Los inversores que en el pasado optaron por canalizar su capital hacia los fondos comunes suelen guardar un mal recuerdo
de la experiencia. Esto se vincula con el hecho de que los primeros FCI autorizados a operar eran los de renta variable,
obligados a invertir su capital solamente en acciones y en títulos públicos.
Como puede observarse en el cuadro que acompaña esta nota, ninguno de los fondos comunes de renta variable que existían
al 31 de diciembre de 1992 estuvieron en condiciones, hasta el 31 de julio último, de obtener diferencias a su favor en la
cuota.
La mayoría de esas entidades soportaron en esos 31 meses pérdidas que, en promedio, llegaron a 21,7% (con algunos casos
extremos en los que los quebrantos sumaron 50% del valor de la cuota).
Este mal desempeño no reflejó únicamente el errático comportamiento del mercado accionario. También gravitaron otros
factores, como gastos de administración muy elevados, que recién ahora comenzaron a reducirse debido a los
requerimientos de eficiencia que impone la mayor competencia en el mercado.
Desde el 31 de diciembre de 1992 al 31 de julio último, el índice Merval, que refleja la evolución de los precios de las
acciones líderes, subió 7,1% (de 426,33 a 456,99) . Esto demuestra que la cuota de los fondos comunes estuvo muy lejos de
acompañar el comportamiento del mercado accionario.
Un desfasaje entre el índice y las cuotas partes de los fondos comunes se considera razonable, porque el Merval es
solamente un valor teórico y, por lo tanto, carece de gastos. Sin embargo, la diferencia que surge de la comparación aparece
como muy abultada y estaría relacionada con los elevados gastos de administración de algunas entidades, a lo que deben
sumarse los costos de las operaciones, tanto en la compra como en la venta, que raramente bajan de 1% por cada
transacción.
Si se considera que un FCI rota su cartera de tres a cuatro veces por año, se deduce que sólo por este concepto los
costos anuales bordean entre 6 y 8%, sin contar los gastos de administración.
Hay que considerar también el hecho de que, si un inversor desea operar directamente a través de los bancos, debe computar
los gastos de custodia, normalmente relacionados con el valor de la cartera, con un importe que varía de acuerdo con el
criterio aplicado por cada entidad, pero que difícilmente es inferior a $ 5 mensuales ($ 60 anuales), lo que en el caso de una
inversión reducida puede representar 3% o más.
Todavía son pocos los fondos comunes de renta variable que operan con bajos gastos administrativos. Todo indica que en el
futuro serán muchos más, como consecuencia de la necesidad de lograr una mayor penetración en el mercado y atraer a los
inversores profesionales y a los de mediana envergadura. Algunos de los que ya operan con costos reducidos exigen una
inversión mínima de $ 50.000.
Uno de ellos es el 1784 Mega, que tiene un gasto anual de sólo 2%, sin comisión de entrada ni de salida para los que
dejan el dinero por un plazo mínimo de 180 días. Para quienes lo retiran antes se aplica un arancel de salida, según
el plazo de permanencia del capital, pero que nunca excede 2% anual.
El PB Acciones, administrado por el Banco de Galicia, también responde a estas características, igual que el
Columbia Acciones (Banco Crédito Argentino), que no tiene costos de entrada ni de salida. Cobra una comisión
anual total de 4%, que ya incluye la correspondiente a la sociedad depositaria. n
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