No hay ajuste duradero sin exportaciones

    Cuando se habla del ajuste económico, las opiniones del ex ministro Hernan Büchi tienen el efecto de un voto calificado. Esa condición no está referida a sus méritos políticos o académicos, sino a los antecedentes que exhibe como autor del “milagro chileno”. Por ese motivo consigue abrir los oídos de banqueros, inversores y gobiernos sin más credencial que la surgida del valor de sus observaciones.

    Nadie ignora que sus interlocutores toman muy en serio las dudas que manifiesta acerca de la administración de las políticas económicas que están de moda en la Argentina, Uruguay, México, Brasil, Costa Rica o su propio país. Tienen el valor de las críticas que realiza un promotor y no un detractor de las ideas en boga.

    Con estos precedentes, Bychi agrega verdadera sustancia a un conflicto irresuelto. Es el que se refiere a la baja prioridad que asignan al equilibrio del comercio exterior los responsables de conducir esas políticas. Sus apreciaciones no se limitan a poner en tela de juicio el futuro de la balanza comercial, sobre el que en todas partes hay debates periódicos, sino que se extienden al enfoque que brinda apoyo a las ideas de quienes suponen que, con equilibrio del presupuesto y control monetario, la deuda externa, el déficit de la balanza de pagos y la estabilidad se arreglan solos.

    Que se sepa, el ex ministro chileno es el único autor reconocido de milagros económicos que comparte la visión japonesa de buscar al mismo tiempo el equilibrio financiero y el equilibrio real. Es consecuente con la idea de que para insertarse en el mundo hay que tener posibilidad cierta y constante de vender, comprar e invertir. También cree que una apertura económica sin promoción de exportaciones es una apuesta sin futuro. No se alinea con los que aceptan colocar la aludida promoción como un mero apéndice del presupuesto o del programa monetario.

    Hasta se atreve a dudar del milagro mexicano y de otros capitalismos instantáneos en la parte en que no surgen del compromiso de los ciudadanos de un país con sus empresas. Asegura que desde el Río Bravo para abajo es muy fácil romper compromisos con la estabilidad de precios y el mercado cambiario.

    Tampoco es el único que advierte el riesgo de esta omisión. Algunos técnicos del Fondo Monetario y columnistas del Wall Street Journal, o analistas de Europa y Japón que pasaron por la Argentina y efectuaron discretas consultas (ya que también están inquietos por ver cómo evolucionan España e Italia) incluyen el tema de la balanza comercial en sus respectivas agendas. Quizás no les falte razón.

    ¿VOLVER A LOS ´80?.

    Un ejemplo. Durante los primeros siete meses de 1991, México registró un déficit comercial de US$ 4.707 millones. Este valor duplica el nivel de reducción de pagos anuales de la deuda externa que ese país había conseguido en el marco del Plan Brady a principios del año anterior.

    Por otra parte, algunas proyecciones llevan a creer que, si persisten esas tendencias, el desequilibrio comercial puede superar al que prologó la crisis de agosto de 1982, cuando México se vio forzado a anunciar la cesación de sus pagos internacionales. Aunque las fuertes entradas netas en concepto de “maquila” y de capital sugieren que ambas situaciones no son exactamente comparables, el hecho existe y merece reflexión.

    También la Argentina, Uruguay y Brasil tienden a reducir o neutralizar los elevados saldos positivos de comercio exterior que registraron en 1990. Chile fue más lejos aún. Bajó sus aranceles a 11% para que el fomento de las importaciones neutralice sus elevados ingresos de divisas y se produzca un ajuste económico que permita reducir el saldo favorable de las cuentas de la balanza de pagos.

    El rasgo común de estas experiencias es que, por ahora y salvo en el caso del Brasil, estas cifras no causan gran alboroto. El secreto es que los gobiernos se aferran a una teoría relativamente nueva. Adoptaron la tesis de que los países que procuran estabilizar sus economías deben ser tomadores netos de capital. Olvidaron la historia reciente y la presencia del cepo de la deuda externa. Descansan en la expectativa de que las actuales corrientes de ingresos financieros serán estables y permitirán compensar los fuertes desequilibrios presentes o futuros de las relaciones de intercambio.

    Algunos no quieren ni imaginar lo que sucedería si estas previsiones resultaran equivocadas.

    Tampoco muestran demasiado interés por detenerse a pensar acerca del costo que significa, para una economía con excesiva deuda externa y con necesidad de insertarse en el comercio mundial, arrancar y parar varias veces por década su corriente de exportaciones.

    En la Argentina son pocos los que quieren evaluar a fondo estas señales de alerta, debido a que recuerdan una de las razones por las que no prosperaron los múltiples ensayos de estabilización y crecimiento de anteriores gobiernos civiles y militares.

    Además, porque muchos suponen que esa actitud sería considerada como un gesto opositor en un momento en que existe consenso para sostener el estado de beatitud que origina una inflación cercana a cero. O porque cuestionar el enfoque equivale a automarginarse como potencial interlocutor de los organismos multilaterales de crédito.

    VOCES DE ALERTA.

    Sin embargo, no falta la presencia de economistas de partido o de formación tradicional, como José Luis Machinea, Alvaro Alsogaray y Lorenzo Sigaut o diarios tradicionales como La Nación que comienzan a insinuar, como problema de corto plazo, la potencial desestabilización de la cuenta comercial de la balanza de pagos.

    Pero más conducente que terciar en la discusión de si habrá o no una nueva crisis del sector externo -hacia la que los números dicen que el país se encamina con paso relativamente rápido-, el tema de verdadera importancia es identificar el origen de las tesis que motorizan a todos los gobiernos regionales a ejecutar la misma partitura.

    Para hacerlo, es preciso reconocer que desde hace varios años hay muchos economistas que operan con premisas que chocan con visiones como la de Bychi. Creen que un amplio superávit comercial no constituye un alivio para negociar la deuda externa o estimular la economía, sino un resorte para la emisión de dinero. En consecuencia, no piensan que exportar es crecer. Aseguran, en cambio, que exportar es emitir.

    Para evitar ese mal, únicamente aceptan la presencia de superávit en el intercambio cuando hay pesos provenientes del superávit primario del presupuesto para comprar el exceso de divisas. De paso, el concepto de superávit primario es una argucia que inventaron los mexicanos para no discutir

    las consecuencias de la emisión que surge del déficit financiero global del presupuesto. Esta es una forma arbitraria de cálculo que niega los efectos monetarios del servicio de la deuda pública.

    La segunda pieza de este enfoque es que se requiere la combinación de apertura económica con tipo de cambio bajo, retrasado o fijo, para combatir, de una sola pedrada, la inflación que provoca el superávit comercial, las desviaciones de los precios internos y meter presión sobre el criterio de competitividad prevaleciente en la economía.

    Para humillación del ego nacional, esta receta tan familiar en estas latitudes no es argentina, uruguaya, mexicana ni española. Desde fines de 1985 o principios de 1986 es de aplicación universal y figura en los Programas de Mediano Plazo, Planes de Trabajo y Préstamos de Política del Banco Mundial (Medium Term Program, Business Program y Policy Loans respectivamente).

    ADAPTACIONES TECNICAS.

    La creatividad de los países endeudados para fijar sus políticas de ajuste suele limitarse a las adaptaciones técnicas para la puesta en escena. Este guión surge de un enfoque monetario del ajuste que alientan, con ligeras variantes y a instancias de sus principales aportantes (excluido Japón) los organismos multilaterales de crédito. El perfil de condiciones para recibir los préstamos abarca medidas de reestructuración y achicamiento del Estado, la simplificación y desregulación económica, la apertura del mercado y otros resortes pensados para que la caja presupuestaria funcione bien.

    Aunque en la Argentina los primeros pasos en esa dirección fueron negociados por el equipo del ex ministro Juan Sourrouille (en acuerdos que ya incluían todo o casi todo el menú de recomendaciones, como las líneas de crédito para la apertura de la economía), cualquier otro jefe del Palacio de Hacienda habría tenido las mismas opciones.

    El ángulo más confuso de estos planteos y de las razones que fundamentan la subordinación del comercio exterior a la caja presupuestaria se nota mejor en el momento en que estos países definen el trato que se da al problema de la emisión monetaria. Como si los hechos ocurriesen en la

    misma capital y no con gobiernos distintos, situados a miles de kilómetros de distancia entre sí, en casi todos lados se puede escuchar igual explicación.

    Se menciona lo traumático que resulta emitir para comprar el sobrante de dólares originado en el intercambio y lo favorable que es emitir contra la entrada de capitales en concepto de inversiones o por la contratación de nuevos créditos estatales o privados.

    Esa confusión no se origina en el rechazo a las virtudes del reingreso de cada país endeudado al mercado internacional de capitales, sino en la obvia realidad de que las emisiones de títulos públicos o privados en el mercado mundial tienen el mismo efecto monetario que las exportaciones.

    Con una diferencia. Las inversiones o créditos crean un derecho o pasivo que no se extingue económica, financiera o jurídicamente, como sucede con las exportaciones. En el caso de las entradas de capital subsiste la obligación del repago. En el de las inversiones, que son deseables, necesarias y ventajosas, también se originan derechos a las rentas y al reintegro del monto principal.

    De modo que ninguno de esos aportes deja de gravitar sobre la oferta monetaria cuando hay liquidación de divisas en el mercado de cambios.

    EFECTOS MONETARIOS.

    En consecuencia, al margen de la figura de quien se endeuda, que tiene importancia para saber el origen de los fondos en moneda local, ya que los recursos obtenidos de los organismos multilaterales de crédito destinados al Estado son una deuda que tiene el efecto inicial de ser un ingreso disponible en el ámbito del presupuesto nacional, la primera conclusión es que no hay dos efectos monetarios, uno malo y el otro bueno, sino que hay emisión sin adjetivos.

    Adicionalmente, cuando el dinero proviene de deudas para pagar el gasto corriente, hay empleo perverso del ahorro externo.

    Ante esa diferencia de trato, el analista puede preguntarse: ¿por qué preocupa la expansión financiera provocada por el superávit de la balanza comercial, que tiene la misma consistencia con la Ley de Convertibilidad que las operaciones vinculadas con el mercado de capitales, y no produce la misma inquietud el efecto monetario de los fondos que se emitieron o proyectan emitir para comprar las divisas originadas en créditos multilaterales, colocaciones financieras públicas o privadas y los fondos captados por la Bolsa?

    La parte cuestionable de los créditos no sólo está dada por las condiciones y programas de política económica que se deben comprometer para su obtención, ya que en esencia son aportes financieros para la balanza de pagos y el presupuesto, sino en otras limitaciones de mayor relevancia. Sin que la enumeración sea un orden de prioridades, los préstamos del Banco Mundial y el BID condicionados a la aplicación de determinadas políticas económicas, que alcanzaron desde 1987 a la fecha unos US$ 2.320 millones, tienen otras peculiaridades. No sólo alteran el orden conceptual de prioridades, sino que son financiaciones que no se destinan a actividades que puedan garantizar un repago cierto y previsible, ni una rentabilidad directamente mensurable.

    De esos US$ 2.320 millones, hubo dos créditos por 800 millones destinados a abrir la economía (Trade Policy Loans, primero y segundo tramo), cuya negociación fue realizada por el equipo Sourrouille pero cuyo compromiso honraron los diversos ministros de Economía del gobierno del presidente Carlos Menem. Los restantes son créditos para la reforma del Estado, que incluyen el pago de las indemnizaciones por despido a los empleados de la administración y empresas del Estado a nivel nacional y provincial. Se trata de gasto corriente. En la teoría monetarista ésta es una herejía clásica de las que se imputa a los discípulos de Keynes.

    A estos aportes, los más recientes ingresados en 1991, debe agregarse el reinicio de las colocaciones de títulos de la deuda privada, la emisión de títulos públicos y el ingreso de divisas vinculado con la Bolsa, que originaron una masa que, a falta de números más precisos, puede estimarse entre US$ 1.300 y 1.500 millones adicionales y también ingresados en 1991.

    MARCHA A CONTRAMANO.

    Todos estos movimientos apuntan en dirección opuesta a lo que sugieren Büchi y a las advertencias de otros economistas u opinantes libres sobre temas económicos, respecto de la posibilidad de una nueva crisis de la balanza de pagos. La parte esencial de este debate es que el marco conceptual de las medidas de promoción de exportaciones y la estrategias de producción no vuelvan a ser obstaculizadas por prejuicios originados en teorías que hasta ahora sucumbieron a casi todas las pruebas de la realidad universal.

    Al ministro Domingo Cavallo se le puede dar una cierta dispensa en esta correntada de malezas teóricas. El no inventó la emergencia económica, sino que tuvo la misión de doblegar la tempestad que le dejaron. Pero la gran duda que plantea su colega chileno acerca del futuro de la balanza de pagos sigue siendo válida. Es que si el diagnóstico de Büchi es correcto, los éxitos de fondo logrados por la acción del presidente Menem pueden convertirse en una mera pausa entre dos etapas de la misma emergencia económica.

    Créditos Vinculados con la Política Otorgados por el Banco Mundial.

    ( en Millones de Dólares)

    Concepto Monto

    -Reforma de las Empresas del Estado 300,-

    -Reforma de las Empresas del

    Estado(estudio de factibilidad) 23,-

    -Reforma del Sector Público(reducción

    del personal y otros) 325,-

    -Idem anterior, estudio de factib. 23,-

    -Política de Comercio Exterior y Diversificación

    de Exportaciones(I) 504,3

    (Apertura de la economía)

    -Política de Comercio Exterior y Diversificación

    de Exportaciones (II) 300,-

    -Desarrollo Provincial 200,-

    -Desarrollo Municipal 120,-

    Créditos del Banco Interamericano de Desarrollo para Política Económica.

    ( en Millones de Dólares)

    -Programa de Saneamiento Financiero y

    Desarrollo Económico de las Provincias

    Argentinas 200,-

    -Reforma del Sector Público 325,-

    Fuente : Banco Mundial y Banco Interamericano de Desarrollo.