Hay razones para ser optimistas con este año. La
reactivación, más fuerte que lo que se esperaba,
continuará durante 1997. No importa que 1996 haya terminado
dominado por una degradante polémica entre los que
están en el gobierno y los que lo han abandonado. Sentir
“vergüenza de haber sido ministro en este país”
ha pasado a la categoría de frase inolvidable.
Lo comprobable es que, a pesar del peligro potencial que significan
el alto desempleo y la creciente desigualdad en el ingreso, hay
algunos factores económicos (positivos algunos, no tanto
otros) que están aquí para acompañar a los
argentinos por largo tiempo.
Cambios estructurales. Los últimos años han
significado una transformación drástica en la
mentalidad empresarial. No solamente se percibe una mayor
productividad en las actividades agrícolo-ganaderas y en la
industria. Lo más notorio es que la idea dominante entre los
empresarios apunta a alcanzar mejores cotas de competitividad como
condición básica para sobrevivir.
Desde 1992 muchos de los agentes económicos tuvieron la
certeza de que el proceso que se iniciaba era de largo plazo, y
actuaron en consecuencia. Actividades como la minería y la
forestación adquirieron inédita relevancia. La
constante búsqueda de más alta productividad es el
ejercicio que casi todos practican ahora.
Oferta sostenida de capital externo. Sin reparar en lo que
acontece en el contexto global, en la situación de los
mercados financieros internacionales, sería imposible explicar
el buen resultado del programa de convertibilidad.
Durante estos años se ha mantenido constante un alto flujo de
fondos externos a la búsqueda de obtener buena rentabilidad,
ganar mercados y ocupar nuevos espacios geográficos. No se
trata solamente de capitales golondrina como muchos de los que se
alejaron rápidamente con el efecto tequila a finales de 1994.
Hay un crecimiento interesante de la inversión extranjera
directa que se afinca en el país, y también del
financiamiento de bienes de capital, que es otra modalidad positiva
de esa inversión.
Los recursos disponibles en los centros financieros siguen siendo
importantes y continúan detectando nuevas oportunidades de
negocios.
Crecimiento no basado en el consumo. En relación con
el ejercicio que acaba de finalizar, durante 1997 las inversiones
—se estima— crecerán en 10%, las exportaciones en 7%
y el consumo quizás en 4,3%.
La inversión y no el consumo (como en el caso 1992-94)
será el principal componente del crecimiento. La
estimación oficial de crecimiento del PBI para 1997 es de 5%.
Sin embargo, si las tasas internacionales se mantienen en el nivel
actual, es probable que se logre 5,5%. La mejor estimación
para 1996 es de 3,7%, con importante impacto inercial sobre este
nuevo año. Todo indica que la reactivación fue
más fuerte que lo esperado.
Déficit estructural permanente. A pesar de todas las
medidas de control del gasto público puestas en vigencia y de
todo el arsenal de la DGI para mejorar la recaudación
impositiva, el déficit fiscal para 1997 será igual al
de 1996. Lo que significa que habrá que salir a buscar US$
6.000 millones de financiamiento adicional para enfrentar
exclusivamente el nuevo déficit.
Debido a la conjunción de varios factores, este déficit
es imposible de bajar. ¿Por qué?
En primer lugar, porque aumenta la tasa de interés que se le
cobra a un país como la Argentina (nada que ver con el famoso
“riesgo país”). La actual tasa de mercado es,
obviamente, más alta que la “involuntaria” o
“compulsiva” de hace pocos años, cuando el
país no hacía frente a los compromisos de la deuda
externa. Vale la pena citar un ejemplo: en 1994 se pagaban anualmente
US$ 3.000 millones de intereses, mientras que en 1997 se
pagarán casi US$ 6.000 millones (y solamente 20% de este total
se explica por aumento en el volumen total de la deuda).
En segundo lugar, hay menos ingreso genuino. Es difícil
reducir el déficit porque:
- la reforma previsional que creó el sistema de AFJP
restó aportes personales al sistema público; - hubo una importante reducción en los porcentajes de
aportes patronales; y - aunque poco mencionadas, existen ahora nuevas modalidades de
contratación laboral, lo que tiene directa
vinculación con la menor recaudación por aportes. Se
estima que 12% de la fuerza de trabajo industrial tiene un
régimen distinto con menor aporte laboral.
Entonces, la conjunción de mayor interés sobre la
deuda y de menor ingreso tornan imposible bajar el déficit. La
comprobación es que hay reactivación y sin embargo no
baja el déficit.
Para finales de 1997
Este es un año electoral y el gobierno no necesita
complicaciones adicionales. Pero en el trimestre inmediato a las
elecciones de renovación parlamentaria, cualquiera sea su
resultado, el FMI pondrá esta situación sobre la mesa y
demandará:
- generalización del IVA a todas las actividades hoy
exentas; - reformas importantes en la percepción del impuesto a
las ganancias; y - modificación en el sistema de coparticipación de
impuestos entre el gobierno nacional y las provincias. Con el
actual sistema, de todo lo que se recauda, 60% corresponde a las
provincias y 40% al Estado nacional. Lo cierto es que el 60% de
las provincias se gasta inexorablemente sin posibilidad de ahorro.
Lo que el FMI pretenderá es transferir la responsabilidad
de recaudación a las propias provincias.
De modo que el Estado nacional tiene dos opciones: o aumenta la
recaudación mediante nuevos impuestos legislados o se
acostumbra a vivir con menos. La convertibilidad, entre tantos
efectos, hizo desaparecer el famoso “impuesto
inflacionario” derivado de la emisión monetaria, que en
1990 significó 7% del PBI.
