¿Para qué sirve el Jefe de Gabinete?

    Según
    la constitución nacional, el jefe del gabinete de ministros es
    muy poderoso:
    Ejerce la administración general del país.Nombra a los funcionarios
    de todo el Gobierno, de subsecretarios para abajo.
    Hace recaudar los impuestos y demás rentas de la Nación.

    Ejecuta el presupuesto nacional.
    Supervisa a los ministros y los cita a reuniones de gabinete que, en ausencia
    del jefe del Estado, preside él mismo.
    Eso, según la Constitución. En la práctica, el jefe
    de Gabinete es un segundo secretario general de la Presidencia, o un segundo
    vocero presidencial.
    Desde que se creó el cargo, todos los presidentes han ignorado
    los artículos 100 y 101 de la Constitución, que establecen
    las responsabilidades del jefe de Gabinete. Un ejemplo basta para entender
    por qué: Si Alberto Fernández fuera el mandamás de
    la burocracia, tuviera “la lapicera” (léase, el
    poder de firmar nombramientos), dominara la Administración Federal
    de Ingresos Públicos (Afip) y manejara el presupuesto nacional
    (es decir, si fuera el dueño de lo que los políticos llaman
    “la caja”), supervisara a todos los ministros (Lavagna,
    Bielsa, etc.) y presidiera reuniones de Gabinete cuando Néstor
    Kirchner
    está en Nueva York o Berlín, Fernández aparecería
    casi como un Primer Ministro. Eso es lo que quisieron los constituyentes,
    pero no lo que han querido Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Eduardo
    Duhalde y el actual presidente.
    Algunos les dieron, a sus jefes de Gabinete, funciones subalternas.O los
    echaron. Para Carlos Menem,Eduardo Bauzá fue un “operador
    político” de su gobierno; y Jorge Rodríguez, un técnico
    de bajo perfil, que se entretenía diseñando una reforma
    del Estado.
    Para Fernando de la Rúa, Rodolfo Terragno –un jefe de Gabinete
    que se había creído la Constitución– fue un
    estorbo que pronto saltó; y Chrystian Colombo fue un colaborador
    leal que aceptó a Domingo Cavallo como el “verdadero”
    jefe de Gabinete. Para Eduardo Duhalde, sus dos jefes, Jorge Capitanich
    y Alfredo Atanasof, fueron hombres con una virtud: no se notaban, y eso
    era muy bueno en aquella época,
    cuando lo mejor que podía pasarle a un funcionario (y, en general,
    un político) era pasar inadvertido.
    Para Kirchner, Fernández es un compinche a quien le da confianza
    y, cuando se le antoja, le pone límite.
    El actual jefe de Gabinete sirve para poner la cara (cuando el Presidente
    quiere preservarse), hablar (cuando el Presidente quiere hacer silencio
    de radio) y armar una estrategia electoral para la Capital: un distrito
    difícil, donde Mauricio Macri parece absorber el voto moderado
    y Elisa Carrió el voto progresista.
    ¿Qué tiene que ver esto con las funciones asignadas por
    la Constitución al jefe de Gabinete?
    Nada.
    Ésta es una nueva prueba del rotundo fracaso de la reforma constitucional.
    Salvo la elección directa del intendente de Buenos Aires (llamado,
    con exceso de pompa, jefe de Gobierno), la reforma constitucional no dejó
    otra cosa que un segundo período de Menem.
    Los constituyentes pensaron que, si escribían algo en la Constitución,
    cambiaban el país.
    Se les ocurrió, por ejemplo, agregar un artículo que dice:
    “Los partidos políticos son instituciones fundamentales
    del sistema democrático. Su creación y el ejercicio de sus
    actividades
    son libres dentro del respeto a esta Constitución, la que garantiza
    su organización y funcionamiento democráticos, la representación
    de las minorías, la competencia para la postulación de candidatos
    a cargos públicos electivos, el acceso a la información
    pública y la difusión de sus ideas. El Estado contribuye
    al sostenimiento económico de sus actividades y a la capacitación
    de sus dirigentes.”

    Hasta 1994, los partidos eran muy fuertes en la realidad, pero no existían
    en la Constitución.
    Ocho años después de la reforma, los partidos eran muy fuertes
    en el texto constitucional, pero no existían en la realidad. La
    gente salió a las calles a gritar “que se vayan todos”.
    Las encuestas demostraban que no había instituciones más
    desprestigiadas que éstas, a las cuales la Constitución
    consideraba “fundamentales del sistema democrático”.
    Muchos reclamaban que se les quitara a los partidos el monopolio de las
    candidaturas o que no se les diera más plata de los contribuyentes.
    Con el jefe de Gabinete pasó algo parecido. Hasta 1994, no existía.
    Ahora, tampoco. Salvo en el texto de la Constitución.
    Hay un dato histórico que lo demuestra.
    De la Rúa no es precisamente un hombre autoritario. No tiene el
    carisma que algunos han querido ver en Menem, ni el afán de hegemonía
    que otros imputan a Kirchner. Al contrario,De la Rúa ha sido acusado
    de tímido e irresoluto.
    No obstante,Terragno –el único ex jefe de Gabinete que ha
    aceptado narrar las intimidades de poder– reveló no hace mucho
    en un artículo periodístico cuáles fueron las limitaciones
    que encontró para ejercer
    su cargo:
    • Podía organizar las reuniones de Gabinete pero, en ausencia
    del Presidente, las presidía el Vice. Dado que Carlos Álvarez
    era el jefe del principal partido aliado a la UCR, y se entendía
    que el gobierno aliancista
    era una suerte de coalición, esto parecía normal; pero no
    era constitucional.
    • La Jefatura de Gabinete tenía en esa época su propia
    Secretaría de Presupuesto, que revisaba todo lo que venía
    de Hacienda y no siempre le daba el visto bueno. De la Rúa acusaba
    a su Jefe de Gabinete de “cajonear” los proyectos, cuando no
    de “obstruir” las decisiones. El Presidente se resistía
    a que la Jefatura se ocupara de la recaudación y el presupuesto
    porque –contrariando a la Constitución– decía
    que eso era “función del Ministerio de Economía”.
    • Según el relato de Terragno, él se negó a
    firmar un decreto porque no estaba de acuerdo con el contenido y el subsecretario
    Legal y Técnico de la Presidencia le exigió la firma: “Es
    una decisión política del Presidente”, le habría
    dicho. El jefe de Gabinete consideró que no debía firmar
    y no firmó. Ésa fue una de las gotas que rebasó el
    vaso.
    Sin duda, para un presidente es difícil conducir el país
    si un funcionario tan encumbrado como el jefe de Gabinete no lo acompaña.
    En este sentido, se puede entender a De la Rúa, que terminó
    colocando en la Jefatura a un hombre que le respondía.
    No obstante, la idea de la Constitución era “atenuar el presidencialismo”.
    Si no había que atenuarlo, la reforma fue inoportuna y habría
    que volver al viejo sistema: un presidente con sus ministros, que son
    meros secretarios y todos en pie de igualdad.

    La teoría del fusible
    Un jefe de Gabinete débil no sirve siquiera para superar crisis
    políticas, si es que la teoría del fusible (ver Las Ilusiones
    de Alfonsín) tenía asidero. Muchos constitucionalistas creyeron
    que sí. Es interesante leer lo que,
    en 1997, escribió Humberto Quiroga Lavié: “La creación
    del jefe de Gabinete por la reforma de 1994 fue la respuesta del constituyente
    al largo proceso de desconstitucionalización que vivió el
    país a partir de
    1930. Si hubiera habido una figura alternativa para compartir el poder
    con la oposición política, se podría haber apelado
    a ella en los tiempos de Isabel Perón, de Illia y de Frondizi,
    y por qué no en tiempos de
    Yrigoyen,Castillo y Perón […] El jefe de Gabinete es, en consecuencia,
    la respuesta constitucional a los vacíos de poder que asolaron
    la historia política argentina. Vacíos de poder,o excesos
    de poder en algunos
    casos, que determinaron los golpes de Estado y la ruptura institucional”

    Esta concepción, un tanto idílica, revela su debilidad en
    una ola frase:“figura alternativa para compartir el poder con
    la oposición”
    . Como el jefe de Gabinete es designado por
    el Presidente a su arbitrio, jamás la
    elección recaerá en una figura “alternativa” apta
    para “compartir el poder con la oposición”, en desmedro
    del Presidente. Ni siquiera reviendo que pueda tener lo que Quiroga Lavié
    llama, “momentos de debilidad”.
    Si,por casualidad, un Presidente nombra a un jefe de Gabinete que, llegado
    el momento, pueda convertirlo en “rey que reina pero no gobierna”,
    en la primera oportunidad que tenga sustituirá a ese peligroso
    funcionario.
    En todo caso, la primera situación de “vacío de poder”
    que se dio en el país después de sancionada la Constitución
    (2001) demostró la fragilidad de la teoría según
    la cual la existencia de un jefe de Gabinete era un seguro contra la inestabilidad
    de las instituciones.
    De la Rúa, que tenía mandato hasta el 10 de diciembre de
    2003, renunció el 21 de diciembre de 2001.
    El titular del Senado, Ramón Puerta –segundo en la línea
    de sucesión por renuncia previa del vicepresidente, Carlos Álvarez–
    se negó a permanecer a cargo del Ejecutivo hasta que se eligiera
    nuevo presidente.
    Adolfo Rodríguez Saá,elegido por la Asamblea Legislativa,debía
    gobernar hasta marzo de 2002. En esa fecha se elegiría nuevo presidente.
    Sin embargo, Rodríguez Saá se fue a la semana.
    La Asamblea Legislativa designó entonces a Eduardo Duhalde para
    que completara el mandato de De la Rúa. En vez de gobernar hasta
    el 10 de diciembre de 2003, Duhalde llamó a elecciones anticipadas
    y entregó
    el poder el 25 de mayo de 2003.
    La experiencia desautoriza la idea de contar con el jefe de Gabinete como
    una garantía de estabilidad política. Eso no significa que
    la institución no tenga un potencial que, si se cumpliera la Constitución,
    podría mejorar la calidad de los gobiernos.

    Deporte y propaganda
    Eso exigiría dar contenido a la Constitución. El jefe
    de Gabinete debe ser jerarquizado, ya que hoy en día ha quedado
    reducido a una condición indigna.
    Las funciones que expresamente le asigna la Constitución –hacer
    recaudar las rentas de la Nación y ejecutar el Presupuesto–
    las ejercen: por un lado, el Ministerio de Economía a través
    de la Secretaría de Hacienda. Y ésta, a su vez, por medio
    de sendas subsecretarías; por otro lado, la Afip, que según
    el decreto 1.156-96 es “un ente autárquico
    en el ámbito del Ministerio de Economía”.
    Mientras tanto, el organigrama de la Jefatura de Gabinete es una prueba
    de la inutilidad y carácter anticonstitucional que, en la práctica,
    tiene ese organismo.
    • Tiene una Dirección Nacional de Programas y Proyectos con
    Financiamiento Externo; pero ni un solo funcionario dedicado a “las
    rentas de la Nación”.
    • Tiene una Subsecretaría de Coordinación y Evaluación
    (no de “ejecución”) presupuestaria.
    • Tiene una Secretaría de Gabinete y Relaciones Parlamentarias;
    pero el gabinete no existe y el titular de la Jefatura ni siquiera cumple
    regularmente con su obligación constitucional de rendir un informe
    mensual al Congreso.Cuando no le conviene o no tiene ganas, no va.
    • Tiene dos secretarías inexplicables: de Deportes y de Medios
    de Comunicación.
    • A través de la Secretaría de Deportes, el jefe de
    Gabinete se ocupa del “fomento” y “planeamiento”deportivo.
    • A través de la Secretaría de Medios maneja la “publicidad
    oficial”, las “emisoras comerciales administradas por el Estado”
    y la agencia Télam.
    ¿Para esto hacía falta reformar la Constitución?
    ¿Así era como iba a atenuarse el “hiperpresidencialismo”?
    Si todavía se cree que la función de un jefe de Gabinete
    es útil, es necesario reformar la organización del Ejecutivo
    y, sobre todo, sus prácticas. Eso exige:
    1- Reglamentar el funcionamiento del Gabinete de Ministros, con
    reuniones periódicas presididas por el presidente de la Nación
    y, en su ausencia, por el jefe de Gabinete.
    2- Instituir el Acuerdo de Ministros, debidamente fundado, como
    acto previo a todo decreto de importancia, a fin de excluir la arbitrariedad
    (o apariencia de arbitrariedad) en los actos del Ejecutivo.
    3- Organizar, en el nivel de la Jefatura de Gabinete, un sistema
    de control de ingresos públicos y ejecución presupuestaria.
    El propósito de dar a estas funciones el rango constitucional fue
    jerarquizar funciones
    a las que tradicionalmente se les dio poca importancia: la administración
    fiscal y la ejecución presupuestaria, tareas que aun hoy se confían
    a subsecretarios. El jefe de Gabinete, responsable ante el Congreso de
    la Nación, debe estar en condicionesde asegurar el cumplimiento
    del Presupuesto.
    4- Dejar efectivamente en manos de la Jefatura de Gabinete todos
    los nombramientos de la Administración, pero establecer un sistema
    de oposiciones, para que todas las vacantes sean cubiertas tras un concurso
    de títulos y antecedentes.
    5- Cumplir estrictamente con los informes mensuales del jefe de
    Gabinete al Congreso de la Nación, que en tanto incluyen respuestas
    a los senadores o diputados, y se realizan en sesiones públicas,
    implican
    una rendición de cuentas ante la ciudadanía y permiten el
    control de los actos de Gobierno.
    Si esto no es posible, sería mejor reformar la Constitución
    y declarar prescindible este ministro supernumerario.


    Descubra
    al Superministro

    Cuando
    los constituyentes introdujeron en 1995 la figura del jefe de Gabinete,
    se dijo que éste “atenuaría el poder presidencial”,
    y que no sería un ministro
    más sino primus inter pares; el “número tres
    del Gobierno, después del presidente
    y el vice”.
    Algunos dijeron que sería un superministro.
    A continuación, usted tiene una lista de los diez jefes de
    Gabinete que la Argentina
    ha tenido en diez años.
    La última columna está en blanco, para que usted marque
    con una cruz
    quién/es fue/ron los superministros de esta década.

     Jefe
    de Gabinete
    DesdeHastaDíasSuperministro
    1Eduardo
    Bauzá
    8/7/9528/3/96264 
    2Jorge
    Rodríguez
    28/3/9610/12/991.352 
    3Rodolfo
    Terragno
    10/12/995/10/
    00
    300 
    4Chrystian
    Colombo
    5/10/
    00
    21/12/01442 
    5Humberto
    Schiavoni
    21/12/0123/12/012 
    6Luis
    Lusquiños
    23/12/0131/12/018 
    7Antonio
    Cafiero
    31/12/013/1/
    02
    3 
    8Jorge
    Capitanich
    3/1/
    02
    3/5/02120 
    9Alfredo
    Atanasof
    3/5/0225/5/03387 
    10Alberto
    Fernández
    25/5/03Continúa731* 

    *
    Los cumplirá el próximo 25

    Si
    usted no ha hecho ninguna cruz, no se preocupe. La mayoría
    del país sería
    incapaz de señalar un superministro entre estos diez jefes
    de Gabinete.
    En cambio, muchos dirían que Domingo Cavallo fue un superministro,
    y algunos
    lo dirán de Roberto Lavagna.
    Como se explica en la nota principal, los distintos presidentes
    que el país tuvo
    han querido evitar que el jefe de Gabinete “atenuara el poder
    presidencial”.
    Pusieron en la Jefatura a un incondicional, o tuvieron que cambiar
    cuando el
    presunto superministro se creyó que podía serlo.


     

    Curriculum

    Ocurrió
    tras la renuncia del presidente interino Adolfo Rodríguez
    Sáa, el 31 de diciembre de 2001. Eduardo Camaño, titular
    de la Cámara de Diputados, debió hacerse cargo del
    Poder Ejecutivo por unos días. Hasta que la Asamblea Legislativa
    designara nuevo Presidente.
    Como Rodríguez Sáa se había ido con todo su
    equipo, Camaño –pese a ser sólo un camarlengo–
    tuvo que nombrar Jefe de Gabinete. Si no, no podía convocar
    la Asamblea Legislativa.
    El nombramiento recayó sobre el veterano dirigente peronista
    Antonio Cafiero, quien juró el mismo 31 de diciembre.
    Él lo recuerda de este modo: “Nunca el pueblo había
    festejado así el nombramiento de un Jefe de Gabinete. La
    gente se reunió esa noche en las casas. Se descorchaba sidra,
    había risas y abrazos. La mayoría
    celebró casi hasta el amanecer”.
    La “alegría” duró poco, ya que el 3 de enero
    –con Duhalde convertido en Presidente– Cafiero debió
    entregarle la Jefatura a Jorge Capitanich.
    El Jefe saliente había durado sólo 72 horas en el
    cargo. Sin embargo, suele comentar Cafiero: “A mí me
    vino muy bien, porque ahora yo pongo en mi curriculum: Jefe de Gabinete
    de Ministros, 2001-2002”.


    ___________________________________________________

    Los
    que la vieron venir

    Hubo, en
    Santa Fe, más de un convencional que anticipó qué
    pasaría con la institución que allí se estaba creando.
    En medio de discursos altisonantes sobre la revolución que significaba
    la nueva figura, algunas voces se alzaron para decir que el jefe de Gabinete
    sería un cero a la izquierda. Eran, entonces, disonantes. Algunos
    ejemplos:
    Eugenio Zaffaroni:
    “Este
    jefe de Gabinete no va a ser otra cosa que el ministro preferido del Presidente”.
    Carlos Auyero:
    “Radicales
    y peronistas han conciliado un texto y yuxtapuesto sus ideas y salió
    un híbrido. Nosotros hubiéramos querido un primer ministro
    designado por el Parlamento”.
    Roberto Cornet:
    “Me
    hace acordar a la mula, que no es caballo ni burro. El jefe de Gabinete
    no es primer ministro ni ministro común. Es el regalón
    del Presidente”.
    Alberto Natale:
    “El
    gran poder seguirá siendo el del presidente de la República.
    El jefe de Gabinete no será más que lo que hoy es el secretario
    general de la Presidencia”.
    Jorge Jándula:
    “Será
    el mayordomo del nuevo virrey. El pueblo lo va a considerar un Chirolita”.
    __________________________________________________

    Las
    ilusiones de Alfonsín

    Lo que sigue
    es el texto fiel de la argumentación presentada por el ex presidente
    Raúl Alfonsín, convencional constituyente, el 27 de julio
    de 1994. Con gran convicción y entusiasmo, Alfonsín –autor
    intelectual de la iniciativa– procuró mostrar que la introducción
    del jefe de Gabinete sería una “bisagra” en la historia
    institucional del país. En la intimidad, el ex Presidente solía
    decir que, de haber existido la figura del jefe de Gabinete, en 1976 no
    habría ocurrido el golpe militar, y en 1989 él no tendría
    que haberse ido antes de tiempo. En su concepción, el jefe de Gabinete
    era el “fusible” que saltaba en caso de crisis, protegiendo
    la institución presidencial. En 2001, luego del “voto bronca”,
    el corralito, la indignación popular y los desmanes, a nadie se
    le ocurriría que el problema pudiera solucionarse con la renuncia
    de Chrystian Colombo.
    Alfonsín había diseñado un mecanismo de “estabilidad
    institucional” que parecía una máquina de Leonardo:
    en los planos, muy bello; pero incapaz
    de funcionar. Acaso alguna vez se den las circunstancias previstas por
    el ex Presidente. Mientras tanto, es aconsejable leer sus argumentos de
    1994 y confrontarlos con la decepcionante experiencia de una década:
    Dirigirá la política económica:
    “Hace recaudar las rentas de la Nación y ejecuta el presupuesto
    nacional. En este sentido, dirige la acción del Gobierno en materia
    económica al determinar los mecanismos para la percepción
    de los impuestos y al llevar a cabo las obligaciones gubernamentales respecto
    de su inversión”
    .
    Nombrará a todos los funcionarios:
    “Los subsecretarios y directores generales y demás funcionarios
    inferiores de todas las áreas del Poder Ejecutivo, serán
    designados en el futuro por el jefe de Gabinete”.

    Solucionará los problemas de gobernabilidad:
    “La incorporación de un jefe de Gabinete contribuirá
    a solucionar los problemas de gobernabilidad. Ello
    es así porque será una herramienta útil para superar
    situaciones de bloqueos interpoderes, dando mayor sustento político
    a las instituciones democráticas”.

    Permitirá instrumentar gobiernos de coalición:
    “Cuando exista una situación de bloqueo entre el Presidente
    y el Congreso, el jefe de Gabinete con responsabilidad parlamentaria será
    el puente a través
    del cual se podrá institucionalizar un gobierno de coalición,
    puesto que el Presidente va a estar obligado a negociar con la mayoría
    opositora del Congreso sobre quién deba ocupar dicho cargo para
    poder gobernar”.

    Aumentará la legitimidad y representatividad
    del Congreso:
    “El jefe de Gabinete incrementará
    la legitimidad y representatividad del Gobierno, al exigir que éste
    cuente con un respaldo parlamentario. De la obligación de tener
    que concurrir en forma mensual al Congreso, para informar sobre la marcha
    del Gobierno, surge claro que no es un mero funcionario administrativo
    y que se le otorgan importantes responsabilidades políticas”.

    El poder político ya no será monopolio
    del Presidente:
    “El poder político ya no se concentrará
    únicamente en el Presidente”.

    La minoría participará en la formación
    del Gobierno:
    “Los partidos que no accedan a la Presidencia
    tendrán injerencia en la formación del Gobierno a través
    de la posibilidad de votar una moción de censura para remover al
    jefe de Gabinete. Esta injerencia parlamentaria en la formación
    del Gobierno, puede culminar en la integración de estos grupos
    políticos”.

    Terminará con los complots: “En
    el caso de que acontezca una dura derrota electoral del partido oficialista,
    la oposición no tendrá necesidad de especular con el derrumbe
    a plazo del jefe de Estado. No convendrá jugar a ganar ‘todo
    o nada’. Por el contrario, podrá imponerle al Presidente un
    jefe de Gabinete que lo obligará a tomar decisiones basadas en
    vínculos cooperativos […] Se elimina así el incentivo
    que tenía el presidencialismo para la confrontación y la
    crisis, y la caída de la democracia”.

    Mejorará la calidad de la política:
    “No estando ocupados exclusivamente en golpear a su rival, las
    energías políticas podrán volcarse mejor al diseño
    de políticas, al fortalecimiento de la gestión estatal,
    y a dinamizar los organismos de control”.

    _____________________________________________

    Ni
    Jefe ni Gabinete

    Hoy
    día no sólo falta un verdadero jefe de Gabinete. Ni
    siquiera hay Gabinete.
    El presidente Kirchner no reunió jamás a sus ministros
    y, por supuesto, no ha permitido que Fernández los reuniera.
    Jamás, en la historia argentina, se había dado un
    caso de “hiperpresidencialismo” tan notorio.
    Toda la vida hubo Gabinete. Los presidentes debatían periódicamente
    con sus ministros y se tomaban decisiones colectivas. Fue así
    con gobiernos civiles y militares, radicales y peronistas. Siempre.
    El Gabinete no tenía rango constitucional, pero era una institución
    vigorosa.
    Nunca ocurrió que un presidente gobernara solo, o consultando
    separadamente a un número limitado de ministros, sin procurar
    la interacción, el intercambio de información
    y la adopción de decisiones compartidas.
    En la Constituyente de 1994, el convencional Antonio Berhongaray
    encomió el “rango constitucional”, así como
    las “facultades importantísimas” que, por primera
    vez, iba a darse al Gabinete de ministros.
    Recordó Berhongaray que “en alguna época se hablaba
    del acuerdo de ministros”, pero que esta institución
    –“incorporada a algunas constituciones de otros países”–
    entre nosotros era sólo un acto voluntario de los presidentes.
    Con la reforma, según el convencional, el Gabinete cobraría
    “ la máxima importancia”.
    En la práctica, ocurrió lo mismo que con los partidos.
    Cuando el Gabinete no estaba en la Constitución, existía.
    Ahora que está, no existe.