Lo llaman madurez o crecimiento y es exactamente lo que esta comenzando a pasar en la sociedad argentina hoy; en toda sociedad que cambia se replantean los roles y uno de los momentos mas difíciles y dolorosos es aquel en que cada cual tiene que asumir su nuevo papel. Esta es precisamente la clase de problema con que tropiezan, por ejemplo, los empresarios. Veamos un ejemplo: la comunicación empresaria, la relación entre empresas y medios. Siempre delicada, a veces traumática, esa relación es hoy desconcertante para ambas partes en el contexto turbulento en que nos toca vivir.
Es natural que una sociedad en evolución demande mas y mejor información empresaria. Nadie imagina hoy a los países que marchan a la cabeza en el mundo sin publicaciones como “The Economist”, “Business Week”, el “Financial Times” o el “Wall Street Journal”, por mencionar solo unos pocos entre muchos nombres ilustres.
En esa línea argumental es inevitable pensar que Argentina en transformación tiene que desarrollar una prensa especializada del máximo nivel de excelencia. Pero ese fenómeno no ocurre por generación espontanea. En realidad, no se produce sin el indispensable aporte de un empresariado protagonista, y es forzoso subrayar esta ultima palabra. Veamos por que: una clase empresaria pasiva, meramente receptora de mensajes, se limita a demandar información de buen nivel sobre el sector del que forma parte.
Por el contrario, una clase empresaria que asume su rol protagónico en la sociedad comprende que, además de reclamar buena información, tiene que suministrarla. En otras palabras, comprende que su protagonismo, su responsabilidad comunitaria, se ejerce -entre otras cosas- informando acerca de la propia empresa. No entender esto equivaldría a suponer que yo tengo derecho a enterarme de lo que me interesa acerca de la empresa del vecino, pero no asumo el compromiso de hablar sobre lo que sucede dentro de mi propia casa. Es obviamente una posición cómoda desde la cual es imposible siquiera pensar en un periodismo empresario en serio o, mejor dicho, en una relación adulta entre empresas y medios.
En contra de lo que muchas veces creen los propios empresarios, hay que decir que toda empresa es, siempre, una fuente de información valida, genuina y de interés. Es só10 cuestión de buscarla; la información está allí, aunque el empresario a veces no lo sepa, como el personaje de Moliere. Y es también cuestión de entender que se trata de un camino de doble mano: si yo demando información sobre terceros, acerca de los temas que realmente me importan (el estilo de management, las estrategias de marketing, lo que sucede en el área financiera), no puedo ingenuamente suponer que voy a conformar a esos mismos terceros diciéndoles que el mes próximo mi empresa va a cumplir 25 años. Sin quitar importancia a los aniversarios, es claro que estamos hablando idiomas diferentes.
Hace poco, en rueda de amigos, un empresario lúcido decía algo digno de tener en cuenta: en Argentina se esta terminando el tiempo de ese estilo “patoteril” que todavía practican algunos y que consiste en vender no lo que el cliente demanda, sino lo que ellos quieren imponer. Algo muy parecido se aplica al mundo de la comunicación empresaria. En un país que se propone cambiar, tiene que terminar el estilo de “yo informo lo que quiero (o no informo nada) acerca de mi empresa”.
La comunicación empresaria, el problema de la imagen, es con frecuencia algo que desvela a mas de un directivo y, salvo que se produzca un viraje en el rumbo apuntado en estas líneas, lo mas probable es que el insomnio vaya en aumento en un futuro no lejano.
Lo llaman madurez o crecimiento y, aplicado a nuestro asunto, quiere decir mas o menos esto: “¿Por que no empiezo a preocuparme por averiguar que información demanda de mí la comunidad de la que formo parte junto con mi empresa, la comunidad hacia la cual tengo responsabilidades que cumplir y de la cual, lo quiera o no, me guste o me disguste, soy un protagonista?”.
