Curiosamente, la otra actividad económica que hasta ahora atrajo inversiones
de riesgo, la de information technology, está contribuyendo
en forma decidida en este proceso inversor.
Un caso distinto es Muse Capital. Desde hace mucho tiempo, Gary Greenberg se
especializa en inversiones globales. Entre ellas, Asia oriental y sectores no
convencionales. En Londres, donde maneja Muse Capital –una cartera de
US$ 55.000 millones, fundada en 2003–, el experto señalaba, durante
una entrevista con la revista estadounidense Barron’s, que ya
el primer año su fondo ganó casi 19%, cifra que cedió a
12% en 2004 y trepó a 36% en 2005. Pero “este año es aburrido
y no creo que las utilidades suban más de 4,5%”. En buena medida,
porque la firma se aferra a áreas no bien explotadas. Una es la creciente
puja por combustibles y fuentes energéticas alternativas. En particular,
compatibles con aire más diáfano, agua más limpia y un
planeta con menor efecto invernadero. Eso lleva a “recursos renovables;
por ejemplo, energía solar o eólica y biomasa. No obstante, la
falta de perfiles claros explica que aún no nos centremos en biocombustibles”.
La helioenergía es interesante como colocación, pues existen posibilidades
de hacer diferencia en corto plazo en áreas como polisilicones –hay
escasez– y otros elementos. Sin embargo, apunta el experto, “existen
complicaciones tecnológicas, en términos de eficiencia, porque
se trata de un sector poco desarrollado, con altos costos para generar electricidad.
Por el contrario, las fuentes eólicas son más atractivas, porque
compiten mejor con otras opciones: hoy ya es factible obtener energía
a cinco centavos el kilovatio”. Pero el factor decisivo es “la potencia
de tecnologías rupturistas, que desaten una ola de cambios en las economías
de escala y tornen la energía eólica en una inversión mucho
más interesante”.
Barron’s inquirió de qué cambios se habla. “La electricidad
es difícil de almacenar. Puede acumularse en pilas o baterías,
pero las de gran escala son en extremo ineficientes. En cuanto al viento, si
sopla de nueve de la mañana a cinco de la tarde, muy bien, porque casi
todos pueden aprovecharlo. Pero, cuando lo hace de noche pierde utilidad. Por
ende, si fuese factible almacenarlo, habría una revolución en
las economías del sector”.
¿Existe una solución capaz de generar energía mediante
una pequeña turbina eólica en el techo de la casa o lugares parecidos,
para luego convertirla en hidrógeno vía un electrolizador? Por
supuesto, ello implicaría un auto a hidrógeno o, como alternativa,
alimentar la casa mediante una célula electrógena. En verdad,
algo así se hace ya en Gran Bretaña.
Posibilidades
Entonces ¿qué clase de “eolocompañías”
le interesan a Muse? Por ejemplo, Vestas Wind Systems (Dinamarca), la mayor
de ellas en este momento. La firma pasó malos tiempos hace pocos años,
por centrarse en su participación de mercado y no en su tecnología
única.
Además, los daneses tuvieron dificultades con componentes y garantías,
máxime tras comprar un rival cuya tecnología ofrecía inconvenientes.
“Hoy, con otra conducción, sólo falta que el mercado se
dé cuenta de que Vestas empieza a dar ganancias, tiene buenos márgenes
operativos y avanza. Su acción esta subvaluada, particularmente en términos
de crecimiento”.
En general, el sector puede expandir ventas de 15 a 20% anuales entre 2007 y
2010. Sus utilidades brutas, o sea sin deducir intereses e impuestos, deberían
expandirse a razón de 30% anual. A fines del tercer trimestre, sus papeles
se negociaban en promedio veinte veces por encima de las utilidades previstas
para 2007. Para 2008, ese guarismo cedería a 14,5 veces. M