El islamismo perseguido en los balcanes

    La mayor parte de las víctimas y de los que sufren opresión en la antigua Yugoslavia son de religión musulmana. Ese país del cual se dijo, con singular acierto, que comprendía “seis repúblicas, cinco naciones, cuatro lenguajes, tres religiones, dos alfabetos y un Partido”, puede ser el principal factor desestabilizador mundial en los próximos meses y el elemento que demuestre en los hechos la escasa decisión política conjunta de la Comunidad Europea.

    Eslovenia logró aislarse de todo conflicto y, bajo el paraguas protector de Alemania y Austria, promete integrarse a la economía continental. Croacia consiguió estabilizar sus fronteras, aunque los enfrentamientos con Serbia continuarán. Bosnia Herzegovina ha sido mutilada y convertida en enclaves dominados por distintos grupos étnicos, donde la mayoría musulmana resiste precariamente. Durante el próximo invierno del hemisferio norte hay serio riesgo de que mueran 200.000 personas de hambre y frío, debido al acoso serbio. En Kosovo, la mayoría de religión islámica y de origen albanés (90% de la población) está sometida a una brutal opresión de la minoría serbia, y en Macedonia ocurre otro tanto, pero con el agravante de que muchos que profesan la fe islámica son de origen griego.

    Los próximos puntos de conflicto pueden situarse en Kosovo y en Macedonia, con la posible intervención de Albania y de Grecia. Croacia encuentra respaldo y apoyo en la Alemania unificada que comienza a jugar un papel más protagónico en la vieja Europa central. Rusia, como lo hizo históricamente, ha comenzado a hablar en defensa de Serbia. Dentro de la antigua Yugoslavia, Serbia sigue detentando el poder militar, pero tiene varios frentes que atender, entre ellos el eventual conflicto con Hungría por la minoría de ese origen que vive en su territorio.

    En este contexto, ¿quién será el abogado de los musulmanes? Obviamente, Turquía. El antiguo Imperio Otomano dominó toda la región y tiene vínculos históricos y de sangre, además de los religiosos, con los que están llevando la peor parte en el conflicto. Hasta ahora se sabe de la presencia, en pequeña escala, de milicianos musulmanes provenientes de Irán y de otros países militantes entre los defensores de Bosnia. Pero si Turquía adopta la decisión de intervenir, el conflicto puede escalar de manera impensable.

    Hasta ahora el gobierno de Ankara ha demostrado una prudencia mayor que la exhibida en muchos casos por varias capitales occidentales, pero todo tiene un límite. La presencia de repúblicas islámicas en territorio de la antigua URSS permitió a Turquía ganar influencia en la zona y obtener el reconocimiento de Estados Unidos y sus aliados, que ven con entusiasmo el papel moderador de los sucesores del viejo imperio, en oposición al radicalismo islámico encarnado por Irán. Incluso en el conflicto entre Azerbaiján (país musulmán) y Armenia (histórico y acérrimo enemigo de los turcos) la mediación de Turquía ha sido positiva y ponderada.

    La zanahoria delante del carro que significa la posible aceptación de Turquía en el seno de la Comunidad Europea ha tenido mucho que ver con esta cautela. Pero si se considera que no hay avances concretos en esta dirección, y que la situación amenaza deteriorarse más debido al sitio de los serbios, llegará un momento en que Turquía puede verse obligada a intervenir activamente.

    La situación se complica por el resurgimiento del fundamentalismo religioso entre los turcos, y especialmente por el renacimiento del viejo nacionalismo que añora la edad de oro del imperio otomano. La perspectiva de una Transversal Verde que pasa por los Balcanes, toda el Asia Menor y partes del Cercano Oriente entusiasma a muchos actores que ven llegada la hora de que Turquía juegue un papel protagónico en el área.

    Para poner la cuestión en perspectiva es necesario recordar la historia. Turquía fue la presencia dominante y el poder imperial durante varios siglos en los Balcanes. Antes de la Primera Guerra Mundial, y como anticipo de ella, hubo dos guerras balcánicas. En la primera, los pueblos de la región, conscientes de la debilidad del agotado imperio y seguros de la aquiescencia de las potencias europeas, expulsaron en pocos meses de lucha a las tropas turcas. Pero luego, griegos, serbios y rumanos libraron otra contienda contra los búlgaros, la nación balcánica más poderosa, para evitar la consolidación de otro dominador en potencia. Como resultado del tratado de Bucarest en 1913, aparecieron naciones de mayoría cristiana -católicas y ortodoxas- con grandes bolsones de población musulmana que automáticamente pasaron a ser ciudadanos de segunda categoría.

    Los siguientes 80 años tuvieron un doble efecto: acentuar la injusticia en que vivían los habitantes de religión musulmana y agrandar la memoria de la tolerancia religiosa -incluso con los judíos- que exhibieron en su momento los dominadores turcos.

    Todo, la historia, las actuales circunstancias, el vacío de poder y el reclamo de los perseguidos, se combina para presionar a Turquía para que adopte un papel más activo en los conflictos balcánicos.