ANÁLISIS | Perspectiva
Por Rubén Chorny

Atardece en el “Silicon Valley de India”, Bangalore, y el tráfico es infernal. Atildados empleados de compañías como Microsoft, Infosys, IBM, HP, salen de la oficina y se zambullen en calles atestadas de vehículos, vendedores ambulantes esparcidos por las veredas, un maremágnum humano que torna una quimera el regreso a casa.
En ese mismo momento, a 15.000 kilómetros del otro lado del mapa, en la embajada de India en Buenos Aires, es media mañana y recién despunta la jornada laboral, sazonada también con los bocinazos y el ensordecedor ruido del tránsito que trepan por los edificios más rápido que los ascensores.
El consejero Sajeev Babu Kurup habla en voz alta por teléfono con la capital del Estado de Karnátaka mientras el bullicio de sendas megalópolis en estéreo le traspasa los tímpanos.
“El horario nos conviene, porque de día estamos en el mismo huso con América del Norte y en la noche de India estamos trabajando acá, con lo cual cubrimos las 24 horas”, redondea.
Las empresas indianas vieron hacia 2008 el filón en esa diferencia de 8 horas y media, más la alta capacitación y bajos salarios de la región comparados con los de las potencias tradicionales, para virar de continente y de hemisferio: disminuyeron la proporción de capital destinado a Europa y pusieron proa hacia América latina, Asia y Norteamérica.
Un estudio realizado por Deloitte & Touche lo revela. Entre 2010 y ocho meses de este año, los volúmenes invertidos desde India a escala mundial totalizaron US$ 25.000 millones, de los cuales 2.000 millones se orientaron hacia América latina, principalmente a consumo masivo y transporte.
En la Argentina, desde la antesala de la crisis financiera mundial en curso, se instalaron 14 compañías indias, siete de las cuales pertenecen al sector tecnología, que emplea alrededor de 7.000 individuos, y las siete restantes se dedican al sector manufacturas (industria farmacéutica, de cosméticos y de agroquímicos, entre otras), según consigna el informe.
Así, hoy India pasó a ser el segundo país asiático en hacer negocios privados con la Argentina.
El consejero del embajador R. Viswanathan, Sajeev Babu Kuru, ya lleva dos años en la Argentina. Llegó con estudios de filología hispánica y doctorado en la Jawaharlal Nehru University de Delhi, tras un tránsito de su carrera diplomática por Madrid. De ahí su fluido manejo del español, que le viene tendiendo puentes con una lejana civilización de etnias, religiones y hasta antigüedad para nada simétricas.
Vincula en gran medida la rápida adaptación indiana a los usos y costumbres latinos a haber sido educados en un ambiente de multilenguas, como las que conviven en su país. Igual sostiene el diplomático que, así y todo, los empresarios compatriotas prefieren “utilizar el conocimiento de argentinos, o del español, en América latina, para servir a la clientela en Estados Unidos, a través de los call centers, como antes se hacía a través de Europa, aunque seguramente ahora es más barato también hacerlo desde acá”.
99% del personal de sus compañías es nativo, lo mismo que su management. Son pocos los indianos que van y vienen y en general no permanecen más de seis meses.
Es porque como hacen negocios vinculados al conocimiento, ven en la Argentina una sólida base para capacitar recursos humanos. Y, para mejor, están un escalón salarial más bajo que los brasileños o mexicanos. Casi marchan parejos con los de las casas centrales de India.
Las redes complementarias que montan dentro de América latina les otorgan no solo ventajas competitivas para entrar en los grandes mercados del Norte, sino que abren puertas internas en economías complementarias del Mercosur, la Comunidad Andina y Unasur.

Cristian Argüello
Diversidad cultural
El gerente de la tecnológica Cognizant, Cristian Argüello, apunta una gran diferencia en la cultura empresarial de India respecto de la occidental. “En mi experiencia profesional anterior, en Telecom de Argentina, trataba con management europeo y local, aparte del estatal proveniente de Entel. También estuve en empresas de informática estadounidenses, con lo cual puedo apreciar muy bien las diferencias de cómo tratan unos y otros respecto del indiano. Este se desvive por el trabajo, se preocupa porque le rinda frutos y se lo demanda al gestor local”, desgrana.
Da pormenores: “en la relación personal se ejerce una autoridad respetuosa de las jerarquías. Aun si el jefe comete un error es muy difícil que se lo marquen, como se hace en otras partes. Esto viene de una cultura milenaria en la que los ancestros, las castas, regían el orden cotidiano y, por supuesto, ello se trasladó a los negocios. Pero ha habido una adaptación cultural interna en la forma de trato, en pararse frente al jefe. En el día a día, la prioridad es velar por la satisfacción del cliente”.
La economía global se mueve y en India se habla de la importancia de pertenecer a esa corriente.
La modalidad de exportar servicios producidos con recursos humanos de alta capacitación empieza a imponerse. Tata Consultancy Services, que está –en este ramo– desde 1968 en India, sale a desarrollar una operación para American Express que va desde Sudamérica a Nueva York y por esa misión llega a la Argentina Subramanian Ramadorai, a la postre CEO de TCS. Ve un gran potencial en la calidad intelectual disponible cuando reclutan de las universidades profesionales con experiencia para prepararlos en servicios offshore.
Las compañías funcionaban entonces como grandes fabricantes de software y existía una demanda que exigía desarrollos. Actualmente, “el patrón de las empresas indianas es el de ser compañías de servicios, gigantes tecnológicos proveedores de servicios extendidos”, como define Fabián Djurinsky, gerente regional para la Argentina, Uruguay y Colombia de TCS.
Fue este el primer descubrimiento del potencial tecnológico de América, esta vez en el siglo 21, de nuevo (como después de Colón) imbricada aunque ya no con las Indias, sí con la India.
El antecedente inmediato de contacto entre las Indias había sido cultural. En 1924 el premio Nobel de Literatura y poeta indiano, Rabindranath Tagore, visitó Buenos Aires durante casi tres meses como huésped de la famosa intelectual y escritora argentina Victoria Ocampo.
El hito integrador de esa historia de amor fue tan importante, que los estudios Bollywood (juego de palabras entre Bombay y Hollywood) filmarán en los paisajes de la Argentina una película alusiva en español, inglés e hindi.
India sorprende hoy al mundo con una tableta iPad subsidiada por el Gobierno que costará US$ 16, desarrollada en equipo por institutos tecnológicos y de ciencias de las principales universidades: Bangalore, Kanpur, Kharagpur, Madrás y Mumbay. No son grupos aislados: por año se gradúan en todo el país entre 450 y 480.000 ingenieros, el triple que en los países de vanguardia del nuevo continente.

Tata Consultancy Services
Tecnología informática
Pero por estas latitudes, la tecnología de la información ha sido la vedette del que revista como segundo inversor asiático: se radicaron siete empresas, entre ellas el coloso Tata, que factura globalmente desde un centenar de firmas, con 400.000 empleados, US$ 67.000 millones al año, y Cognizant que a escala mundial registra ventas por US$ 4.600 millones desde los 50 centros del desarrollo que emplean a 110.000 personas en el planeta.
Sin embargo, subsiste aún una lejanía cultural entre el empresariado indiano y el potencial nacional de inteligencia que está buscando en esta parte del mapa. “Hay un espacio natural que las compañías indianas pueden ganar pero dependerá de la demostración de presencia física estable en la región”, es la explicación que encuentra Djurinsky, conocedor del paño como pocos por haber revistado previamente en el área latinoamericana de la consultora Deloitte.
Para echar raíces, en 2008, Tata se muda al polo tecnológico de Parque Patricios, al edificio que perteneciera a Fratelli Branca, y desde ahí ofrece a empresas locales, a la región y a EE.UU. y Europa servicios de mantenimiento y desarrollo de aplicaciones, testing y gestión de infraestructura.
30% de su porfolio de tercerizaciones e implementaciones de productos son clientes globales y 70% representa a empresas con presencia local y regional.
Son fábricas enlazadas en todo el mundo y que trabajan de forma conjunta para clientes globales. Funcionan integradas: la metodología, la infraestructura y la seguridad son únicas. Se audita y monitorea de forma anual. “Las oficinas de Buenos Aires, Montevideo, Guadalajara y Cincinnati, por ejemplo, trabajan como una única unidad”, explica Djurinsky.
Entre su clientela, se encuentran: Ab-InBev, Grupo Bancolombia, Verizon, Equifax, AC Nielsen, Kimberly-Clark, Avianca, Banco Pichincha.
La clave del sistema global implementado está en que todos los países sintonicen un manual estándar común y que nadie que se incorpore a los planteles pueda meter mano en un proyecto antes de 90 días de entrenamiento.
Los gerentes regionales acuden a las universidades para asegurarse la capacitación de las canteras de talentos. Así hizo en la Argentina Djurinsky con la Tecnológica Nacional y con la escuela técnica ORT, que lanzara para ello un aula digital.
También para Cristian Argüello, gerente para Argentina de Cognizant, una empresa mediana que va camino de ser grande porque está ampliando la base de clientes y la línea de servicios: “El desafío que tenemos está en la provisión de recursos humanos, porque la demanda es mayor que lo que el sistema educativo genera cada año”.
Con India en plena expansión, la firma cerró un contrato global en 2007 con Kimberly- Clark, una multinacional que opera en 150 países con productos de limpieza para el cuidado personal, familiar y profesional. Hizo pie firme en la Argentina y desarrolló servicios para afuera destinados a clientes de EE.UU. y firmas exportadoras, compitiendo en estos cinco años hasta con colegas de India que se dirigen a la misma clientela (como TCS).
Contexto bilateral
El intercambio comercial suma US$ 2.500 millones al año y va en ascenso, fundamentalmente por la creciente necesidad de India en soja y los aceites comestibles argentinos. “Nos falta aceite para el consumo humano. Y como nuestra producción no da abasto cada vez vamos a tener que importar más y más. Ya no hay más tierra para cultivar y subir la producción”, advierten desde la embajada.
Desde tan lejos, una inmensa India como la de la película que arrasó hace un par de años con los Oscar “¿Quieres ganar un millón de dólares?” se nos representa como la increíble convivencia en democracia de un descomunal popurrí de vacas sagradas, rascacielos, cultos ancestrales, pobreza, riqueza, elefantes, centros de investigación aeroespacial, analfabetos, récord de escuelas de ingeniería que gradúan casi 500.000 al año y hasta un gurú informático propio, émulo de Bill Gates, como Azim Hasham Premji.
El conocimiento y la alta tecnología de vanguardia no son la noticia del día, sino que habían permanecido sepultados en libros antiguos que el hinduismo medieval prefirió ignorar. En frescos de los castillos de Rajasthan se distinguen cohetes como armamento bélico que datan de entre 1875 y 1919. Se dice que sus principios habían sido dictados en trance yóguico por Subbaraya Sastry.
Claves Hay algunas ventajas argentinas en tecnología informática: |
Fascinación por los emergentes En 2010, se alcanzó un nivel de US$ 1.349 millones de inversiones indias en la región y de US$ 750 millones más hasta agosto de 2011, representando 7% y 13% respectivamente del total destinado a todo el mundo. |
Empresas indianas en la Argentina Tata Consultancy Service, de oficina regional en 2001 se convierte en brazo de negocios integrado a centros globales de entrega, compuesto además por Brasil, Chile, Ecuador, Perú, Colombia y Uruguay. Con estos dos últimos, integra y simplifica los procesos internos y establece sinergias. |

