El “modelo” es heredado y necesita un service

    ANÁLISIS | Portada

    Por Javier Rodríguez Petersen


    Eduardo Duhalde

    El “modelo”, para aquellos que creen que lo hay o por lo menos lo hubo, necesita un service. Y no solo lo necesita cuanto antes sino que esas “correcciones” deberían haber comenzado hace un par de años.
    ¿Cuál fue “el modelo” de los últimos años? Expresamente, o a través de lo que dicen que se tiene que corregir o de cuál fue el núcleo del crecimiento, lo primero que queda claro en las opiniones de estos analistas es que los fundamentos son anteriores al kirchnerismo.
    “El modelo es el mismo de Eduardo Duhalde-Roberto Lavagna”, responde a Mercado Jorge Todesca, ex viceministro de Economía en el inicio de ese período. Los pilares de ese modelo, dice, fueron “un tipo de cambio competitivo que condujo a un superávit externo que permitió crecer sin enfrentar el proceso clásico de aumento de importaciones y disparada del tipo de cambio; en el lado fiscal, la estructura de ingresos y gastos establecida en 2002 permitió superar los déficits constantes; también colaboró algo anterior como el default, gracias al cual hasta 2005 no hubo compromisos de pago, con excepción de los organismos multilaterales, y otra cuestión fue la estructura del sistema financiero en moneda local, que está probando ser efectivo en situaciones críticas como la actual: es pequeño y no presta mucho, pero tampoco genera turbulencias en el resto de la economía”.
    Ante la consideración de que es un economista kirchnerista, Eduardo Curia advierte que, desde los 90, criticó la convertibilidad y respaldó una “matriz estratégica” distinta. Y enseguida admite que “hubo un lapso entre 2003 y 2007, reconociendo lo que se hizo en 2002, en el que hubo una coincidencia marcada entre la administración económica y esa matriz”, a la que caracteriza por “el tipo de cambio competitivo, una tasa de interés real lo más baja posible, disciplina fiscal, desendeudamiento y un marco para la discusión de ingresos”.

    El desvío
    La conceptualización es parecida –aunque divergente en el tiempo– a la que se desprende de los planteos que hacía Roberto Lavagna cuando se postuló a la Presidencia en 2007. El ex ministro de Economía hablaba entonces de “corregir los desvíos” para “llevar el programa económico de regreso a su curso original”. Y, en ese marco, enfatizaba que era necesario fortalecer el superávit fiscal para “mantener alto el valor del dólar, bajar las tasas de interés y reducir la deuda”.
    Para Lavagna, las columnas del esquema –dólar alto, tasas bajas, superávits gemelos y desendeudamiento– empezaron a resquebrajarse en los años previos a 2007. Para Todesca, eso ocurrió hacia fines de 2006. Y para Curia, entre 2007 y 2008: “Empezaba a hacer falta un service. Y el cambio de administración era el momento para hacer una adecuación” del modelo, dice hoy el economista.
    Según el ex viceministro, lo central fue que “la situación fiscal comenzó a deteriorarse y el Gobierno, en vez de encarar una reforma profunda, fue apelando cada vez más a mecanismos extraordinarios para fortalecer los ingresos”, como la suba en las retenciones, los traspasos voluntarios de afiliados de las AFJP al sistema estatal; el fallido intento de las retenciones móviles y, finalmente, la estatización de las AFJP. “Hay un deterioro de la situación fiscal que empezó antes de que la crisis actual impactara en el país y que se agrava con ese impacto. Hoy se ha perdido el superávit financiero y se han debido reprogramar los Préstamos Garantizados, lo cual significa que hay insuficiencia para el pago de la deuda. Y a eso se suma que la situación del sector externo ya no es la misma”, agrega.
    Entrevistado por Mercado, Curia señala también otros fenómenos. A fines de 2007, dice, “se advertía que perdía competitividad el tipo de cambio, una política fiscal procíclica en la parte elevada, que había que encuadrar más firmemente la política salarial para conciliar el tema redistributivo y tasas de interés que empezaban a ser muy altas en dólares. También habría que haber seguido con el desendeudamiento, ordenar el tema del Indec y, quizás, ajustar tarifas residenciales para bajar los subsidios. Había que reordenar el compromiso entre crecimiento e inflación”. Hoy cree que “los desvíos cruzaron un umbral y la matriz del modelo competitivo/productivo se ha desvanecido”.


    Jorge Todesca

    Desatinos
    Dentro de este grupo de economistas considerados en general “no ortodoxos”, las críticas más fuertes a los pasos supuestamente mal dados por el Gobierno vienen de gente que tuvo de colegas a funcionarios que hoy siguen en el Ejecutivo.
    Más allá de su reclamo de correcciones, Lavagna –ministro de Néstor Kirchner, contrincante de la actual Presidenta, Cristina Fernández, y de relación oscilante y actualmente distante con el justicialismo oficial–, cuestionó en los últimos años desde el intento de moderar la inflación vía controles de precios hasta el manejo del conflicto con el campo. También apuntó contra “la destrucción” del superávit fiscal, el retraso en la discusión de la coparticipación federal de impuestos, la ignorancia de Kirchner en temas económicos, los subsidios cruzados a los servicios, el aislamiento internacional de la Argentina y los “proyectos fantasiosos” como el tren bala y la reestatización de Aerolíneas.
    Un caso paradigmático de confianza en el modelo y posterior alejamiento es el de Martín Lousteau, quien abandonó por completo la insignia K. Todavía justifica el fallido intento de aplicar retenciones móviles a las exportaciones de granos y oleaginosas como “una respuesta del estilo ‘mal menor’ ante otras posibilidades”, tal como le dijo hace poco al diario Perfil. Entre otras cosas posteriores a su salida, el también ex presidente del Banco Provincia cuestiona el modo en que se reestatizaron las jubilaciones y el regreso de Aerolíneas a manos estatales.

    Al taller
    Lousteau está además entre los que creen que “desde el punto de vista fiscal y de la actividad” convendría un dólar más caro. La misma idea, que repiten los industriales, era sostenida por lo menos hasta el año pasado por Lavagna. En abril, en un seminario de la Confederación de la Mediana Empresa (CAME), Miguel Bein y Javier González Fraga, otros que mantuvieron algún nivel de sintonía con “el modelo”, cuestionaron la apreciación del tipo de cambio real. Y para Curia, uno de los riesgos de la actual administración es “tratar de conseguir plata por todos lados” y pensar en usarla “para mantener el tipo de cambio a un nivel irrealista como el de ahora”.
    Más allá del precio del dólar, se demandan otras “correcciones”.
    Lavagna, por ejemplo, sostiene que se deberían sacar o reducir algunas retenciones. El año pasado, además, presentó un proyecto para coparticipar todos los impuestos nacionales con excepción de los derechos de importación y exportación. Y también propuso que, para impulsar la demanda y el empleo, “en lugar de anunciar plancitos, casas y casitas”, se debería rebajar el IVA a la canasta básica y aplicar un sistema distinto de aportes patronales para las Pyme.
    Según Lousteau, “la Argentina todavía tiene una oportunidad importante” pero debe corregir algunas cosas “rápidamente”. El listado, con varios problemas de cuando él asumió, incluye recuperar la confianza y cambiar “cuanto antes la imagen del Gobierno, tanto interna como externamente” e incluyendo el Indec, y relacionarse con el mundo “de otra manera”.
    Todesca también cree que el país debería volver al mercado internacional y lamenta que la Argentina haya sido declarada “no admisible” para el Fondo “por los problemas de administración fiscal y el Indec”. Pero afirma que el desafío central es la cuestión fiscal. Por un lado, apunta que, por la crisis, “el Gobierno debería reasignar recursos apuntando a la contención social”. Y por el otro, insiste en cuestionar que en los años de viento a favor no se haya armado “ningún proyecto de sostenibilidad fiscal” y se hayan aplicado puros “parches políticos tanto en gastos como en ingresos”. “La administración fiscal –se queja– aprovechó una inercia positiva hasta que se la agotó sin innovaciones”.