¿Qué reconversión de la industria?

    Si un país tiene déficit en la balanza comercial, ¿es bueno o malo para la economía? A juzgar por las opiniones que se escuchan en la Argentina hay respuestas en blanco y negro. La primera conclusión es que hay una tendencia a simplificar el análisis.Hay dos posiciones encontradas. El gobierno y muchos observadores que coinciden con él aseguran que es un signo positivo. La oposición, pero también analistas y académicos independientes que en lo central respaldan el actual plan económico, piensa que es negativo o, por lo menos, peligroso.Los que están a favor dicen: lo único que importa es la cuenta corriente de la balanza de pagos. Mientras ingresen capitales externos para equilibrarla no hay problema. Además, las importaciones están cambiando el perfil económico del país. Buena parte de lo importado son bienes de capital imprescindibles para modernizar y tecnificar la industria nacional, para recién entonces poderexportar.Los que están en contra sostienen: si se corta el flujo de capitales externos (y ello podría ocurrir si aumentan las tasas de interés en el exterior y si termina la recesión en los países industrializados) habrá que recortar drásticamente las importaciones, y ello llevará obligadamente a una recesión de la economía local. Ningún país puede mantener de forma indefinida un déficit en la balanzacomercial, ni siquiera la primera economía del mundo, como es la de Estados Unidos. Además, no hay país que pueda prosperar sin aumentar las exportaciones. Y las argentinas están estancadas. Veamos los argumentos en detalle. La respuesta invariable del gobierno es que el déficit comercial no debe alarmar. Domingo Cavallo suele recordar que Alemania y Japón registraron los mismos resultados al principio del largo ciclo de prosperidad. Otros prefieren citar los casos de Estados Unidos, Inglaterra, España y México.Lo cierto es que en Inglaterra y en Estados Unidos los ingresos producidos por el sector servicios, tanto los reales como los financieros, compensaron o minimizaron el déficit comercial (en Estados Unidos el déficit comercial del año pasado fue de US$ 100.000 millones, y el superávit de invisibles, de US$ 70.000 millones. Consecuencia: el déficit real fue de US$ 30.000 millones en una economía con un producto bruto de US$ 6 billones).Cuando se analiza el tema en España o México no se puede soslayar el impacto del ingreso producido por el turismo, la famosa industria sin chimeneas.Quedan Alemania y Japón. Sería tendencioso olvidar que se trató de la reconstrucción de dos naciones arrasadas por la guerra y donde hubo fuerte apoyo externo. La lección es que los capitales que ingresaron a esos países no se volcaron de inmediato al consumo o a financiar otro tipo de gasto. Fueron exclusivamente a inversión.La primera posibilidad, la de jugar con una balanza de servicios favorable, es inimaginable en el caso argentino. La otra, la del ingreso de capitales, es válida si continúa la actual coyuntura internacional – escasas oportunidades de inversión en otros mercados y bajas tasas de interés en el sistemafinanciero mundial-. Cada vez que suben las tasas de interés en Estados Unidos, un viento helado recorre los pasillos del Ministerio de Economía.
    QUE ES LO QUE SE IMPORTA.
    Queda para analizar la composición de las importaciones. Otra vez se presenta cierto maniqueísmo: están los que creen que jamás han entrado tantos bienes de capital, y los otros, los que creen que no es tanto, que están mal clasificados y que es abultada la importación de bienes de consumo.Tanto en las cifras de la balanza comercial como en la estructura de las importaciones ha habido información incompleta o contradictoria, lo que se traduce en cierta confusión entre los observadores no especializados. Varios elementos coinciden para lograr ese efecto.En primer lugar, hay una desconfianza justificada hacia los pronósticos oficiales. El año pasado, la versión inicial del equipo económico era que la balanza comercial terminaría en equilibrio. Ante la contundencia de los datos mensuales, primero se admitió un déficit de US$ 1.000 millones y pocassemanas después el mismo ministro de Economía debió aceptar que rondaría los US$ 1.400 millones.A principios de este año se sabía que la cifra real estaría en US$ 2.500 millones. Por último la cifra definitiva fue de US$ 2.870 millones.El proceso parece repetirse. A comienzos de este año se decía que el déficit comercial en doce meses sería la mitad del registrado en 1992, alrededor de US$ 1.500 millones. En las estimaciones del gobierno presentadas al FMI se contemplaba un déficit comercial de US$ 1.770 millones. Cuando se dio a publicidad el Plan Trienal quedó en claro que la estimación oficial era de US$ 2.600 millones durante 1993. Las mismas consultoras económicas que acertaron con las cifras finales de 1992, predicen ahora un déficit del orden de US$ 3.200 millones.Hasta agosto, con ocho meses computados, el déficit comercial es de US$ 1.660 millones (exportaciones de US$ 8.461 millones con importaciones por US$ 10.121 millones). Comparado con igual período del año anterior, el déficit creció 39%. Disminuyó el desequilibrio con Brasil (exportamos por US$ 1.498,8 millones e importamos por US$ 1.860,8 millones), pero aumentó con Estados Unidos (le compramos por US$ 1.992 millones y le vendimos por US$ 682,3 millones).Con el análisis de las cifras del Indec para los seis primeros meses de este año, la composición de las importaciones era la siguiente:- Bienes de capital, US$ 1.615 millones;- Piezas y accesorios para bienes de capital, US$ 1.249,2 millones;- Bienes intermedios, US$ 2.206,1 millones;- Bienes de consumo, US$ 1.496,7 millones;- Vehículos automotores, US$ 367,4 millones;- Combustibles, US$ 128,5 millones;- y el resto, US$ 17,1 millones.Si se suman los dos primeros rubros, representan 40% del total. Los bienes intermedios totalizan 31%; los de consumo, 21%; y los automotores, 5%.
    DIFERENTES METODOLOGIAS.
    Hay otras estimaciones sobre el monto en dólares y en porcentajes que representan los bienes de capital sobre el total importado. Las diferencias dependerán de la metodología utilizada para registrarlos o para agrupar y presentar las distintas categorías.El criterio seguido por la Secretaría de Industria y Comercio Exterior, por el Indec y por el Banco Central es prácticamente uniforme: son bienes de capital las maquinarias y equipos incluidos dentro de 550 partidas arancelarias NCE a seis dígitos, excluyendo las partes, piezas y accesorios de tales productos (aunque en la práctica estos rubros se incluyen dentro del más amplio de bienes de capital).Por tanto, la clasificación oficial comprende:- Bienes de capital,- Piezas y accesorios para bienes de capital,- Bienes intermedios,- Bienes de consumo,- Vehículos automotores, y- Combustibles.La Confederación General de la Industria, CGI, que representa mayoritariamente los intereses de las Pymes, prefiere otro mecanismo de agrupación. Su Informe Económico (septiembre 1993) comprende tres grandes categorías:1) Bienes de capital, y también sus partes y piezas;2) Bienes intermedios y combustibles; y3) Bienes de consumo durable y no durable (incluye automotores).Este mismo trabajo interpreta lo que está ocurriendo con la estructura de las importaciones y analiza la significación de los cambios. Según la CGI, durante la década de los ´80, como promedio, los bienes de capital y sus partes y piezas representaron 17,31% del total importado (40,6% es lo estimado para todo 1993); bienes intermedios y combustibles, 74,84% (32,9% para este año), y bienes de consumo durable y no durable, 7,83% (26,5% en 1993).Para este sector industrial, es positivo el incremento porcentual en bienes de capital, aunque con matices, y es muy elocuente el descenso en bienes intermedios. El ascenso en bienes de consumo tiene que ver con la demanda de productos no disponibles en el país hasta la apertura (electrónicos,electrodomésticos, telefonía, textiles, muebles).Lo que a la CGI no le gusta -y tampoco a otros sectores- es el perfil que va adquiriendo la reconversión industrial. La integración de los dos datos, descenso en la importación de bienes intermedios (materias primas) y ascenso de bienes de capital (especialmente de piezas y partes) revela, a juicio de los autores del informe, que las grandes empresas se están orientando al ensamblemás que a la fabricación integral.Si ésta es la manera adecuada de insertarse en la economía global, es otro tema de discusión que recién comienza.
    UNA VISION DISTINTA.
    Para contar con otro enfoque, técnico, basado en datos, MERCADO encomendó una investigación a una empresa especializada en la eleboración de estudios sobre comercio exterior. Mercados Directos -a través del esfuerzo de su director, Juan Báez- cumplió con el cometido encomendado.El informe especial adoptó como método de trabajo el análisis de 910 partidas arancelarias NCE a seis dígitos, comprendidas en la nomenclatura CUCI (Clasificación Uniforme para el Comercio Internacional) de las Naciones Unidas, que permite comparaciones coherentes con datos de otros países (incluye buena parte de las piezas, partes, accesorios, e incorpora material de transporte). El criterio de inclusión en la categoría de bienes de capital es diferente al utilizado por la Secretaría de Industria, lo que explica las diferencias que se podrán advertir.El desarrollo de la sistematización de datos elaborada por Mercados Directos es el siguiente:* Cuadros 1 y 2: Evolución de las importaciones totales de nuestros principales socios comerciales (y de la Argentina), expresadas en millones de dólares y en porcentaje a partir de índice base 100 para 1950. Fuente: Informe Estadístico de Naciones Unidas y relevamiento en embajadas.* Cuadros 3 y 4: Importaciones de bienes de capital (versión Cuci) para el mismo grupo de países, en valores absolutos e índice base 100. Fuente: igual que en el caso anterior.* Cuadros 5 y 6: Evolución de las importaciones argentinas por grandes grupos en diferentes períodos económicos, en valores absolutos e índice base 100. Fuente: Secretaría de Industria y Comercio.* Cuadros 7 y 8: Importación de bienes de capital completos según clasificación económica, en valores absolutos e índice base 100.* Cuadro 9: La demanda mundial en los años 1990 y 1991, expresada en millones de dólares, que revela mercados potenciales para las exportaciones argentinas.* Cuadro 10: Ranking de los principales importadores argentinos de bienes de capital durante el primer semestre de 1993. Datos que arrojan alguna luz sobre qué sectores industriales están encarando su reconversión, sea por la incorporación de máquinas-herramienta de última tecnología, o por la importación de piezas y partes para ensamblar localmente.Considerada en su totalidad, la investigación de Mercados Directos es comprensiva de los principales aspectos que se debaten en el tema del sector externo argentino. Analiza cuatro décadas de comportamiento de las importaciones totales de la Argentina y de un grupo de países con los cualesmantenemos fuerte vinculación comercial.Luego, sobre el mismo grupo de países -y utilizando la versión CUCI- se examina la evolución de las importaciones. Las cifras correspondientes a la Argentina, por este método, llegan en 1992 a US$ 5.698 millones, muy alejada de los US$ 3.800 millones de la estimación oficial. Una enorme distanciaque se explica por el diferente metro utilizado para medir en ambos casos, pero que inevitablemente dará margen a polémicas y aclaraciones.También en el caso de la Argentina, el trabajo comprueba cómo fue el desarrollo de las importaciones según grandes categorías que registran los bienes de capital (incluyendo piezas y accesorios a partir de 1991), materias primas y bienes intermedios, bienes de consumo (que incorpora automóviles), y combustibles y lubricantes.Un aspecto interesante es el cuadro que registra las principales partidas comprendidas dentro del gran capítulo bienes de capital. En muchos de esos rubros, como no puede ser de otra manera, puede cuestionarse el acierto en la inclusión.Finalmente, el cuadro 9 es especialmente sugerente. Basta observar, en el mercado mundial, la demanda de productos en los que el país tiene amplia experiencia productiva y posibilidades de competir, para colegir dónde se encuentran las perspectivas de crecimiento de las exportaciones argentinas.
    LAS DOS UTOPIAS SON NECESARIAS.
    Una reciente polémica televisiva entre el ministro de Economía, Domingo Cavallo, y un reconocido dirigente opositor, Rodolfo Terragno, puso sobre el tapete los términos en que se está produciendo el debate sobre la balanza comercial.Para el ministro, lo que importa en esta etapa es la significativa importación de bienes de capital, requisito esencial para fabricar productos de calidad con alto valor agregado. Para su interlocutor, lo que cuenta es desarrollar el potencial industrial exportador del país, crear empresas tradings capaces de comerciar con el mundo y de colocar nuestros productos en nuevos mercados.A nuestro entender, ambas visiones son correctas, se complementan y de ningún modo son excluyentes. Las dos utopías pueden convertirse en realidad, y en las dos -y no solamente en una- debe ponerse el énfasis.En el fragor de la discusión, Cavallo deslizó este dato: importación de bienes de capital por US$ 6.800 millones. No quedó claro si se refería a sus expectativas para este año, o para algún momento en el desarrollo del plan trienal en ejecución. En todo caso la cifra lucía abultada.En este contexto se desarrolló la investigación que Mercados Directos, con la experiencia de diez años en este tipo de trabajo, realizó a pedido de la revista MERCADO. Las cifras están a consideración de los lectores, y cada uno está ahora en condiciones de extraer sus propias conclusiones. Desde nuestra perspectiva, queremos profundizar el aporte a la iluminación de esta zona gris de nuestra economía con algunas conclusiones personales.A nuestro juicio, y según surge del cuadro respectivo, las importaciones de bienes de capital efectuadas por la Argentina durante 1992 sumaron US$ 5.700 millones. Este monto es muy superior a los US$ 3.800 millones que se toman como supuesto válido.La explicación de la diferencia es haber recurrido al análisis de más de 900 partidas arancelarias detalladas en la nomenclatura CUCI (Clasificación Uniforme para el Comercio Internacional) adoptado por Naciones Unidas, única metodología que permite una comparación coherente con las cifrasequivalentes de nuestros principales socios comerciales.Se podrá preguntar: ¿por qué, si este criterio resulta más ventajoso para la opinión del ministro, no es el adoptado por el gobierno? Ignoro la respuesta a ese interrogante, que habrá que trasladar a los niveles respectivos. De lo que estoy convencido es de la corrección y oportunidad del sistema CUCI yde la exactitud de las cifras que resultan.Con la misma metodología, el análisis de las cifras del primer semestre de 1993 revela que los bienes de capital incorporados al país totalizan, en ese lapso, US$ 3.500 millones. De modo que la expectativa de Domingo Cavallo podría ser realidad a fin de año.Nadie discute la conveniencia de importar bienes de capital. Es natural: la creación de industrias y de nuevos puestos de trabajo depende de la capacidad para incorporar maquinaria y tecnología para fabricar productos concebidos con el concepto de calidad total. Para acceder y participar de las grandes corrientes del comercio internacional, hay que satisfacer esa exigencia: garantizar calidad.Es el momento adecuado para programar nuestras exportaciones e importaciones. La recesión en el mundo industrializado brinda la oportunidad de adquirir maquinaria y tecnología en mejores condiciones. ¿sí como existe una oferta mundial diversificada, también ocurre lo mismo con la demanda.Existen, entonces, excelentes oportunidades para productos argentinos, y el sistema financiero local -además de atender la necesidad de contar con tasas de interés más bajas- deberá involucrarse activamente en este esfuerzo.Todo proyecto industrial debe contemplar expresamente nuestra inserción en los mercados externos.Una rápida revisión de la demanda en un grupo selecto de países indica que hay, para un puñado de productos argentinos, un mercado potencial de US$ 16.500 millones.Medido en dólares, el consumo de productos preparados en base a carne aumenta en 10% anual. Las economías prósperas concentran la demanda en 88%. Adquirieron por valor de US$ 2.850 millones en 1991, y por US$ 3.100 millones en 1992.Algo muy parecido ocurre con el consumo de caramelos, chicles y confituras. El mundo compra US$ 2.000 millones anuales de estos rubros, y una decena de países concentra 75% de la demanda. Si hablamos de productos preparados para la alimentación infantil en base a harinas, sémola, almidón y féculas, incluyendo cacao, el mercado potencial es de US$ 1.500 millones.Otro excelente mercado en franco crecimiento es el de las pastas, cocidas o rellenas, que contengan huevo. El consumo total es de US$ 1.400 millones, y menos de diez países concentran 80% de esa demanda. Si hablamos de productos elaborados a partir de cuero natural o artificial, el consumo mundial se acerca a US$ 6.000 millones. Apenas 14 países concentran 95% de ese poder de compra.La conquista de nuevos mercados es una tarea fascinante e impostergable.
    * Juan Báez es director de Mercados Directos, una empresa que desde hace más de diez años brinda información actualizada y minuciosa sobre comercio exterior, con un banco de datos que permite responder cualquier consulta puntual.