Domingo Cavallo, alejado, para entonces, de la función pública, ocupaba la tapa de MERCADO en la edición de enero. El motivo era la reciente publicación de su libro Volver a crecer, y en la extensa charla analizaba su experiencia como presidente del Banco Central del gobierno militar y la profunda reforma financiera que impulsó entonces.
“Se me utilizó como símbolo del intervencionismo como si yo fuera una persona que pregona que el gobierno debe intervenir en todo momento. Por el contrario, aquella reforma fue la decisión más liberal que se podía dar para la realidad.”
A poco más de dos años de aquel episodio, proponía una serie de ideas para salir de las “trampas” en las que a su juicio se encontraba la economía argentina. Fundamentalmente, apuntaba a tratar de eliminar lo que denominaba el “sesgo antiexportador” como una manera de aliviar el sacrificio social
del ajuste económico. En tal sentido, sostenía que debía haber una relación más “normal” entre el dólar efectivo de sustitución de importaciones y el que recibía el exportador. “Mientras que el primero está en los 300 pesos, un exportador industrial recibe 170 y uno agropecuario 120.”
A lo largo de la entrevista se pronunciaba también en favor de la flotación del mercado cambiario, de la eliminación del déficit fiscal para derrotar a la inflación y por la reinstalación de las convenciones colectivas de trabajo para fijar los salarios.
En cuanto al equipo económico, enfatizaba que debía recomponer la confianza a partir de que sus predicciones pudieran constatarse con la realidad, y para 1985 vaticinaba: “Será un año de sacrificio, pero en el que si el gobierno define un adecuado replanteo de reglas de juego, puede renacer la esperanza en materia económica”.
LOS MAS INFLUYENTES.
En el mes de mayo, una encuesta exclusiva realizada para la revista por la consultora Mercados y Tendencias echaba luz sobre quiénes mandaban efectivamente en el país. El estudio base de la medición se apoyaba en 200 casos, seleccionados entre quienes -por su cargo o prestigio público- podían considerarse allegados a diversos círculos de poder: empresas extranjeras y nacionales, profesionales independientes y organismos oficiales. En todos los ámbitos se había apuntado a los más altos niveles de decisión o, en el caso de los profesionales, a aquellos con mayor reconocimiento académico.
En el trabajo no se investigaba la popularidad de las instituciones o figuras, sino su grado de influencia o poder político, sin perjuicio de que en algunos supuestos ambos extremos pudieran coincidir.
El estudio revelaba que el entonces presidente Raúl Alfonsín ocupaba el primer puesto, a enorme distancia del resto. Lo seguían el ministro de Economía, Juan Sourrouille, el titular de la cartera del Interior, Antonio Tróccoli, el secretario general de la Presidencia, Germán López, el presidente de la Cámara de Diputados, Juan Carlos Pugliese, y el dirigente sindical Saúl Ubaldini.
A Alfonsín se lo consideraba influyente, sobre todo, por su poder carismático, en tanto se atribuía al ministro Sourrouille una capacidad de manejo general de la economía.
Con respecto a las instituciones más influyentes, se registraba un cierto paralelismo: la Presidencia de la Nación, el Ministerio de Economía, el Congreso Nacional, los sindicatos, con un quinto puesto compartido por la Unión Cívica Radical y el sector de la banca y las finanzas.
