“No es conveniente para Uruguay un tratado de libre comercio con EE.UU.”

    Por Carlos Montero


    Reinaldo Gargano.

    Por eso puede resultar sorprendente las contundentes declaraciones de quien dirige la política exterior oriental, quien a su vez es una personalidad singular que –como se empeña en demostrarlo– mantiene diferencias abiertas con el ministro de Economía, Danilo Astori, e incluso veladas con el mismo Presidente.
    El ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay, Reinaldo Gargano de 72 años, es el presidente del Partido Socialista, el mismo al que pertenece el Presidente Tabaré Vázquez, electo por la coalición Frente Amplio. Quizás por eso se dio el lujo en 2006 de contradecir al mandatario cuando éste dijo que “a veces el tren pasa una sola vez”, en alusión a la oportunidad de un acuerdo comercial con EE.UU, y Gargano opinó ante cámaras televisivas que, en ese caso, había que cuidar de no ponerse delante del tren.
    Como canciller signó un tratado de inversiones con EE.UU., durante la cumbre del Alca en Mar del Plata en 2005, pero aclaró a la prensa que lo firmó sin sonreír.
    En enero de 2007, Vázquez ordenó firmar un Tratado Marco de Inversiones y Comercio (TIFA) con la Casa Blanca, pero esta vez el mandatario uruguayo indicó que lo firmara el secretario de la Presidencia, Gonzalo Fernández. El canciller, al recibir a Mercado en el principal despacho del Palacio Santos (sede del Ministerio) en el kilómetro cero de Montevideo, aseguró que no quiere un TLC con EE.UU., aunque se lo permitieran la Argentina y Brasil, porque arruinaría a la industria uruguaya.

    –Hay una antigua broma que dice: los uruguayos son “tres millones de argentinos ocupando territorio brasileño”. ¿Casi 200 años después, cuánto ha cambiado entre los vecinos?
    –Con la mediación británica, hubo un espaldarazo tácito de las dos potencias vecinas a la gestación de este Estado cuña o tapón, como le llamaron durante mucho tiempo los historiadores, al punto que la Convención Preliminar de Paz (donde se acuerda formar en 1828 el Estado Oriental del Uruguay) se firmó en Río de Janeiro. Esa política de equilibrio –razonable como mecanismo de autodefensa nacional– fue perfilando cada vez más la individualidad del país que, si bien tiene la misma entraña que la República Argentina porque proviene de las Provincias Unidas del Río de la Plata, tiene muy buena relación con Brasil porztros y una faja de 150 kilómetros hacia adentro de los dos territorios donde los pueblos se entienden en un mismo idioma, que es el portuñol, una mezcla de castellano y portugués.
    En la segunda mitad del siglo 20 se desarrollaron mecanismos de vinculación económica y comercial con dos tratados: el Protocolo de Expansión Comercial (PEC) donde había ventajas mutuas y desgravaciones arancelarias, y el Convenio Argentino Uruguayo de Comercio Exterior (CAUCE) que proveía lo mismo. Fue un paso muy importante hasta que los presidentes Sarney y Alfonsín adelantaron el camino hacia un proceso de integración más a fondo, con convenios, desde el comercio hasta la energía atómica, que daban una base sólida para llegar a un convenio binacional.

    –¿Pero es recién con Menem y Collor de Melo que en 1990 hay un tratado de integración bilateral que por 5 años impedía ingresar a cualquier nuevo socio?
    –Pero Uruguay rompió ese esquema, reaccionando tarde, mal y porque no había más remedio. Allí fue que se alertó, pues el gobierno anterior a 1990 decía que había que tener una actitud de expectativa frente a lo que estaba ocurriendo, sin darse cuenta que 40% de nuestra exportación iba a esos dos países. Y no nos preocupábamos en saber qué estaban haciendo. No conozco documento donde la Argentina y Brasil dijeran querer excluir a otro país en la región. Así Uruguay ingresó al proceso de integración del Mercosur.

    –¿Casi por unanimidad del Parlamento?
    –Faltaron dos votos. Yo ratifiqué el Tratado como miembro de la Comisión de Relaciones Internacionales y estuve en la comisión especial del Senado que estudió el Tratado de Asunción. La prioridad en materia de inserción internacional es la región. Para la fuerza política que está en el gobierno, la región es de naturaleza estratégica. Primero, porque le exportamos más de la cuarta parte de la producción. Segundo, porque lo hacemos con arancel cero en la mayoría de los casos. Con el Mercosur, pasamos de exportar US$ 300 millones a ambos países a casi US$ 1.000 millones en 1998.

    Proyecto y trabas regionales
    –El negociador jefe de Brasil advirtió ya en 1998 que la ampliación del comercio intra-Mercosur había tocado techo y que, si querían seguir creciendo, debían mirar a los países andinos.

    –Es que el problema estratégico de la región no es sólo el Mercosur sino el Mercosur más los estados asociados. Ahora además con países como Venezuela, que está aceptado como miembro pleno y estoy seguro que tendrá derecho a voto. Lo que ocurre es que hay que cumplir la normativa Mercosur e iniciar la desgravación arancelaria para liberar el comercio en 2012 a los países con menor porte, como Uruguay y Paraguay, mientras lo mismo ocurrirá en 2014 para la Argentina y Brasil. Y que pasará en el futuro con Bolivia y Ecuador.

    –¿Cuándo Ud. piensa en el Mercosur lo hace como plataforma para alcanzar a los demás mercados o como un coto de caza –ahora sudamericano– donde hacer una sustitución de importaciones, en una remake continental del modelo cepalino aplicado localmente hace medio siglo?
    –A esta altura, la globalización no se puede parar. Estoy leyendo el último libro de Joseph Stiglitz sobre cómo volver buena la globalización. Hay fenómenos, como los intercambios comerciales y financieros, que deben regularse, no eliminarse. La globalización no es mala.
    El proceso de integración tiene como objetivo lograr que las economías de los países de Sudamérica, y si es posible del resto de Latinoamérica, logren una complementación que les permita expandirse sostenidamente con independencia del predominio de un espacio económico u otro.

    –¿Y cómo explica que ahora, que hay gobiernos democráticos en toda Sudamérica y buena parte de similar entonación ideológica, no se logra más avances hacia la integración? ¿Es que los liberales son más aptos para el derribo de fronteras comerciales prescindiendo de los impactos?
    –No creo que sean más aptos sino menos aptos. La prueba es que integraron y a renglón seguido desintegraron, porque cayó la economía de Brasil, luego la de la Argentina y luego la uruguaya. Recuerde que el Plan Austral voló por los aires, el Cruzado, el Real y el peso uruguayo.

    –¿Confía en el compromiso de Lula que ahora, en su segundo período, compartirá parte de los procesos de fabricación con Uruguay en los acuerdos para generar bienes manufacturados rumbo a extrazona?
    –Si, claro y se lo hemos planteado nosotros explícitamente. La complementación industrial de varias áreas es muy importante, como la cebada malteada para la industria cervecera brasileña y también para la nuestra. Lo malo es que hayan cerrado nuestra fábrica de cerveza. La alianza estratégica apunta a volver autosuficientes a nuestros países, pero a tener conexiones con todos los espacios económicos del mundo.

    Liderazgo y tratos extra-región
    –¿Brasil ha sabido liderar al Mercosur para acordar con la UE y EE.UU.?

    –Brasil nunca fue nominado líder. Lula dice muy bien que los liderazgos no se decretan, se ganan con la acción que se realiza.

    –¿Ha sabido hacerlo?
    –Ha cumplido una tarea importante en la relación de nuestros países con el Grupo de los 20, el Grupo de Cairns y las negociaciones con la OMC. Lo que ocurre es que el proceso de integración regional es muy complejo por las corporaciones que, amparadas en los viejos privilegios que tenían en el mercado nacional como propio, intentan mantenerlos por diversos mecanismos cuando ahora tienen la obligación de competir.

    –Hacia afuera de la región, ¿en qué casos acepta acuerdos bilaterales y en cuáles en conjunto frente a la contraparte?
    –Hay reglas en el Mercosur. Los acuerdos que se realicen para liberación del comercio deben hacerse bajo las normas del Protocolo de Ouro Preto (que rige desde 1995 la unión aduanera del Mercosur). Primero debe haber un tratado marco entre los países del Mercosur con el país con el que se hará el tratado de libre comercio y luego, si algún país lo necesita, darle la autorización para que realice ese tratado, que fue lo que hizo Uruguay con México. Lo importante es que avancemos en un tratado común. Me parece muy bueno negociar en común, por ejemplo, todos los países del Mercosur con EE.UU., y conseguir un tratado de libre comercio en conjunto. Porque la capacidad de negociación de Uruguay aumenta, porque ya no somos 3,4 millones de habitantes sino 300 millones.

    –El ministro de Economía, Danilo Astori, manifestó que de once acuerdos marcos de comercio e inversión que firmó EE.UU. con otros países, la mitad terminó llegando a TLC (tratado de libre comercio)…
    –… y los otros no…

    –Y si mañana la Argentina y Brasil admitieran a Uruguay la libertad de negociar un TLC a solas con la Casa Blanca, como canciller ¿le parece conveniente un tratado de comercio bilateral Uruguay-EE.UU.?
    –De acuerdo con lo que estudiamos en la fuerza política (se refiere a la coalición gobernante Encuentro Progresista-Frente Amplio-Nuevo Espacio) antes de llegar al gobierno, no es conveniente para Uruguay porque haría desaparecer la industria farmacéutica de un soplido, pues se impondrían las condiciones que EE.UU. propone.
    En el TLC que firmó con Perú y que es el formato que planteó a Uruguay, en investigación y producción de medicamentos la patente de la firma productora se extiende de 20 a 30 años, con el mismo proceso de obtención de plusvalías que hasta ahora. Eso no sólo destruye la industria farmacéutica uruguaya sino que prácticamente inhibe la investigación porque nadie va a meterse a competir en investigación con grandes laboratorios del mundo, si sabe que hay una desventaja formidable, pues ellos tienen avances tecnológicos que no hemos conseguido.
    En las grandes compras del Estado, que superan los US$ 20 millones ó US$ 30 millones, las empresas de nuestro país no tienen capacidad para competir con empresas de US$ 3.000 millones de capital y que producen a una escala muy grande. Pueden traer un hotel entero y meterlo en un balneario uruguayo. Por ejemplo, el Conrad (de Punta del Este). Fue hecho y armado por los uruguayos acá, pero traídas hasta las sábanas y las fundas de las almohadas del exterior.

    –¿Y por dónde ampliar el comercio más allá de la región?
    –Soy partidario de que el Mercosur, que ya tiene un tratado de libre comercio con Chile, lo acentúe y acelere las fechas de su realización. Tenemos abierta también una negociación en conjunto con Europa, pero va muy lenta.

    –¿Y cuál sería entonces su formato preferido con EE.UU.?
    –Si se negocia un Tratado de Libre Comercio con EE.UU., soy partidario de que se haga en forma conjunta con el Mercosur, aunque individualmente a Uruguay no le conviene. Tanto no le conviene, que el Presidente tomó la decisión de no firmar, pues cuando les planteó qué acuerdo comercial podemos tener entre los dos países, el Departamento de Comercio de EE.UU. le dijo: “un tratado con el formato Perú o nada”. Y entonces, el Presidente de la República les respondió que esa no era una negociación sino una imposición y que por lo tanto no habría un tratado de libre comercio.

    Las relaciones con la Argentina
    –Cuando le escucho citar la respuesta del presidente Vázquez a EE.UU., me parece oir lo que dijo el Presidente Néstor Kirchner de su Gobierno, el 1° de marzo ante el Congreso argentino. Decía que Uruguay, al afirmar que negociaría el tema de las pasteras, pero que no revisaría la construcción ni su emplazamiento, no estaba negociando sino imponiendo.

    –El diferendo que tenemos con la Argentina tiene una naturaleza distinta. Es un diferendo sobre la administración del río Uruguay (en la Comisión Administradora del Río Uruguay, CARU), tal como lo planteó la Argentina.
    –¿No hay un “pecado original” del gobierno anterior –al no haber llevado la aprobación de las papeleras a la CARU– que de alguna forma el Gobierno uruguayo actual calla, como continuidad del Estado uruguayo?
    –¡¿Usted cree que yo le voy a contestar esa pregunta?! Está loco.

    –Yo se la pregunto y si Ud. no me la contesta está en su total derecho…
    –Lo que quiero decir es que Uruguay sostiene que la Argentina, en la Comisión Administradora del Río Uruguay, aceptó que se instalaran las plantas de celulosa. Está en las actas. El Presidente Kirchner, hizo un mensaje a la nación argentina en el cual explícitamente dijo que las cancillerías habían llegado a un acuerdo sobre las plantas de celulosa y, por lo tanto, ese es un documento oficial que acredita que –más allá de que no se hubieran materializado en un acta por escrito, aparte y por separado individualmente, cada una de las normas– el criterio general estaba aprobado y Uruguay estaba en condiciones de desarrollar la instalación de las plantas.

    –Ante lo dicho por Kirchner, ¿Uruguay negociará?
    –Uruguay ya propuso vías de salida al diferendo: el monitoreo de ambas partes, tanto en la construcción como en la gestión de las plantas.

    –Eso también lo recomendó la Corte Internacional de Justicia en La Haya pero el Gobierno argentino se negó a participar…
    –La Argentina no lo acepta, pero lo que Uruguay no va a aceptar es detener la construcción de las plantas o el funcionamiento. Se sigue monitoreando la calidad de las aguas y Uruguay está absolutamente seguro con Botnia, la fábrica que se va a instalar (en 2007), de acuerdo con los informes internacionales que le permitieron a Uruguay ganar en La Haya cuando la Argentina pidió medidas cautelares para suspender la obra y perdió. Además de ganar en el tribunal ad hoc de Solución de Controversias de Mercosur, donde los tres jueces –uno argentino, uno uruguayo y uno neutral– dictaron por unanimidad la ilegitimidad de los cortes de ruta y bloqueo de puentes. Y, en tercer lugar, la respuesta que dio el Banco Mundial, después de cuatro estudios ambientales, acerca de que las empresas que iban a construir esas plantas debían tener acceso a sus créditos, porque no iban a contaminar el medio ambiente.

    –¿Cómo cree que se sale de esta situación de diferendo, tras una relación de 200 años de ambas repúblicas, desde un Uruguay que depende tanto de sus tres puentes con la Argentina para su conexión con Sudamérica?
    –Creo que negociando. Primero dialogando y, luego, creando las condiciones para una negociación diplomática, donde las cancillerías tengan el rol protagónico. No es sencillo porque el diferendo se ha trasladado políticamente al plano de las poblaciones de Entre Ríos, transformando lo que es un problema de carácter técnico en un problema de carácter político, que no creo que desaparezca con la resolución de los actos electorales en Entre Ríos y en la Argentina.

    –¿Puede Uruguay mantenerse indefinidamente con uno o todos los puentes periódicamente cortados, parcial o totalmente?
    –Perdiendo dinero. Sufriendo pérdidas muy graves. Por eso pedimos medidas cautelares, para que en la Argentina el poder no fuera sustituido por los ciudadanos, que se erigieron en poder político. Porque Ud. entra ahora por Colón o Concordia, si lo dejan entrar los asambleístas. Si no, no entra.

    –¿El Gobierno argentino está cumpliendo su papel?
    –No. Es lo que nosotros decimos, que el Gobierno argentino no ha hecho el esfuerzo de evitar que se bloqueen los puentes. No ha hecho ejercicio de su autoridad para que se desbloqueen los puentes y, por lo tanto, la autoridad que hay allí son los asambleístas que están con las sillas plegables y las cuatro maderas bloqueando el paso. M