El poder en la Argentina

    Según una encuesta exclusiva encargada por MERCADO, el presidente Menem es considerado por la mayoría como el hombre más poderoso de la Argentina. Lo siguen Pérez Companc, Macri y Born.

    Entre los políticos, sobresalen Duhalde y De la Rúa. Los jefes del sindicalismo aparecen relegados en el ranking. Grondona y Neustadt ocupan posiciones de privilegio.

    Quiénes tienen más poder en la Argentina? Las respuestas a este interrogante suelen ser tan variadas como los innumerables enfoques con que es posible analizar la cuestión. En esta encuesta, encargada por MERCADO al Departamento de Opinión Pública de TEA, se les pidió a los entrevistados que calificaran, en una escala de 1 a 10, el poder de veinte personalidades, entre las que se incluyeron políticos oficialistas y opositores, empresarios, dirigentes sindicales, periodistas, científicos, hombres de la iglesia e intelectuales.

    El sondeo es revelador de lo que la sociedad argentina percibe actualmente como “el poder” en su concepción más amplia: la capacidad de influir tanto sobre la realidad económica y política concreta como sobre las ideas y las perspectivas futuras.

    El primer puesto asignado a Carlos Menem es significativo en un país donde los presidentes constitucionales han padecido, frecuentemente, el efecto devastador de no ser reconocidos como fuentes reales de poder. El actual mandatario parece exento de tal riesgo y, curiosamente, la medida de poder que se le atribuye se mantiene independiente de los vaivenes de su popularidad.

    El momento en que se realizó el trabajo de campo para esta encuesta -a fines de octubre- no era particularmente propicio para la imagen presidencial. Según un estudio de Carlos Fara y Asociados, las opiniones positivas acerca de la gestión gubernamental descendieron de 32,5% a 27,6% entre agosto y octubre, y bajaron aún más, a 22,9%, en noviembre. El nivel de desacuerdo aumentó, simétricamente, de 30,7% a 40,8% en ese período.

    Nada de esto, sin embargo, le impidió a Menem acumular el más alto puntaje (9,15) en el ranking de quienes mandan. Una sólida mayoría (58%) de los encuestados le asignó la nota máxima: 10 puntos.

    Los empresarios, en cambio, se mostraron más cautos, al atribuirle, en promedio, 8,50 puntos. Los jóvenes y las mujeres, por su parte, le asignaron una calificación levemente superior a la media.

    Después de Menem, se ubican en el ranking las testas coronadas del mundo empresarial, que ocupan desde el segundo hasta el quinto puesto: un reconocimiento inequívoco del poder que se le asigna al sector privado en esta etapa de transformación económica.

    Al colocar a Gregorio Pérez Companc en la segunda posición de poder, inmediatamente detrás del presidente, los encuestados exhibieron una certera percepción, puesto que durante el último año el grupo ha ascendido, efectivamente, a la cabeza del ranking del poder económico dentro del sector

    privado y viene manteniendo un excepcional protagonismo en el proceso de privatizaciones. Pero resulta, al mismo tiempo, llamativo que el público en general asigne esta gravitación a un hombre cuyo rostro pocos conocen (las fotografías de Gregorio Pérez Companc son una verdadera rareza) y cuyo estilo empresario se ha caracterizado por la extrema discreción y el bajo perfil.

    En estas circunstancias, no es extraño que la calificación promedio de 8,33 asignada al poder de Pérez Companc se haya elevado por encima de los 9 puntos entre los grupos de opinión más informados: empresarios, profesionales, estudiantes y empleados jerarquizados.

    Lo contrario ocurre con Francisco Macri, tercero en la nómina, con 8,72. Sus pares le otorgan una medida de poder algo más modesta: 7 puntos. Quizá porque su frecuente aparición en los medios lo convierte en un símbolo cotidiano de la clase empresarial, son las amas de casa (con 9,27) y los

    empleados no jerárquicos (9,14) quienes ven en él una mayor capacidad de influencia.

    El caso de Jorge Born es aún más sugestivo. Heredero de un nombre con larga y sólida tradición de poder, seguramente hubiera trepado a la cúspide de la nómina menos de tres años atrás, cuando se convirtió en el virtual sponsor del programa económico de la entonces flamante administración Menem, quebrando así la costumbre familiar de no involucrarse abiertamente, en la política. Sus infortunios en ese campo culminaron, finalmente, con su desplazamiento en la conducción del grupo.

    Todo ello, sumado a la escasa presencia de B&B en la escena pública, y particularmente en el proceso de privatizaciones, quizá haya contribuido a colocar a Born en un discreto cuarto puesto, con 7,89 puntos.

    Muy cerca de esta calificación está Israel Mahler (7,66 de promedio), quien, como presidente de la Unión Industrial Argentina, encarna el poder empresario por delegación. Las siglas de la UIA quizá no tengan en la opinión pública la resonancia que exhibieron en otros tiempos, pero así y todo siguen siendo un fuerte símbolo de poder.

    DESDE LA TRINCHERA.

    Para los políticos, la cuestión del poder -su búsqueda, acumulación y manejo- constituye la propia esencia de su actividad. Sin embargo, tras ocho años de protagonismo ininterrumpido merced a la vigencia de las instituciones democráticas, los dirigentes partidarios exhiben una gravitación apenas moderada en la percepción pública acerca de quiénes influyen en la realidad.

    Eduardo Duhalde, gobernador de la provincia de Buenos Aires y señalado como uno de los más probables herederos del capital político del menemismo, aparece en el quinto puesto de las calificaciones, con 7,63 puntos. Entre quienes le asignan una mayor cuota de poder se destacan los jóvenes de 20 a 29 años, las mujeres, los empleados no jerárquicos y las amas de casa. Los empresarios, en cambio, lo califican con un puntaje bastante inferior al promedio: apenas 6,50.

    Es necesario llegar hasta el noveno puesto del ranking para encontrar al primer dirigente de la oposición: el radical Fernando De la Rúa. Las mujeres, los muy jóvenes (entre 15 y 19 años), los adultos de entre 40 y 50 años, y las amas de casa son quienes le reconocen mayor poder que el promedio.

    Curiosamente, De la Rúa, quien hasta ahora sólo puede exhibir un puesto parlamentario, aparece mejor ubicado en el ranking que su correligionario Eduardo Angeloz, gobernador de una provincia de la importancia de Córdoba y uno de los principales depositarios de las esperanzas radicales de recuperar el poder político. La zona geográfica donde se realizó la encuesta (Capital y Gran Buenos Aires) puede explicar parcialmente las calificaciones obtenidas por Angeloz, aunque esto también contribuye a fortalecer los argumentos de quienes sostienen que al gobernador le falta aún trascender los marcos de su provincia para afirmarse plenamente en el ámbito nacional. Amas de casa, empleados no jerárquicos, comerciantes y jóvenes de 15 a 19 años le asignaron puntajes superiores al promedio de 5,61.

    El caso de María Julia Alsogaray, quien con 5,95 puntos ocupa el décimo puesto de la lista de poderosos, es también llamativo. En su figura se reúnen elementos contradictorios: un apellido famoso, pero controvertido, su papel de pionera en la conducción de las privatizaciones, su actual condición de polifuncionaria y su virtual orfandad política, despojada de una estructura partidaria que la sostenga. Los empresarios se mostraron reticentes con ella, al asignarle sólo 4,50 puntos. Más generosa fue la calificación de comerciantes y empleados no jerarquizados (entre 6 y 6.50). Pero fueron las amas de casa quienes más poder le atribuyeron a la actual interventora de Somisa: 7,50 puntos.

    OTRAS VOCES, OTROS AMBITOS.

    En la percepción popular acerca del poder de María Julia Alsogaray puede advertirse el impacto de los medios de comunicación: sus frecuentes y polémicas apariciones tienden a mostrarla como un miembro privilegiado del círculo donde se gestan las grandes decisiones. Pero la encuesta también confirma la creciente impresión de que, en la Argentina, los medios periodísticos han trascendido largamente el papel de meros comunicadores para convertirse, ellos mismos, en fuentes de poder.

    Mariano Grondona y Bernardo Neustadt (muy cerca uno del otro, con 6,40 y 6,21 puntos, respectivamente) se ubican en el grupo de las diez personalidades con más poder, superando, incluso, a la propia María Julia, al gobernador Angeloz, al cardenal Quarracino y a los caudillos sindicales. El hecho de que buena parte de los asuntos públicos se diriman ahora frente a las cámaras de televisión (quizá en mayor medida que dentro de los tradicionales ámbitos palaciegos) parece haberles conferido a ambos periodistas el rol de power brokers; capaces de acrecentar o destruir el poder de otros.

    El cardenal Antonio Quarracino, en el puesto 11º, y el obispo de Morón, Justo Oscar Laguna, en el 13º, reflejan aquí la vigencia del poder terrenal de la Iglesia, sólido y persistente, a pesar de las mudanzas de la política y la economía. La capacidad de influencia de los representantes de la jerarquía eclesiástica es reconocida, sobre todo, por los entrevistados de 40 a 50 años y los empleados no jerárquicos.

    No les va tan bien, en cambio, a los jefes del sindicalismo. Lorenzo Miguel, quizá la figura más paradigmática del poder de los gremios, aparece en el puesto 14º del ranking, con un promedio de 5,27 puntos. El líder metalúrgico cosecha calificaciones más altas entre la población de 30 a 50 años y los empleados no jerárquicos. Los empresarios, en cambio, le adjudican apenas 3,50 puntos. Y, curiosamente, son las mujeres, más que los hombres, quienes le atribuyen mayor cuota de poder.

    Su colega Armando Cavalieri se ubica en la 15» posición, con un promedio de 4,85, que desciende a sólo 3,00 cuando se analizan las respuestas de los profesionales. Así y todo, el poder de Cavalieri es reconocido dentro de la rama de actividad donde ejerce su jefatura sindical: los comerciantes le asignan un puntaje medio de 6,33.

    El ex jefe de la CGT, Saúl Ubaldini, está, por cierto, lejos de la imagen de poder que ostentaba cuando acosaba con frecuentes paros a la administración Alfonsín. Cierra la nómina con un exiguo promedio de 3,91, que sólo se incrementa entre los encuestados de 40 a 50 años y las mujeres. Los empresarios fueron inequívocos en su respuestas: sólo le atribuyeron 0,50 puntos.

    El poder de un intelectual como Ernesto Sabato (en el puesto 19º de la nómina) se mide, obviamente, con otros criterios. La influencia del autor de Sobre héroes y tumbas fue más reconocida por mujeres, profesionales y empleados.

    En el caso del ex fiscal Luis Moreno Ocampo, se advierte la incipiente gravitación de las cuestiones relacionadas con la moral pública. Alejado del aparato de la Justicia y, por lo tanto, de cualquier posición de poder efectivo, el actual dirigente de la organización no partidaria Poder Ciudadano, parece ser reconocido como una fuerza con proyección de futuro: los jóvenes de 15 a 19 años le asignaron 5,30 puntos en la escala de poder, bastante más que su promedio general de 4,49.

    Finalmente, aunque Aldo Rico aparece relegado al puesto 18º del ranking, con 4,31, vale la pena mencionar que el ex líder de los militares carapintadas cosechó un puntaje superior a su promedio (5.35) entre los empleados no jerárquicos.

    Dolores Valle.

    FICHA TECNICA.

    Estudio sobre el poder de personalidades argentinas, preparado especialmente para MERCADO por el Departamento de Opinión Pública de TEA.

    Metodología utilizada: muestra domiciliaria de 200 casos en Capital Federal y Gran Buenos Aires con cuotas según sexo y edad a personas de nivel socioeconómico ABC o cuyo jefe de hogar pertenezca a dicho nivel.

    El trabajo de campo fue realizado durante los días 23 y 26 de octubre de 1992.