Sólo hay que alejarse unos 150 kilómetros de Buenos Aires para encontrarle al tiempo el punto justo de morosidad. Dejarlo transcurrir entre el arrullo de los pájaros, una cabalgata, un paseo en carruaje o una simple lectura.
Algunas de las más celebres estancias de la provincia de Buenos Aires han abierto sus tranqueras para que los visitantes entren en esa atmósfera chejoviana, donde el ocio ha sido planificado con refinamiento finisecular.
Esta novedad fue concebida por María Isolina de Vielmi y Carmen de Ayerza, dueñas de Círculos Mágicos, una operadora de turismo que ofrece, entre varias opciones, estadías en tradicionales estancias argentinas.
Las damas cuentan con la colaboración directa de los dueños de los establecimientos, quienes atienden personalmente a los huéspedes. Ya han editado un catálogo que incluye opciones similares en la Patagonia, Salta, Entre Ríos y Córdoba con excelentes resultados.
El listado ofrece, en el partido de Magdalena, a “Juan Gerónimo”, la estancia que Benjamín Muñiz Barreto y María Luisa Tornquist ordenaron construir a principios de siglo, con sus edificios Tudor y sus vastas extensiones habitadas de ciervos y cigüeñas. La encantadora casa de té que solía acoger las tertulias femeninas, hoy espera al visitante con tibios scones al regreso de un paseo en volanta.
Un poco más lejos, en Bragado, la selección incluye la “Santa Clara”, señorial estancia de los Alzaga-Unzué, cuyo origen también se remonta a los albores del siglo.
Cuando Angela Unzué llegó con su marido Félix de Alzaga a visitar los campos de la familia, decidió que esas tierras merecían un destino regio. Convocó al arquitecto italiano Tonieri para que levantara la morada de 12 habitaciones en el más puro estilo toscano y al paisajista francés Carlos
Thays para que dispusiera el lugar adecuado para los cedros del Líbano, los álamos Carolina, los plátanos y eucaliptos.
Nadie dudó de que el destino que doña Angela soñó para la propiedad se cumpliría inexorablemente. Un tren, con living y dormitorio, de la Midland -el desaparecido ferrocarril de trocha angosta- llegaba puntualmente en diciembre con la progenie familiar y volvía a buscarla un mes después. Así fue durante años. Hoy la “Santa Clara” ofrece 11 cuartos y sus espacios verdes donde se renueva la señorial hospitalidad que caracterizó los viejos tiempos, por unos 250 dólares diarios por persona.
En San Antonio de Areco, en pleno corazón de la pampa gaucha, se puede visitar la criollísima “Porteña” de la familia Güiraldes. Según se cuenta, fue allí donde el escritor conoció al gaucho que le inspiró su Don Segundo Sombra. En primavera, la “Porteña” se inunda de glicinas y su añosa arboleda, también diseñada por Thays, es el más placentero reparo al regreso de una cabalgata.
Se puede nadar, jugar al tenis, realizar actividades campestres, jugar al golf y aprender polo.
Manuel Güiraldes, tataranieto del fundador de la estancia, es el instructor y tiene 6 puntos de handicap. Pasar la noche y todo el día siguiente en La Porteña cuesta 125 dólares.
Círculos Mágicos: Uruguay 864, 3º piso. Tel 42-0206 / 2984.