¿Qué viene el, el boom o la recesión?

    Para qué inventó Dios a los economistas?, dice la intencionada pregunta. Para dejar bien parados a los que pronostican el

    tiempo, es la oportuna respuesta.

    Sobre la capacidad de predicción o mejor, de equivocarse en la profecía de estos profesionales se han hecho muchas

    bromas, pero el debate que se suscita hoy en la Argentina no deja de sorprender a muchos observadores.

    Según dónde esté parado cada uno, y dónde se ponga el énfasis, se pronostica una vuelta a 1992, con reactivación importante, o una

    recesión más o menos fuerte (aunque seguramente menor a la de abril y mayo).

    No se trata de un simple matiz diferenciador en esta percepción. Son dos caras opuestas de la moneda.

    Para los optimistas, el razonamiento es más o menos así: los inversionistas externos han recuperado la confianza en el país

    después de la reelección presidencial, y el flujo de capitales que se retiró con el efecto tequila volverá gradualmente pero

    comenzando ya mismo. Los bancos recobrarán la normalidad, se podrá prestar y se recuperarán los niveles productivos y de

    consumo de principios de 1994.

    ¿Y por qué ocurrirá todo esto? Porque los inversionistas saben que, con el horizonte despejado, el gobierno hará bien su tarea.

    Realizará todo el ajuste que sea necesario, nivelará la balanza comercial, pero, sobre todo, mantendrá superávit fiscal.

    Los pesimistas creen que ocurrirá lo contrario, aunque el análisis se haga desde el mismo punto de partida, y con los

    mismos elementos. Dicen que los inversionistas quieren equilibrio fiscal y de la balanza comercial. Para que las cuentas

    cierren, habrá que ajustar las clavijas sobre los contribuyentes, creando así el clima propicio para la recesión. Bajará el

    consumo, aumentará la desocupación y será imposible lograr el equilibrio fiscal. Como esa es la señal que aguardan los

    inversionistas extranjeros ver si se logra este equilibrio, los capitales externos no volverán. Lo que naturalmente,

    agravará más el cuadro.

    Estos son los términos del debate, y lo que ocurra en los próximos meses decidirá quién tenía razón en esta instancia.

    Por ahora hay dos inquietudes adicionales. La primera es que hay claros indicios de que durante el segundo trimestre será

    imposible cumplir con las metas fijadas con el FMI.

    La segunda, que siga la buena suerte de la Argentina en la economía mundial. La tendencia a la baja de interés

    internacional da un respiro, y, mientras el Plan Real brasileño continúe sin mayores problemas, las importaciones de

    productos argentinos seguirán aumentando.

    Ajuste del Sistema Financiero

    Despejada la incógnita electoral y fortalecido el poder político de la actual administración, el comportamiento de los

    depositantes refleja una reducción de la incertidumbre y un correlativo renacimiento de la confianza. Aunque este proceso

    fue perceptible en los días previos al comicio, parece haberse acentuado en las semanas posteriores.

    Los depósitos en pesos y en dólares muestran una tendencia ascendente, pero el ritmo no es arrollador. La

    información proveniente del mercado indica que ese retorno de fondos se orienta a las entidades más grandes y que,

    con escasas dudas, se consideran líquidas y solventes.

    En el marco de un comportamiento de este tipo, los problemas con los cuales arribó el sistema bancario al 14 de mayo

    mantienen una completa vigencia:

    * Retiro de fondos por más de 7.000 millones de pesos/dólares.

    * Pisado de depósitos por parte de las entidades con problemas.

    * Demora en la remisión a la DGI de recursos tributarios cobrados por los bancos en dificultades.

    * Dilatado proceso de constitución de los fondos fiduciarios.

    * Insuficiencia del fondo de garantía de los depósitos y discusiones en torno de quiénes deben aportar y la cuantía del

    aporte.

    En este contexto se hicieron evidentes las distintas posiciones acerca de cómo conducir este proceso de reconversión

    del sistema financiero. Por un lado, la del Ministerio de Economía apoyada por las autoridades del Banco Central,

    excepto algunos halcones de su directorio, que procura no acelerar el cierre de aquellos bancos más debilitados. La

    razón de esta estrategia es que se prefiere observar el comportamiento de los depositantes durante un lapso más

    extenso, ya que, si se mantiene la tendencia a la recuperación de fondos y, más aún, si se acentúa, el proceso de

    ajuste del sistema será menos doloroso y requerirá de menores recursos financieros.

    Por el otro, el de las entidades que no enfrentan problemas de significación y que procurarían acelerar el proceso de cierre y

    fusiones de bancos para restablecer más rápido, a su juicio, el nivel de confianza en el sistema. Además, no están

    interesadas en aportar recursos al fondo de garantía de los depósitos cuando la subsistencia de numerosos bancos está en tela

    de juicio.

    Obstáculos al Crecimiento de la Región

    La crisis mexicana y sus repercusiones en la región han llevado a muchos observadores a cuestionar el optimismo

    complaciente ante la oleada de reformas económicas. Una evaluación recién publicada por el Instituto de Estudios

    Latinoamericanos (ILAS)* de la Universidad de Londres contribuye a esta reconsideración, al destacar cinco problemas

    importantes que antes no recibían mucha atención.

    Victor Bulmer-Thomas, autor del estudio y director de ILAS, señala que muchos sólo llevan el análisis hasta la doble

    presunción de que la reforma del Estado conduce a una economía de mercado, y las elecciones a la democracia. Tome

    cualquier informe de instituciones financieras responsables de la transferencia a América latina de miles de millones de

    dólares dice y verá esta doble ecuación expresada con una simplicidad alarmante.

    Bulmer-Thomas cree que el verdadero interrogante es si la región ha removido los obstáculos en los caminos de sus

    naciones integrantes hacia la condición de países desarrollados. A su juicio, existen dudas sobre cinco puntos:

    * A pesar del favorable marco internacional, el crecimiento del PBI real sigue siendo muy bajo. Tras caer a una tasa anual

    de 1% durante los 80, el PBI per cápita está aumentando ahora a una tasa anual de 1,5%: el nivel del PBI per cápita de

    1980 no ha sido recuperado, y la brecha entre los niveles de vida de América latina y de los países desarrollados sigue

    siendo tan amplia como antes.

    * La liberalización no lleva a una expansión basada en exportación. Las exportaciones de ocho países (Argentina, Bolivia,

    Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú y Venezuela) aumentan con más lentitud que su PBI desde 1990. En otros

    cuatro (Colombia, México, Nicaragua y Uruguay), las exportaciones crecen a tasas de menos de 6%, el mínimo para un

    rápido crecimiento del PBI real.

    Esto sólo deja seis países (Brasil, Chile, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador y El Salvador) con un resultado

    satisfactorio en exportaciones, que en algunos casos podría ser temporal.

    * La reforma macroeconómica no ha producido niveles internacionales de inflación. Si se toma como parámetro el promedio

    anual de la Ocde, de menos de 4%, sólo dos países (Argentina y Panamá) lo han alcanzado. Y el gran interrogante es si la

    estabilización persistirá cuando las tasas de cambio real comiencen a depreciarse nuevamente. Posibles sobrevivientes, según el

    estudio: Chile, Colombia y Costa Rica.

    * La reforma microeconómica es incipiente e incoherente. En inversiones, por ejemplo, sólo Chile, con 26,5% del PBI en

    1994, se acerca al nivel del sudeste asiático (30%). Los otros países fluctúan entre 15% y 25%.

    * Las instituciones siguen siendo débiles y no se da prioridad a su fortalecimiento. El derecho de propiedad, por ejemplo,

    no está definido con precisión en ciertas áreas; pocos países tienen servicios civiles eficientes e imparciales; deficiencias

    institucionales impiden la difusión de tecnología; el abuso de información privilegiada sigue siendo un grave problema en

    los mercados de valores, y las instituciones para combatir los abusos del poder monopólico brillan por su ausencia.

    © MERCADO/Latin American Newsletters

    Poder de Compra en Latinoamérica

    Las compañías estadounidenses que tienen intenciones de incursionar en América latina toman muy en cuenta el notable

    poder de compra de los sectores de altos ingresos en la región. Esa fue la principal conclusión del Seminario de

    Planeamiento Estratégico del Mercado Latinoamericano, celebrado recientemente en Miami.

    Según los datos proporcionados a los asistentes, 2,6% de los hogares (los de mayores ingresos) relevados en las 37 áreas

    urbanas de mayor importancia de diez países del área durante el segundo semestre de 1994, concentran 20,6% del gasto

    total. Una cifra que se calcula en US$ 94.800 millones para 1995.

    Estos datos son esenciales para tomar decisiones estratégicas. Así, por ejemplo, el total de hogares en Ciudad de México y

    en San Pablo es aproximadamente igual (en torno de 4,5 millones en cada ciudad), pero el poder de compra del núcleo

    mexicano será este año de US$ 119.700 millones, mientras que el de San Pablo ascenderá a US$ 75.400 millones.

    La investigación realizada por Strategy Research en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Paraguay, Perú,

    Uruguay y Venezuela abarca ocho categorías de productos (alimentos, indumentaria, salud, vivienda, transporte público y

    privado, decoración del hogar, entretenimiento y educación).

    Para muchos de los asistentes, las perspectivas a corto plazo son brillantes. Sin embargo, muchos observadores señalaron

    que, mirando hacia adelante, hay riesgos de inestabilidad o conmoción debido a una muy desigual distribución de la riqueza

    y una alta concentración del poder de compra.

    Aumento de las Ofertas Hostiles

    Todo indica que en Estados Unidos el mercado de los takeovers (compra de una empresa por otra para asumir su control)

    está tornándose agresivo.

    Hasta ahora, las fusiones de esta década del 90 eran más benignas que las de finales de los 80. Se caracterizaban por menos

    ofertas hostiles y menos presión.

    En los últimos meses se advirtieron ciertos cambios. Aunque todavía predominan las llamadas transacciones estratégicas,

    otro estilo de fusión está apareciendo con bastante frecuencia. Cada vez hay más ofertas hostiles (propuestas que se dirigen a

    los accionistas a espaldas de la gerencia): aunque sólo representaron la sexta parte de las operaciones en los tres primeros

    meses de este año, duplicaron las del año pasado.

    En dos de las empresas más grandes de Estados Unidos Chrysler y Chase Manhattan los grandes accionistas

    presionaron en una dirección que podría ser el preludio de una venta (aunque ambos intentos se han diluido).

    Hay varios factores que explican la naturaleza cambiante del mercado. Uno de ellos es que en los últimos meses bajó el

    valor de las acciones de algunas empresas estadounidenses, aunque por lo general las ganancias de la empresa están muy

    altas, el flujo de caja es bueno y el precio del capital comercial sube. Eso ha creado un conjunto de empresas ricas, bien

    dirigidas, con baja valuación en el mercado de valores, todo lo cual las convierte en candidatas ideales para un takeover.

    El bajo precio de las acciones fue el protagonista de las recientes dificultades de Chrysler y del Chase Manhattan. En el caso

    de Chrysler, sus acciones experimentaron una caída de 30% en el valor de mercado durante los primeros meses del año. Eso

    hizo que el accionista más importante, Kirk Kerkorian, propusiera comprar todo y tomar el control de la compañía. Con las

    acciones tan baratas, razonaba él, el dinero de la compañía y el futuro flujo de caja podía usarse para financiar una

    adquisición.

    También el Chase Manhattan, con sus acciones a bajo precio, se vio acosado por un accionista antagónico. Michael Price,

    jefe de Heine Securities, un fondo mutual de inversión, presionó a la compañía para que subiera el precio de las acciones,

    dando a entender que vendería algunos de sus negocios más rentables. Eso, a su vez, aumentó la posibilidad de un takeover

    del banco de Nueva York, aunque, mientras el Chase rechaza cualquier proposición, una oferta hostil parece improbable.

    Las situaciones de Chrysler y del Chase Manhattan también sirven para destacar otro fenómeno que podría cambiar la naturaleza

    del mercado de las adquisiciones: una mayor disposición entre los grandes inversionistas a presionar agresivamente para imponer

    cambios en las empresas.