La demanda de alimentos impulsa el crecimiento

    ESTRATEGIA | Informe

    Por Gustavo Baiman

    Por otra parte advierten que la intensificación de los sistemas productivos con un uso de agroquímicos deberá enmarcarse dentro de prácticas ambientalmente sustentables.
    En los últimos 20 años, con el uso de nuevas tecnologías, el sector agrario argentino triplicó su producción. La siembra directa, las semillas transgénicas y los agroquímicos de última generación provocaron una verdadera revolución.
    En el año 1990, la producción agraria total del país fue de 35 millones de toneladas, había 21 millones de hectáreas sembradas y el rinde promedio era de 1,68 toneladas por hectárea. El año pasado la producción granaría llegó a 100 millones de toneladas, se sembraron 31 millones de hectáreas, incorporando zonas marginales, y el rinde llegó a 3 toneladas por hectárea.
    Sin bien la mayor ponderación de este crecimiento se la lleva la siembra directa, la parte que le toca a los agroquímicos también es destacable, sobre todo en el mayor rinde por hectárea y en la posibilidad de incorporar tierras no aptas naturalmente para la agricultura.
    Los agroquímicos básicamente se dividen en dos: fertilizantes, por un lado, que son sustancias químicas o sintéticas que se usan para enriquecer el suelo con distintos nutrientes; y plaguicidas (fitosanitarios), por el otro, que se utilizan para prevenir, destruir o controlar las plagas vegetales o animales que afectan a los cultivos y las pasturas.
    Dentro del grupo de fertilizantes, los principales productos son: nitrógeno, fósforo, potasio y azufre. En cuanto a los fitosanitarios, los de mayor uso son: herbicidas, que controlan maleza, el más conocido es el glifosato; insecticidas, para chinches, orugas y pulgones, entre otros; y funguicidas, se utilizan para combatir las enfermedades que ocasionan los hongos.
    El año pasado los agroquímicos tuvieron una importante evolución con respecto a 2009, los fertilizantes crecieron 30% y los fitosanitarios tuvieron una suba de 15%. Esto se explica básicamente por un récord en la última cosecha, debido a que se revirtió el escenario climático de las dos últimas campañas anteriores que estuvieron afectadas por una de las sequías más importantes de que se tenga registro. Otro punto que favoreció este crecimiento es el precio de los granos que está alcanzando los valores más alto de su historia; además, los precios futuro presentan una relación insumo/producto muy favorable.
    Según datos del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, en la categoría cereales, la actual campaña llegó a 44,6 millones de toneladas (el maíz con 20,8 millones de toneladas y el trigo con 14,7 millones, 8 millones más que la última cosecha). En cuanto a las oleaginosas, la cosecha fue de 53,8 millones de toneladas, de las cuales a la soja le corresponde 50 millones y el resto al girasol.
    En el sector auguran que en los próximos años va haber un aumento del uso de tecnología en los cultivos para alcanzar mayores rendimientos por unidad de superficie. Se verá un aumento en la incorporación de biotecnología en la búsqueda de la sustentabilidad agropecuaria frente a un ambiente cambiante, y también habrá un fuerte crecimiento en las tecnologías vinculadas a tratamiento de semillas, tanto en cultivos híbridos como variedades. Afirman, además, que el productor, con los buenos precios de los granos, está dispuesto a aplicar más tecnología, buenas semillas, fertilizantes y mejores productos fitosanitarios.
    El escenario a muy largo plazo parece no tener techo; según las proyecciones de Naciones Unidas para el año 2050 el planeta deberá duplicar la producción de alimentos para satisfacer la demanda de una población creciente de más de 9.000 millones de personas. En un contexto donde los recursos naturales son cada vez más limitados, donde la demanda de alimentos y energía crece y el cambio climático es una realidad, la agricultura enfrentará un gran desafío. Solo para mantener los niveles actuales de producción de granos será necesario aplicar más productos agroquímicos. La innovación en agricultura tendrá un rol clave en este contexto.

    Incentivar el uso de fertilizantes
    El mercado de fertilizantes continuará creciendo sustentado por una demanda creciente de alimentos y una expansión del área agrícola relativamente despreciable.
    La extracción de nutrientes de los suelos en la Argentina supera con creces su reposición que es menor a 50%, dando un balance claramente negativo. La fertilización balanceada de nutrientes constituye una de las bases de la producción sustentable al evitar que la exportación continua de nutrientes produzca un agotamiento de los suelos. Para dar un ejemplo, en la actual superficie de soja, el principal cultivo del país con más de 18 millones de hectáreas sembradas en la presente campaña, fue donde menos nutrientes se repuso.
    “En otras épocas había tierras muy fértiles, en donde uno podía encontrar bastante nitrógeno, fósforo, potasio y azufre; hoy ya no tienen la misma calidad porque extrajimos mucho más de lo que repusimos. Por ejemplo, si bien nuestros suelos son ricos en potasio, de lo que se extrae no se repone prácticamente nada. Es necesario tomar conciencia de que en la tierra hay productos naturales que se agotan, cuanto más grandes son las extensiones de los cultivos y más se produce, también se consumen más nutrientes, y la responsabilidad del agricultor es reponerlos”, dice Carlos Capparelli, director ejecutivo de la Cámara de la Industria de Fertilizantes y Agroquímicos (Ciafa).
    Los últimos datos de la cámara son contundentes: del nitrógeno que se consume se repone solo 49%, del fósforo se repone 45%, del potasio solo 2% y del azufre 45%. Si se mide en volumen, la cantidad del total de los fertilizantes que no se repusieron es de 6.246.000 toneladas. Si se hace el cálculo tomando en cuenta los distintos cultivos, el único grano que repone todo lo que consume es el trigo; en soja solo se repone 35%, en maíz 36% y en girasol 59%.
    “El futuro es mayor consumo y esto tiene un límite. Este sector tiene necesariamente que crecer. El productor agropecuario está descubriendo que para producir más tiene que fertilizar más. En el año 90 se usaban 300.000 toneladas de fertilizantes, en 2000 se usaron 1,7 millones de toneladas y el año pasado se llegó a 3,38 millones de toneladas. Si bien todavía falta mucho, estos datos indican una tendencia de crecimiento que difícilmente cambie”, dice Capparelli.

    Fitosanitarios, última tecnología
    Mientras que a los fertilizantes se los considera commodities a los fitosanitarios se los entiende como productos con un alto valor agregado. En este segmento, el camino hacia la búsqueda de soluciones innovadoras comienza en la etapa de investigación y desarrollo, en la que se evalúan productos futuros en laboratorios, invernaderos y en campos ensayo. Las primeras etapas se concentran en actividades de investigación, seguidas de diversas pruebas de conceptos y modelos, para productos cuya introducción final al mercado puede llevar una década. Durante ese proceso, muchos proyectos son dados de baja y otros son seleccionados para pasar a las próximas etapas que involucra el desarrollo del producto hasta llegar a ser comercial.
    “El mayor crecimiento en los productos fitosa­nitarios se vio en el segmento de los herbicidas, fundamentalmente por el glifosato que se usa en los cultivos de soja, y va a seguir aumentando en la medida que crezcan las hectáreas cultivadas, aunque no va a aumentar tanto como los fertilizantes”, dice Capparelli.
    Aunque en menor medida, también se destaca el crecimiento de nuevos segmentos como el de fungicidas, dada la aparición de nuevas enfermedades relacionadas con la intensificación de los sistemas productivos, y el de insecticidas de bajo impacto ambiental.
    “La aparición de las semillas transgénicas en los 90 provocó un gran impacto en los productos fitosanitarios. Antes, para producir soja se tenía que usar una gama muy amplias de estos productos; con la semilla transgénica solo se necesitan dos o tres para permitir que la semilla crezca sin la competencia en el uso del suelo con otras malezas. Por eso, el cultivo de soja es más barato y más sencillo”, concluye Capparelli.
    En el sector también advierten que la intensificación de los sistemas productivos con un uso intensivo de agroquímicos deberá además enmarcarse dentro de prácticas ambientalmente sustentables, no solo desde el manejo de los productos sino también desde las recomendaciones agronómicas, la aplicación de los productos y la capacitación de los operarios participantes en los procesos.