De mayoristas a regionales

    A mediados de 1995, en plena ebullición del tequila, la
    mayoría de los analistas financieros predecía el fin de
    la era de los bancos mayoristas, que con el plan de estabilidad
    habían alcanzado un notable nivel de negocios, especialmente
    en operaciones de intermediación financiera y con
    títulos públicos y acciones.

    La mayoría de este tipo de entidades se financiaba a
    través de depósitos de corto y mediano plazo obtenidos
    en el mercado local (grandes inversores, empresas,
    compañías de seguros y AFJP) y en el exterior. En el
    caso de estos últimos contaban con la ventaja del importante
    diferencial de tasas vigente durante los primeros tramos de la
    Convertibilidad.

    Al producirse el efecto tequila, los inversores locales y externos
    adoptaron una actitud tradicional en estos casos: privilegiaron la
    seguridad, por encima de la rentabilidad. En consecuencia, optaron
    por retirar los fondos en forma masiva, lo que a su vez
    provocó la crisis de las entidades que habían basado su
    evolución pura en este tipo de operaciones.

    Este comportamiento de los inversores se hizo mucho más
    evidente después de que el Banco Central decidió
    liquidar el Extrader, uno de los bancos mayoristas más
    conocidos del mercado.

    Como para operar en la intermediación de títulos y de
    acciones muchas de estas entidades mantenían carteras propias;
    el derrumbe de las cotizaciones acentuó aún más
    sus pérdidas. Para atender los requerimientos de los
    inversores debían proceder a efectuar nuevas ventas. Es
    así que en poco menos de cuatro meses (entre diciembre de 1994
    y mayo de 1995) la cotización de los principales
    títulos de la deuda pública externa declinó en
    más de 45%.

    A ello hay que agregar el hecho de que los bancos mayoristas
    venían soportando las consecuencias de una fuerte caída
    de los spreads con los que operaban, debido a la agresiva competencia
    de los grandes bancos nacionales y extranjeros.

    También se dio el caso de instituciones (Medefin y, en menor
    medida, UNB) que encararon negocios de largo plazo, al margen de la
    actividad bancaria. Medefin había adquirido importantes
    participaciones accionarias del complejo turístico Las
    Leñas y de la empresa frutícola Pindapoy. Como las
    compras fueron concretadas mediante financiación de corto
    plazo, encontraron serias dificultades a la hora de tener que
    devolver los depósitos.

    Otras entidades habían sobredimensionado sus estructuras. Al
    operar con elevados costos fijos, se vieron obligadas a generar
    constantemente nuevos negocios, asumiendo riesgos de créditos
    y de financiamiento cada vez mayores.

     

    Raíces profundas

    Para otros analistas, sin embargo, la crisis de la banca mayorista
    comenzó a gestarse muchos meses antes del efecto tequila: en
    febrero de 1994, cuando se inició el proceso de suba de las
    tasas de interés en Estados Unidos. Precisamente en ese
    período la cotización de los bonos de la deuda externa
    de Argentina y de Brasil se encontraba en los más altos
    niveles históricos, como consecuencia de la elevada liquidez
    que caracterizaba el mercado financiero internacional.

    En esa época existía en la plaza local un mercado no
    institucionalizado de futuros de títulos, en el que los bancos
    mayoristas realizaban operaciones a 30 días con grandes
    inversores locales.

    Dada la caída que registraron las cotizaciones de los
    títulos en febrero de 1994, los inversores que habían
    comprado a futuro soportaron grandes pérdidas. Para no verse
    obligados a realizarlas, pidieron una suerte de revancha a los
    bancos, en la creencia de que en marzo el mercado iba a
    reaccionar.

    Los bancos mayoristas aceptaron el reto, pero al no producirse la
    esperada recuperación de las cotizaciones, siguieron renovando
    esas operaciones de futuro, para lo cual adquirían
    títulos en el mercado financiero (que todavía
    seguía líquido) a través de Repos (repurchase
    agreements), con lo cual aumentaban cada vez más su
    endeudamiento.

    Este proceso continuó con algunas variantes hasta diciembre.
    Al producirse el efecto tequila, los bancos internacionales cortaron
    el flujo de nuevos préstamos, lo que aceleró la crisis
    de la banca mayorista, que en razón de su elevado
    endeudamiento no estaba en condiciones de atender la
    cancelación de los préstamos y simultáneamente
    el retiro masivo de los depósitos.

    Esta fue la razón principal que culminó con el retiro
    del sistema del Extrader, que hasta ese momento se había
    caracterizado por liderar este tipo de negocios.

    A todo esto hay que agregar que el mercado local era muy
    pequeño y soportó las consecuencias de una
    globalización muy acelerada, para la que las entidades no
    estaban preparadas. Había una evidente disparidad de fuerzas
    entre los brokers locales, que operaban prácticamente a
    ciegas, y los del exterior, que tenían un conocimiento
    más profundo de las variables en juego y ejercían el
    control de la demanda.

     

    Cuestión de identidad

    Diversos analistas consultados por MERCADO opinan que en la
    Argentina se interpretó mal el concepto de banca mayorista.
    Algunos eran bancos que en la práctica actuaban solamente como
    casas de trading. Otros eran sólo parcialmente mayoristas;
    actuaban en el segmento de las grandes empresas, pero carecían
    de una cobertura completa de servicios, requisito indispensable para
    competir en el nuevo mercado.

    Además, todos los que operaban como mayoristas en el mercado
    local se caracterizaban por carecer de una sólida base de
    fondeo.

    También hay observadores que atribuyen parte de la crisis de
    la banca mayorista al hecho de que en la Argentina nadie se
    ocupó de desarrollar seriamente el mercado de capitales. En
    este aspecto, los reproches se dirigen tanto a la Comisión
    Nacional de Valores como a los propios bancos.

    Estos críticos sostienen que a partir de 1991 estaban dadas
    todas las condiciones para implantar sistemas exitosos, como el de
    España o el de Chile, que podían ser perfectamente
    adaptados al ámbito local, pero, por falta de decisión
    política, sólo se aplicaron medidas cosméticas o
    que abarcaban sólo aspectos parciales.

    Recién ahora, agregan, se están analizando proyectos
    serios, al amparo de la presión que ejercen los inversores
    institucionales, tanto del país como del exterior, y por
    imperio de las necesidades de financiamiento del propio gobierno.

    También se destaca el hecho de que, debido a la
    convertibilidad, el pase de una moneda a otra en la Argentina
    prácticamente no tiene costo, lo que facilitó
    enormemente el cambio de posiciones hacia las monedas más
    fuertes. A esto se agrega que la casi totalidad de la
    colocación de las obligaciones negociables y commercial papers
    emitidos por los bancos mayoristas estaba bastante concentrada; la
    mayoría había sido absorbida por pocos inversores muy
    experimentados, los primeros en salir cuando comenzaron a
    vislumbrarse los efectos de la crisis.

    Puesto que los bancos no estaban en condiciones de regular la
    cotización secundaria de esos títulos, demostraron su
    notoria falta de liquidez, lo que acentuó la desconfianza de
    los inversores sobre su evolución futura.

    Según este enfoque, el tequila sólo precipitó la
    caída de las entidades que ya soportaban los efectos de una
    crisis de solvencia. “Ningún banco desapareció por
    falta de liquidez, sino por serias fallas en su estructura
    patrimonial”, diagnostican algunos analistas.

    Uno de los casos más evidentes fue el del Extrader.
    Según versiones que circularon en su momento, la filial off
    shore en Uruguay soportaba un déficit patrimonial cercano a
    US$ 200 millones.

     

    Los sobrevivientes

    Por este cúmulo de razones, fueron varias las entidades que
    quedaron en el camino, ya sea por la decisión del Banco
    Central de retirarles la autorización para operar, o por la
    política oficial de impulsar su liquidación ordenada o
    propiciar la fusión con otras entidades.

    Las que estuvieron en condiciones de sobrellevar el cimbronazo se
    reestructuraron con el apoyo del Fondo Fiduciario, con la
    obtención de nuevas líneas de crédito
    (principalmente del exterior) y con el aporte de capitales frescos
    por parte de sus principales accionistas. La meta fue, en todos los
    casos, reforzar el patrimonio y compensar el desequilibrio provocado
    por el retiro de fondos de los inversores.

    Superada la crisis, muchas de estas entidades comprendieron que,
    restringidas a la actividad mayorista, no iban a estar en condiciones
    de hacer frente a la creciente y agresiva competencia de los grandes
    bancos, tanto nacionales como extranjeros.

    La reacción de los bancos mayoristas no se hizo esperar.
    Rápidamente modificaron sus estrategias y se lanzaron a la
    compra de los bancos provinciales en proceso de
    privatización.

    Por lo tanto, de ser solamente bancos mayoristas (de segundo piso)
    pasaron a controlar bancos provinciales que realizan todas las
    actividades de banca minorista, además de contar con el
    virtual monopolio del manejo de los fondos de los respectivos
    gobiernos provinciales.

    En algunos casos, el cambio de estrategia no involucró la
    modificación de su status. Esto significa que, a sus
    actividades de banca mayorista en la Capital Federal, les sumaron el
    retail en el interior, con lo cual apuntaron a lograr una adecuada
    complementación de sus negocios sin estar tan expuestos a los
    riesgos de actuar solamente en un solo segmento del mercado.

    Otros, en cambio, decidieron fusionarse con los bancos provinciales,
    generando una nueva clase de entidades, cuyos principales ingresos,
    en algunos casos, provienen de sus negocios minoristas. La actividad
    mayorista tiende, así, a desaparecer o a ser complementaria
    del retail. Otros dieron un giro de 180 grados y dejaron de realizar
    sus operaciones tradicionales para incursionar solamente en el
    segmento minorista.

     

    Experiencias comunes

    Prácticamente todos los bancos mayoristas nacionales
    optaron por participar en el negocio de la banca provincial. Entre
    ellos se destacan el Comafi, Exprinter, Florencia, Macro, Mildesa,
    Piano, República y Velox.

    A esta nómina se suma un banco cooperativo, el Patricios, que
    también decidió ampliar su ámbito de negocios,
    incorporando el control de los ex bancos provinciales de Chaco y
    Formosa. En diciembre circularon insistentes versiones de que la
    entidad estaría, además, en negociaciones para
    fusionarse con el grupo suizo español Socimer, que hace poco
    se hizo cargo también del Medefin-UNB, dos ex bancos
    mayoristas que se fusionaron para estar en mejores condiciones de
    capear el temporal.

    Las perspectivas de expansión del Banco Florencia, que
    compró el de la provincia de Santiago del Estero, son,
    según su vicepresidente, José Raúl Palacio,
    sumamente auspiciosas. Mediante un aporte de capital de $ 7 millones,
    el banco incorporó a su estructura 22 sucursales en la
    provincia y una en la Capital Federal. Al momento de la trasferencia
    (el 2 de septiembre pasado) el banco provincial sumaba
    depósitos del sector privado por sólo $ 16 millones,
    pero le otorgaba al Florencia el control por diez años del
    pago del sueldo a los 55.000 jubilados y los 35.000 empleados
    públicos provinciales. En total, más de 90.000
    personas. Si a ellos se suman los respectivos núcleos
    familiares, se elevan a más de 200.000 los clientes a los que
    el banco estará en condiciones de prestar servicios.
    Prácticamente la tercera parte de la población
    provincial.

    Según Palacio, la fusión con el Banco de Santiago del
    Estero permitirá lograr economías en la faz
    administrativa y operativa. De esa forma, el Florencia pasará
    a la categoría de banco universal, con dos líneas
    comerciales complementarias, en las que mantendrá todas las
    operaciones de banca mayorista.

    Las previsiones de Palacio apuntan a que en un plazo de tres o cuatro
    años los depósitos del sector privado del banco en el
    ámbito de la provincia se elevarán a más de $ 80
    millones (cinco veces el nivel de comienzos de septiembre), a los que
    se sumarían los $ 150 millones del pasivo financiero
    (depósitos y obligaciones negociables) del sector mayorista. A
    estas cifras habrá que sumar los depósitos oficiales de
    la provincia.

     

    Vidas paralelas

    El caso del Comafi es distinto. El 15 de julio se hizo cargo del
    Banco de la Provincia de Tucumán, que para entonces
    disponía de depósitos por $ 60 millones, la mitad de
    los cuales pertenecían a inversores privados.

    Guillermo A. Cerviño, presidente del Comafi, sostiene que la
    compra del banco provincial constituye un negocio totalmente
    separado. Ambas entidades, agrega, tendrán estrategias y
    gestiones independientes.

    El Comafi, explica, es un jugador de nichos, cuyas actividades no se
    superponen con las del Banco de Tucumán, que cuenta con 21
    sucursales y atiende el pago de los sueldos de 55.000 empleados
    públicos y 45.000 jubilados. A ellos se agregan otros 50.000
    potenciales clientes que pagan sus impuestos en el banco. A
    través de un proceso de cross-selling “intentaremos que
    progresivamente estas personas abonen también en la entidad
    las facturas de otros servicios públicos y accedan a otro tipo
    de prestaciones (tarjetas de crédito, seguros y
    préstamos)”, afirma Cerviño.

    Esta campaña se emprenderá con todos aquellos clientes
    que acrediten ingresos mensuales superiores a $ 500. Esta
    categoría, según Cerviño, abarca a más de
    la mitad de quienes perciben alguna clase de retribución a
    través del banco provincial.

    Los $ 60 millones en depósitos que registraba el Banco de
    Tucumán en el momento de la transferencia representan poco
    más de 10% de la totalidad de los depósitos captados en
    la provincia ($ 500 millones). La meta es llevar esa
    participación a 25% en los próximos dos años. Si
    se cumplen estos pronósticos, a fines de 1998 o comienzos de
    1999 los depósitos del Banco de Tucumán deberían
    ubicarse muy cerca de $ 150 millones, que duplicarían con
    holgura los niveles actuales, computando para ello el crecimiento
    normal de los depósitos totales dentro del sistema.

    El Comafi, por su parte, continuará con su línea actual
    de negocios, que en el último ejercicio le dejaron ingresos
    por $ 17 millones con una rentabilidad de $ 3,3 millones neta de
    impuestos.

    Cerviño aclara que el efecto tequila no afectó
    patrimonialmente a la entidad. “Siempre mantuvimos una cartera
    de créditos muy sana, complementada con una política
    financiera muy conservadora. Esto nos permitió estar entre los
    escasos bancos que durante la crisis hicieron frente a la totalidad
    de sus compromisos sin necesidad de requerir apoyo financiero del
    Central.”

    Esto le permitió, además, ubicarse entre los bancos
    capacitados para recibir fondos de las AFJP. La agencia internacional
    Thomson Bank Watch, la calificadora de bancos más importante
    del mundo, le otorgó la categoría 2, en una escala de 1
    a 9, en operaciones de riesgo de corto plazo. Solamente 10 bancos
    locales han sido calificados por esta entidad, y el Comafi es el
    único en la categoría de los mayoristas.

     

    Sinergia sin fusión

    El República tuvo a su cargo una de las negociaciones
    más complejas para hacerse cargo de los dos bancos oficiales
    de Mendoza: el que lleva el nombre de la provincia y el de
    Previsión Social.

    Ello se debe al tamaño económico de la provincia y al
    hecho de que las dos entidades se hallaban en plena actividad, una
    situación distinta de la que exhibía la mayoría
    de las otras privatizaciones, en las que las entidades se encontraban
    cerradas o con traumáticos problemas de liquidez.

    Juan José Ezama, directivo del Banco República,
    sostiene que las actividades que realizan las dos entidades
    provinciales son totalmente independientes de las que efectúa
    el República, debido a que operan en distintos escenarios
    geográficos y con otra definicion de negocios, a lo que se
    agrega que las estructuras accionarias también son diferentes.
    En los bancos provinciales, si bien el República es el socio
    mayoritario, comparte el capital con importantes inversores locales,
    los empleados y el propio gobierno provincial. “Si bien pueden
    existir algunas sinergias”, sostiene Ezama, “no justifican
    la fusión”.

    En cambio, sí se reunirán en una única entidad
    los dos bancos provinciales. El Mendoza canalizó
    principalmente sus actividades hacia las empresas y la
    producción, mientras que el de Previsión Social estuvo
    orientado a financiar el consumo y el comercio.

    Por lo tanto, las operatorias se complementan, aunque en muchas
    localidades del interior de la provincia se superponen las redes de
    sucursales.

    El banco fusionado contará con depósitos por $ 350
    millones, activos por $ 600 millones, 100.000 clientes, un plantel de
    1.200 personas y una participación en el mercado financiero
    provincial estimada entre 25 y 30% (en sus épocas de esplendor
    llegaron a cubrir más de la mitad del mercado).

    Según Ezama, a las mejoras operacionales que
    incorporará y los posteriores avances tecnológicos
    sumará una agresiva política comercial, que “nos
    permitirá elevar los activos a una cifra cercana a $ 2.000
    millones, con participaciones más o menos similares de las
    cuentas oficiales (provincia y municipalidades), de empresas y de
    individuos”.

    El proyecto tiende a concretar un posicionamiento regional en la zona
    de Cuyo, con base en la provincia de Mendoza.

    Con respecto al República, Ezama revela que la entidad se
    encuentra en una etapa de reformulación de su estrategia para
    adecuarse a la creciente competencia del mercado. Pero siempre sobre
    la base de fortalecer sus fuentes básicas de negocios: banca
    profesional, privada y corporativa.

    Para ello encaró un acelerado proceso de cambio
    tecnológico, acompañado por nuevas capacidades
    gerenciales y por la readecuación de productos y servicios,
    destinados fundamentalmente a dotar a la entidad de mayor agilidad y
    de productos adaptados a las necesidades de distintos grupos de
    clientes.

    El balance consolidado del Banco República y de los dos bancos
    provinciales conformará una entidad que se ubicará
    entre los 15 bancos más importantes del país.

     

    Todo cambia

    En el segmento de los que decidieron cesar en sus actividades
    tradicionales se encuentra el Exprinter, que compró el Banco
    de la Provincia de San Luis. A la fecha del traspaso (31 de julio) la
    entidad contaba con 19 sucursales en la provincia y exhibía
    depósitos por $ 35 millones, pertenecientes en su
    mayoría ($ 25 millones) al gobierno provincial. Las cuentas
    privadas alcanzaban a sólo 5.000.

    Según Carlos A. Curi, gerente general de Exprinter, la
    estrategia apunta a elevar la bancarización en la provincia.
    La idea, agrega, es llevar a 25.000 el número de clientes en
    un plazo de tres o cuatro años, lo que significaría que
    el banco por sí solo pasaría a captar 8% de la
    población provincial.

    El Exprinter, por su parte, encaró la ampliación de sus
    actividades mediante la apertura de cuatro nuevas sucursales en las
    provincias de Mendoza y Córdoba y en las ciudades de Rosario y
    Mar del Plata. En las tres primeras plazas Exprinter tenía una
    tradicional presencia a través de las operaciones que
    realizaba como casa de cambio.

    Esto implica que el Banco se dedicará de lleno a las
    actividades de banca tradicional y dejará de realizar las de
    trading, que constituyeron la base principal de sus ingresos. Ahora,
    en este rubro solamente realiza operaciones por cuenta y orden de los
    clientes minoristas.

    La estrategia se complementará con la fusión del
    Exprinter y el banco de San Luis, que, según Curi,
    podría quedar finalizada en el tercer trimestre del año
    próximo.

    La decisión del Exprinter de cesar en las actividades
    tradicionales significará, admite Curia, un giro radical en su
    estrategia comercial y obligará a efectuar importantes
    inversiones en tecnología y en recursos humanos.

     

    Antes del “tequila”

    El Banco Macro es otro de los que decidió privilegiar a las
    actividades minoristas en sus negocios futuros, aunque ésta no
    es una decisión nueva. Ya había comenzado a ser puesta
    en práctica varios años antes, con la apertura de su
    cotización bursátil, en octubre de 1994, cuando los
    directivos anunciaron la decisión estratégica de abrir
    sucursales en Salta, Jujuy y Misiones con miras a impulsar todas las
    actividades relacionadas con el Mercosur.

    Ratificando esa decisión, adquirió los bancos
    provinciales de Misiones y de Salta y las 12 sucursales del Banco de
    Caseros, que anteriormente pertenecían al Banco del Noroeste.
    Esas filiales se hallan ubicadas en las provincias de Jujuy,
    Catamarca, Salta y Tucumán.

    Según comenta su presidente, Jorge H. Britos, el Banco Macro
    fue el primero en hacer punta en la privatización de los
    bancos provinciales, “porque considerarábamos, aún
    antes del efecto tequila, que la banca mayorista, como estaba
    estructurada, no tenía futuro en la Argentina”.

    En la práctica, el Macro siempre actuó como un banco
    mixto. “Captaba dinero como mayorista y lo colocaba como
    minorista, a través de los distintos bancos
    provinciales”, explica Britos.

    En una prinmera etapa, se fusionará con el Banco de Misiones,
    donde controla 93% del capital. La nueva entidad se denominará
    Banco de Misiones, lo que refleja la política de la entidad de
    “privilegiar nuestras actividades de banca minorista”,
    agrega Britos.

    En una fase posterior considerará la fusión de la nueva
    entidad con el Banco de Salta, de la que es socio con 70% del
    capital. El gobierno provincial estudia la posibilidad de vender su
    20% de participación, de modo que, antes de adoptar una
    decisión definitiva, “esperaremos el resultado de la
    licitación”, explica Britos. La intención, sin
    embargo, es que las tres entidades actúen bajo una sola
    estructura jurídica, a la que también se sumarán
    las 12 sucursales pertecientes al ex Banco del Noroeste.

    Las tres entidades (Macro, Misiones y Salta) suman un total
    consolidado de $ 300 millones en depósitos, un patrimonio neto
    de $ 63 millones, préstamos por $ 290 millones y un activo
    total de $ 500 millones. La clientela provincial cautiva
    estará integrada por 200.000 personas.

    Britos señala que la política comercial del banco se
    orientará principalmente a aquellos sectores cuyos ingresos
    mensuales se ubiquen entre $ 500 y $ 3.000, “a los que
    trataremos de proveer de tarjetas de crédito, acceso a cajeros
    automáticos y una línea de préstamos
    equivalentes a dos meses de sueldo. También nos volcaremos a
    impulsar el comercio exterior de las Pymes, donde las perspectivas se
    presentan sumamente interesantes”.

    Según Britos, durante 1997 el Banco estará en
    condiciones de elevar los depósitos totales de las tres
    entidades a $ 500 millones (66% más que el nivel actual). A
    partir de ahí, “creceremos a un ritmo que
    duplicará la media del sistema”.

    Para dentro de tres o cuatro años Britos visualiza a la nueva
    entidad con una importante cobertura territorial en todo el norte del
    país, incluyendo la provincia de Tucumán. En cambio, en
    Córdoba y Santa Fe no tiene prevista una participación
    activa del Banco.

    El potencial de crecimiento de la región es enorme, sostiene.
    “El futuro del país pasa por las provincias, la
    mayoría de las cuales está saliendo aceleradamente de
    la aguda crisis de los últimos años.”

     

    Rumbo al interior

    La privatización de la banca provincial constituirá
    sólo un paso muy importante en la profunda
    transformación que continuará registrando el sistema
    financiero en los próximos años.

    Todavía es muy difícil predecir cuál será
    la estrategia que utilizarán los distintos protagonistas para
    consolidar su posición en el mercado. Pero todo
    indicaría que, en el segmento de la banca provincial, es muy
    probable que se produzca un proceso de fusiones entre los nuevos
    dueños de los bancos recientemente privatizados. Esta
    será la única forma de que puedan estar en condiciones
    de competir con las grandes entidades nacionales y extranjeras, que
    también acentuarán sus aspiraciones de captar mayores
    porciones de mercado (o de nichos) en el interior del país.
    Por lo tanto, dejarán de ser bancos provinciales para pasar a
    la categoría de regionales.

    Sin embargo, para que la nueva banca provincial pueda iniciar un
    proceso de concentración, primero habrá que sortear un
    escollo que en las actuales condiciones aparece como de
    difícil solución: el individualismo que prevalece en el
    segmento.

    Los analistas no descartan que, en una etapa posterior a la
    fusión de la banca provincial privatizada, estas nuevas
    entidades regionales pasen a ser codiciadas por los grandes bancos
    nacionales y, sobre todo, internacionales, que, por esa vía,
    podrían poner un pie en el país con una importante
    porción del mercado financiero.

    Todo este proceso podría darse en un plazo no mayor a cuatro o
    cinco años. De esa forma, la Argentina entraría en el
    año 2000 con un sistema financiero muy consolidado y
    concentrado, en el que la banca extranjera tendría una
    gravitación muy superior a la actual, computando
    únicamente en este cálculo a las entidades en las que
    las corporaciones internacionales dispondrían del control
    accionario absoluto.

    Este proceso probablemente se desarrolle en un contexto en el que los
    bancos internacionales que hoy tienen posiciones minoritarias en los
    capitales accionarios de las entidades locales asuman una
    gravitación creciente a través de la compra de nuevas
    porciones de capital.

    Sin embargo, no todos los analistas concuerdan con la idea de que
    solamente quedarán en el mercado los megaoperadores. Si bien
    consideran que en los próximos años el número de
    entidades en actividad será inferior al actual, no hay
    razones, opinan, “para que no coexistan algunas con patrimonios
    modestos, pero que se caractericen por su especialización en
    determinados sectores del mercado”.

    Esto se dará principalmente en el interior del país,
    donde la banca provincial o la regional lleva ventaja a los grandes
    bancos, que en esas zonas no tienen la misma fluidez operativa.

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