¿Por qué se recurre al plebiscito?

    No hay nada malo con el plebiscito. No tendría sentido oponerse a una consulta popular no vinculante, en tanto no se pierda de vista que es una figura extraña al ordenamiento jurídico-constitucional de nuestro país. Aun así, siempre será de utilidad conocer qué piensa el electorado sobre materias delicadas.

    La cuestión de fondo es por qué se recurre al plebiscito.

    Y la respuesta es muy simple: el gobierno no cuenta con los dos tercios del total de diputados que integran la Cámara para declarar la necesidad de la reforma, como lo exige el texto constitucional.

    Si se recurre al mecanismo de la consulta es porque, si resulta ganador el sí, como es hoy previsible, se interpretará que éste es un dato que los legisladores no podrán ignorar. En definitiva, se trata de ejercer presión sobre los diputados que están dispuestos a oponerse. El mismo ministro del Interior

    lo ha dicho: de ganar el sí, se entenderá que el electorado ha dado mandato expreso a los legisladores.

    Esta tesis puede tener gravísimas consecuencias institucionales. El mandato del electorado lo recibieron los legisladores en el momento de ser electos. Y ese mandato incluye ocuparse de las materias que jurisdiccionalmente les corresponde, con las atribuciones exclusivas que la Constitución asigna al Congreso. Entre ellas, declarar la necesidad de la reforma.

    Tal como está planteado, el plebiscito no resuelve nada. En las recientes elecciones de renovación legislativa, el gobierno obtuvo un éxito importante, pero no hay que perder de vista que casi 60% de los votos -dispersos en varios partidos- fueron en su contra.

    ¿Por cuánto debería triunfar el sí en el plebiscito para que tenga un peso difícil de ignorar? No alcanzaría con 50, ni 55%. Ni siquiera con 60%, cifra deslizada por el propio presidente. Recién si se llegara a 66% de sufragios favorables (en el caso imposible de que votara 100% del electorado), se igualaría la mayoría calificada que exige la propia Constitución para declarar la necesidad de la

    reforma.

    Además, ¿qué resuelve la consulta en la forma en que se hace la pregunta? No se inquiere sobre el asunto de fondo: si hay acuerdo en modificar la cláusula que prohíbe la reelección presidencial. El texto previsto plantea apenas una vaga indagación sobre la necesidad y oportunidad de la reforma.

    Se podría coincidir con la necesidad de actualizar el texto constitucional, con la conveniencia de achicar el período presidencial a cuatro años e incluso de permitir la reelección, pero aún quedaría en pie la cuestión de la aplicación retroactiva. El actual presidente ha sido elegido por seis años, y tanto el mandato de cuatro años como la posibilidad de la reelección debería regir entonces hacia el futuro.

    Y esto no es precisamente lo que quiere el gobierno, ni el partido oficialista, y mucho menos el propio presidente. Esta pretensión de forzar el marco y el texto constitucional puede tener efectos gravísimos sobre la joven democracia argentina. El país puede polarizarse en posiciones irreconciliables.

    Como están planteadas las cosas, hay solamente dos opciones:

    1) Menem es reelecto, cueste lo que cueste, o

    2) Menem no es reelecto y entonces se instala en buena parte de la sociedad la sensación de que ha sido proscripto. En ese caso, el próximo presidente, incluso si surge de las filas oficialistas, verá su mandato teñido con la sombra de la ilegitimidad y, sea del partido que sea, deberá enfrentar una oposición liderada por el propio mandatario actual.

    Hubo un tiempo en que la sociedad argentina creyó que lo esencial era el restablecimiento democrático. Luego se instaló la idea de que la democracia estaba consolidada y era tiempo de acometer la estabilidad económica y el crecimiento. Y en eso estamos. Todos.

    Sería terrible que el reloj volviera al principio, y que los argentinos se tengan que preocupar, nuevamente, por la vigencia de las instituciones democráticas que hoy se da por descontada.

    DESEMPLEO, CRISIS Y ESTRATEGIA.

    Antes, trabajar en una gran corporación era un seguro contra los vaivenes de las economías nacionales, un medio de prosperar y hacer carrera. Ahora, es sinónimo de incertidumbre.

    La competencia en el mercado global es brutal y su consecuencia más notoria es el despido de miles de empleados y centenares de gerentes. Nadie está seguro, ni en las posiciones de arriba ni en las de abajo.

    Cuando la reingeniería (ver el informe especial sobre el tema en la sección Gestión, a partir de la página 131) pregona la necesidad de rediseñar y repensar las actividades centrales de una empresa para alcanzar los objetivos estratégicos, hay muchos observadores que comienzan a creer que el

    corazón de estas teorías no es, en verdad, más que un eufemismo por despidos masivos.

    La grandeza de una empresa, su destino, su potencial futuro están también vinculados indisolublemente a la calidad del personal que sepa obtener, mantener y retener. Si las circunstancias, y los números rojos, obligan a otra ronda de despidos, simultáneamente es preciso redefinir un nuevo marco de relaciones laborales para no desalentar o humillar a los que queden.

    Cuando una empresa está en crisis, no queda más remedio que blandir el hacha. Pero una vez. O dos, a lo sumo. No se pueden enjugar malos resultados de cinco años seguidos con oleadas sucesivas de despidos. El vaciamiento de los recursos humanos, que suele ser el principal capital de una empresa,

    especialmente en estos tiempos donde el conocimiento es el recurso vital, es señal de miopía y de ausencia de horizontes.

    El recurso del outsourcing o la posibilidad de contratar afuera todo lo que no sea indispensable, es una estrategia que tiene sus límites. Especialmente si termina por afectar el corazón del negocio.

    La gerencia sabe que gana tiempo cada vez que reduce costos y que los accionistas se entusiasman con esta posibilidad que generalmente se lee como señal inequívoca de eficiencia. Y como los despidos son la forma más sencilla y rápida de reducir costos, es el mecanismo favorito.

    Tal vez habría que mirar más hacia el capitalismo japonés, donde los accionistas no prestan tanta atención al corto plazo ni a la ganancia inmediata, y donde los gerentes se resisten -aun en las condiciones más adversas- a desprenderse del personal en el que tantos recursos y tiempo se han invertido. Los japoneses saben navegar contra la corriente: a pesar de las actuales circunstancias difíciles -o precisamente por ellas- recurren al insourcing trayendo a la planta actividades que antes estaban en manos de proveedores.

    Los empleados más calificados están hoy a la búsqueda de dos objetivos:

    * Olvidarse de esperar la jubilación en una sola empresa, y desarrollar carreras paralelas en diferentes compañías, que permitan diversificar o minimizar el riesgo del despido.

    * Mientras están en una posición, aspiran a recibir el mejor entrenamiento posible. Saben que lo que aprendieron en la universidad o en cursos especiales se desactualiza en poco tiempo y hay que reentrenarse para seguir sirviendo.

    ENTRENAMIENTO, CAPACITACION Y EMPLEO FEMENINO.

    Al finalizar esta década, 65% de los trabajadores necesitarán 13 años de educación sólo para conseguir un empleo. Para entonces, 75% de los empleados requerirán reentrenamiento para hacerse cargo de nuevos empleos o aprender nuevas habilidades para mantenerse en los viejos.

    Los que no tengan el nivel educativo adecuado, o los que no adquieran las nuevas especialidades que demandará el mercado, corren el riesgo de ser desempleados permanentes. Todo sistema educativo crujirá al límite de sus posibilidades, y las empresas deberán hacer un extraordinario esfuerzo para

    capacitar en forma permanente a su gente. En la era del conocimiento y la informática, la calidad de los recursos humanos es vital. De ello dependerá el éxito. (Ver nota en la sección Futura, pág. 115.)

    No sólo habrá que estudiar largos años para conseguir un trabajo. Es probable que cada tres a cinco años haya que olvidar lo aprendido y equiparse con nuevos conocimientos, ya que los procesos productivos variarán radicalmente en esos lapsos.

    También para esa fecha, 50% de la población mundial vivirá alrededor de las ciudades. Estados Unidos ya tiene 75% de sus residentes en áreas urbanas. La base económica incluye 4% trabajando en agricultura, 23% en la industria y 73% en servicios. Para ese entonces los nuevos valores serán: 2% en

    agricultura, 5% en industria y 93% en los servicios.

    Desde ahora hasta final de siglo, 6 de cada 10 personas contratadas serán mujeres; 50% de la fuerza laboral pertenecerá al sexo femenino. Los negocios, para tener éxito, dependerán cada vez más de las habilidades de las mujeres.

    EL VATICANO Y LA ETICA EN LA PUBLICIDAD.

    La Iglesia Católica se está ocupando de la publicidad. El Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, equivalente al gabinete de ministros de un gobierno civil, está preparando un estudio que examina temas como, por ejemplo, “la verdad” en publicidad, y la publicidad como creadora de

    necesidades.

    El objetivo del estudio, que se llamará Etica en la publicidad, es editar un documento que sirva de “guía para los católicos y para todas las personas de buena voluntad que trabajan en la actividad, y que sirva para que todos reflexionen sobre las responsabilidades éticas de hacer publicidad”, según

    dijo el arzobispo John P. Foley, presidente del Consejo, con sede en El Vaticano.

    El documento no va a llevar la firma del papa Juan Pablo II, aunque el pontífice estará al tanto de su contenido. Según declaraciones de miembros del consejo, el estudio promete ser polémico. Nunca antes la Iglesia Católica se había interesado por el tema.

    Richard Corner, director ejecutivo de la International Advertising Association, opina que “la Iglesia Católica es parte del mercado y tiene todo el derecho de hacerlo”; por lo tanto, no cree que sea inapropiado que se ocupe de un tema secular.

    Don E. Shultz, profesor de Marketing Integrado de la Northwestern University, opina que la Iglesia utiliza, para presentar su mensaje, las mismas técnicas de persuasión que se dispone a estudiar.

    El arzobispo Foley, por su parte, cree que la Iglesia tiene mucho que aprender de las técnicas publicitarias modernas para la presentación de su propio mensaje. Foley ha escrito comerciales de radio y televisión y conoce “las dificultades y los desafíos de la publicidad, pero también que la publicidad tiene una dimensión verdaderamente ética”.

    TECNOLOGIA Y POLITICA INDUSTRIAL.

    El gobierno de Estados Unidos ha decidido que su industria automotriz recupere el liderazgo mundial, que se perdió a manos de las terminales japonesas. El objetivo es producir un vehículo que pueda andar -con la misma cantidad de combustible- tres veces la distancia que recorre hoy.

    Para lograrlo se pondrán a disposición de Detroit los resultados de secretas investigaciones en el área de defensa y avances tecnológicos casi desconocidos, para desarrollar un programa a diez años.

    Los miles de millones de dólares que el gobierno de Estados Unidos invirtió durante los últimos años en investigación y desarrollo de armamentos y equipos bélicos, especialmente en el programa de la guerra de las galaxias, serán transferidos, sin cargo, a una industria automotriz jaqueda por la feroz

    competencia de japoneses y europeos.

    Si la alianza entre Washington y Detroit es exitosa, se lograrán los siguientes objetivos:

    1) La industria automotriz estadounidense recuperará hegemonía en el mercado interno, y

    seguramente también en los mercados externos.

    2) Se contribuirá al ahorro energético y a reducir la dependencia estadounidense de combustibles importados.

    3) Habrá menos polución y mejores niveles de preservación ecológica.

    4) Se amortizarán los costos de programas dispendiosos que, desde el final de la Guerra Fría, corren el riesgo de quedar obsoletos sin pena ni gloria.

    5) Finalmente, habrá sido una clara demostración de la voluntad del gobierno de Bill Clinton de recurrir a claras acciones de política industrial cada vez que se considere necesario.

    En esta masiva transferencia de innovaciones y hallazgos tecnológicos provenientes de otros campos, deben computarse:

    * Nuevos materiales super resistentes y ultralivianos.

    * Dispositivos con gran capacidad de almacenamiento eléctrico (baterías para los nuevos coches a electricidad).

    * Diseños para motores de alto rendimiento.

    Se trata de una gran alianza entre el gobierno federal y los tres gigantes de la industria automotriz: General Motors, Ford y Chrysler.