecto al interior del
    país, “se van a incrementar las adquisiciones de lo que ya
    existe por parte de esas cadenas, tratando de adaptarlo a su propio
    esquema. El otro factor importante es que 40% de la población
    no está en grandes ciudades, y allí es donde
    todavía, y por mucho tiempo, las empresas proveedoras tenemos
    la tremenda responsabilidad del servicio de distribución.
    Probablemente cada uno de esos distintos caminos tenga un resultado
    diferente”.

    Pedro Lelkes, director comercial de McCain Argentina,
    completó el panorama general con su visión
    específica: “Si uno mira hacia atrás, hace 20
    años 10% del volumen iba a través de los supermercados,
    y hoy va 90%. O sea que el cambio prácticamente ya está
    hecho. En el caso de los congelados, donde tengo algo de experiencia,
    100 bocas hacen 80% del volumen, y dentro de ellas hay alrededor de
    cinco cuentas. La cadena de frío tiene un costo tremendo y
    exige ser muy eficiente; se requiere que, por ejemplo, un
    camión de los que se utiliza para este transporte vaya con
    varios productos a la vez, no con un solo rubro, porque si no
    tendría tres cuartos o medio camión vacío. De
    todas maneras, en la figura 80/20, aquel 20% restante, si bien no
    es prioritario, nadie lo quiere perder”.

     

    Los costos de la transformación

    Bianco introdujo un tema sensible: “Si ustedes dicen mi costo de
    operar es tanto por ciento de mi facturación, mirado hacia
    dentro de tres, cuatro o cinco años, ¿cómo
    continúa esa tendencia?”.

    Lobos recogió el guante y reconoció que el costo es
    una de las variables clave, señalando que “un factor
    importante es la tecnología; cuando uno hablaba de estructuras
    de ventas de cientos de personas no existían ni las laptops,
    ni los modems, ni las formas de análisis de información
    que tenemos hoy. En la estabilidad, los costos determinan que uno sea
    o no competitivo, y creo que una de las claves en esto es,
    precisamente, la tecnología”.

    Para Mauri, “hoy surge la figura del menor costo posible y no del
    menor costo. En este esquema de estabilidad donde los márgenes
    tienden a reducirse, el tema costos adquiere una gran importancia
    pero, coincido, hay que utilizar la tecnología. Es decir,
    cuál es la manera más económica de llegar, que
    no es siempre la más barata. Porque hay que cuantificar una
    serie de elementos que a lo mejor en el pasado no se tenían en
    cuenta. El quiebre de stock por una falta parcial del centro de
    distribución hoy puede tener una gravedad enorme, porque el
    consumidor que está en un supermercado, salvo determinadas
    categorías, no posterga su decisión de compra,
    sencillamente cambia de producto. Y si el tema es que un producto no
    está porque falló el servicio de distribución,
    ese costo -cuantificado o ponderado- crece enormemente por la
    oportunidad desperdiciada. Con el agravante de que, por ineficiencia,
    le podemos estar dando al consumidor la posibilidad de que opte por
    otra marca y que ésta le brinde algún tipo de
    satisfacción que haga que se olvide de la nuestra”.

    “Entonces, lo que estamos diciendo”, irrumpió Lelkes, “es
    que la prioridad número uno no es el costo, sino el servicio.
    Y, como gente de marketing, tenemos que tener cuidado en ordenar
    correctamente las prioridades”.

    Para Oillataguerre “se pasa a dar prioridad al punto de venta
    sobre el de compra. Cuando yo entré a Agrocom, había 84
    vendedores minoristas; hoy contamos con una fuerza de 115
    repositores. La compra ya se puede manejar con la tecnología,
    con una negociación anual y después un sistema con
    modem, una laptop, se enchufa de punta a punta y está
    solucionado el problema. Pero hay que destacar el punto, hoy todas
    las empresas tienen un mayor costo y un mejor servicio”.

    “¿Y los distribuidores o mayoristas?”, se preguntó
    Bianco; “¿cómo ven ustedes la supervivencia de estos
    actores?”.

    Según Lobos, “también se van a tener que adaptar a
    los cambios; la situación que están viviendo es casi
    sangrienta, porque de la cantidad que había a nivel nacional
    han quedado muy pocos. Sin embargo, creo que para la función
    mayorista todavía queda mucho por hacer. Hay quienes se
    están manejando muy bien, haciendo capacitación para
    sus vendedores pero también para sus minoristas. Hay gente que
    ha reunido 7.000 personas en el interior del país, les han
    pagado el pasaje, los han llevado para capacitarlos. Porque de lo que
    se trata es de que ese minorista siga vivo. Hay buenos mayoristas,
    pero la actualidad no los ayuda demasiado: el proceso que
    están sufriendo es que se les mueren los clientes, y en ese
    caso se trata de variables que no pueden manejar”.

     

    El arte y la ciencia

    Bianco arrojó otro tema crucial sobre la mesa: “Yo tuve la
    oportunidad de viajar para estudiar la situación en Europa, y
    allá se da una migración de la gente de marketing hacia
    la operación comercial y hay una suerte de erosión de
    las funciones porque aparece primero la negociación global,
    después por país, después regional,
    después por boca, lo que implica una organización
    totalmente diferente. ¿Cómo visualizan ustedes una
    organización de la operación comercial? (Prefiero
    llamarla así, porque ventas es circunscribirla a vender y
    cobrar, y hoy entran en juego otras cuestiones, como la
    logística)”.

    “Hay un cambio en la forma de relacionarnos con los clientes”,
    apuntó Lobos; “esto que se llamaba la venta, que es mitad
    ciencia y mitad arte, en la Argentina era puramente arte. Creo que
    ahora, a partir de la tecnología y de la capacitación,
    le estamos poniendo la parte de ciencia a este trabajo de vender. En
    cuanto a la procedencia de la gente, no es ni de marketing ni de
    ventas sino de ambas áreas, y quizá de otras como la
    financiera, que se avengan a construir estos equipos de habilidades
    distintas, de análisis, manejo de tecnología,
    pensamiento estratégico, más gestión, más
    orientación al servicio”.

    “Voy a ser un recalcitrante y viejo defensor de ventas con una
    frase que no es mía”, terció Mauri; “déjenme
    vivir de fantasías para no morirme de realidades. Hay
    productos que si no se les pone fantasía no hay manera de
    venderlos; el arte solo no sirve, pero la ciencia privilegiada
    también es peligrosa porque es pura lógica. Y en muchos
    casos ni el marketing ni las ventas son demasiado lógicos
    porque apuntan a un consumidor sensitivo, a una serie de cosas muy
    difíciles de meter en una laptop; algo tiene que haber de
    arte. En cuanto a hacia qué modelo vamos, creo que mientras el
    país tenga ciertas características regionales hay
    funciones más tecnificadas, más modernizadas, con
    mayores elementos de los cuales los principales responsables somos
    las empresas, sus ejecutivos. Debemos capacitar a nuestra gente para
    los cambios que van ocurriendo, pero no me atrevo a decir que hay un
    único modelo, que nuestra comercialización no lo va a
    tener en los próximos años”.

    Para Oillataguerre “un hombre de ventas es la cara visible de la
    empresa y tiene que estar apoyado por esa organización y
    conformar un equipo de trabajo. No solamente va a vender sino que va
    a presentar un producto, se hace cargo de la logística, de la
    exhibición, tiene que saber quiénes son sus
    competidores, cuáles son sus posibilidades, cuáles las
    futuras promociones, qué hace la competencia dentro de ese
    local, y después, recién después de saber todo
    esto, tiene que ir a la oficina de compras. Si no se maneja de esa
    manera, no tiene oportunidad alguna de hacer algo positivo para su
    organización”.

    Mauri coincidió con este planteo, pero sostuvo que “el
    trade, aparte de manejarlo el hombre de ventas, lo tiene que conocer
    todo el mundo dentro de la compañía para que
    después no le pongamos a ese hombre productos que no
    funcionan, categorías que no son bien recibidas,
    tamaños que no entran en una góndola”.

    A Lelkes la pregunta lo hizo pensar “qué cambió para
    que nosotros tengamos que cambiar. Hay una cosa que seguro no
    cambió: el consumidor sigue siendo lucrable. Tener claro eso
    era antes una función de marketing, pero hoy todo el mundo
    dentro de la organización -desde producción, finanzas y
    las demás áreas- tiene que tener muy presente que ese
    servicio va a ir a un consumidor que es el rey. Lo que sí
    está cambiando es lo referido a la concentración, a la
    tecnología y hasta un aspecto de la relación humana que
    hace que tengamos que ser muy cuidadosos, y tiene que ver con el
    sentimiento de servicio. Antes existían planteos del tipo yo
    te vendo, después arregláte; hoy sería
    imposible pensar una táctica de esa naturaleza”. En este
    punto, Bianco introdujo el interrogante acerca de quién es el
    que negocia dentro de este proceso de cambios, ¿el ejecutivo de
    cuentas -el account manager-, el gerente general de la empresa? Para
    Lelkes, “la necesidad de dar más servicio impone la de mayor
    autoridad y poder de decisión que debe tener la persona que lo
    brinda; yo visualizo una línea mucho más chata, menos
    piramidal en la organización, que el key account pueda
    negociar y tenga el sí o el no final”. Lobos, por su parte,
    aportó una mirada global: “Cuando se habla de
    concentración y uno piensa que quizás en tres o cuatro
    años haya cinco clientes que, cada uno, haga 10% de nuestro
    volumen de ventas, ya ni siquiera es una negociación para el
    director; es una decisión de la compañía”.

     

    La hora de la verdad

    Después de tanto andar, se llegó finalmente a la
    pregunta caliente: frente a ese enorme poder que hoy tienen las
    cadenas, ¿qué estrategia se plantean quienes tienen que
    preservar los elementos centrales de sus productos, la marca, el
    precio?

    “Hay un concepto”, dijo Lelkes, “que sigue siendo fundamental:
    ninguna marca es fuerte si no lo es con el consumidor”. Cuando se le
    recordó su frase de que el consumidor es el rey y se le
    planteó que ese rey hoy parece tener un regente muy poderoso,
    retrucó: “Es un rey infiel, pero sigue siendo el rey”.

    Lobos expuso el pensamiento de su empresa en este tema: “Nosotros
    no nos peleamos con los clientes, tratamos de hacer negocios que sean
    beneficiosos para ambas partes. No hay dudas de que la
    concentración genera posiciones de negociación y de
    demandas diferentes. Creemos que hay algunas prácticas, como
    pueden ser los precios por debajo de los costos, algunos esquemas no
    reglamentados que terminan distorsionando el mercado y a la larga
    generan deterioros para todos, los consumidores y las
    compañías. De ahí que nos parezcan
    válidas las iniciativas que se están tratando de llevar
    adelante para normar algunas prácticas comerciales. Con
    respecto a cómo se componen los conflictos que se suscitan en
    la comercialización, diría que no hay un reglamento
    establecido de ´ante una decisión A, va una decisión
    B. Conceptualmente nosotros apoyamos a nuestras marcas, apostamos a
    tener marcas número uno y dos en todas las categorías y
    tratamos de trabajar todo lo posible con los clientes para que ellos
    tengan productos de buena rotación, buena visibilidad. Claro
    que se dan puntos de disenso con algunos clientes muy importantes,
    cuando ellos creen que pueden tener derecho a manejar todos los
    aspectos de la organización; ahí, obviamente, no
    coincidimos. Hay clientes que piensan que uno tiene que ser el
    policía del mercado, cosa que nosotros no somos ni queremos
    ser”.

    Para Oillataguerre, “por nuestras características, ya que
    somos un broker comercial y logístico, tenemos posibilidades
    distintas de las del resto. En la medida en que, tomando muchas
    categorías, uno es importante y tiene además una buena
    relación con las cadenas, se establece una estrategia global
    que favorece a todas las distribuidoras. La fortaleza no es la misma
    si vamos solos, de a uno en fila india, porque así nos matan
    fácilmente. Creo que la única forma de enfrentar la
    concentración es oponiendo concentración del otro lado
    del mostrador, y ésa es nuestra estrategia, pero siempre en
    una buena relación con el trade. Reafirmo lo que dijo Lobos:
    no estamos en el mercado para ser policías, estamos para hacer
    negocios”.

    “Me contaban, días atrás”, señaló
    Lelkes, “que Carrefour en Francia, en muchas categorías,
    está trabajando con dos marcas, las demás quedan
    afuera, y de ahí en más, marca propia. Así que
    hay que arrimar al menos al número dos, porque si no, la
    posibilidad de quedar afuera es muy grande. Y otro tema es el
    servicio, que hoy aquí es un concepto nuevo que se va
    generando en todo. Eso hay que incorporarlo dentro de nuestra
    estrategia, es un costo y tenemos que pagarlo”.

    ¿Y no formará parte también de la estrategia
    una intensificación en el objetivo de ganar más
    espacio, no ya en la góndola, en la superficie, sino en la
    cabeza del consumidor? “Sin ninguna duda”, afirmó Mauri, “pero
    no hay que olvidarse de que quien privilegie la distribución
    desestimando la marca cuenta con tan pocas posibilidades de tener
    éxito como el que del otro lado plantee que lo que vale es la
    marca sin importar a través de quién llegue. Porque la
    decisión la toma el consumidor, y ya estamos viendo ejemplos
    de marcas triunfadoras en determinados países que no funcionan
    tan bien en otros, y lo mismo ocurre regionalmente dentro del
    país; así es como hay cadenas sumamente exitosas en
    alguna región y no tanto en otras. Además, con las
    marcas propias hay resultados de diverso tipo en el mundo”.

    Lelkes desnudó la cuestión crudamente: “Yo sé
    qué es lo que nos mueve a nosotros: ganar plata.
    ¿Qué es lo que mueve a los supermercados? Ganar plata.
    Entonces, la realidad es que el supermercado pone su propia marca
    porque cree que va a ganar más plata. Si la marca A o B no le
    deja suficiente margen para alquilarnos la góndola, siempre va
    a buscar una alternativa: o nos va a exprimir hasta sacar su
    rentabilidad, o dice: ´Esto es mío, esta superficie la
    pagué yo´; entonces tiene la opción de fabricar su
    propia marca y aprovechar lo que nosotros desarrollamos a
    través del tiempo, sea detergente, hojitas de afeitar o papas
    fritas, y va a decir: ´Tomo mi rentabilidad por un lado porque soy
    dueño delproducto y encima me llevo la parte de la
    distribución´”.

    La última reflexión, más abarcadora,
    surgió de Lobos: “Es interesante cuando se empiezan a analizar
    todas estas posibilidades: qué se va a hacer con respecto a
    las marcas propias, los hard discount, los clientes que no valoran
    las marcas. Creo que se entra en un terreno que escapa a decisiones
    de ventas y hasta de áreas comerciales. Quizá tiene que
    ver más con cuáles son las estrategias o las
    áreas en las que la compañía va a competir. El
    que se ve como un industrial posiblemente entre en una cantidad de
    áreas, como puede ser la marca propia, cosa que se está
    viendo hoy en la Argentina. El que se ve como empresa que
    comercializa marcas y beneficios racionales en sus marcas,
    tenderá a alinearse con otros canales comerciales. Creo que,
    de alguna manera, como dicen los norteamericanos, no hay un saco que
    le calce a todo el mundo. Y tiene que ver no sólo con
    decisiones estratégicas, sino con una definición global
    de negocio”.

    Verónica Rímuli

     

     

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