Las oportunidades de América latina

    Avizorar el futuro puede ser todavía más incierto que en las últimas décadas.

    ¿Cuáles serán los temas que concentrarán la atención del mundo antes de finalizar el siglo?.

    ¿Cuál será la percepción que tendrá América Latina sobre lo que ocurra en el resto del planeta?

    El inicio de un nuevo decenio, el último de este siglo, recordar cómo se veía el mundo desde América Latina, cuál era la percepción, 10 años antes, sobre lo que traería el futuro, ofrece comprobaciones desconcertantes, muchas frustraciones y también otros elementos singularmente valiosos para, empecinadamente, practicar otra vez el juego de anticipar el curso histórico.

    La década de los ´70 había creado la ilusión de que el progreso se había instalado de modo permanente en la región y que la economía seguiría en continuo crecimiento. Los niveles de inversión extranjera; el desarrollo de la industria pesada; los buenos precios para los productos básicos -principal rubro de exportaciones y fuente generadora de divisas-; el rechazo que ya se insinuaba a los regímenes totalitarios preanunciaban la ola democratizadora que sobrevendría (en 1979, cayó el odioso régimen somocista en Nicaragua).

    Los modestos esfuerzos integradores -como el Pacto Andino- ; la mejoría de las relaciones con Estados Unidos (materializadas en los acuerdos Carter-Torrijos sobre el Canal de Panamá; las posibilidades de aumentar las exportaciones no tradicionales; la creación de más industrias sustitutivas de importaciones y de numerosos puestos de trabajo; la fácil financiación internacional -producto del reciclaje de los llamados “petrodólares”-; las posibilidades que abría el nuevo diálogo Norte-Sur; la inserción de las economías en las grandes corrientes del comercio internacional, y en especial en lo que entonces abarcaba el “mundo occidental”, todo contribuyó a crear un clima de euforia que, visto retrospectivamente, puede parecer infundado, pero que en aquel momento parecía un desarrollo lógico y previsible.

    Los que más venden en EE.UU.

    En millones de dólares.

    1990 1989

    1 México 30.172,3 27.162,1 (1)

    2 Venezuela 9.446,5 6.770,7 (3)

    3 Brasil 7.976,5 8.409,8 (2)

    4 Colombia 3.174,7 2.555,3 (4)

    5 Rep. Dom. 1.747,0 1.645,8 (5)

    6 Argentina 1.508,9 1.390,6 (7)

    7 Ecuador 1.377,5 1.474,3 (6)

    8 Chile 1.320,9 1.292,3 (8)

    9 Trinidad y

    Tobago 1.016,0 768,0 (11)

    10 Costa Rica 1.008,3 962,4 (9)

    11 Perú 803,3 814,0 (10)

    12 Guatemala 794,7 608,9 (12)

    13 Jamaica 568,8 509,0 (13)

    14 Bahamas 509,0 461,5 (14)

    15 Honduras 492,0 460,6 (15)

    16 Haití 342,6 374,3 (16)

    17 El Salvador 237,5 244,8 (18)

    18 Panamá 233,0 268,1 (17)

    Mercados líderes.

    En millones de dólares.

    1990 1989

    1 México 28.375,5 24.982,1 (1)

    2 Brasil 5.061,9 4.804,0 (2)

    3 Venezuela 3.107,3 3.025,2 (3)

    4 Colombia 2.038,4 1.924,2 (4)

    5 Chile 1.672,3 1.414,3 (6)

    6 Rep. Dom. 1.658,2 1.641,1 (5)

    7 Argentina 1.179,1 1.039,0 (7)

    8 Costa Rica 991,6 888,1 (9)

    9 Jamaica 943,7 1.005,7 (8)

    10 Panamá 866,7 723,5 (11)

    11 Bahamas 800,7 771,7 (10)

    12 Perú 778,1 694,7 (12)

    13 Guatemala 759,0 661,6 (13)

    14 Ecuador 680,1 642,6 (14)

    15 Honduras 563,0 514,6 (17)

    16 El Salvador 555,8 520,1 (16)

    17 Haití 477,6 471,7 (18)

    18 Trinidad y

    Tobago 429,6 563,0 (15)

    FUERZA CORRECTORA.

    Si se revisaran todas las predicciones efectuadas en las últimas tres décadas, tanto por gobiernos como por personalidades e instituciones prestigiosas, se comprobaría que, en la inmensa mayoría de los casos, las predicciones fueron erradas o simplemente no se cumplieron. Es que prever el futuro es siempre un ejercicio de anticipación que supone la proyección del presente. Pero el acaecimiento de hechos históricos singulares, la incorporación de revolucionarias e innovadoras tecnologías y avances científicos, alteraron de continuo la simple proyección del presente, y los resultados fueron muy distintos de los supuestos.

    El incumplimiento de la profecía no se debió siempre a error o al surgimiento de factores inimaginables. También existió la fuerza correctora del pronóstico. El Informe del Club de Roma de los años ´60, sobre las consecuencias apocalípticas que tendría el crecimiento geométrico de la población mundial y el aumento en progresión aritmética de los alimentos disponibles, galvanizó a los gobiernos y a los científicos de todo el mundo. La respuesta fue la “revolución verde”, la incorporación de la biogenética a gran escala en la agricultura. Como consecuencia, un país como la India llegó a ser exportador de trigo en los últimos años de la década que acaba de finalizar.

    LA “DECADA PERDIDA”.

    Nada de esto, por supuesto, estaba en la mente de los periodistas ni tampoco en la de los lectores, ni en la de estadistas e intelectuales. Pero el ejercicio de registrar la realidad de la década de los ´80 fue totalmente distinto de lo que se preveía.

    1) Hubo que reseñar las alternativas de la crisis de la deuda externa -que comenzó con México en 1982 y aún no ha concluido-. Los ajustes estructurales del FMI, diseñados para situaciones de emergencia y de corto plazo, se convirtieron en permanentes, empobreciendo a los países latinoamericanos y a sus pueblos, implicando un claro retroceso en la calidad de vida de los habitantes.

    2) La pregonada solución de aumentar las exportaciones para poder pagar, demostró en pocos años su falacia. El proteccionismo más feroz reapareció en los países industrializados, hasta entonces los campeones de las teorías del libre mercado y de plena libertad comercial en las transacciones internacionales.

    3) Los precios de los productos básicos, componente esencial de las exportaciones latinoamericanas, descendieron hasta llegar a precios irrisorios. Los nuevos sucedáneos de laboratorio reemplazaron a muchas de las materias primas, mientras que el menor consumo en los países industrializados -por la recesión en que se hallaban- restaba mercados a las ventas externas de la región.

    4) El alza de intereses en el plano internacional, fruto de una decisión de la política económica estadounidense para frenar la inflación local, multiplicó la deuda externa en forma colosal. Cuanto más se pagaba, más se debía. En 1980, la deuda externa de América Latina y del Caribe era de US$ 192 mil millones. Hoy, supera los US$ 430 mil millones. En siete años la región transfirió a sus acreedores US$ 180 mil millones, cifra cercana a la deuda original. Para muchos países, la deuda existente representa hasta 10 años del volumen total de sus exportaciones.

    5) La fuga de capitales fue escandalosa. Solamente en 10 años, de 1977 a 1987, los cuatro grandes deudores (México, Brasil, Argentina y Venezuela) tuvieron un drenaje de divisas de US$ 219 mil millones (que equivalía a 69% de lo que adeudaban dichos países y representa más de la mitad de la actual deuda regional).

    6) Hacia finales de los ´80, quedó en claro que los países industrializados reconocían la dimensión política de la deuda externa. Vino primero el Plan Baker; luego el Plan Brady; los bancos acreedores acumularon reservas para incobrables. Pero también apareció la técnica del “swap” o de conversión de deuda -depreciada según los valores del mercado secundario- en activos de los países deudores.

    Lo que en algunos casos significó liquidar a precios de subasta las mejores empresas y activos de las naciones endeudadas.

    7) El diálogo Norte-Sur se interrumpió y la sordera del mundo industrializado hizo caso omiso al clamor del Tercer Mundo para eliminar el proteccionismo agrícola de la Europa de los 12, de Estados Unidos y de Japón. No se obtuvieron concesiones en el Acuerdo Multifibras, que limita la exportación de textiles a los mercados prósperos (un área donde los países pobres demostraron su fuerte competitividad).

    8) Las consecuencias de todos estos factores sobre las distintas economías fueron devastadoras. En estos momentos, es probable que haya 240 millones de latinoamericanos por debajo de “la línea de pobreza”: (60% de la población total de la región). “La bomba de neutrones, porque sólo mata gente” según frase acuñada por el presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, dejó este saldo: una deuda social -inversión imprescindible- que el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) estima en US$ 240 mil millones, o 40% del PBI conjunto. La distribución interna del ingreso se tornó más injusta en todos los países, y el indicador de ingreso per cápita retrocedió hasta los niveles de 1970.

    9) También hubo oportunidad de registrar hechos positivos -pocos, lamentablemente-. De un lado, la restauración democrática (frágil todavía) en todo el continente. Del otro, una nueva convicción de los gobiernos y de la opinión pública regional sobre la necesidad de transformar el Estado. El proceso de privatización, todavía en sus inicios, persigue -o debería perseguir- que el Estado se desprenda de empresas que no ha sabido manejar eficientemente, y se concentre en su tarea esencial: el poder de regulación y de arbitraje entre los distintos sectores de intereses antagónicos que conviven en cada sociedad.

    CADA DECADA, UNA DEFINICION.

    En los años ´60, hubo una extraordinaria fascinación de los europeos -especialmente de los intelectuales- con América Latina. Todo era posible: desalojar del poder a las anacrónicas oligarquías, establecer democracias del modelo liberal pluripartidista, con alternancia en el gobierno. La idea del progreso era lineal: bastaba con que los pueblos en desarrollo repitieran los pasos que llevaron al progreso a las naciones del pelotón de vanguardia, desarrollaran sus industrias y crearan empleos para que, paulatinamente, salvaran la brecha con las naciones más prósperas.

    Durante los años ´70, se habló hasta el cansancio de la “euroesclerosis” (el continente europeo estaba agotado y en total decadencia); el nuevo modelo eran las naciones emergentes del sudeste asiático que, sobre la base de un proceso de acumulación interna -brutal en sus efectos sociales-, permitía el auge de las exportaciones. Nació así otra categoría: la de países “recién industrializados”.

    En tanto se producían las dos crisis energéticas, cuando los productores petroleros tomaron conciencia de su poder; el mundo industrializado exportó inflación -EE.UU. emitió sin tasa para pagar las nuevas facturas petroleras- y hubo que reciclar la gigantesca masa de “petrodólares” resultante.

    ¿Hacia dónde? Pues hacia América Latina, el continente del “mañana”. A nadie, ni a los que prestaban ni a los que tomaban los créditos, se les ocurrió pensar por un momento que no habría capacidad de pago para esa deuda colosal. Esta es la responsabilidad compartida entre acreedores y deudores, que los primeros se negaron a reconocer durante años.

    Los años ´80 fueron testigos de nuevos hechos y teorías. La consolidación de Japón como potencia financiera y comercial permitió deducir que el poder se trasladaba a la cuenca del Pacífico (como siglos antes estuvo en la del Mediterráneo, y mucho más recientemente en la del Atlántico). Ronald Reagan presidió el esfuerzo estadounidense por restaurar el status de superpotencia -y obligó a hacer lo mismo a la URSS, con lo cual el gasto militar alcanzó niveles sin precedentes-.

    El mundo industrializado decidió que era tiempo de combatir la inflación, y lo hizo con notable éxito a cambio de una dura recesión que significó una debacle en el mundo en desarrollo.

    Los precios de las materias primas se derrumbaron; el alza de las tasas de interés en Nueva York, Londres y Francfort, multiplicó colosalmente la deuda de los países pobres.

    Saldos con grupos regionales.

    En millones de dólares.

    1989 1990 % var.

    Total

    Export 56.856,9 63.457,3 11,2

    Import 47.527,6 52.402,0 10,3

    Saldo 9.329,3 11.005,3 17,4

    Grupo de Tres1

    Export 36.488,1 42.793,5 17,3

    Import 39.932,5 33.521,1 -16,1

    Saldo -3.444,4 9.272,4 –

    Grupo Andino2

    Export 11.732,4 15.005,3 27,9

    Import 6.431,7 6.742,4 4,8

    Saldo 5.300,7 8.262,9 55,9

    Mercosur3

    Export 10.064,0 9.744,1 -3,2

    Import 6.144,8 6.693,4 8.9

    Saldo 3.919,2 3.050,7 -22,2

    México

    Export 27.162,1 30.172,3 11,1

    Import 24.982,1 28.375,5 13,6

    Saldo 2.180,0 1.796,8 -17,8

    Chile

    Export 1.292,3 1.320,9 2,2

    Import 1.414,3 1.672,3 18,2

    Saldo -122,0 -351,4 -188,0

    1 Colombia, México y Venezuela.

    2 Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela.

    3 Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.

    LO QUE DEPARARA LA NUEVA DECADA.

    ¿Cuáles serán los acontecimientos, los vaivenes de la política y de la economía latinoamericana, y mundial, que habrá que registrar en esta nueva década? Como en el decenio anterior, hay un panorama, una geografía que parece predeterminada en sus grandes líneas, y que el análisis de lo que ocurra cada día, o cada siete días, podrá explicar parcialmente. Pero en otros 9 años, justo con el nuevo siglo, el balance puede ofrecer las mismas sorpresas que la década que ha fenecido.

    Todo apunta a que el mundo se encamine hacia la formación de grandes bloques comerciales, semicerrados y semiautónomos, que pueden dar al traste con los ideales de un libre comercio global propiciado por el GATT. La disputa Este-Oeste parece haber terminado, por lo menos en la versión conocida. El enfrentamiento Norte-Sur puede dar lugar al diálogo Norte-Norte, y América Latina, como el resto del Tercer Mundo, puede quedar al margen de las grandes corrientes del comercio internacional.

    Durante años se formularon teorías sobre cómo el mundo desarrollado, con su versión de la división internacional del trabajo, había condenado a la dependencia al subcontinente.

    Toneladas de papel fueron usadas para explicar de qué modo América Latina fue insertada como apéndice del mundo industrializado. Ahora el riesgo es tener que explicar cómo, súbitamente, la región fue “desinsertada” de la economía mundial. Cómo se desvanecen las posibilidades de salvar la brecha al carecer de capital, de mercados, y sobre todo de la capacidad de innovación tecnológica que hará falta para competir en el mundo que se avecina.

    La impresión dominante hace veinte meses era que había motivos fundados para creer que la del ´90 sería la década del aislamiento, el tiempo en que la región quedaría momentáneamente olvidada.

    También los había para creer que sería el decenio de la pobreza, de la marginalidad creciente, del empobrecimiento progresivo.

    Las circunstancias y el “clima” internacional han variado. Es preferible asumir, con toda convicción, una visión más optimista. La del ´90 puede ser la década de la esperanza. El tiempo en que la necesidad obligue a una veloz y efectiva integración de las economías regionales. Queda margen de maniobra todavía para trazar alianzas estratégicas con algunos de los países industrializados que pueden proveer de la tecnología intermedia que se requiere.

    Es la oportunidad de modernizar la estructura anacrónica del Estado; de proceder a una nueva división internacional del trabajo, esta vez voluntaria, por consenso entre los socios de la integración.

    Al fin y al cabo, a pesar de la violencia y de la incertidumbre en todos los países iberoamericanos, no hay región del planeta que pueda exhibir mayor estabilidad. Las nuevas naciones nacieron como repúblicas y continúan con esta forma de organización política. Si se compara un mapa de América Latina del siglo pasado con uno actual, es prácticamente idéntico. No hay países que hayan sido borrados del mapa o monarquías destronadas o fronteras rediseñadas varias veces, como ocurrió en Europa, por no hablar de Asia y Africa.

    Es evidente que la atención de los grandes centros de poder se desplaza hacia la Europa oriental, donde el comunismo ha fracasado, pero donde no puede asumirse a la ligera la idea de que el capitalismo ha triunfado. Entre otras cosas, porque en estos países ni existe experiencia democrática -que aunque escasa o frágil sí ha existido en Latinoamérica- y porque tampoco hay en ellos mercado, sistema libre de formación de precios y empresarios privados, aspectos todos en los que América Latina tiene logros que exhibir.

    La moda de concentrar la atención sobre Europa oriental puede durar unos pocos años si resulta que allí las cosas no ocurren como hoy se avizora.